La «revolución democrática», liderada por los Estados Unidos, en Irak y en todo el Medio Oriente, propuesta por el presidente Bush no es más que parte de la retórica que trata de ocultar las verdaderas intenciones de EE.UU. de establecerse en la región y aprovechar al máximo su importancia geoestratégica (vigilar a China, India y […]
La «revolución democrática», liderada por los Estados Unidos, en Irak y en todo el Medio Oriente, propuesta por el presidente Bush no es más que parte de la retórica que trata de ocultar las verdaderas intenciones de EE.UU. de establecerse en la región y aprovechar al máximo su importancia geoestratégica (vigilar a China, India y a Rusia), aparte de explotar los recursos energéticos que se encuentran en la región.
Esta «revolución democrática», es en realidad parte de la doctrina del «cambio de régimen». Doctrina por la cual EE.UU. se arroga el derecho de intervenir en los asuntos internos de cualquier Estado en cualquier parte del mundo, al margen del derecho internacional. Estableciendo de esta manera en el Medio Oriente, lo que ha estado aplicando en América Latina a través de los años, y principalmente desde la Guerra Fría, lo que Arthur Schlesinger denomina Presidencia Imperial.
Vemos como el discurso oficialista se encuentra totalmente dominado por el ámbito religioso, característico de ese moralismo inflexible que ha reinado en Estados Unidos desde su formación. Es preocupante, la manera en que los sectores religiosos llegan a influir en las políticas y en los respectivos sistemas de los Estados. Sin el apoyo del movimiento cristiano y conservador (católico) alemán, hubiera sido imposible para Hitler, llegar a contar con el apoyo político, que le permitiera alcanzar el poder. En la Alemania nazi esa influencia del cristianismo se va a ver reflejada en la persecución de los enemigos de la iglesia: ateos, homosexuales, intelectuales, feministas y judíos.
La intervención de este dogmatismo se vuelve a presentar en los EE.UU. en la administración Reagan, quien se muestra como un cristiano renacido. Con sus discursos Reagan pretendió convertir a la Guerra Fría en una cruzada satanizando a la Unión Soviética. En su concepción ideológica expone a los Estados Unidos como la ciudad que brilla en las colinas, que debe luchar por preservar el «Reino de Dios» que se encuentra amenazado por el «imperio del mal» que tiene su sede en el Kremlin de Moscú.
La administración de Bush hijo va seguir con la misma línea de la administración Reagan, tanto en el campo político-económico-militar como el ideológico. El discurso de Bush se va a caracterizar por un mesianismo apocalíptico, donde el día del juicio final esta cerca, y el pueblo cristiano tiene la misión divina de ayudar a Israel (se puede observar como es cambiado el discurso con respecto al pueblo judío, primero fueron los asesinos del cristo, y ahora son el pueblo elegido de dios) en su lucha contra los bárbaros islamistas, a quienes deben evangelizar y con esto establecer el imperio del cristo, que pronto realizará su segunda venida, y donde restablecerá el orden mundial. Y es precisamente el punto más terrible de las pretensiones megalómanas de los EE.UU.: la imperialización del cristianismo, un imperio fascista (o neoliberal radical) cristiano que nos someterá a todos a la tiranía del dios occidental cristiano, que es patriarcal, opresor y vengativo, a esa idea cínica divinizada.
Ahora bien, en lo que respecta a América Latina, el principal teatro que el presidente de EE.UU. tiene en mente, no es una misión democrática, por el contrario, con un «acuerdo de libre comercio» regulado, pretende consolidar su presidencia imperial en América Central, ya que en el cono sur, se ha visto mermada por el importante papel que han tomado principalmente Brasil, Argentina y Venezuela en los últimos años.
