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Guernica a 86 años de la matanza

Fuentes: Rebelión

El 26 de abril de 1937 bombarderos y aviones caza de la Legión Cóndor alemana y, en menor número, de la Aviazione Legionaria italiana atacaron durante horas al pueblo más tradicional del territorio vasco. Afianzaban así su pacto asesino con Francisco Franco.

En las afueras del pueblo había dos posibles objetivos militares: Un puente que podía ser utilizado por las tropas republicanas y una fábrica de armas. Ninguno de ambos espacios fue mayormente afectado. En cambio, una multitud de bombas cayeron sobre los edificios. El propósito de arrasar quedó demostrado en que buena parte de los proyectiles eran incendiarios.

La agresión formaba parte de la hacía poco iniciada ofensiva de los mal llamados “nacionales” sobre las tierras vascas. Comienzo a su vez de un ataque general sobre todo el llamado “bolsón del norte” republicano, que abarcaba además a las provincias de Santander y Asturias.

La dimensión simbólica

El hecho de que fuera allí y no en otro lado que se perpetró la acción tuvo que ver con un ejercicio adicional de violencia simbólica. Guernica era el antiguo poblado más significativo para las tradiciones vascas.

Ese carácter de la localidad estaba dado porque allí, a la sombra de un viejo roble, el rey de Castilla primero y el de España después de la unificación, juraba respetar los fueros (derechos y libertades) de los vascos, en su carácter de señor de Vizcaya. Esa tradición se mantuvo durante siglos. Y sólo meses antes de la agresión, el jefe del flamante gobierno autónomo vasco había jurado allí su cargo.

Los aviones alemanes e italianos subrayaron con su criminal acción la mirada  sobre España, ultracentralista y negadora de otras nacionalidades de los golpistas españoles. “España una, grande, libre” era uno de sus lemas, las libertades vascas no tenían nada que hacer en una “Nueva España” en la que se pretendía que sólo se hablara castellano y no quedaran ni rastros de las autonomías regionales establecidas por la segunda república.

Responsabilidades y negaciones

Unos días después el sacerdote Alberto Onaindía, en carta al arzobispo Isidro Gomá, que hizo oídos sordos,  resumió así lo que había sucedido en las tres horas y media de bombardeos:

“Habían sido aviones alemanes que fueron enviados sobre Guernica para hacer un ensayo de guerra totalitaria. Era el primer ejemplo de este género de lucha: primero unas bombas para alarmar a la población [la gente comenzó a abandonar las calles y a esconderse en abrigos, en sótanos y bajo cubierto], luego oleadas de bombarderos con explosivos seguidos de bombas incendiarias y, por último, aviones ligeros que ametrallaban a los desgraciados que pretendía huir para salvar sus vidas.”

La calumnia franquista negó el bombardeo y atribuyó a las tropas republicanas en retroceso haber cometido el incendio a su paso por el pueblo:

“…en la imposibilidad de contener el avance de nuestras tropas, los rojos han destruido todo y acusan a los nacionalistas de hechos que no son más que la puesta en práctica de sus criminales designios.” “

!Miente Aguirre! (José Antonio Aguirre el presidente o “lehendakari”, del gobierno autónomo)  Miente vilmente. En primer término no hay aviación alemana ni extranjera en la España Nacional. Hay aviación española. Noble, heroica aviación española que lucha constantemente con aviones rojos que son rusos, franceses y conducen aviadores extranjeros. En segundo lugar, Guernica no ha sido incendiada por nosotros, la España de Franco no incendia. La tea incendiaria es monopolio de los incendiarios de Irún, de los que han incendiado Eíbar, de los que trataron de quemar vivos a los defensores del Alcázar de Toledo.”

Era la voz oficial, emanada del cuartel general de Salamanca, que acudía al clásico expediente negacionista de convertir a la víctima en victimario. Y al de ampararse en los reales o supuestos crímenes de los contrarios.

