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Fallece Marí Carmen Cuesta Rodríguez, compañera de las Trece Rosas

Fuentes: pce.es

Maria Carmen Cuesta Rodríguez (1922-2010) Cárcel de Ventas (Madrid), cuatro de agosto de 1939. «No, peque, tú te quedarás aquí porque tú tienes que ser testimonio de esto que vas a vivir». Con estas palabras se despidió Virtudes González, una de las Trece Rosas, de su amiga Mari Carmen Cuesta, compañera suya en las Juventudes […]

Maria Carmen Cuesta Rodríguez (1922-2010)

Cárcel de Ventas (Madrid), cuatro de agosto de 1939. «No, peque, tú te quedarás aquí porque tú tienes que ser testimonio de esto que vas a vivir». Con estas palabras se despidió Virtudes González, una de las Trece Rosas, de su amiga Mari Carmen Cuesta, compañera suya en las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU). Aquella noche, en la sala de menores de la cárcel, Mari Carmen fue testigo de la saca de Victoria Muñoz -que dormía a su lado-, de Martina Barroso y de Anita López Gallego, cuando las funcionarias fueron a buscarlas. Virtudes, Victoria, Martina y Anita fueron fusiladas esa madrugada en las tapias del cementerio del Este junto a sus nueve compañeras. Mari Carmen, encartada en el mismo expediente, salvó la vida debido a su corta edad: quince años. Una vida que dedicó a partir de entonces a dar testimonio de lo ocurrido, a cumplir la promesa que hizo a su amiga Virtudes.

Condenada en enero de 1940 a la pena de doce años y un día, recorrió los penales de Tarragona, Les Corts (Barcelona), Girona y Ocaña. Atrás quedaron los tiempos del entusiasmo republicano, de su labor con los niños como jovencísima responsable de «Cometas» en las JSU de Madrid, durante la guerra, «para apartarlos de los problemas de la guerra y ejercitarlos en todo lo que fueran movimientos culturales, deportivos, el cine», según declararía en los años setenta a Tomasa Cuevas, que se preocupó de recoger su testimonio. Hasta su fallecimiento en Valencia, nunca dejó de atender las peticiones que tantos le hicimos de recordar aquellos acontecimientos, el horror de aquella saca de las Trece rosas que se llevó también a cuarenta y tres hombres aquel mismo cinco de agosto, como ella siempre se encargaba de destacar. Atendió a historiadores, filólogos, periodistas y cineastas, siempre con una sonrisa en los labios pese al sufrimiento que le producía revivir aquellos hechos, una y otra vez.

Me la imagino ahora con su amiga Virtudes, sonriente, después de haber cumplido con creces aquella promesa que tanto nos ha servido a todos y a todas, a las generaciones que vinimos después. Descanse en paz.

Cristina Verdugo es responsable de Cultura del PCPV

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