Los EE.UU. no solo ha mostrado fuertes tendencias a la consolidación de un imperio o de un poder imperial en el sentido clásico: Tiene la capacidad de desplegarse por todos los mares mundiales (control marítimo), posee bases militares o tiene la capacidad de desplegarse por todos los continentes (control terrestre), además posee el control aéreo e introduce nuevas características: el control universal, donde busca la militarización del espacio, que le garantizarían una defensa contra cualquier ataque, y también la capacidad ofensiva para destruir cualquier blanco en cualquier parte del planeta. Pero todo esto no le garantizaría la seguridad total. Para obtenerla debe controlar el pensamiento humano, y desplegar sistemas de vigilancia que le permitan controlar a todos los Estados y a todas las personas (un claro ejemplo es el sistema satelital GPS). Además debe garantizarse el control del ciberespacio, debido a su excesiva dependencia tecnológica, un virus cibernético (las armas de destrucción masiva del siglo XXI), podría asestarle un duro golpe.
América Latina no es el «área de influencia» hegemónica de los EE.UU. es su «área de dominación» en donde aplica su presidencia imperial. Coloca y derroca presidentes a su antojo, sobre todo a presidentes que no posean su misma línea de pensamiento ideológico, es decir que no apliquen en sus respectivos países las políticas neoliberales que son dictadas por sus regímenes financieros imperiales que solo buscan el debilitamiento de los Estados del tercer mundo y con esto prolongar su sometimiento a la presidencia imperial. Un claro ejemplo es con el derrocamiento de Salvador Allende, presidente chileno electo democráticamente y quien era de izquierda, y el establecimiento de una dictadura neofascista como fue la de Augusto Pinochet, todo esto planeado desde la oficina del departamento de Estado, que se encontraba bajo el mando de Henry Kissinger. Es muy probable que ya se este desarrollando (si es que no se haya hecho ya, y solo se esta esperando el momento adecuado para aplicarlo) un plan para derrocar a los presidentes que presenten una clara oposición a las políticas revisionistas estadounidenses, como es el caso del presidente venezolano Hugo Chávez, y una vez depuestos colocar a presidentes títeres de corte neoliberal (ejemplos en la actualidad sobran: Oscar Arias en Costa Rica, Allan García en Perú, Felipe Calderón en México, Antonio Saca en El Salvador y Alvaro Uribe en Colombia), que le permitan a los EEUU y a sus empresas satisfacer sus ambiciones político-energética: La explotación de los recursos petrolíferos del Orinoco por parte de la Chevron, por ejemplo, y el control de los recursos acuíferos de América Central, por medio de la implementación de un Tratado de «Libre» Comercio (cuyo texto consta más de 2000 páginas de regulaciones). Esto se refleja en el capítulo 21 del TLC (CAFTA), donde en el artículo 21.2, referente a la «Seguridad Esencial», que puede y/o debe ser considerado como una cláusula policíaco-militar que abre paso a la posibilidad de invasiones militares en los países firmantes o el apoyo incondicional a las incursiones militares que EEUU realice en cualquier parte del mundo. Es interesante, como una cláusula de esta envergadura no sea estudiada, ni mencionada, ni siquiera conocida por todos los «TLCfilos».
Por otra parte, los atentados del 11 de septiembre, no solo vienen a significar un enclipsamiento de las relaciones de EE.UU. con América Latina, sino que también a marcar el fin de una era dominada por el idealismo económico y por un institucionalismo transnacionalista. Es a partir de este momento en que inicia una nueva era de Realpolitik fusionado con un neoliberalismo salvaje que busca la apropiación total de todos los recursos. Es posible, aunque sea tachado de extremista, afirmar que si en algún momento existió un fenómeno llamado globalización este colapsa el 11 de septiembre de 2001. ya no se busca la homogenización, o la interdependencia económica. Ahora lo que prevalece es una lucha por la apropiación de todo, de aniquilamiento de las competencias, una lucha por la supervivencia del más fuerte, un retorno al fascismo.
