Ambos candidatos, Bush y Kerry, dijeron en sus campañas, con voz tonante, que se proponían continuar la guerra en Irak: adelante mis valientes, hasta la ig-nominia siempre. A pesar de ello, era claro para el mundo y sobre todo para los votantes estadunidenses que la elección del 2 de noviembre era un plebiscito, no por […]
Ambos candidatos, Bush y Kerry, dijeron en sus campañas, con voz tonante, que se proponían continuar la guerra en Irak: adelante mis valientes, hasta la ig-nominia siempre. A pesar de ello, era claro para el mundo y sobre todo para los votantes estadunidenses que la elección del 2 de noviembre era un plebiscito, no por la guerra o la paz, sino por la guerra o contra la guerra.
Pues bien, está aún más claro que esta vez, por mayoría de votos (52 por ciento) y no sólo de electores en el Colegio Electoral, el pueblo de Estados Unidos votó por la guerra, sabiendo bien quién es Bush (lo cual no le era tan evidente en la elección de 2000) y cuál es y será su política internacional y nacional. A ley de juego, esa política fue aprobada.
Está igualmente claro que casi la mitad de ese pueblo (48 por ciento) votó contra Bush y, sobre todo, sufragó contra la guerra. Tal es la situación en esa gran potencia, desgarrada en su interior por pasiones en-contradas pero con un gobierno confirmado en sus afanes de supremacía, dominación y venganza universal, así tenga que ser solos contra el mundo.
Esa situación es peligrosísima, pues la renuencia interior a la guerra y la oposición a ésta de la aplastante mayoría de los pueblos del mundo, lejos de contener los afanes de los cruzados del gobierno de Bush, más bien los exacerba. El 2 de no-viembre les confirmó estar en lo justo: por su pueblo habló la voz de Dios.
* * *
No creo que Bush haya ganado por un voto del miedo, como se ha escuchado decir. Quienes votaron por él sabían muy bien a quién estaban confirmando en el gobierno y por qué y para qué lo hacían. Esos votantes no tienen miedo. Están convencidos de que Estados Unidos, su nación, es la más poderosa del mundo, puede imponer con pleno derecho su ley y su justicia, tiene una misión por cumplir en esta tierra y no puede permitir afrentas, como las de las Torres Gemelas y el Pentágono, ayer, y la resistencia iraquí hoy, sin tomar justa revancha, aplastar a sus enemigos con su poderío militar y tecnológico inigualado y, Biblia en mano, dar una lección a un mun-do timorato y descreído. (Verdad es que también los otros tienen sus propios libros sagrados, variados según origen e interpretación, pero ningún poseedor de tales libros se fija en esos detalles).
Ahora bien, la que tuvo sus detalles fue la votación misma. Una nota de The New York Times del 3 de noviembre da las cifras siguientes. De cada cien votantes, 54 fueron mujeres y 46 hombres. De cada cien votos para Kerry, 58 fueron de mujeres y 42 de hombres, una notable diferencia de 16 puntos porcentuales en favor de las mujeres en este voto contra Bush. De cada cien votantes de Bush, 50 fueron mujeres y 50 hombres.
La misma información dice que, sobre el total de votantes, 77 por ciento fueron blancos, 11 por ciento negros, 9 por ciento latinos y 2 por ciento asiáticos. Pero según esta peculiar clasificación de los ciudadanos por el color de la piel, resulta que de cada cien votantes de Bush 88 fueron blancos, dos fueron negros, siete latinos y uno asiático. En cambio, de cada cien votantes de Kerry 66 fueron blancos, 20 negros, 10 latinos y dos asiáticos.
Finalmente, la nota especifica que, so-bre el total de votantes, 62 de cada cien eran casados y 38 no casados. Entre los votantes de Kerry, los casados fueron 55 por ciento y los no casados 45 por ciento; entre los de Bush, los casados fueron 70 por ciento y los otros 30 por ciento. Esta información, proveniente de una encuesta nacional a la salida de urna, no contabiliza votos por otros candidatos y no diferencia el sufragio por edades. Pero no deja dudas sobre la estructura conservadora del electorado que decidió el triunfo.
* * *
Aparte de los problemas internos, que no son tema de esta nota, el gobierno surgido de esta elección tendrá que responder en el terreno internacional, por su cuenta y sin la ONU (a la cual, salvo para cubrir las formas, ha dejado a un lado), al menos a las siguientes cuestiones:
1. Irak, Israel, Medio Oriente y países árabes. 2. China, India, Rusia y Japón. 3. Pakistán, Afganistán y Corea. 4. Europa y Unión Europea, la gran potencia económica rival. 6. Africa, la gran tragedia que Occidente creó. 7. Equilibrio ecológico planetario: calentamiento global, contaminación, agua potable, bosques, desiertos, recursos naturales, la gran catástrofe entre la humanidad y la naturaleza que el capital trajo consigo y hoy, como una pandemia, se extiende con sus mercados.
