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La burocratización en la Universidad

Fabricando ciudadanos dóciles

Fuentes: Rebelión

Ya lo sabemos / es difícil / decir que no / decir no quiero ver que el dinero forma un cerco / alrededor de tu esperanza / sentir que otros / los peores / entran a saco por tu sueño […] y ver que un día / pobre diablo / ya para siempre pordiosero / […]

Ya lo sabemos / es difícil / decir que no / decir no quiero

ver que el dinero forma un cerco / alrededor de tu esperanza / sentir que otros / los peores / entran a saco por tu sueño

[…] y ver que un día / pobre diablo / ya para siempre pordiosero / poquito a poco / abres la mano

y nunca más / puedes cerrarla

Mario Benedetti, Decir que no


Una vez se franquea la puerta de la Universidad, tanto estudiantes como profesores ven mermada su curiosidad. De inmediato, el sistema de burocratización universitario parasita las imaginaciones de todo aquel que se someta a su lógica. El problema de la universidadi, que es el del conjunto de las instituciones educativas, es la ausencia de una estructura flexible de aprendizaje que sea permeable a las libertades de pensamiento, a itinerarios intelectuales alternativos. No es sólo un problema evidente de asfixia económica y de un modelo educativo que privilegia el sector privado.

Hoy en día, la Universidad en su sentido público se aliena con las demandas del Mercado. Ese mismo Mercado que gobierna en la sombra y cuya faz pública son los gobernantes que dicen representar al conjunto de la población. La universidad adolece de libertad de pensamiento y, por ello mismo, no acoge el libre intercambio de ideas porque es inmovilista, contraria a la dialéctica, fracasada de antemano. En la universidad homófila no se dialoga: se suceden los monólogos sordos y ciegos a todo aquello que escape a su lógica. Es reaccionaria en sus objetivos y exige docilidad y contemporización respecto a su carácter unidimensional, como diría Herbert Marcuseii. No es el lugar donde se aprende a decir no, que es pensar para Brecht. Un espacio para traspasar los detalles y comprenderlos en su relación con el todo, que era el pensar para Ernst Bloch. Es el no-lugar donde todo se convierte en informe, en certificado, en guarismo que cuantifica lo que nunca se podrá cuantificar.

De la universidad se entra y se sale tal y como se hace en los aeropuertos y centros comerciales descritos magistralmente por Marc Augéiii: sin relación social, sin memoria en la exhibición constante de las múltiples acreditaciones, para alumnos y para profesores. Lo que se valora es lo que se puede demostrar con las diferentes cartas de identidad, ya sean CVs normalizados, estandarizados o certificados de calificaciones. Y cualquiera que piense, en el sentido de Brecht o Bloch, sabe que esos expedientes son manipulables. Que una carrera inmaculada, repleta de Matrículas de Honor no significa en absoluto que ese estudiante se haya interrogado si quiera una vez sobre las cuestiones fundamental del mundo en el que vive. O que los profesores que han concedido esas Matrículas sean capaces de discernir al alumno con sentido crítico del que, como un mineral, se deja llevar. Quizás el profesor también se deja llevar. Sencillamente, o ha sido el mejor lisonjero respecto a unos profesores que en su día y quizás hoy también lo fueron y son; o ha sabido memorizar contenidos, almacenarlos y vomitarlos sin haberlos digerido; o ha superado los obstáculos mejor que los demás en una carrera expresada en la guía docente, donde no caben desviaciones o poner en duda las reglas del juego, como le gustaba a Gilles Deleuzeiv.