Un intelectual argentino, hombre de la Iglesia, Gustavo Franceschi, estuvo tiempo después en la población destruida y atestiguó a favor de la mentirosa versión oficial. Todo parecía ser válido para implantar la soberanía de Cristo Rey en España asediada por el bolchevismo.

Un periodista británico, George Steer dio de inmediato información fidedigna acerca del origen y el propósito destructivo de aquel ataque. Incluso describió las cubiertas en lengua alemana de los proyectiles arrojados sobre el pueblo, algunos de los cuales recogió. Steer no estuvo presente en el momento del bombardeo, pero llegó allí muy poco después.

Sus datos fueron publicados en la prensa inglesa y la verdad trascendió. Su crónica, dos días después del ataque, fue tapa del Times de Londres y del New York Times. Quedaba revelado el protagonismo del nazismo en el ataque aéreo. La acción se convirtió en una catástrofe propagandística para el franquismo.

Declaró Steer: “La declaración publicada por Salamanca según la cual Guernica ha sido destruida por los rojos es absolutamente falsa. Personalmente hablé con más de 20 refugiados de Guernica en los alrededores de la ciudad. Excepción hecha del número de aviones que la bombardearon, todas las declaraciones coinciden en todos sus detalles (…) Un periodista recogió conmigo tres bombas, las tres alemanas, con fecha de 1936.”

Mientras las informaciones certeras se propagaban en el campo republicano y fuera de España, el régimen franquista siguió aferrado por décadas a la negativa de la participación alemana y la atribución del incendio del pueblo a los republicanos.

Más allá del papel de la aviación alemana, más de un estudioso ha sacado la conclusión de que la precisión de que fuera Guernica el punto de ataque sólo pudo partir del cuartel general de los “nacionales” interesados en zaherir al pueblo vasco.

Ya en 1946, derrotada la Alemania nazi y llevados a juicio parte de sus dirigentes, se abrió paso el testimonio de primera mano sobre algunos de los impulsos para llevar adelante la devastación de Guernica.

El máximo jerarca de la aviación nazi, Hermann Goering, explicó ante el Tribunal de Nüremberg: “España me brindó una oportunidad para poner a prueba mi joven Fuerza Aérea (…) así como para que mis hombres adquirieran experiencia.”

 Para los aliados alemanes del franquismo, bombardear al pueblo indefenso y destruir un poblado histórico era una cuestión de experiencia y adiestramiento. También sostuvo durante el juicio: “… fue una especie de blanco de prueba para la Luftwaffe. Es lamentable, pero no podíamos obrar de otra forma. En aquel momento, estas experiencias no podían efectuarse en otro lugar.”

Goering hacía referencia a que Alemania había desarrollado hacía poco su fuerza aérea. Al principio de modo oculto, ya que al hacerlo incumplía los dictados del tratado de Versalles. Las aeronaves de fabricación germana respondían en parte a diseños muy recientes, que no habían tenido oportunidad de ser probados antes de la guerra en España. Varios modelos de aviones; bombarderos, caza y de transporte, fueron remitidos a España.

La acción sobre el pueblo vasco fue una oportunidad de poner esos aparatos en combate por primera vez. En un despliegue de una concepción de “guerra aérea total” que había sido estudiada y asumida como propia por el “cerebro” de la Legión Cóndor, el jefe de estado mayor de la misma, Wolfram von Richthofen.

La declaración de Nüremberg iba en sentido opuesto a la que había sido la reacción nazi contemporánea a los hechos, y combinada con Franco. Se la puede ejemplificar con palabras de Joaquim Von Ribbentrop, entonces embajador en Londres, apenas unos días después de los sucesos: “Por favor, convenzan a Franco de que formule una enérgica y tajante negativa acerca de que aviadores alemanes hayan atacado Guernica.”

Así lo consignó en una nota dirigida al ministro de Relaciones Exteriores alemán el 4 de mayo de 1937. Días después, el 15 de mayo, el propio Hitler se ocupaba del asunto en nota a Ribbentrop: “No debe ser admitida, en ninguna circunstancia, una investigación internacional acerca de Guernica.”

