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Ghuta, los sonidos del infierno

Fuentes: Middle East Monitor

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.

Equipos de rescate inspeccionando edificios dañados tras los bombardeos por el régimen de zonas residenciales (Foto: Ala Muhammad/Anadolu Agency)

Las masacres y crímenes perpetrados por el régimen fascista del Baaz contra su propio pueblo desde que se inició la revolución siria en 2011 son una desgracia para la humanidad. Las escenas de muerte, destrucción y demolición retrasmitidas desde Ghuta y las fotos que hablan sin necesidad de palabras son imágenes en las que podemos escuchar el llanto de los niños, trastornados por los horrores y crímenes del escenario que les rodea. Esos niños preferirían abandonar el mundo porque no hay seguridad alguna para ellos en medio de tanto espanto. En esas fotos podemos escuchar también los gritos de las madres en duelo sosteniendo y envolviendo a sus niños con sus brazos, así como los gritos de los afligidos padres ante los cadáveres de los hijos que han logrado sacar de entre los escombros de sus hogares. Sus rostros y ropas están cubiertos por el polvo de la opresión, así como por el polvo de los edificios bombardeados por los aviones rusos cargados de misiles y bombas. Podemos escuchar los gemidos de los que aún siguen vivos atrapados bajo los escombros, pidiendo socorro, y los alaridos de los supervivientes cuando ven los cielos ahítos de llamas y las nubes de humo asfixiando el aire y todo cuanto les rodea.

Esas escalofriantes imágenes no se han visto antes en el mundo. Han sido causadas por el régimen más brutal y fascista de la historia. A pesar de ello, la conciencia internacional brilla por su ausencia y pasa por alto los actos de este régimen y la situación en Ghuta, al igual que la hipócrita comunidad internacional, que cree y practica los dobles raseros, estuvo ausente en las situaciones de Alepo, Madaya, Deir Ez-Zor, Idlib y tantos otros lugares de Siria.

Somos testigos de cómo la comunidad internacional se opone y se revuelve cuando se lleva a cabo un acto individual de terrorismo, como sucedió con la revista de Charlie Hebdo. Los corruptos dirigentes, jeques y elites árabes fueron los primeros en condenar este acto, pero se quedan completamente silenciosos frente al terrorismo ejercido por un Estado que está aniquilando a toda una nación.

Antes de culpar a Occidente por observar cada una de las situaciones que nos afligen y no levantar ni un dedo, debo condenar y criminalizar a todos los dirigentes árabes que vienen apoyando al asesino Bashar Al-Asad en sus masacres contra los sirios, tanto públicamente como en secreto, entre bambalinas o con un sospechoso silencio y abandono. Básicamente le han dado luz verde a Asad para que prosiga asesinando al pueblo sirio y destruya cuanto queda de nuestra amada Siria, la capital del califato islámico. Todo el mundo está implicado en el crimen: el matarife, el que se confabula con él y el que abandona o ignora a la víctima, todos ellos son igualmente culpables ante mis ojos.

Nos equivocábamos cuando pensamos que la Nakba palestina, las masacres perpetradas por las bandas sionistas contra los palestinos, y las filas de palestinos desplazados que hemos visto en las fotos no se habrían producido si los medios de redes visuales y sociales con que contamos hoy hubieran existido entonces. El mundo está presenciando en estos momentos con sus propios ojos cómo la sangre de los niños se derrama y fluye como un río por las calles de Ghuta. El mundo está escuchando los gritos de las desconsoladas madres y las llamadas de socorro de los atrapados, y ni siquiera pestañea. El escenario se compone de asesinados y espectadores que, en el mejor de los casos, se quedan impertérritos, cuando no disfrutando de la tragedia y la destrucción. La situación es extremadamente ignominiosa y deplorable.

Ghuta es la prueba de la brutalidad del mundo y del doble rasero que lo gobierna. Cuando la situación afecta a árabes y musulmanes, no encuentran a nadie que llore por ellos ni apoye su causa. Sin embargo, cuando afecta a Israel, todo el mundo se apresura a ofrecer sus simpatías, respaldando sus delitos a expensas de los derechos de los palestinos. Por tanto, no me sorprende el hecho de que la débil resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas estuviera sometida al veto ruso, al igual que todas las resoluciones de la ONU sobre Palestina están sometidas al veto estadounidense. ¿Cuándo hemos contado con el apoyo del Consejo de Seguridad para que ahora podamos esperar que respalde al pueblo sirio, teniendo en cuenta especialmente que quienes son sus asesinos poseen el derecho de veto? ¿Debería confiar el pueblo de Ghuta en el apoyo del Consejo después de verse abandonado por los regímenes árabes que están colaborando con su asesino?