Es importante tomar en cuenta, la importancia que llega a tener los ataques del 11 de septiembre de 2001, dentro de un marco de cambio de políticas y de ideología. Ya que estos actos vienen a ser el detonante que permitió el establecimiento de esquemas planteados, por un grupo de neoconservadores belicistas de la era Reagan, al caer el bloque soviético. Dicho esquema plantea la necesidad de llevar guerras en diferentes partes del planeta, para aprovechar su importancia geoestratégica y sus recursos energéticos que le permitan a Estados Unidos garantizarse el dominio global. Todo esto se planteó bajo el nombre de: Project For a New American Century. La gran mayoría, por no hablar de la totalidad, de los miembros del gabinete del presidente Bush hijo, son parte de ese proyecto.
Antes de que ocurrieran los atentados del 11 de septiembre de 2001, y desde la elección de G. W. Bush, como presidente de los Estados Unidos, se desarrolla el borrador de un plan sobre la necesidad de desarrollar nuevos mecanismos de defensa que le permitieran a los Estados Unidos, garantizar su seguridad nacional de posibles ataques terroristas. Y para garantizarse su seguridad, los Estados Unidos, debía actuar preventivamente contra sus enemigos. Después de los atentados del 11 de septiembre, ese plan es presentado al mundo, como la Estrategia de la Seguridad Nacional , avalado por un decreto presidencial llamado USA Patriot Act (Uniting and Strengthening America by Providing Appropriate Tools Requiered to Intercept and Obstruct Terrorism), promulgada automáticamente después de los atentados.
Es importante recalcar que esta estrategia no es nueva. Ha sido utilizada por los retadores del hegemón, para justificar sus doctrinas imperialistas. Esto lo vemos reflejado en la Alemania nazi cuando, inmediatamente después del nombramiento de Hitler, los periódicos nazis hicieron creer que los comunistas, sedientos de sangre, fomentaban la revolución en las calles. El 4 de febrero de 1933, con el pretexto de poner fin a esas actividades, se promulga un decreto presidencial para «la protección del pueblo alemán». Esta medida comportaba una restricción de la libertad de expresión, permitía ciertas formas de censura, prohibía algunas publicaciones, y declaraba ilegales las reuniones y manifestaciones cuando la policía considerara que constituían una «amenaza directa para la seguridad pública».
Se pone en práctica «la ley germánica» («deutsches Recht üben») y se establece la consigna de hacer «todo por Alemania» («alles für Deutschland»). En esos decretos se daban instrucciones a la policía para que se evitara dar la impresión de que estaba predispuesta en contra de las «organizaciones nacionales» y para que, por el contrario, utilizara «métodos más contundentes» («mit den schärfsten Mittlen») contra las «organizaciones traidoras» («staatsfeindliche Organisationen») y los » actos de terror y violencia de los comunistas» («gegen kommunistische Terrorakte und Überfälle«). Para capitalizar la situación, se creó una policía auxiliar, formada por hombres procedentes de organizaciones tales como las SA y las SS de Himmler.
Para febrero de 1933, la campaña subversiva provoca que en Alemania se cree un ambiente de alto grado de histeria anticomunista, y la noche del 27 de febrero, esa histeria aumentó más, cuando un ex comunista, Marinus van der Lubbe, incendió el Reichtag (Parlamento). La conmoción entre los dirigentes nazis fue inmensa, seguros de que los preparativos de un plan comunista para la insurrección habían comenzado con un acto de terrorismo.
El incendio provocó la inmediata movilización de la sociedad conservadora alemana, convencida de que era obra de los comunistas, como acto de rebelión debido a la represión que estaban sufriendo. En un ambiente que reforzó la autoridad moral de Hitler, se aprobó un decreto para reforzar la «protección del pueblo y del Estado».
