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Entrevista a Gilbert Achcar después de diez años del 11-S

Guerras y revoluciones en el mundo árabe

Fuentes: Viento Sur

-Diez años después del 11 de septiembre, ¿cuál es el balance en relación a los objetivos proclamados en aquella época en nombre de la guerra contra el terrorismo, con la promesa de un mundo más estable? Hay que mirar las cosas por las dos partes. El 11 de septiembre es en primer lugar un atentado. […]

-Diez años después del 11 de septiembre, ¿cuál es el balance en relación a los objetivos proclamados en aquella época en nombre de la guerra contra el terrorismo, con la promesa de un mundo más estable?

Hay que mirar las cosas por las dos partes. El 11 de septiembre es en primer lugar un atentado. Desde este punto de vista, se ve que las acciones de la red terrorista Al Qaida no han aportado más que miserias a la región, ofreciendo en particular pretextos a los Estados Unidos para invadir Irak, Afganistán. Todos los gobiernos, tanto en Occidente -incluso en la Unión Europea- o en el tercer mundo, se han aprovechado de él para imponer medidas antidemocráticas y restricciones de las libertades. La ola de levantamientos populares ha hecho más en algunos meses para la región y la población que la red Al Qaida en diez años. Es una vez más una vieja lección: no es la conspiración terrorista la que puede liberar a los pueblos sino la acción de los pueblos mismos. Tanto más cuanto que ha sucedido a decenios de letargo de la que el terrorismo estilo Al Qaida era a la vez ilustración y una causa suplementaria. Para encontrar el equivalente histórico de esta oleada de levantamientos la gente se ha referido al siglo XIX, a la primavera de los pueblos de 1848 que era también un acontecimiento histórico excepcional. Se ha pasado de la concepción del héroe conspirativo a la del pueblo, de las masas, como héroes. No es una coincidencia si el principal eslogan de todo lo que ocurre en el mundo árabe es «el pueblo quiere», «el pueblo quiere derrocar el régimen». Es la irrupción del pueblo, de las masas en la escena de la historia. Eso es formidable.

-Desde el punto de vista del balance de los imperialistas, tras diez años de intervención en Afganistán, en Irak, ¿se puede hablar de éxito?

La guerra en Afganistán ha sido la guerra más popular en las opiniones occidentales que la han percibido como una respuesta al 11 de septiembre -él mismo un acto criminal de una amplitud bastante excepcional. Pero muchos entonces habían subrayado que la administración Bush aprovechaba la ocasión para ocupar un país. Si querían a Bin Laden, no sería ocupando Afganistán como lo capturarían, sin contar con que las herramientas del derecho internacional no fueron explotadas. Por otra parte, diez años después, la administración Obama ha matado, y de hecho asesinado, a Bin Laden en Pakistán donde se escondía, sin que esto tenga una relación directa con la ocupación de Afganistán. Esto no justificaba, como los antiguerra lo dijeron desde el comienzo, la ocupación de Afganistán. Desde el punto de vista de los Estados Unidos, es un balance desastroso. Tanto mejor. Se ha demostrado lo que se también se sabía, que los talibanes encuentran su popularidad en la explotación no solo de la religión, sino del factor tribal en una región tan fuertemente marcada por esos factores como Afganistán. Esto les da una fuerza real que los Estados Unidos no han sido capaces de destruir. A partir de los dos primeros años, los talibanes volvieron a la ofensiva y plantearon problemas a la OTAN. Se puede decir que la guerra en Afganistán es ya una guerra más de las perdidas por los Estados Unidos. Se puede decir lo mismo de Irak.

