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«Excesos» sistémicos

Fuentes: La pupila insomne

Simone de Beauvoir dijo ante la barbarie de los colonialistas franceses en Argelia: «Protestar en nombre de la moral contra ‘excesos’ o ‘abusos’ es un error que sugiere complicidad activa. No hay ‘abusos’ o ‘excesos’ aquí, simplemente hay un sistema que lo abarca todo».

En su conversación, revelada por el Washington Post, con el Presidente mexicano Enrique Peña Nieto, Donald Trump dio una de las claves de su comportamiento:

«Tengo que hacer que México pague por el muro. He estado hablando de ello durante un periodo de dos años.»

Y ante la respuesta de Peña Nieto en el sentido de que seguiría oponiéndose al muro respondió:

«Pero no puedes decir eso a la prensa. La prensa irá con eso y es algo que no podría soportar».

Tal vez ahí esté la clave para comprender al actual gobierno estadounidense de los últimos días de amenazas y más amenazas: Lealtad a sí mismo y obsesión defensiva con lo que dirán sobre él los medios de comunicación.

La prensa -algo que Trump dice no podría soportar- habla de modo creciente de su impopularidad y de su incapacidad para hacer cumplir sus promesas de campaña, y a no pocos nos recuerda que en índices de aceptación y periodo inicial semejantes, George W. Bush arrancó de los atentados terroristas del 11 de septiembre a una «guerra contra el terror» que se inventó -con el aplauso de la prensa que poco antes lo denostaba – armas de destrucción masiva en Iraq y desató un caos cuyas nefastas consecuencias llegan hasta hoy, alterando para mal la vida de miles de millones de personas en todos los mundos.

También en la última semana salió a la luz una vez más el terror. Pero esta vez, como ocurre con frecuencia, el terror no vino de fuera. La ultraderecha racista y filonazi que se ha sentido envalentonada con la llegada de Trump a la Casa Blanca escenificó en Charlostteville, Virginia, un acto de terrorismo que arrojó el fallecimiento de una mujer y decenas de heridos. Un joven atropelló allí con un vehículo a manifestantes que protestaban en esa ciudad contra miembros de la ultraderecha racista que se organizaban para exigir se retirara una estatua dedicada al general del Ejército Confederado, es decir del Sur racista durante la Guerra Civil, Robert E. Lee.

El hecho de que Trump, Twitter mediante, haya realizado una condena general del incidente, hablando de violencia sin mencionar el racismo, el supremacismo blanco ni el neonazismo, ha desatado las críticas de los medios de comunicación y el distanciamiento de miembros del Partido Republicano e integrantes de su propio equipo. Al extremo que desde la Casa Blanca tuvieron que aclarar que la condena del presidente incluye a esos grupos extremistas.

El discurso ferozmente antiinmigrante del Presidente, el apoyo de campaña que le ofrecieron los grupos extremistas de derecha y su comunicación política dictada por la soberbia y las malas relaciones con la prensa tradicional le pasan la cuenta. Fue precisamente el racismo estructural que sacó a la superficie el paso del huracán Katrina por Nueva Orleáns y la fatal gestión humanitaria que de aquel desastre hizo la administración Bush, el que jugó un papel importante en abrir por primera vez las puertas de la Casa Blanca a un Presidente negro. Sin embargo, al concluir su mandato, Barack Obama estableció récord de deportaciones, crecieron los asesinatos de afroamericanos por la policía y hasta figuras emblemáticas de la lucha por los Derechos civiles como el Reverendo Jesse Jackson terminaron sintiéndose traicionados por Obama; el conocido académico negro Cornel West llegó a calificar al primer presidente negro y excelente comunicador como «una mascota de Wall Street».

Que haya más continuidades que rupturas en las consecuencias de algunas de las políticas emanadas de la Casa Blanca de Bush a Trump, pasando por Obama que declaró a la Venezuela a la que Trump promete la «opción» militar «amenaza a la seguridad nacional de los EE.UU .» y la hostigó hasta llevarla a una crisis que presionaba -a través de las dificultades de su principal aliado- a la misma Cuba con que negociaba y a la que hablaba de querer ayudar, tiene que ver con cuán independientes o no de Wall Street hayan sido los hombres que han gobernado desde el número 1600 de la Avenida Pennsylvania.

Hablar de «excesos» o «abusos» cuando el odio es parte del funcionamiento de un sistema que ha torturado de Abu Ghraib a Guantánamo y que desde tiempos de Obama hace funcionar a su Presidente, en palabras de Fidel Castro, como tribunal y verdugo para las sentencias que ejecutan los drones, es algo que recuerda a Simone de Beauvoir ante la barbarie de los colonialistas franceses en Argelia:

«Protestar en nombre de la moral contra «excesos» o «abusos» es un error que sugiere complicidad activa. No hay «abusos» o «excesos» aquí, simplemente hay un sistema que lo abarca todo».

A pesar de que un presidente maneje brillantemente la prensa y otro se pase todo el tiempo hablando mal de ella.

Fuente: http://lapupilainsomne.wordpress.com/2017/08/15/eeuu-excesos-sistemicos-por-iroel-sanchez/