Ninguna de esas cuestiones, hoy inmediatas, puede ser resuelta por una sola po-tencia y sus arsenales militares, científicos y tecnológicos sin igual, menos todavía por la soberbia, la arrogancia y la condescendencia hacia el resto del mundo que esa potencia enarbola y el voto mayoritario de sus ciudadanos confirma. Pero éstos no lo saben y sus conductores tampoco. Peligro, pues, peligro.
Un caso especial para nosotros, pues aquí estamos, es América Latina. Sabida es la política del gobierno Bush hacia este continente y hacia México, sabidas también las respuestas subordinadas de los tres últimos gobiernos neoliberales en este país: Salinas, Zedillo, Fox. Esa subordinación política y económica ha ido colocando a México en la indefensión. No hay acuerdo posible con quienes nos han conducido a este estado de cosas, no ya esos tres nombres pasajeros, sino las corrientes políticas y las fuerzas económicas a quienes ellos responden.
Una reacción a esta ofensiva contra los pueblos latinoamericanos viene desde otras latitudes. Brasil, Argentina, Bolivia, ahora Uruguay, bajo formas diversas y a veces con paso incierto bajo las enormes presiones imperiales, siguen manteniendo y confirmando la emergencia de nuevas resistencias. Si podrán hacer un bloque coordinado, no se sabe todavía. Pero lo que sí es seguro es que el nuevo gobierno Bush proseguirá, reforzada, su ofensiva de estrangulamiento y chantaje para impedirlo.
Esa política será aún más recia y despiadada en el caso de los dos países que resisten de frente: Cuba y Venezuela. A Cuba no le perdonan no haber podido con ella, ahí al ladito, quienes se suponen amos del mundo. A Venezuela no le perdonan que les haga frente y, sobre todo, que para conseguirlo el gobierno ande movilizando sin cesar al pueblo.
Cómo tender un puente político y económico entre aquellos gobiernos y éstos, dados sus diferentes formas y grados de confrontación y sus diversas configuraciones políticas internas, se ha vuelto ahora una cuestión vital de supervivencia para todos ellos, pues nada pueden esperar del nuevo gobierno de Bush, fortalecido en la rectitud de sus convicciones por el voto del 2 de noviembre. A Tabaré Vázquez no le van a perdonar, por más contorsiones que algunos de sus amigos hagan, como no le van a perdonar a Lula, ni a Néstor Kirschner, ni siquiera a Carlos Mesa y su tibieza.
Mejor hacer las cuentas cuando aún es tiempo y tomar iniciativas en consecuencia. Esas cuentas es preciso también hacer en México, porque van a querer venir hoy más que nunca, entre otras cosas, por el petróleo, los recursos naturales y el territorio, sobre todo el territorio en tanto factor geopolítico, humano y natural -es decir, en tanto México-, y tienen sus fuertes e inteligentes aliados y subordinados mexicanos.
* * *
La elección en Estados Unidos ha trasmitido su coloratura al 2006 mexicano. Este no se jugará sobre la corrupción, los vi-deos, los desfalcos en Pemex y el IPAB, los desafueros, las disputas en que vive encerrada toda la clase política, los chismes de lavadero que la prensa entera, escrita, televisiva y radial, rebosa sin cesar. El 2006 -y antes que él, el 2005, que ya está encima junto con Bush y sus amigos- se jugará sobre las respuestas al menos a cinco órdenes de problemas:
1. Patrimonio de la nación y recursos naturales: aguas, bosques, biodiversidad, petróleo, tierras, todos ellos vinculados sin mediaciones al factor decisivo: la población mexicana, sus mujeres y sus hombres, sus sucesivas generaciones.
2. Empresas públicas: energía, trasportes, puertos, carreteras.
3. Derechos sociales: salarios, salud, educación, vivienda, pensiones, derechos de organización, de movilización y de expresión independiente con respecto a las instituciones y sus partidos.
4. Soberanía: fronteras, ejército nacional (y no guardia interior), seguridad ciudadana, narcotráfico y sus vinculaciones internas y externas.
5. Autonomía y derechos de los pueblos indígenas: convertida como está la cuestión en la piedra de toque interior de la audacia y de los riesgos que cada fuerza política o candidato esté dispuesto en verdad a asumir en todos los demás temas en litigio.
No creo que en este momento sea aún cuestión de candidaturas, discusión que termina viciando o empañando las cuestiones de fondo para sustituirlas por disputas de personajes. Creo que se trata de la ubicación estratégica de México en la presente situación mundial y como parte de un todo al cual pertenece por historia, idioma, geografía, cultura, costumbres y creencias: América Latina; y no simple parte subordinada, en cambio, de un mero espacio de intercambio de capitales y mercancías. Es-te sólo tiene sentido duradero y será necesario en tanto se lo subordine al ser de estos países, latinoamericanos ante todo, tanto como Estados Unidos y Gran Bretaña están unidos por razones muy similares en sus historias y en sus intereses imperiales, sin permitir que otras diferencias los separen. Es grave el significado de la votación en Estados Unidos. Pero en América Latina maduran otras fuerzas.