El Consejo de Seguridad emitió una débil resolución por la que estipulaba una tregua inmediata de treinta días entre las partes en conflicto en Ghuta (equiparando así al régimen asesino con los rebeldes que defienden al pueblo). Sin embargo, las milicias del régimen lanzaron un ataque por tierra sobre la ciudad, con apoyo del poder aéreo, antes incluso de que se hubiera secado la tinta sobre la resolución del Consejo de Seguridad. Intentaron tomar la ciudad por asalto para cambiar la situación sobre el terreno en su favor, motivando enfrentamientos entre las milicias y los rebeldes, matando e hiriendo a varios.

No podemos separar lo que está sucediendo en Ghuta oriental de lo que ocurrido en Siria desde el estallido de la revolución en marzo de 2011 en el gobernorado de Daraa, ni de las masacres perpetradas por el régimen baazista, que fue avanzando con sus tropas por el resto de los gobernorados sirios. Esa fue la parte de la revolución en la que el pueblo se rebeló contra la opresión, la tiranía y la corrupción, exigiendo libertad. Fue una revolución que se inició de forma pacífica y que hizo que el régimen estuviera a punto de ser derrocado de no haber sido por la intervención de las milicias chiíes iraníes, de las milicias libanesas de Hizbollah, de las milicias iraquíes y afganas. Cuando se vio claramente que no iba a ser fácil aplastar la revolución, Irán empezó a aumentar su presencia a través de las fuerzas de la Guardia Revolucionaria, y fue cuando Qasem Soleimani apareció en el terreno de batalla. Tras perpetrar varias masacres y crímenes contra el pueblo sirio, este se vio forzado entonces a tomar las armas para defenderse de la violencia y brutalidad de un régimen que en ocasiones utilizaba armas químicas y a menudo bombas de barril.

A pesar de todo el esto, el régimen fue incapaz de resolver la batalla a su favor, por lo que pidió la ayuda de Rusia. Rusia vio en esto una oportunidad para volver al escenario de Oriente Medio por la puerta siria para reforzar sus bastiones en el Mediterráneo de la base naval en Tartus y la base aérea en Latakia. Los aviones de combate rusos y su avanzado sistema de armamento consiguieron cambiar la suerte de la batalla a favor del régimen. Mientras tanto, el presidente sirio se ha convertido de algún modo en una marioneta que no tiene control sobre nada y no puede tomar decisión alguna por su cuenta.

Mientras tanto, junto a los rebeldes (me gusta llamarles rebeldes, no fuerzas armadas de la oposición, como los medios, lamentablemente, suelen referirse a ellos), encontramos varias fuerzas revolucionarias y múltiples países que dicen apoyarles, con los cuales se han asociado de una forma u otra en un toma y daca. La consecuencia es que estas fuerzas ya no toman sus propias decisiones; las decisiones están en manos de los países que les apoyan.

Así pues, hemos visto como las victorias se detienen en cierto punto y no se completan, a pesar del control rebelde de algunas zonas. También hemos sido testigos de retiradas repentinas de otras áreas sin razones aparentes.

Además, las agencias de inteligencia sirias lograron infiltrarse en ellos e incluso formar facciones, al igual que varias agencias de inteligencia internacionales. Esto es lo opuesto al Dáesh, cuya tarea era combatir a los verdaderos rebeldes y expulsarles de las zonas que controlaban para después traspasárselas al régimen, formando parte de una farsa escenificada que los presentaba como derrotados por el Ejército Árabe Sirio, como ellos y sus aliados les llaman.

Todo esto ha agotado a los rebeldes y debilitado la revolución. Ha convertido a Siria en un campo de batalla para que diversos países exploten la revolución siria para combatir guerras ajenas. Todo el mundo ha conspirado contra Siria, y sus hermanos y amigos la han abandonado. Quienes estaban más cercanos a Siria la han defraudado ante los extraños, y la consigna gritada desde el inicio de la revolución sigue siendo aún válida: «No tenemos a nadie más que a Alá».


Fuente: https://www.middleeastmonitor.com/20180227-ghouta-sounds-from-hell/

Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora, a la traductora y a Rebelión.org como fuente de la misma.