«Kerry recuerda al Congreso que Netanyahu aconsejó a los EE.UU. invadir Irak», fue el titular de The New York Times del 25 de febrero del 2015, cuando el secretario de Estado de Obama intentaba desactivar la resistencia de un sector del Congreso explicando que bajo los términos del acuerdo nuclear firmado con Irán este país […]
«Kerry recuerda al Congreso que Netanyahu aconsejó a los EE.UU. invadir Irak», fue el titular de The New York Times del 25 de febrero del 2015, cuando el secretario de Estado de Obama intentaba desactivar la resistencia de un sector del Congreso explicando que bajo los términos del acuerdo nuclear firmado con Irán este país no podrá producir la bomba durante 15 años, y luego habrá otros 10 años de supervisión sobre «cada onza» de uranio que produzcan.
Aunque la confesión de este secreto a voces llegaba muy tarde para la nación iraquí, y medio mundo, desvelaba otra increíble realidad: que un diminuto país de Oriente Próximo tiene el poder y capacidad para engañar y manipular a una superpotencia, y arrastrar a decenas de estados «adultos» del mundo a una guerra a base de 7 mentiras al servicio de 10 objetivos. La extrema derecha israelí, encabezada por Netanyahu, vuelve a enviar a los soldados de su protector a matar y morir por los intereses de la élite y del complejo industrial-militar de Israel. El senador Ernest Hollings también lo dijo en 2004: EE.UU. invadió Irak «para proteger a Israel», gracias a la influencia de tres judíos pro israelíes en Washington. Richard Perle, presidente de la Junta de Política de Defensa del Pentágono; Paul Wolfowitz, Subsecretario de Defensa; y Charles Krauthammer, columnista, entre otros «periodistas».
Israel acusa a Irán de ocultar sus inexistentes bombas atómicas, mientras oculta sus existentes bombas nucleares ilegales negando a la ONU la inspección de sus instalaciones, y sigue fabricando «informaciones» falsas para crear una «Causa belli» contra Irán. El ataque «anónimo» del 14 de mayo a las petroleras de Arabia Saudí en el Golfo Pérsico pretendía insinuar que Irán puede interrumpir el flujo de petróleo, incluso antes de la guerra. ¡Esperen ahora otros atentados de falsa bandera!
¿Quién es la colonial de quién?
¿Está secuestrada la política exterior de EE.UU. por Israel? Noam Chomsky cree lo contrario: que Israel es una base militar estadounidense. Entonces, ¿cómo se explica que el Comité de Asuntos Públicos de Israel de los EE.UU. (AIPAC) haga generosas donaciones a los políticos de EE.UU., para que ejecuten las ordenes de un gobierno extranjero y, además, sin «pagar ni un centavo al Tío Sam«, como asegura la revista Foreign Policy? Existe una tercera posibilidad: que la interdependencia entre los dos estados se deba, no sólo a que la «comunidad autónoma» número 51 de EE.UU. en Oriente Próximo esté siendo gobernado por unos políticos sin escrúpulos (como definieron Obama y Sarkozy a Netanyahu en 2011), sino a las actividades de los llamados NeoCon -«América controla el mundo, nosotros controlamos América«, cómo los define el escritor israelí Uri Avnery-.
Se trata de la alianza entre los millonarios de la extrema derecha cristiana y la judía de EE.UU., quienes «reclutan sangre estadounidense para hacer que el mundo sea seguro para Israel«, sentencia el periodista Pat Buchanan. En esta línea, Eli Clifton, reportero de la Red de Noticias Independientes de EE.UU., señala a tres magnates del lobby proisraelí que patrocinaron la campaña electoral de Trump a condición de que saliese del «peor acuerdo del mundo» con Irán: Sheldon Adelson, quien propuso a Trump lanzar una bomba nuclear en «en el medio de Teherán», si Irán no abandona su programa nuclear; Bernard Marcus comparó el Acuerdo con Irán con «hacer negocios con el diablo«; y Paul Singer, otro férreo anti-iraní del club que también incluye al American Enterprise Institute y la página editorial del Wall Street Journal, entre otros. ¡Pero no esperen que algún tribunal de EEUU juzgue a Trump por un «Israelgate», acusándole de conseguir la presidencia gracias a las injerencias de este país en las elecciones!