-Bush hablaba del proyecto «Gran Medio Oriente», con una recomposición imperialista desde Marruecos a Pakistán. Diez años más tarde, los Occidentales están atascados en Afganistán, en Irak, ahora en Libia, los cambios no son finalmente los esperados. ¿Asistimos al final de la hegemonía de los Estados Unidos, desde el punto de vista militar, pero también en relación con la crisis económica que se acelera hoy? El famoso «proyecto Gran Medio Oriente» no era más que una forma para la administración Bush, frente a sus sinsabores en Irak, de dar una justificación más seductora, para presentar su acción, utilizando vocabulario colonial: «una acción civilizadora». La «promoción de la democracia» no es sino un pretexto. Las decisiones del lado imperialista fueron tomadas al final de la guerra fría. Los Estados Unidos decidieron consolidar su hegemonía mundial aprovechándose del final de la Unión Soviética. Esto se tradujo en un nivel de gastos de armamento enorme hasta el punto de que llegaron a gastar ellos solos tanto como el resto del planeta, ¡incluyendo a todos los países! Y desde el comienzo, esto condujo a guerras. El final de la guerra fría está marcado por la primera guerra contra Irak en 1991, seguida por doce años de embargo con una guerra llamada de baja intensidad contra ese país; luego la intervención en los Balcanes que culminó en 1999 con la primera guerra de la OTAN como tal, que preludia la guerra en Afganistán. Hay pues el despliegue de una política imperialista ininterrumpida, mucho antes del 11 de septiembre.

El verdadero giro histórico es el fin de la Unión Soviética. Es el petróleo y nada más lo que motiva a los Estados Unidos en su voluntad de ocupación de Irak. Es la razón por la que mantuvieron ese país ya exhausto -tras ocho años de guerra contra Irán, y luego la primera guerra americana contra Irak en 1991-, bajo un embargo prácticamente genocida. Esperaban el momento para ocuparlo. Se sabe ahora que la primera reacción de la administración Bush al 11 de septiembre fue «¡Yupi, vamos a invadir Irak!». No es más que después de los debates y de las discusiones que se resignaron a comenzar por Afganistán. Los Estados Unidos despliegan esta misma estrategia desde 1990-1991: consiste en empujar sus peones militares en las zonas que hasta entonces estaban bien bajo dominación soviética, o bien eran zonas «grises» entre las dos potencias en las que no podían entrar. Lo hicieron en los años 1990 con la ampliación de la OTAN al este y la intervención militar en los Balcanes. Tras el 11 de septiembre, realizan a partir de Afganistán una primera implantación militar en Asia Central, antigua zona de influencia soviética. La invasión de Irak que sigue se inscribe en la misma lógica: tener la mano encima del petróleo del Medio Oriente (los 2/3 del petróleo mundial), lo que es fundamental en la óptica de una hegemonía mundial. Es una baza estratégica absolutamente inestimable, quizá la principal que pueda existir en el mundo de hoy, y cuyo valor va a aumentar con la disminución de las reservas.

-¿Cómo interpretar la retirada de las tropas occidentales programada en Irak y en Afganistán? ¿Constituye esto una derrota para el imperialismo, un nuevo Vietnam para los Estados Unidos?

La administración Bush no ha movilizado para Afganistán, cuyo relieve es muy accidentado, ni siquiera la décima parte de lo que ha implicado en Irak que es en gran parte llano y desértico, y por tanto más fácil de controlar militarmente para un ejército de tecnología avanzada como el de los Estados Unidos. Su intención era controlar completamente Irak e implantarse militarmente en Afganistán, adelantar los peones en Asia central, bajo el pretexto de la lucha contra el terrorismo, como lo han hecho en Uzbekistán, en Tayikistán, en Kirguizistán, donde han negociado facilidades militares, e incluso bases militares. Solo Obama llegando a los mandos en Washington y para respetar su reputación de opositor a la guerra en Irak que se ha comprometido a retirar las tropas de Irak, ha hecho el «surge» en Afganistán, es decir un aumento fuerte del número de tropas para «sumergir» a los talibanes, incluso darles un golpe suficientemente fuerte para que los aliados de Washington puedan controlar el país, dejando a los Estados Unidos restringir su presencia a las bases militares. Quieren tener un pie a tierra militar en la región, menos por razones de proximidad del petróleo y del gas que porque es estratégica en el sentido militar más clásico, dado que se sitúa entre China y el corazón europeo de Rusia. Para Washington, que hace frente a una colaboración militar entre Pekín y Moscú, es pues muy importante estar allí presente militarmente. Para Irak, se trataba de tomar el control del país con planes que evocaban los precedentes japonés y alemán en 1948, con la idea de remodelar Irak bajo control americano de forma que se convirtiera en un aliado estable de los Estados Unidos con bases permanentes. Se ve hasta qué punto el fracaso es terrible. Por otra parte personalidades políticas americanas como Brejinski o Kissinger no han dudado en decir que la derrota de los Estados Unidos en Irak es peor que la de Vietnam pues lo que estaba en juego era mucho más importante. Vietnam era una guerra estratégica con relativamente pocos contenidos económicos. Así pues, efectivamente, es un fracaso flagrante tanto más en la medida en que, sin siquiera hablar del coste humano y material para Irak que es inmenso, el coste económico es considerable desde el punto de vista estrictamente americano.

