La reforma de las leyes migratorias se convirtió, al parecer, en un tema de distracción en Estados Unidos y centró la atención de la población cuando el gobierno y el Congreso eran amenazados por inminentes escándalos. Durante semanas millones de personas parecieron olvidarse del CIAgate, del escándalo de las escuchas telefónicas o de los casos […]
La reforma de las leyes migratorias se convirtió, al parecer, en un tema de distracción en Estados Unidos y centró la atención de la población cuando el gobierno y el Congreso eran amenazados por inminentes escándalos.
Durante semanas millones de personas parecieron olvidarse del CIAgate, del escándalo de las escuchas telefónicas o de los casos de corrupción, para girar su atención a un tema que a la vista de muchos parece insoluble a corto plazo.
Incluso la recién aprobada Acta de Reforma Migratoria Integral de 2006, asumida por el Senado, es una esperanza que no complace a todos.
Difícilmente logre la conciliación con la extremista e inhumana versión que aprobó el diciembre último la Cámara de Representantes.
El tristemente célebre proyecto de ley Sensebrenner, en honor a su autor, contiene una posición mucho más dura respecto del tema migratorio.
Ahora en el Congreso, un número de congresistas abogan porque cualquier reforma migratoria se enfoque únicamente en la seguridad fronteriza y en el endurecimiento de las medidas en contra de la comunidad indocumentada y de sus empleadores.
En esa línea se expresa el republicano por la ciudad de Nueva York, Peter King, jefe del Comité de Seguridad Nacional de la Cámara de Representantes.
King sostiene que votará en contra de cualquier proyecto de ley que incluya algún tipo de legalización para los inmigrantes indocumentados, una posición que es apoyada por el ala más extrema de los republicanos.
Por otra parte, el plan aprobado por el Senado no es exactamente el mejor y la tendencia es que si se da alguna conciliación en el proceso en marcha entre la Cámara Baja y el Senado será para hacer la medida más restrictiva.
Sobre este particular, llama la atención el gasto político que hace hoy el presidente George W. Bush para que se apruebe una reforma.
Este tardío intento es una muestra de la falsedad política que existe en el país.
Antes el mandatario no lo hizo por su temor a perder el apoyo de los grupos más extremistas y conservadores pero coqueteó con el voto hispano y dejó entrever promesas que hoy no podrá cumplir.
En lo que se trata de negociar resalta la gran cantidad de personas que deben dejar Estados Unidos. Cálculos conservadores dicen que serían dos millones los que no tienen más de dos años.
La situación de aquellos que tienen en el país de dos a cinco años tampoco es tan halagadora.
Estimados en tres millones, deberán inscribirse en un programa en el plazo de tres años y luego de esto, deberán salir a un puesto de entrada para ser readmitidos legalmente.
Son cerca de cinco millones de personas que salen del país, son deportados o se sumergen más en las sombras en las que han vivido en los últimos años.
Las trampas y zancadillas que ahora negocia el Congreso son totalmente contra los inmigrantes.
Por ejemplo, existe una provisión que plantea que cualquier persona que haya usado documentos falsos es inelegible para el proceso de legalización.
Vaya paradoja, los documentos falsos en la mayoría de los casos, fueron el único medio que los millones de indocumentados han tenido hasta ahora para poder trabajar en el país.
Analistas del tema consideran que no se aprobará una reforma pero sí se adoptarán medidas que no requieren la aprobación del Congreso, sobre todo en lo que concierne a la seguridad fronteriza.
El tema migratorio se mantendrá por años, indican especialistas al valorar diferentes aspectos que inciden en el mismo y que están por llegar.
Diferentes valoraciones son realizadas sobre el impacto de los Tratados de Libre Comercio (TLC) sobre varias naciones al sur del Río Bravo.
Para algunos no es exagerada la afirmación de que estos acuerdos son una bomba de tiempo que al estallar llevarán a la frontera estadounidense un mar de inmigrantes intentando encontrar trabajo para mantener a sus familias.
La pérdida de puestos de trabajos en la región obligaría a los sectores más extremistas estadounidenses a facilitar programas de trabajadores temporales pero antes deben resolver la situación creada en estos años por la falta de una política.
De no aprobarse una reforma con rostro humano, aumentará el racismo, la xenofobia y la frontera sur de Estados Unidos se convertirá en un campo de exterminio de inmigrantes.