Trump debe pagar su deuda
Y el presidente «secuestrado», el Madman, cumplió: rompió uno de los acuerdos más importantes del desarme del siglo, impuso sanciones sobre el petróleo iraní e incluyó a su ejército en la lista de grupos terroristas; trasladó su embajada a Jerusalén, propuso reconocer la soberanía israelí sobre los Altos del Golán y recortó las ayudas de EE.UU. a los refugiados palestinos. Ni en la época de Bush el Despacho Oval haba estado tan al servicio de Tel Aviv. Trump es el primer presidente de EE.UU. que realiza su primer viaje a Arabia Saudí e Israel, a los archienemigos de Irán.
Los NeoCón sellan su nuevo asalto a la Casa Blanca con la expulsión de los dos últimos representantes del «sentido común» en el gobierno de Trump: Rex Tillerson y el general Mattis. El nuevo equipo del presidente, que ha recuperado el Eje del Mal de Bush, cuenta con el criminal de guerra de Irak John Bolton; con el «verdadero amigo de Israel«, como definió Netanyahu, Mike Pompeo, autor de la frase «Dios envió a Trump para salvar a los judíos de Irán» y quien asegura que «unos cuantos bombardeos» serían suficientes para «liberar», es decir, destruir la vida de 80 millones de iraníes; o con Charles Kupperman, ex jefe de la empresa de armas Lockheed Martin y quien dirigió el «Grupo de sorpresa de octubre» en 1980 -patrocinado por Menájem Begin y Ronald Reagan- para utilizar la «crisis de rehenes» de la embajada de EEUU en Teherán contra la reelección de Jimmy Carter. Saboteó las negociaciones de Carter con la República Islámica (RI) para que los ayatolás no liberasen a los rehenes hasta después de las elecciones, a cambio de recibir dinero y armas. ¡El muy patriota alargó 77 días más el calvario de aquellos hombres, que estuvieron 444 días retenidos! El complot funcionó, y ellos fueron liberados el 20 de enero de 1981, horas después del juramento de Reagan. ¡Argo censuró esta parte de la «película»!
Hoy, los intereses de ambos gobiernos, que no siempre son idénticos, vuelven a ser alineados. La agresividad de Tel Aviv tiene el respaldo de un Trump, que cree que las guerras de otros presidentes debilitaron la posición de EE.UU. en la región, por lo que se debe de fortalecer a Israel con el fin de salvar los intereses del imperio.
No todos en Israel sueñan con atacar a Irán
En Tel Aviv hay tres principales líneas respecto a la RI de Irán, país con el que no tiene disputas fronterizas y les separan miles de kilómetros:
1. La amenaza para Israel no viene de la RII, sino del conflicto no resuelto con los palestinos.
2. ‘Un Irán, incluso con la bomba nuclear, está lejos de representar una amenaza existencial para Israel’, afirman los dos ex directores del Mosad Ephraim Halevy (1998-2002) y Tamir Pardo (2011-2016), e incluso el ministro de Defensa en 2011, Ehud Barak, quien decía que «los iraníes no están locos para lanzar una bomba nuclear a su vecindario«. Se oponen a los políticos que aterrorizan a la población diciendo que «Irán prepara un Holocausto«. En 2012, Ronny Edry, un joven israelí, lanzó en las redes sociales la campaña «Iraníes, nosotros nunca bombardearemos su país. Los amamos«, al que siguieron miles de sus compatriotas y también los iraníes estrechando la mano de las fuerzas pacifistas israelíes.
3. Irán es un enemigo formidable. No es inteligente provocar una guerra con este país.
4. La extremaderecha judía, que desconoce el término de «coexistencia pacífica» y está liderada por Netanyahu y Liberman, no se conforma con menos que ver a todos sus vecinos hechos escombros, para así quedarse con tres elementos necesarios y convertirse en una potencia real: territorio, petróleo y agua. Likud/AIPAC consiguieron, antes del 2015, colocar al programa nuclear de Irán en el primer lugar de la agenda internacional, apartando el lento genocidio palestino. Su problema no es sólo que pretenden mantener el monopolio de Israel sobre las armas de destrucción masiva en la zona, sino que la ideología totalitaria-religiosa de esta facción les incapacita para convivir con los vecinos, por eso los destruyen: Irak, Gaza, Líbano, Siria (¡sí, Israel es el primer motivo de las 13 causas de ésta guerra, entre otros!). También es cierto que Israel, al igual que Arabia Saudí (o Turquía), temía que el regreso de un Irán, reserva mundial de gas y petróleo, a la «comunidad internacional» cambiase el equilibrio establecido en los mercados asiáticos, perjudicando sus beneficios.