-La guerra ha sido realizada en nombre de la democracia, con el pretexto de liberar a los pueblos. Es un fracaso total. Ironía de la historia, diez años más tarde asistimos al levantamiento de los propios pueblos de la región, desde abajo. ¿Existe una relación con el fracaso del imperialismo americano, que ha liberado un espacio para la revuelta de los pueblos?

Eso, es más complejo en el sentido en que, bajo la forma de una broma pero que contiene un fondo de verdad, se puede decir que el terreno en el que la administración americana ha tenido más éxito, es el de la promoción de la democracia en la región. Más en serio, nadie ha creído un solo instante que los Estados Unidos vinieran por la democracia. Por otra parte, ¿cómo lo harían cuando su principal aliado en la región es el estado más antidemocrático, más integrista, más antimujeres del mundo, la Arabia Saudita? Los saudíes son «nuestros amigos», las potencias occidentales no les dicen jamás nada, cuando se acusa por mucho menos que eso a un país como Irán o a un país hostil a los occidentales. El pretexto democrático es esencialmente planteado algunos meses después de la invasión, en el momento en que el de las armas de destrucción masiva se revela una enorme mentira pues son incapaces de encontrar nada en absoluto para basar su acusación. Los Estados Unidos, las potencias imperialistas en general, y está en su naturaleza misma, no están por la democracia más que cuando eso les conviene, cuando ésta puede permitir a sus aliados estar en el poder. Sin embargo resulta que en esta parte del mundo en cualquier caso, en Medio Oriente, en el mundo árabe, en una buena parte del mundo musulmán, existe una fuerte hostilidad a los Estados Unidos, a Occidente, en reacción a la imagen del Oriente, a toda la historia colonial, a una larga historia de humillaciones ejecutadas por Occidente. Además, en el mundo árabe, en los países musulmanes, el factor israelí provoca un fuerte resentimiento contra los Estados Unidos y su política en la región. No es como en Europa del Este donde, tras el hundimiento del sistema estalinista, existían mayorías populares prooccidentales porque, durante decenios, Occidente era para ellas un espejismo, el mito de la prosperidad, del bienestar. Ya en el propio Irak, la administración casi colonial puesta en pie por los Estados Unidos había intentado rápidamente evitar las promesas de organizar elecciones intentando poner en pie instituciones designadas por el ocupante. Esto dio lugar a un pulso con la población chiíta en particular,a manifestaciones de masas que impusieron al ocupante organizar elecciones que por otra parte perdió. Alaui, el hombre de paja de Washington, fue derrotado. Desde 2005-2006, Irak está de hecho cogobernada, contrariamente a lo que se piensa y ¡a lo que la retórica de Washington y Teherán puede dejar creer! En Irak, Irán y los Estados Unidos apoyan al mismo gobierno que mantiene relaciones estrechas con los dos países. Esto da la medida del fracaso considerable de los Estados Unidos para que hayan llegado a hacer el juego de Irán que se ha aprovechado de ello. Confrontados a todo esto, los Estados Unidos utilizan el pretexto de la promoción de la democracia. Han hecho algunos gestos: impusieron a Mubarak, en Egipto, abrir el espacio de la representación de la oposición en el Parlamento egipcio en las elecciones de 2005. Mubarak ejecutó, abrió una ventana del 20% y se las arregló para que esos 20% de escaños fueran concedidos a los Hermanos Musulmanes, sabiendo que esto iba a asustar a Washington. El mensaje era: «si nos molestáis mucho, vais a ver a los Hermanos Musulmanes». Y la lección fue comprendida en Washington. De una cierta forma, crearon las condiciones de la explosión ulterior. Las elecciones siguientes, en noviembre de 2010, han frustrado inmensamente a la población y a la oposición egipcias que las ha denunciado como las más trucadas de la historia de Egipto. Esto ha precipitado la explosión que tuvo lugar en enero de 2011 añadiéndose al ejemplo tunecino, por supuesto, que desde este punto de vista también ha sido muy importante como ilustración del hecho de que un pueblo podía echar abajo a un dictador.

