Traducido para Rebelión por S. Seguí
Vidal sigue siendo uno de los más prolíficos escritores contemporáneos de Estados Unidos y sin duda uno de los más críticos en materia política. Poco después de celebrar su 80 cumpleaños, nuestro redactor asociado Marc Cooper lo entrevistó en su hogar de Hollywood. He aquí una versión resumida de la conversación. (La redacción)
Pregunta: En la introducción de su nuevo libro, Imperial America, comienza diciendo que las cuatro palabras más agradables del léxico americano son «Ya te lo dije». ¿A qué se refiere?
Respuesta: Bueno, a todo. El principal elemento de sabiduría que quería transmitir –y que yo recibí de Thomas Jefferson, quien a su vez lo obtuvo de Montesquieu–, es que es imposible mantener a la vez una República y un Imperio. Los romanos no pudieron hacerlo. Los ingleses, solamente hasta cierto punto, pero acabaron arruinándose. Venecia era un imperio y también lo es Estados Unidos. Y en cada uno de estos casos la República se perdió. A partir de nuestra guerra contra México de 1846, que buscaba anexionar California, entramos en una dinámica imperial muy grave y descarnada de robo, tras robo, tras robo.
P: En este sentido, ¿es muy diferente el Gobierno Bush? ¿Estamos ante algo nuevo o simplemente en un punto del mismo arco histórico?
R. En realidad, hay muchos aspectos diferentes. La maquinaria ha cambiado en su totalidad. Existen las armas nucleares y bacteriológicas, y podemos matar a mucha más gente. Pero han sucedido cosas inimaginables para mí y para la mayor parte de estadounidenses: el hecho de que tengamos un gobierno que está absolutamente enfrentado con cada uno de los países de la tierra. Hemos ofendido a todo el mundo.
P.: Vemos ahora cómo se está llevando ante los tribunales al líder de la mayoría de la Cámara de Representantes, Tom DeLay. El líder de la mayoría del Senado, Bill Frist, está siendo investigado por la SEC [1] . Y hemos visto la debacle en torno a Michael «Brownie» Brown y la FEMA [2] . ¿Estamos ante una situación de colapso del Gobierno bajo su propio peso?
R.: «Bajo su propia falta de peso» (risas) es probablemente la frase que estaba usted buscando.
P.: ¿Algo así como una insoportable levedad?
R.: Sí, efectivamente, una insoportable levedad. Sí, en realidad creo que se está viniendo abajo. Y el proceso a DeLay no hubiera tenido lugar si no hubiera habido dos huracanes que han puesto en evidencia ante la población de Estados Unidos que no tenemos Gobierno. Y en la medida en que seguimos teniendo uno, éste no es sólo corrupto sino que es también una amenaza para otros países, para nuestras libertades, y para nuestra Declaración de Derechos.
P.: Si es cierto que este Gobierno se está viniendo abajo por falta de peso específico, ¿qué viene después?
R.: La ley marcial, eso es lo que viene después. Bush es como un vidrio transparente que permite en todo momento ver los gusanos que giran en su cabeza. Es la primera indicación de lo que tiene en la cabeza, o de lo que tiene la Junta en su cabeza.
P.: ¿Y según usted quién sería la Junta?
R.: Cheney, que es quien maneja el cotarro, me temo. Y otros varios operadores de alto nivel. De cualquier modo, me di cuenta de todo esto por primera vez cuando Bush llegó por fin a la conclusión de que los huracanes no iban a ser una buena publicidad para él y empezó a cavilar que algunos de sus amigos se presentarían a las elecciones en 2008. Así pues, ¿qué es lo primero que hizo?, ¿qué es lo primero que le viene a la cabeza a un dictador? Pues quitarle el mando de la Guardia Nacional a los gobernadores de los Estados. La Guardia Nacional está a las órdenes de los gobernadores, pero Bush es partidario de ponerla a las órdenes del mando militar. Es en eso en lo que piensa, en un control militar.
P.: ¿Está usted prediciendo la imposición de una dictadura militar? ¿Y cree usted que el pueblo americano lo soportaría?
R.: El pueblo americano soportará cualquier cosa y no defenderá nada. Tengo contactos con muchos periodistas europeos bien informados de la política estadounidense. A pesar de estarlo, me siguen haciendo preguntas bastante bobas, como por ejemplo: «Kerry no dio buen resultado. ¿Quién es pues el próximo líder de la oposición que pueda convertirse en presidente.» Y yo les contesto que, en primer lugar, el New York Times no lo entrevistaría. No conseguiría salir en televisión, en las horas de mayor audiencia, si tuviera la más remota posibilidad de ser un ganador. Eso está descartado. O si no, lo presentarían como un idiota, como hicieron con Howard Dean cuando dieron tanta resonancia a su famoso llamamiento. Todo lo preparó la CBS con el fin de hacer aparecer a Dean como un loco peligroso. ¡Tienen muchísimos recursos! Así pues, si usted dispone de unos medios de comunicación completamente controlados por el complejo corporativo estadounidense -puede usted utilizar la expresión que prefiera para designar a nuestros gobernantes- no se va a filtrar al público ninguna información útil. Ni la prensa ni la televisión nos van a dar noticias sobre un «Caballero Blanco». No tendría modo de ponerse en contacto con la gente. Y éste es un rasgo permanente de nuestra situación… Si llega a concretarse una oposición viable a la Junta petrolera que se ha hecho con el poder-y con las tres ramas de gobierno, me temo- tendrá que ser desde la base. Y con ello tendrá que hallar el modo de dar a conocer al público, por medio de Internet, al Caballero Blanco… o al Caballero Negro o a quienquiera que venga a salvarnos.
