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Entrevista al escritor comunista tunecino Gilbert Naccache. III parte

«¿Hacia la democracia?»

Fuentes: Nawat

Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales

¿Puede acabar una revolución? Unas semanas después del 14 de enero de 2011 los jóvenes ilustraron en dos ocasiones con sus sentadas su voluntad de no detener sus movilizaciones hasta que no se tuvieran en cuenta varias de sus reivindicaciones. Más de un año después del 23 de octubre, primeras elecciones libres, los movimientos sociales (manifestaciones, huelgas, sentadas) siguen floreciendo por todo Túnez. La sexta parte de esta entrevista trata de la dinámica de estos movimientos sociales, de lo que empuja a los jóvenes y a una gran parte de la sociedad civil tunecina a mantener sus movilizaciones y, por último, trata del futuro de la revolución tunecina. Como en las partes anteriores, Gilbert Naccache nos confía su percepción de los componentes del movimiento social, critica los debates sociales e ideológicos en curso y examina las posturas de los antiguos disidentes. Lo que constata es que dos años después del levantamiento popular quienes se expusieron a las balas durante los primeros meses de la revolución y todos los tunecinos que salieron a las calles a manifestarse gritando «trabajo, libertad, dignidad» se siguen enfrentando a los dirigentes políticos que les piden que cesen sus manifestaciones y que se «callen».

Nawaat: ¿Puede continuar la revolución en las condiciones actuales?

Gilbert Naccache: La revolución continúa. Muchas personas dicen: «callad para que podamos hablar», «no pidáis nada, dejadnos trabajad y algo se os dará más adelante», «no paralicéis la vida del país» … ¡Se oyen muchas órdenes, solo órdenes! Pocos escuchan realmente a las personas que han hecho la revolución y por eso esta no se detendrá!

El día que debíamos presentar el Manifiesto del 20 de marzo que se acababa de crear nos reunimos en el espacio El Teatro en el centro de la ciudad de Túnez. Llegaron unos cuarenta jóvenes de la Kasbah 2 [1] que invadieron la sala. Había una enorme cantidad de gente, tres cuartas partes del público no pudo entrar y quienes llegaba al interior se encontraban ante los jóvenes que habían tomado la tribuna al asalto, habían instalado micros y se habían puesto a hablar.

Nosotros entramos por detrás, no nos impidieron entrar: nos sentamos y ellos estaban delante hablando… ¡Mi primer reflejo fue que nos habían quitado los micros y que teníamos que recuperar la palabra! Pero me di cuenta de que en realidad estas personas habían encontrado una ocasión de decirle al mundo que existían. No tenían nada que decir, cantaban el himno nacional, pero estaban ahí, ¡tenían que demostrar su existencia!

En aquel momento estuve tentado de aplaudir: era extraordinario ver que lo que teníamos que decir era irrisorio en comparación con la manifestación que se estaba desarrollando ante nosotros. Solo podía ser interesante vinculado a esta manifestación, en relación a lo que ocurría ante nuestros ojos. Decir a unos jóvenes que se tenían que callar para que nosotros pudiéramos hablar hubiera sido una contradicción total. ¡La revolución es eso, es la toma de palabra!

Las personas que hicieron la revolución tomaron el camino de las manifestaciones y hay que tener en cuenta que cada día morían cinco, diez, quince personas y las manifestaciones continuaban. En Meknassy, donde íbamos a hacer una reunión pública, un joven acudió a decirle a Jaouhar Ben M’barek [2] :

– «Mire, si ha venido para enseñarnos democracia y libertad, no vale la pena: ¡nos hemos enfrentado a las balas por eso, lo conocemos!»

– ¡Ah, bien!, ¿y tuvieron democracia y libertad?

– «Todavía no, todavía no, pero si es necesario nos volveremos a enfrentar a las balas».

– Pero, ¿qué les aporta la democracia y la libertad?

– «A nosotros personalmente, absolutamente nada. La gente estaba en un agujero, no vivía, quiso salir del agujero y decirle a todos que no quería continuar en ese agujero, que prefería morir a continuar en el agujero».

– Sí, de acuerdo, nos lo habéis dicho, ¿y entonces?

– «¿Entonces? ¡Entonces se os ha librado al mismo tiempo de los Trabelsi y de toda las bandas de personas que os estaban jodiendo! Entonces no, no nos aporta nada directamente, pero ahora que se han ido, quizá los ricos que hay entre vosotros podrán invertir y darnos un empleo».

