Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Yo estaba en el cuarto de estar y la televisión en la cocina presentaba una repetición de la contienda electoral. No podía entender demasiado bien las palabras, pero al oír la cadencia y el tono de Barack Obama en la campaña, pensé repentinamente en el motivo por el que se entiende tan bien con Rick Warren. Los dos son evangelistas.
Warren es evangelista de la derecha cristiana vuelta a nacer y Obama es evangelista de la centroderecha demócrata vuelta a nacer. Los dos llegaron a donde están no porque digan lo correcto sino porque lo hacen sonar como si lo fuera, verdad o mentira. Por eso los predicadores son más populares que los periodistas investigativos.
A veces he desafiado a los conversos a que me digan una sola cosa que Obama haya dicho durante la campaña que valga la pena recordar. Tienden a hablar entre dientes, y a cambiar de tema. Porque a fin de cuentas lo que importó no fue la letra sino la canción y cómo la cantó. Y, por cierto, la densidad de melanina del que cantaba.
La base de Obama no fue un electorado, sino una congregación. No hizo discursos sino sermones y, con notable consecuencia, habló a sus seguidores desde un púlpito sectario. Como los evangelistas religiosos, su actuación se basó en el uso de una Biblia – en este caso la plataforma demócrata – como telón de fondo para una interpretación que mezclaba el negocio del show y de lo espiritual en un guiso inseparable, todo diseñado para hacer que la multitud aceptara al hombre que tenía al frente como el sine qua non de la salvación.
¿Qué mejor modelo entonces que el reverendo Rick Warren, tan extraordinariamente exitoso cuando presenta como si fuera del César lo que es del Señor?
Es interesante que cuando defienden la elección de Warren por Obama para la invocación durante su investidura, lo presenten como trabajador abnegado en el campo del control del clima, VIH/SIDA y la pobreza. Pero al mirar bajo las apariencias se descubre lo que señaló el blog Revealer:
«Warren no se suma a la cruzada liberal, mucho menos a la lucha izquierdista, contra la pobreza – resucita el estilo bonachón, de laissez-faire de Ronald Reagan. Ese estilo tiene raíces en el evangelicalismo estadounidense, por casualidad, que data de los activistas evangélicos conservadores de los años treinta, que argumentaban que el malestar económico era un reflejo del sufrimiento espiritual, y que debía ser enfrentado en el plano espiritual.»
Lo que está haciendo en esas áreas, aunque es digno en un ámbito institucional, no ofrece modelos para la acción gubernamental o una política seria.
Time Magazine lo describió como sigue:
«Hace cinco años, elucubró lo que llama el plan PEACE, una propuesta de convertir cada iglesia cristiana de la Tierra en proveedora de atención sanitaria local, de alfabetización y de desarrollo económico, capacitación para el liderazgo y superación espiritual. La iniciativa ha reunido declaraciones de Bono, la Primera Pareja, Hillary Clinton, Obama, McCain y Graham, quien lo llamó «la mayor, más amplia y más bíblica visión de las misiones mundiales de la que haya oído hablar o leído.»… «Después de haber apostado tanto por su iniciativa global, Warren no puede permitir que muera. Pero la escala de su ambición provoca preguntas que enfrentan al movimiento evangélico estadounidense en su conjunto en el intento de pasar de ser una fuerza política interior a representar un benefactor global. En los hechos, es más fácil salvar almas que salvar al mundo.»
A esto hay que agregar el hecho de que los principales resultados de tales esfuerzos no serán la erradicación de la pobreza sino la expansión de iglesias como la de Warren, iglesias que alientan fuertemente la pobreza al tratar de limitar el derecho de la mujer a no tener hijos.
La habilidad de Warren al hacer por los demás lo que es útil para él está confortablemente sincronizada con el enfoque de Obama. Después de todo, nuestro nuevo presidente llegó a dónde estaba en parte poniendo patas arriba el propósito de la organización comunitaria diseñada para ayudar a los de abajo; él la utilizó para llegar arriba.
Mientras Warren pronuncia su invocación, hagamos lo que sus apólogos demócratas quieren que hagamos: pensemos más allá de sus puntos de vista llenos de prejuicios sobre mujeres y gays. Recordemos que este hombre, al que Obama admira tanto, fue entrenado por el gurú de la gestión de empresas Peter Drucker, quien, dice Time: «refinó el talento organizador de Warren y ofreció un vocabulario secular con el cual expresarlo.» Recordemos que en la última elección trabajó en secreto por Bush. Reflexionemos sobre el hecho de que quiere restricciones religiosas de la ayuda al SIDA. No olvidemos que se trata de un hombre que ha dicho: «No creo que la política sea el modo más efectivo de cambiar el mundo. Aunque el servicio público puede ser una profesión noble, y creo que es nuestra responsabilidad votar, no tengo mucha fe en soluciones gubernamentales, considerando el historial.»
Evidentemente otro post partidista en nuestro medio, que dice: yo no creo en la política, pero por otra parte, apoyo enérgicamente la visión de gobierno de la extrema derecha.
Obama también se ha ajustado a los reaganescos antigubernamentales, de modo que debieran llevarse bien desde ese punto de vista, tal como lo hacen, digamos, en su oposición mutua a los matrimonios gay.
A fin de cuentas, el post partidismo significa una de dos cosas: no sé o no te lo diré. Ninguna de las dos es aceptable en tiempos en los que EE.UU. necesita la realidad más que nunca antes.
Las víctimas del timo evangélico de Warren están limitadas en parte por la capacidad de Saddleback Church. El resto de nosotros tenemos un problema más serio con el uso de la Casa Blanca por el sujeto como su púlpito. Podría ayudar si se recuerdan los pensamientos del propio Jesucristo: «Cuando ores, no seas como los hipócritas, porque ellos aman el orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles para ser vistos por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto…» O dicho de otra manera por Huey Long, «La Biblia es el mejor libro que haya sido escrito. Pero yo ciertamente no necesito a nadie al que pueda comprar por unos centavos y un poco de tabaco para que me la explique.»
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Sam Smith es editor de Progressive Review.