-¿En qué lo que ocurre hoy es un desmentido a la visión propagada por toda la ideología occidental del choque de las civilizaciones?

Hay dos cosas importantes. De un lado, existe una imagen del mundo musulmán esencialmente despreciativa, colonial, orientalista, en el sentido peyorativo del término, que pretende que los pueblos de la región viven en estados bajo regímenes despóticos debido a que por su cultura -y es a menudo su religión la que es puesta en cuestión- estarían acostumbrados al despotismo. Es así como Chirac pudo declarar que «la democracia no es algo para todas las culturas», que «no hay que proyectar nuestros ideales democráticos sobre pueblos de una cultura diferente». Todo esto acaba de ser barrido. Los pueblos árabes han mostrado que no aspiran menos a la democracia que los de Europa del Este o de cualquier otra parte del mundo. Por otra parte, todos los pueblos del mundo aspiran a la libertad y a la democracia, que son valores universales no más occidentales que otra cosas. Se trata de conquistas populares obtenidas después de siglos de lucha y a veces de forma muy cara. El otro argumento utilizado es que si se organizaran elecciones democráticas, se obtendrían fuerzas retrógradas del tipo integristas musulmanes. Esto permite apoyar regímenes despóticos, como si se tomara pretexto de una mayoría Le Pen en Francia para establecer una dictadura militar. Los pueblos no tendrían el derecho a equivocarse. Incluso esto acaba de ser completamente desmentido. Lo digo con la prudencia que impone el hecho de que se está en los primeros comienzos de un proceso revolucionario, de desbarajuste y de grandes cambios en la región: en cuanto las masas populares se ponen en movimiento, en cuanto hay esas fuertes movilizaciones populares, en cuanto se da la irrupción del pueblo en la escena de la historia, la influencia de las fuerzas integristas religiosas es reducida. Es precisamente porque había regímenes despóticos anteriormente que la religión era la única forma de manifestarse sobre el terreno de la contestación ideológica al régimen. A partir del momento en que las masas, los jóvenes, entran en acción, otras fuerzas políticas emergen así como la expresión de una muy fuerte aspiración a la democracia, a las libertades. Se ve también la irrupción en la escena del movimiento obrero en tanto que actor y factor político. Es precisamente en los dos países en los que ha habido una victoria, Túnez y Egipto, donde es más evidente, y no es una coincidencia.

-¿Cuáles son las consecuencias posibles de las revoluciones árabes en Occidente, donde la hostilidad al mundo musulmán sigue siendo fuerte?

Lo que ocurre en el mundo árabe va en un sentido muy positivo. Cambia en profundidad, completamente, la imagen de la ideología dominante en Occidente, que los medios habían propagado con la islamofobia. Muestra a las poblaciones árabes con un aspecto eminentemente simpático para las opiniones occidentales, hasta el punto de que manifestaciones en Londres, en Wisconsin en los Estados Unidos, en España, en Grecia se refieren a Egipto, a la plaza Tahrir. Es una novedad absoluta. Rompe la hostilidad cultural propagada por la extrema derecha y alimentada por la crisis económica. Era lo mismo en los años 1930. Desde el siglo XIX, se conoce este tipo de recurrencia. Diría que, sobre el acontecimiento atroz que se ha visto en Noruega, más que el síntoma de la agravación de todo eso, veo, por la enorme reacción que ha suscitado, un factor más que va en el sentido contrario, en el sentido de mostrar a qué lleva la islamofobia, a ese neonazismo representado de la forma más abominable por Bresvick. Esta conjunción de factores va en el sentido de una retractación, de una disminución de este ascenso. Evidentemente, lo que es determinante, es la crisis económica, pero se ven también las movilizaciones en España que se inspiran muy directamente en lo que ha ocurrido en el mundo árabe. Con las manifestaciones en Londres de fines de junio contra las medidas de austeridad, convocadas por los sindicatos, las huelgas en Inglaterra, hay un ascenso de las luchas completamente real. Se afirma una resistencia social que indica claramente que la potencialidades existen y da razones fuertes para tener esperanza. Creo que estamos en el comienzo, no solo en la región árabe, sino a escala mundial, de un período de recuperación de las luchas sociales contra la ofensiva neoliberal.

Traducción de Faustino Eguberri

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