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Canadá se disculpa ante un ciudadano secuestrado por la CIA, pero EEUU lo considera aún terrorista

¿Esto es los Estados Unidos?

Fuentes: The Village Voice

Traducido por Yilian Oramas y revisado por Mabel Rivas, del Equipo de Traductores de Rebelión y Cubadebate.

Sabíamos muy bien que si Maher Arar iba a Siria, sería torturado. Es indigno que este país, un país que siempre ha sido un ejemplo de derechos humanos, envíe a alguien a otro país para que lo torturen… No promovamos más terrorismo en el mundo al decirle que no podemos mantener nuestros principios y creencias básicos.
Palabras del Senador Patrick Leahy en el interrogatorio al fiscal general Alberto Gonzales sobre el secuestro de Maher Arar por la CIA.

El día en que concluyó en Filadelfia la Convención Constitucional en 1787, Benjamín Franklin dijo a un ciudadano inquisitivo: «Tenemos una república -si podemos mantenerla». Dos años después, en una carta a un amigo, Franklin se mostró más entusiasta con respecto a la repercusión a largo plazo de la Revolución Estadounidense y su Constitución al exponer que Dios reconoció que no solo el amor a la libertad, sino también el conocimiento a fondo de los derechos del hombre, pueden (por conducto de nuestra revolución) permear a todas las naciones de la Tierra.

Pero el 18 de enero de 2007, el senador por Vermont Patrick Leahy evaluó la manera en que la guerra que libra Bush contra el terrorismo ha afectado a muchas personas en el mundo, quienes a pesar de no odiarnos, ya no confían en nosotros como amantes de la libertad y de los derechos del hombre. Leahy expresó: «Las políticas secretas del gobierno han mellado el prestigio de los Estados Unidos en el mundo hasta llegar a uno de los puntos más bajos en la historia.»

Espero que los futuros historiadores de nuestro constante declive como fuente de libertad e inspiración al mundo, cuenten la historia de Maher Arar.

En 2002 Arar, un ingeniero de software y ciudadano canadiense, fue secuestrado y transportado en avión hacia Siria por la CIA, donde lo mantuvieron por diez meses en una celda subterránea de siete pies de alto, tres de ancho y seis de profundidad, «como una tumba», según expresó. Las constantes torturas que sufrió lo impulsaron, al fin y al cabo, a hacer una falsa confesión de estar relacionado con Al Qaeda.

Cuando fue liberado, los funcionarios sirios admitieron que existía una total carencia de pruebas contra él. Entonces, después que una comisión canadiense realizara una investigación por dos años, arrojando un informe de 1200 páginas, en el cual los Estados Unidos se rehusaron a participar, el presidente del tribunal de apelaciones de Ontario, Dennis O´Connor, afirmó: «Puedo decir categóricamente que no existen pruebas que indiquen que el señor Arar haya cometido ningún delito o que sus actividades constituyan una amenaza para la seguridad de Canadá.»

La investigación oficial determinó que la Real Policía Montada del Canadá había brindado a la CIA «pruebas» no corroboradas e infundadas de que Arar era probablemente algún tipo de seguidor de Al Qaeda. Y por esa razón, cuando estaba cambiando de avión en el aeropuerto Kennedy para regresar a Canadá después de unas vacaciones en Túnez, la CIA secuestró a Arar y lo envió a su nativa Siria.

El 7 de diciembre de 2006, el comisionado de la Real Policía Montada del Canadá, Giuliano Zaccardelli, renunció, ya que no había manejado bien el caso y afirmó que había «cometido un error» al no conocer de la información errónea que había brindado la RPMC a la CIA.

En este país uno no se sorprenderá al saber que nadie -ni de la CIA, ni el Departamento de Justicia ni la oficina de «las artes oscuras» de Dick Cheney- ha renunciado o reconocido error alguno.

En cambio, se le preguntó al fiscal general Alberto Gonzales en una conferencia de prensa si el Departamento de Justicia podría al menos ofrecer disculpas a Arar, quien no puede encontrar trabajo y todavía sufre los efectos de aquellos días en la celda siria parecida a una tumba. Asombrosamente, cuando la terrible experiencia de Arar se difundió en detalle en los más importantes periódicos estadounidenses, así como en la prensa extranjera, Gonzales expresó: «No somos responsables de que hayan llevado al señor Arar a Siria. No conozco que haya sido torturado y no he leído el informe de la comisión (canadiense). Lo detuvieron inicialmente porque su nombre aparecía en la lista de terroristas, y fue deportado de conformidad con nuestras leyes de inmigración.»

El fiscal general no mencionó que su Departamento de Justicia había aprobado la creación de condiciones especiales para que Arar viajara en el avión de la CIA, que no se dirigía a Canadá, de donde él es ciudadano, sino hacia las cámaras de tortura de Siria. Y todavía Gonzáles tiene que responder las insistentes preguntas sobre el desvío radical de los criterios de los senadores Leahy y Arlen Specter.

El 26 de enero, el primer ministro canadiense Stephen Harper, se disculpó formalmente con Arar: «No podemos echar el tiempo atrás y enmendar las injusticias que sufrió el señor Arar. Sin embargo, podemos realizar cambios para reducir las posibilidades de que algo como esto suceda otra vez.»

Además, el primer ministro añadió que Arar recibirá 9 millones en compensación. Esto dará solución a la reclamación de Arar contra el gobierno canadiense, ya que la RPMC brindó información falsa a la CIA acerca de él.

El primer ministro explicó que el gobierno canadiense había decidido que la cifra de 9 millones era aproximadamente lo que se otorgaría Arar en una demanda. Los abogados de Arar también recibieron 879 000 dólares en honorarios. La demanda de Arar contra los Estados Unidos se ha desestimado en nuestros tribunales debido a «secretos de estado».

Entretanto, Associated Press reportaba el 27 de enero que «el resentimiento popular en Canadá creció… debido a la insistencia de los funcionarios de los Estados Unidos de que Arar se mantendrá en ‘la lista de vigilancia’ de potenciales sospechosos.» La orden fue dada por Alberto Gonzales y el jefe de Seguridad Interna, Michael Chertoff.

En la lista de los terroristas se encuentran junto a Arar, su esposa y sus dos pequeños hijos. Se le prohíbe a la familia que viaje hacia o sobre los Estados Unidos (¿quién sabe que cosa pudieran dejar caer esos niños sobre nosotros?).

En una conferencia de prensa televisada, Arar, con diez banderas canadienses en el fondo, afirmó, según Los Angeles Times, que: «La lucha para limpiar mi nombre ha sido extensa y ardua. Esta lucha me ha enseñado lo importante que es defender los derechos humanos. Me siento orgulloso como canadiense.»

¿Cuán orgulloso puede sentirse uno mientras Alberto Gonzales insiste sobre la existencia de información secreta, la cual justifica que Arar y su familia se encuentren en la lista de terroristas? Mientras Canadá pedía que los borraran de la lista, Stockwell Day, el ministro canadiense para la seguridad pública, fue a entrevistarse con Chertoff y Gonzales. Revisaron todo el expediente secreto sobre Arar. No encontró nada que justificara la exclusión de la familia Arar de su dulce tierra de libertad. Arar expresó: «Nunca más seré el mismo. Los Estados Unidos tienen que asumir la responsabilidad por lo que me hicieron y tienen que dejar de destruir vidas inocentes con sus acciones ilegales.»

Texto original en: www.villagevoice.com/news/0707,hentoff,75845,2.html

* Traducido por Yilian Oramas y revisado por Mabel Rivas, del Equipo de Traductores de Rebelión y Cubadebate.