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España en su laberinto

Fuentes: Rebelión

El viejo dogma falangista “España, como unidad de destino en lo universal” no resolverá los problemas derivados de la histórica descomposición del Estado borbónico.

Tengo la certidumbre de que la única salida razonable a la profunda crisis del régimen del 78 habrá de ser la proclamación de la República, seguida de un proceso constituyente, en donde la soberanía popular sea respetada, incluido el derecho de los pueblos a su justa autodeterminación -negociada ésta democráticamente, es decir en libertad, sin trabas judiciales ni militares- de modo que se abra paso a un nuevo periodo histórico de auténtico progreso y avance social.

En el 50 aniversario del sanguinario golpe militar en Chile, auspiciado por los USA, no está demás recordar las palabras universales del presidente Salvador Allende: «Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor».

Sin embargo, la monarquía española con su tradicional borboneo (es su costumbre) representa un serio obstáculo para el desarrollo y consolidación de las libertades democráticas, siendo además un evidente desastre para la resolución pacífica de las contradicciones históricas acumuladas.

El Rey Felipe VI, virrey de los USA en España y entusiasta abanderado de la OTAN, pone en riesgo grave a nuestro país, arrastrándolo a la peligrosa escalada de la guerra imperialista contra Rusia que, pese a ser el país más extenso del mundo, tiene una economía capitalista de segundo orden, aunque gigantesca potencia nuclear, cuya riqueza en combustibles fósiles y minerales estratégicos ambiciona Occidente.

Al igual que su bisabuelo Alfonso XIII, causante del desastre de Annual por sus intereses inconfesables, Felipe VI también nos aboca al enfrentamiento civil y a la descomposición de los restos del viejo imperio español, cuya decadencia encarna históricamente su dinastía.

En el último tercio del siglo pasado, las fuerzas de oposición a la dictadura franquista -en particular el legendario PCE, durante muchos años el partido más organizado e influyente en la clandestinidad- abordaron la llamada Transición como una reforma de la dictadura, renunciando a la República bajo la absurda premisa de que un pacto con las élites del viejo régimen sería suficiente para instaurar la democracia y superar la continuidad del franquismo en los principales aparatos coercitivos del Estado: ejército, judicatura, policía.

Es obvio, a estas alturas, que se trató de un error estratégico, motivado quizás por un suicida oportunismo de sus dirigentes, pues ello supuso no solo el enquistamiento de la ultraderecha en las principales instituciones, como lo es la jefatura del Estado y de las Fuerzas Armadas, sino también la destrucción de las organizaciones de base que conectaban al partido con la sociedad.

Pese a ser durante mucho tiempo la única fuerza organizada contra la dictadura de Franco, su estrategia reformista en el último tercio del siglo pasado, basada en la llamada “Reconciliación nacional”, abocó a la llamada Transición, causa principal de la histórica derrota de las clases populares y de los pueblos ibéricos, sometidos al nacionalismo españolista, lo que consolidó la continuidad en el poder de la oligarquía financiera y centralista que había sustentado la dictadura.

Pretender que el proceso democrático puede progresar mediante reformas del Régimen del 78, incluido su avance hacia un “horizonte republicano”, no es más que un nuevo y peligroso espejismo que arrastra a la clase obrera y a los pueblos del Estado hacia un callejón sin salida. Por otro lado, la absurda creencia de la oligarquía catalana de que puede llegar a negociar con el Rey un sucedáneo de independencia, es otro grave ensueño, pues parece desconocer la temible agresividad del Estado profundo, a la que jamás se enfrentará Felipe VI.

Las viejas naciones históricas del Estado español -Catalunya, Euskadi, Galicia- no son ni serán a corto plazo soberanas, como tampoco lo es el Estado español, sometido a los intereses hegemónicos de los USA, al igual que la Unión Europea.

Unámonos, pues, contra el odioso colaboracionismo del Estado español en la guerra imperialista de los USA contra Rusia, que arruina al pueblo trabajador, amenaza gravemente la Paz mundial y destruye las expectativas de progreso del conjunto de Europa.

Una situación muy grave cuya evolución estará condicionada por el rumbo que tomen los acontecimientos políticos y la actual guerra de Ucrania, posible preludio de la III Guerra Mundial.

Manuel Ruiz Robles es Capitán de Navío de la Armada (r), ex delegado nacional en el Comité Científico de la OTAN, firmante del manifiesto de militares españoles sobre la paz y el alto el fuego en Ucrania

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