P.: ¿Cuáles son las tres o cuatro cosas que el Caballero Blanco tendría que decir para motivarnos, utilizando su expresión, a mantener la República?
R.: En primer lugar, deberíamos poder guardar el dinero que ganamos. Porque, la mayor parte de nosotros apechugamos con unos pesados impuestos.
P.: Esto es lo que dicen los republicanos.
R.: Eso es lo que dicen, pero no lo que piensan. Lo que ellos tienen en la cabeza es lo siguiente: «Nosotros, el pueblo que tiene dinero, no queremos que nuestros hijos paguen el impuesto de sucesiones. No queremos que se sometan al impuesto nuestros enormes ingresos. No queremos que se sujeten al impuesto nuestras grandes corporaciones.» Y cuando se haga campaña contra ellos habrá que decir que los beneficios de las grandes empresas deben estar sujetas al impuesto. Como siempre lo estuvieron. La gente comprende esto. Y en caso de que no lo comprendan, es posible explicárselo en 10 minutos.
P.: ¿Y qué haría el Caballero Blanco con los militares?
R.: Reducir su presupuesto a la mitad. Con ello nos ahorraríamos muchísimo dinero y podríamos reconstruir muchos diques. De hecho, no lo necesitamos… ya no podemos ganar ninguna guerra. Los militares no pueden resucitar el servicio militar obligatorio. Estamos en un fin de era para este régimen. Y crucemos nuestros dedos para que no estemos en un fin de era para nuestro país…
P. Hay un ámbito en el que parece que las cosas han mejorado en Estados Unidos, me refiero a la homofobia. En la actualidad es posible discutir en buena compañía de temas como el casamiento entre homosexuales.
R.: No estoy seguro de que este tema interese mucho. Si habla de ello con cualquier persona del estamento militar le contará que la situación sigue siendo la misma que cuando yo pasé tres años en el ejército durante la Segunda Guerra Mundial, y que los sospechosos de mantener relaciones con personas de su mismo sexo son expulsados o encarcelados. Era una mala situación entonces y sigue siéndolo. Un tema como los casamientos entre homosexuales sirve para mantener viva la homofobia.
P.: ¿De modo que usted no es partidario de dar a este asunto mucho relieve?
R.: No, en realidad sé muy bien con qué fin se plantea este asunto… tome usted un tema, como el casamiento entre homosexuales, que no afecta directamente al 99,9% de la población y siga dándole vueltas al asunto; demostrará con ello que los demócratas están todos locos, si es que no son todos maricas. Vamos a ver,… si alguien quiere casarse, pues estupendo: ¿que me importa?
P.: Si volvemos la vista atrás 40 años, digamos a mediados de la década de 1960, cuando usted tenía la mitad de su edad actual, ¿creyó en algún momento que Estados Unidos seguiría el curso que más tarde ha seguido?.
R.: Nunca se me ocurrió que el Presidente se atreviese a declarar guerras preventivas. Nunca pensé que pudiéramos llegar a la actual situación, en la que una especie de presidente loco se dedica a atacar verbal y físicamente a cualquier país que le plazca. Los propietarios de este país siempre han sido muy listos: sabía lo que querían, como por ejemplo no pagar impuestos, no cabe duda. No quieren que alguien los reduzca a cenizas como sucedió el 11 de septiembre. Si alguna vez ha habido una causa de destitución del Presidente lo sucedido en torno al 11 de septiembre sería una. Nunca habido un caso de negligencia semejante.
P.: ¿No estará usted sugiriendo que el Gobierno Bush permitió que esto sucediese?
R.: No, no estoy diciendo nada parecido eso. Si hubiera habido algún tipo de complicidad entre elementos de nuestro gobierno y el equipo de Arabia Saudí que organizó el 11 de septiembre, en un país como el nuestro, al menos dos personas habrían aparecido ya en el programa de televisión de Bárbara Walters. Es la clase de país que tenemos: no sabemos mantener secretos. No, es impensable. Quienquiera que estuviera detrás del 11 de septiembre, había seguido un buen entrenamiento. Y no hay ningún cerebro en este Gobierno que hubiera podido concebir algo como el 11 de septiembre. Ni para prevenirlo, ni para realizarlo.
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