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Carta abierta al alcalde de Barcelona:

«Estoy orgullosa de que mi hijo vaya al botellón»

Fuentes: Laberinfo

Querido señor alcalde Joan Clos y queridísima consellera de Interior señorita Montserrat Tura. Nací y vivo en Barcelona, y el pasado día 17 de Marzo mi hijo y yo salimos por la noche a participar del «macobotellón» convocado espontáneamente en toda España, ese que, como ustedes bien saben, no pudo celebrarse en esta ciudad. Por […]

Querido señor alcalde Joan Clos y queridísima consellera de Interior señorita Montserrat Tura. Nací y vivo en Barcelona, y el pasado día 17 de Marzo mi hijo y yo salimos por la noche a participar del «macobotellón» convocado espontáneamente en toda España, ese que, como ustedes bien saben, no pudo celebrarse en esta ciudad.

Por supuesto que los días previos a la convocatoria yo había leído en los medios de comunicación repetidas veces sus titulares: «se prohibirá el acceso a la Rambla del Raval para impedir el macrobotellón», «350 polícias listos para impedir la reunión juvenil en Barcelona», «la Ordenanza cívica se aplicará con toda firmeza, asegura el alcalde Joan Clos», etc, no obstante, lo que presencié la otra noche por las calles de mi barrio superó, con creces, todas mis figuraciones previas. La convocatoria del macrobotellón llegó hasta mi, en primera instancia, gracias a mi hijo quien me informó a viva voz de los mensajes sms y mails que estaban corriendo por todas partes, fue más tarde cuando recibí en mi buzón aquella invitación en la que aparecía una foto de usted, señor alcalde, muy parecida a esa que nos envía cuando quiere felicitarnos las pascuas, o informarnos de alguno de sus últimos inventos (como el Fórum aquél de las culturas), en esta ocasión, a diferencia de otras veces, aparecía usted anunciando «el acto público: macrobotellón». Me pareció muy gracioso el retoque fotográfico, la verdad, porque he de reconocerle que andaba yo algo disgustada con usted últimamente, me explico: soy del Raval, vivo muy cerca de las Ramblas, allí nací y allí me he criado, y estoy de acuerdo con ustedes dos cuando afirman a diario y en todos los periódicos que tienen a su alcance que, en todos estos años que llevo aquí viviendo, 58 para ser más exacta, «nunca se habían detectado tantas actuaciones incívicas como ahora». Es verdad, yo nunca había visto las aceras tan llenas de suciedad, ni tantas personas montando jaleo y desorden público como estoy presenciando desde hace unos pocos años, lo que sucede es que todo ese «incivismo», todo ese «mal uso del espacio público», proviene, muy al contrario de lo que ustedes dos piensan, de un sector social que no son»los jóvenes», ni «los jóvenes violentos», ese día a día cada vez más insoportable para nosotros los vecinos, se debe, ni más ni menos, que al turismo. Se debe a esos viajes organizados de una semana que tanto ha animado su gobierno y que tantas ganancias deben estar generando en algunas cuentas corrientes, se debe a ese modelo de ciudad basado en la creación de eventos multitudinarios (Olimpiadas, Fórum de las culturas, Feria de la telefónia, Festival Sonar, año Dalí…), y se debe también, a esos fines de semana llenos de alcohol y drogas consumidas en discotecas y bares que pagan adecuadamente sus impuestos y que por esa razón, parece que deja de ser el mismo alcohol que se consume en un botellón para convertirse, por arte de magia, en acto vandálico, o como han llegado a asegurar algunos medios estos días, en «causante de peleas e incluso muertes». Si atendiésemos a la prensa, parecería que el alcohol cuando se ingiere al aire libre, con los amigos y sin aportar ganancias a ningún ayuntamiento dejase de ser la diversión más extendida entre los jóvenes de todo el mundo, para pasar a ser un acto casi casi terrorista. Señor Clos y señora Tura, nada más llegar a la Rambla del Raval la otra noche, recibí un porrazo que me propinó uno de sus policías. También hirieron a mi hijo y a dos de sus amigos. En ese momento todavía no habíamos podido ni tan siquiera comprar unas latas de cerveza. Lo mismo, que nos sucedió a nosotros, o algo peor, le pasó a mucha gente a mi alrededor. Ustedes dos son bien conscientes de que acaban de aprobar una ordenanza, la famosa «Ordenanza cívica» sin que haya sido consultada, en ningún momento, con la población residente en esta ciudad. Antes de su aprobación se realizó una manifestación por las calles de Barcelona que mostró su rechazo ante tal proyecto. esa manifestación pasó por debajo de mi casa y puedo asegurarles que era multitudinaria, y que ningún vecino protestó a su paso, es más, mucho fuimos los que salimos a aplaudir desde nuestras ventanas. Justo la víspera de que la Ordenanza entrase en vigor también se concentró muchísima gente en la plaza de Sant Jaume para expresar su disconformidad. ¿Se acuerdan?.

El otro día no permitieron el acceso a la Rambla del Raval, «el espacio público» como ustedes le llaman, se convirtió en espacio blindado antes de que se le diese un uso diferente al que ustedes desean. Eso no puede ser. Tampoco puede ser que centenares de vecinos hayan sido expulsados de este barrio para sustituirlos por planes urbanísticos como el hotel «lámpara» de cinco estrellas que se disponen a construir precisamente allí donde el otro día no nos podíamos sentar a tomar unas cervezas con los amigos. Este hotel traerá más turistas que ensuciarán más, gritarán más, se emborracharán y molestarán más, pero lo harán pagando, no gratis como parece que iban a hacer los jóvenes el día 17 de Marzo.

Algunas voces exclaman que eso del botellón está muy mal, que la juventud debería movilizarse por otras causas. No es esa mi opinión. Yo creo que el botellón viene a decirnos algo que hoy por hoy es importantísimo: la juventud está harta de tener que pagar por todo, y quiere poder disponer de la calle como les venga en gana, igual que lo hacen las constructoras, o los eventos organizados por ustedes. Los jóvenes se han empezado a organizar para hacer un uso del espacio público diferente del que ustedes quieren. Su respuesta ante tal situación ha sido clara: represión y de la dura. Ahora le toca a los jóvenes ver cómo reaccionan ante su postura señor alcalde y señora consellera. Mientras tanto yo, como madre, me siento orgullosa al ver que mi hijo es uno de esos jóvenes que no van a aceptar de brazos cruzados y sentado en un sofá, que se pierdan los derechos a usar la calle como la usaba yo a su edad, cuando por fin murió Franco.

Una madre orgullosa, Raval 20 de marzo de 2006