La obsesión por la calificación es buen prueba de ello. Se estudia, se memoriza, se enseña de acuerdo con lo que Angélique del Rey llama La tiranía de la evaluaciónv . Se trata de un sistema de meritocracia donde los valores comunes y los bienes públicos quedan aparcados en favor de la competitividad, esa palabra fetiche del neoliberalismo. Cada uno se gana su puesto en concurrencia con los demás, conforme a la lógica de inclusivismo -quienes se adhieren al modo de ser neoliberalista y cuentan con ventajas competitivas- y exclusivismo -los detestables que no entran en el juego de unos contra otros. En la universidad se aprende, fundamentalmente, esto: los demás son nuestros enemigos, no nuestros compañeros. Es un individualismo-egoísmo gregario, porque nos plegamos a las exigencias de la administración con fuente de poder objetivo. ¿Cómo si no entender que se pregone hasta la saciedad en la universidad pública la ideología del emprendedor? ¿También en lo público el marchamo de lo privado?   ¿Es éste, el modelo anglosajón de competitividad, el que queremos para nuestra educación superior?

Una vez dentro, el sistema de recompensas y castigos nos coloca frente a frente con la adaptación ominosa, la integración en una serie algorítmica de pasos a seguir. Se nos formatea, a profesores y estudiantes. Somos todos, profesores y estudiantes, niños que han perdido su aproximación al mundo con curiosidad y beligerancia. Al mundo académico rígido y contumaz dominado por contratos sociales absurdos, por relaciones hipócritas donde unos hacen como que enseñan, y otros como que aprenden. Niños obedientes, repelentes que son las acémilas de la figura paternal, el sistema burocrático de dominación.

De lo contrario, en cambio, cuando surge el libre-pensamiento el resultado más frecuente es la exclusión totalitaria del sistema, el abandono a los disidentes de un mundo educativo doctrinario y pre-estructurado. Dicho de otra manera, lo que se premia es el borreguismo, la adopción e incluso interiorización acrítica de los puntos de vista, de los objetivos y valores coactivos fijados de antemano por la jerarquía administrativa. Y no hay margen de maniobra. Cualquier desviación será condenada por quienes detentan el poder. ¿Seré yo también sancionado administrativamente por este escrito? ¿Conseguiré esos expedientes, acreditaciones que son obligatorios para obtener los premios en forma de promoción laboral, complementos de calidad, de investigación?

Obviamente, he hablado de tendencias generales en la Universidad. Hay y habrá resistencias a la burocratización de los saberes, de los diálogos. La universidad es, en ocasiones contadas, el espacio para el encuentro con lo diferente y de ahí su riqueza. La discusión entre puntos de vista contrarios, opuestos e incluso complementarios, como diría Antonio Machado. Para escapar a la enseñanza nihilista de la docilidad absoluta es preciso hallar esos resquicios donde pueden intercambiarse ideas pregnantes, fértiles a partir de lenguajes que subviertan lo que ya es, en favor de lo que será por nuestras acciones de hoy. Por las nuestras no por las de otros que nos dominan al enterrarnos en informes periódicos kafkianos, en una lucha cruenta y hobbesiana. Sobre los riesgos de cultivar una generación deshumanizada, conformista con el sistema que nos golpea ya avisaban los situacionistas de los años 60 en Sobre la miseria en el medio estudiantil:

Esclavo estoico, el estudiante se cree tanto más libre cuanto más lo ligan las cadenas de la autoridad. Al igual que su nueva familia, la Universidad, se tiene por el ser social más «autónomo» mientras que representa, directa y conjuntamente los dos sistemas más poderosos de la autoridad social: la familia y el Estado. Él es su hijo sometido y agradecido. Siguiendo la misma lógica del hijo sumiso, participa de todos los valores y mitificaciones del sistema, y los concreta en sí mismo. Lo que eran ilusiones impuestas a los empleados, se convierte en ideología interiorizada y conducida por la masa de futuros pequeños cuadros.

Notas:

i Véase una revisión del cambio de modelo en Fernández; Sevilla; Urban, De la nueva miseria: la universidad en crisis y la nueva rebelión estudiantil, Akal, Madrid, 2013.

ii Marcuse, Herbert, El hombre unidimensional, Ariel, Barcelona, 2010.

iii Augé, Marc, Non-lieux: introduction à une anthropologie de la surmodernité . Seuil, Paris, 2002.

iv Deleuze, Gilles, Logique du sens, Les Éditions du Minuit, Paris, 1969.

v Del Rey, Angélique, La tyrannie de l’évaluation. La Découverte, Paris, 2013.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.