Los islamistas de Irán no son los del 1979
Los políticos sensatos de Israel (¡los hay!) saben que los ayatolás son muy pragmáticos. Además, la política de la RII respecto a Israel ha tenido su evolución:
Entre 1979-1990: El Ayatolá Jomeini entrega la llave de la embajada del «Sheitan-e kuchak» (el «Pequeño Satanás»), o sea, Israel, a la OLP de Yaser Arafat, e incluso se opone más a los «sionistas» que los propios palestinos que llegaron a aceptar la solución de dos estados; habla de tierras «islámicas», que no «palestinas», y crea la Jihad Islámica Palestina (para debilitar a la OLP), a Hizbolá libanés y, sobre todo, al Quds -el batallón exterior de los Guardianes de la Revolución islámica para combatir a Israel-. Sin embargo, esto no les impidió una cooperación militar. Israel y EEUU vendieron armas a Irán, entre 1981 y 1983, para atizar el fuego de la guerra con Irak: los dos se destruirán mutuamente y durante ocho años harán feliz a Israel (diplomacia llamada Doble Contención «Dual Containment Policy»). Reagan transfirió a los «Contras» nicaragüense los 500 millones de dólares recibidos. En el medio, Israel bombardeó el reactor nuclear Osirak de Irak.
Entre 1991-2003: la derrota en la guerra con Irak, y la destrucción de este país por EE.UU., le mostrará a la RII la imposibilidad de disolver el estado israelí y devolver aquellas tierras al «islam», pues pensaba que «el camino de Jerusalén pasa por la marcha sobre Bagdad«.
A partir del 2003: Cuando Bush utiliza Irak para promocionar su «Pedagogía del terror», e incluye a Irán en su Eje del Mal, divide a la RI. Un sector «se radicaliza» organizando su defensa desde el Líbano, Siria, Gaza y, más adelante, Irak, creyendo que con el apoyo de los grupos afines ganaría una «guerra asimétrica» a EEUU. En esta «ofensiva» se explica también la infame conferencia sobre el Holocausto del 2006 en Teherán, invitando a neonazis y al Ku Klux Klan. Otro sector asimiló el mensaje de «cuando la barba del vecino ves a cortar, pon la tuya a remojar«, tomó conciencia del mundo real, y archivó la idea de recuperar las «tierras islámicas» (su influencia en los países vecinos se dirigirá exclusivamente a proteger la RI). Incluso en Irak, EEUU e Irán cooperaron contra Daesh. Debía existir una tercera línea: proteger los intereses nacionales, en vez de cooperar con el imperialismo o injerencias (desde la derecha religiosa) en los asuntos de otros.
El ciberataque de septiembre de 2010 a las instalaciones nucleares iraníes, con el troyano Stuxnet por la CIA y el Mosad, y el asesinato en Irán de cuatro científicos nucleares, harán de nuevas advertencias.
El lema de «borrar a Israel del mapa» se ha eliminado de los discursos oficiales. El presidente Rohani ha condenado públicamente el genocidio de los judíos europeos y ahora felicita a los judíos de todo el mundo la fiesta Rosh Hashaná.
Una coexistencia pacífica entre ambos estados también es una forma de defender la justa causa palestina. Si la RII acepta que Hizbolá negocie con Tel Aviv (un alto el fuego, por ejemplo) significa que negociar con Israel no es «haram» (prohibición religiosa): el propio Corán considera que en ciertas ocasiones un acto «haram» pueda convertirse en «halal».
El peligro de un ataque a las fuerzas iraníes -en Irak, Siria, o el Golfo Pérsico-, es máximo. El ejército israelí es el único en los últimos años que ha bombardeado las posiciones de los militares iraníes.
El motivo del perfil bajo que está ofreciendo Benjamín Netanyahu en esta guerra es sólo para no generar dudas en Washington sobre «la amenaza iraní» y que nadie le eche en cara las trampas que le tendió a su «padre» en la invasión a Irak, que no sólo destrozó la vida de 23 millones de civiles, sino también la de decenas de miles de soldados atacantes.
Hoy, Oriente Próximo, que sufre siete guerras abiertas con cerca de 100 millones de personas afectadas, no puede albergar otra guerra más. Si el mundo piensa que se trata de otro conflicto regional, está peligrosamente equivocado. Urge organizar conferencias de paz para impedir una catástrofe mundial.