Es importante recalcar como ese decreto no solo se beneficiaba de un ambiente de histeria colectiva, sino del efecto estupefaciente del empleo reiterado de instrumentos legales similares para llevar adelante proyectos que no contaban con una mayoría parlamentaria. Es decir, el llamado decreto del incendio del Reichtag, le otorgó a Hitler ciertos poderes plenipotenciarios. La aplicación directa del decreto por las autoridades de los territorios implicaba, además, el aumento de las posibilidades de los planes represivos de Göring en Prusia. El decreto llega a implementarse inicialmente para el mes de octubre de 1933, cuando Alemania se retira de la Sociedad de Naciones y del tratado de Versalles, con el argumento de que ambos le perjudicaban. Posteriormente, el Reich se lanza en una búsqueda de su lebensraum (especio vital), en sus invasiones a Austria y Checoslovaquia, países en los cuales se aplica la estrategia de guerra preventiva, pero de manera ineficiente, para culminar con la creación de la «Ley Sobre la Reunificación de Austria con el Reich Alemán» y la apropiación del territorio checoslovaco.
Con lo que respecta a la estrategia de guerra preventiva, la afirmación del historiador Arthur Schlesinger, sobre la decisión del gobierno de EEUU «de remplazar una política que apuntaba a una paz a través de una prevención de la guerra por una política que apunta a una paz a través de una guerra preventiva», muestra muy claramente cuales son las intenciones del gobierno estadounidense, que ha afirmado que no vacilará en utilizar la estrategia de guerra preventiva contra cualquier «enemigo» en cualquier parte del mundo, para proteger sus intereses. La utilización de esta estrategia viene a desencadenar un estado de guerra permanente.
Las intenciones de EEUU, son muy claras. En un estado de guerra permanente, le permitiría salir del estado de recesión en el que se encuentra producto de la sobreproducción y la escasez de demanda que genera el capitalismo. Dándole mayor movilidad a su complejo industrial-militar-universitario, permitiéndole generar nuevas tecnologías militares y salir de la crisis mediante la producción y la venta de armas. Para poder sostener la industria de armamentos, los Estados Unidos deben generar un estado de guerra permanente. Según un informe de la Fundació per la Pau , la dinámica de Guerra Global Permanente contra el «terrorismo» es la última creación de dicho complejo industrial-militar-universitario, que esgrime las amenazas (reales o ficticias) a la «seguridad nacional» como principal argumento para reclamar de forma permanente un aumento de los gastos militares y una apuesta decidida por el desarrollo de nuevas generaciones de armas.
De acuerdo con la investigación realizada por esta fundación, la investigación y desarrollo de las nuevas armas consume, enormes presupuestos públicos, muy superiores a las que los EEUU dedican a cualquier área civil. En cuanto a los receptores de dichos fondos, el 24% va a parar a los laboratorios propiedad del gobierno federal, el 6% a universidades y más del 66% a las empresas de armamentos. Estas son, pues, las principales beneficiarias de los presupuestos de I+D militar; sólo dos de ellas (Lockheed Martín y Boeing) se llevaron, en el 2002, más de 10000 millones de dólares, en otras palabras, casi el 20% del presupuesto para I+D militar de aquel año.
Según datos de esta fundación, Estados Unidos es el primer productor y exportador mundial de armamentos, y cinco de las seis mayores empresas dedicadas a la producción de armas son norteamericanas. Esto no sería posible si los EEUU no fuesen también el país con el mayor presupuesto en I+D militar. Y para este año están presupuestados unos 75 mil millones de dólares, lo que representa más de dos tercios de los gastos mundiales. Y más de cuatro veces el presupuesto para I+D militar de todos los países de la UE.
En el mundo, el gasto militar superó el billón de dólares, de los cuales el 47% de ese gasto pertenece a los EEUU. Según el SIPRI, para finales de 2004 y principios del 2005, se gastó un billón treinta y cinco mil millones de dólares. De acuerdo con estos datos y con los de la Fundació per la Pau, el presupuesto de Defensa estadounidense es unas 25 veces mayor que el gasto conjunto de los países identificados por el Pentágono como sus peores adversarios: Cuba, irán, Libia, Corea del Norte, Sudán y Siria. Más Rusia y China, gastan en sus ejércitos menos de una tercera parte del presupuesto militar estadounidense. En cuanto Irak, en el momento de la invasión, su presupuesto militar era 285 veces inferior al de los EEUU.