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Estados Unidos: El abuso de Goliat

Fuentes: Rebelión

Llevo casi la totalidad de mi vida adulta viviendo en los Estados Unidos. Acababa de cumplir 19 años cuando llegué a este país y aunque soy cubano ciento por ciento por mi origen y mis costumbres, también soy norteamericano por el tiempo que aquí he vivido. Mi patria es Cuba. El país donde he vivido […]

Llevo casi la totalidad de mi vida adulta viviendo en los Estados Unidos. Acababa de cumplir 19 años cuando llegué a este país y aunque soy cubano ciento por ciento por mi origen y mis costumbres, también soy norteamericano por el tiempo que aquí he vivido. Mi patria es Cuba. El país donde he vivido casi toda mi vida y de donde soy ciudadano, es Estados Unidos. Quiero a ambos países y sueño con el momento en que ambas naciones convivan en paz respetándose la una a la otra.

Cuba tiene todo el derecho de ser un país independiente y soberano. Estados Unidos, algún día, tendrá que aceptar ese derecho que tiene Cuba.

Muchos me atacan y critican porque critico a este país. Lo hago porque tengo el derecho constitucional de hacerlo, lo hago porque los distintos gobiernos que se han sucedido en Estados Unidos, desde el triunfo de la Revolución en el 59, han mantenido una política agresiva contra mi patria de origen, incluso sin importarle la opinión mayoritaria de su población.

Asumiendo que tuvieran razón para mantener ese tipo de política mientras Cuba mantenía las relaciones con la Unión Soviética, hace veinte años que aquel país no existe, y fue a la caída del mismo cuando más agresiva se volvió la política norteamericana contra Cuba, promulgando leyes que buscaban, no solo el derrocamiento del gobierno, sino el rendir por hambre y necesidad al pueblo cubano.

El derecho a la critica está en la primera enmienda de la constitución. La crítica no limita en lo más mínimo las acciones del gobierno, al contrario, crea la imagen de que aquí existe una verdadera democracia que deja que el ciudadano diga lo que quiera decir. Es como aquello de «di lo que te dé la gana, que yo voy a hacer lo que me dé la mía».

El gobierno cubano no tiene ningún derecho de intervenir en los asuntos internos de los Estados Unidos y no lo hace, pero estos no tienen derecho de seguir tratando de interferir en los decisiones políticas, económicas, sociales o culturales que allí se adopten.

En algún momento, algún gobierno de los Estados Unidos tendrá el valor de aceptar que Cuba es un país independiente y soberano y que es a los cubanos de la isla a los que les corresponde escoger el camino a seguir. En algún momento, algún gobierno elegido en este país tendrá que entender que seguir apoyando a los anticubanos y odiadores de Miami solo le trae la repulsa mundial y la condena, casi unánime, de la comunidad de las Naciones Unidas, que año tras año, desde el principio de los noventa, vota, aplastantemente, contra el mantenimiento de parte de los Estados Unidos de una política abusadora, criminal e intervencionista contra un pequeño país que está a solo noventa millas de sus costas. En algún momento, algún gobierno norteamericano tendrá que reconocer que el odio y la venganza no son una buena política a seguir.

No es posible que, hasta sus mejores aliados en el mundo occidental, reiteradamente cada año le pidan a este país que cambie esa política y que aquí se siga ignorando , año tras año y día tras día, esa petición colegiada.

Hace pequeño a este país que quiero el mantener la posición de Goliat solo porque pueden, tal y como me dijo Richard Nunzio, cuando era jefe de la política hacia Cuba del Departamento de Estado, en época de la presidencia de Bill Clinton, ante una pregunta mía en una reunión en un hotel de Miami: «Lo hacemos porque podemos».

Qué pequeño se hace un gigante cuando da ese tipo de respuesta. No es la respuesta de un titán, sino la de un abusador de barrio.

Seguir manteniendo la tesis que solo quieren implantar la democracia en Cuba, no solo es mentira sino es absurdo. ¿Además, de qué democracia hablan?

La democracia aquí solo existe para ir a las urnas cada cuatro años y elegir al candidato y al partido que más dinero gastó en las elecciones para engañarnos y para hacernos sentir de que somos parte de las decisiones que nos incumben. Para solo eso es la democracia en este país. Los políticos nos hacen promesas, y cuando son elegidos, hacen lo que un establecimiento político, muy bien organizado, les dicta.

¿No se dice que la democracia es el gobierno que interpreta los deseos de la mayoría respetando también el derecho de las minorías? Pamplinas. Aquí no pasa eso. Aquí una minoría hace lo que le da la gana, importándole un bledo la opinión de la mayoría.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.