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Gonzales debe renunciar

Fuentes: scrippsnews.com

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Latinos, afro-USamericanos y otros grupos en USA que han presionado contra prejuicios racistas y de clase durante más de un siglo y medio enfrentan a menudo un dilema.

¿En qué medida podemos celebrar el éxito de individuos de nuestra comunidad si el éxito de esos individuos está inextricablemente ligado a personas en el poder cuyas políticas tienen un impacto manifiestamente negativo sobre la comunidad en su conjunto? 

¿Y no debiera nuestra celebración del éxito individual ser contenida si la sociedad en general sigue poniéndonos el pie sobre el cuello en cuanto a las oportunidades educacionales y económicas?

Los mexicano-USamericanos, por ejemplo – incluso aquellos que encuentran motivos para enorgullecerse del Fiscal General [ministro de justicia] Alberto Gonzales por sus orígenes humildes y su meteórico ascenso al poder – enfrentan la inexorable ironía de que Gonzales esté unido por la cadera a George W. Bush. 

Como un amigo de Gonzales dijera a Los Angeles Times, «Es totalmente leal al presidente. Cree que el presidente lo hizo lo que es.» Desde 1994, Bush ha orquestado cada logro profesional de Gonzales.

¿Mereció Gonzales esas posiciones por sus propios méritos? Nunca lo sabremos porque prefirió sistemáticamente colocar la lealtad y la sumisión por sobre la ética y el juicio independiente. 

Lo que sí sabemos es que Gonzales actuó como un vínculo primordial en la cadena de mando que llevó a la tortura y al abuso de prisioneros en Iraq y Guantánamo.

Irónicamente, otra historia mexicano-USamericana de éxito en el Imperio, el teniente general Ricardo Sánchez, fue un eslabón más en esa cadena.

Cuando funcionarios gubernamentales solicitaron información sobre la secreta Fuerza de Tareas Energética de Dick Cheney, Gonzales bloqueó sus esfuerzos. Como fiscal general, defendió el masivo – y probablemente ilegal – programa de escuchas telefónicas de la Agencia Nacional de Seguridad. 

Ahora sabemos que Gonzales estuvo al centro de un esfuerzo concertado por parte de la Casa Blanca de Bush para destituir a ocho fiscales federales que se negaron a dar carácter político a sus funciones. O fue el lacayo sumiso de agentes de la Casa Blanca o no sabía lo que sucedía en su propio ministerio.

Por el momento, la evidencia sugiere que Gonzales fue un instrumento anuente de partidistas implacables como Karl Rove. 

Demócratas en el Congreso piden ahora la renuncia de Gonzales. Incluso el senador John Sununu, republicano de New Hampshire, ha pedido su destitución. «El fiscal general no ejerció una supervisión efectiva en la reciente destitución de fiscales federales. Que no lo haya hecho ha creado una profunda falta de confianza generalizada en la capacidad del fiscal general de servir efectivamente al presidente en una circunstancia muy importante,» dijo Sununu.

Existe un precedente sustancial de vínculos estrechos entre un fiscal general y la Casa Blanca. El presidente John Kennedy y su hermano Robert son los primeros que vienen a la memoria. 

Pero la historia nos enseña que los hermanos Kennedy trabajaron entre pares. Según personas informadas en Washington, el apodo que Bush utiliza para Gonzales es «Fredo.» Fredo, desde luego, fue el hermano tonto y débil de Michael Corleone en la serie «El padrino» de Francis Coppola. 

Es posible que algunos mexicano-USamericanos admiren a Gonzales por haber ascendido de una familia de jornaleros agrícolas a una posición elevada en el gobierno. Pero hay poco que admirar en alguien que siguió a su patrón de modo tan ciego que llegó a caer en prácticas cuestionables, si no bastante criminales.

El Fiscal General Gonzales debe renunciar porque decidió entregar su lealtad a una persona en lugar de servir los intereses de su comunidad y de la nación.

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(Jorge Mariscal enseña literatura e historia en la Universidad de California, San Diego.

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