Los signos de la barbarie

La envergadura del ataque, la utilización de bombas incendiarias y, más aún, el ametrallamiento de la población civil, constituían una palmaria evidencia de que el objetivo no era ningún blanco de importancia militar. Sembrar el terror y debilitar la resistencia vasca eran las verdaderas metas de la acción. La que, para mayor escarnio, estuvo a cargo de los aliados nazis y fascistas de Franco.

Se dijo, como vimos, que el objetivo de la operación era la simple voladura de un puente, el de Rentería, apto para el desplazamiento de tropas. La realidad es que tanto el puente como una fábrica de armas, Astra, situada en las afueras de la población, resultaron intactos. Eso en circunstancias en que cayeron miles de bombas explosivas e incendiarias y la metralla de los cazas cobró vidas entre quienes huían del fuego y las explosiones.

La condena universal al bárbaro bombardeo tomó en cuenta la característica de que hasta poco antes era inusitado un ataque aéreo orientado contra la población civil, para sembrar la muerte y el terror sobre ella.

Sin embargo no hay que omitir que lo sucedido en Guernica tenía un inmediato antecedente, asimismo en Vizcaya: El bombardeo de Durango, el 31 de marzo del mismo año.

Poco antes, durante el mes de febrero se había ametrallado por tierra, mar y aire a la población civil que huía a lo largo de  la carretera entre Málaga y Almería (hecho conocido como “la desbandá), también con gran número de víctimas. Y antes todavía en noviembre de 1936, el pretendido “Caudillo” había ordenado el bombardeo contra la población madrileña asediada, para desmoralizarla y empujar a la rendición de la ciudad.

Guernica tomó una resonancia distinta, mucho más amplia, porque, como ya escribimos, el pueblo era el lugar simbólico de los fueros vascos. Devastarlo e incendiarlo constituía una agresión despiadada contra las libertades de Euzkadi. Y se pretendía que fuera un golpe abrumador sobre la moral bélica de Vizcaya.

A las resonancias del ataque germanoitaliano se sumó el cuadro de Pablo Picasso, exhibido poco después en una Exposición Internacional con sede en París. La pintura saltó a la fama de inmediato y con el tiempo se convirtió en uno de los mayores íconos del arte del siglo XX.

Como suele ocurrir en masacres de este tipo, el número de muertos fue objeto de debate desde el primer día posterior a los hechos. El gobierno vasco proporcionó una cifra de 1600 fallecidos, Luego hubo interpretaciones que rebajaban la cifra hasta menos de doscientos muertos.  De cualquier manera, si se considera que la población de la pequeña ciudad vasca estaba estimada en 7000 personas, sería una cantidad importante.

Hace poco hubo versiones que de nuevo se refirieron a alrededor de dos mil muertos. En cuanto a los daños edilicios, más del 70% de las edificaciones fueron destruidas por las bombas. Se había intentado borrar de la historia a la considerada cuna de las libertades vascas. Por fortuna fue en vano: Repuesta la autonomía después de la muerte del dictador, los lehendakari volvieron a jurar allí el buen desempeño de su cargo.

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Guernica no fue un hito aislado. La realidad del posterior conflicto mundial reveló su carácter de precedente de hecatombes mucho mayores. Fue un antecesor de lo que sería la generalización del bombardeo contra los civiles, cada vez más masivos, realizados por ambos bandos. Las llamadas “grandes democracias” mataron a centenares de miles de civiles alemanes en ataques aéreos efectuados durante el conflicto.

Antes de eso, en 1938, en un comentario a El árbol de Guernica, el libro testimonial de Steer, George Orwell hizo una observación que podría considerarse profética:

“El horror que sentimos ante estas cosas nos lleva a una conclusión: si alguien tira una bomba sobre tu madre, tú tira dos bombas sobre la suya. Al parecer, las únicas alternativas son derribar viviendas y reducirlas a polvo, reventar entrañas humanas y quemar niños con metralla de termita (explosivo metálico), o dejarse esclavizar por quiénes están más dispuestos a hacer estas cosas que lo que uno está.”

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.