– ¿Así que os habéis enfrentado a la muerte para que los ricos sean más ricos?

– Nos da igual que se vuelvan más ricos, nos tiene sin cuidado, lo que pedimos es no volvernos más pobres. Lo que queremos es que nos den trabajo. Si nos dan trabajo, habrá servido».

¡Esta revolución no podrá detenerse mientras no haya trabajo! De ahora en adelante va a haber todo un periodo en el que se sucedan la esperanza y la desesperanza. Pero solo estamos en el principio: ¡la Revolución Francesa duró casi hasta la segunda Guerra Mundial, así que, lo lograremos! 

Nawaat: ¿Cuáles son los objetivos prioritarios para garantizar el éxito de la revolución? Me parece que hace veinte años su enfoque era operativo: garantizar una justicia eficaz e independiente, etc etc …

Gilbert Naccache: ¡Eso era hace veinte años y desde entonces han cambiado muchas cosas! Hace veinte años, por ejemplo, yo creía que los partidos políticos desempeñaban un papel, que sabrían transformarse y esperaba que la revolución encontraría en esta evolución de los partidos políticos los medios de acelerarse .

Nawaat: ¿Ya no confía verdaderamente en los partidos políticos?

Gilbert Naccache: ¿Por qué un partido político? Efectivamente, ya no creo en la capacidad de los partidos políticos para dirigir al pueblo y el cambio político, pero creo que son perfectamente capaces de cambiar según las presiones a las que están sometidos. Sin tener confianza en la voluntad política de un partido, puedo explotar su marcha hacia el poder para transformar mis causas en un hecho adquirido que apoya toda la sociedad. En ese caso, la revolución ha ganado y el partido en cuestión se convierte en un rehén de la revolución. ¡Pero no pierdo la esperanza de que un día haya unos partidos políticos que salga de la esfera de influencias sociales vinculadas a cuestiones muy concretas como, por ejemplo, llevar agua a los cultivadores de Sidi Bouzid! Es decir, sustituir personas que tienen verdades por personas que tienen demandas. Transformar completamente el mundo político. 

Nawaat: En su opinión, ¿quiénes son, fuera de los partidos políticos, los diversos agentes de la evolución (o el estancamiento) de la sociedad?

Gilbert Naccache: Los movimientos que no son partidos políticos, en el fondo se trata de asociaciones de la sociedad civil. La sociedad civil (es decir, el conjunto de las estructuras organizadas que componen la sociedad) desempeña tradicionalmente un papel fundamental en la perpetuación del orden social. El Estado aplica las leyes y, por consiguiente, es un instrumento de coerción.

La sociedad civil contiene la ideología que permite existir al Estado. El Estado quiere que se apliquen las leyes, pero solo puede lograrlo si la gente repite que es bueno aplicar las leyes, que tenemos que respetar un contrato social, que tenemos un conjunto de valores comunes, en suma, todo un corpus ideológico compartido por el conjunto de la sociedad civil. Un Estado que no tiene sociedad civil sobre la que apoyarse se basa únicamente en un ejército y un Partido único. 

Nawaat: Por consiguiente, al margen de los partidos políticos, ¿usted tampoco confía mucho en la sociedad?

Gilbert Naccache: Hace veinticinco años yo tampoco había captado toda la medida del significado de la sustitución de la lucha política fundamental por una lucha política de superficie, es decir, del paso de la demanda de revolución a la demanda de democracia formal, de la transformación de los contestatarios de un país de revolucionarios en disidentes. Ahora bien, es algo muy importante: disidentes quiere decir que solo ponen en tela de juicio las formas. En realidad quiere decir que no ponen nada en absoluto en tela de juicio. Los disidentes de hoy son los dictadores de mañana: una vez en el poder se ven atrapados por los mismos mecanismos objetivos. 

Nawaat: Ya en 2010, con ocasión del movimiento Sayeb Salah [3], una parte de los disidentes de entonces, militantes de la libertad de expresión en internet, replicaron con insultos a los seguidores de Facebook que les contradecían…

Gilbert Naccache: Es un poco la problemática que surgió con ocasión de la difusión de la película de Nadia El Fani «Ni Allah, ni maître» [Ni Ala, ni amo] [4]: El aspecto blasfemo no era lo más importante, sino que lo esencial era que la película se percibió como un esquema impuesto de libertad. Quienes siguieron el movimiento de contestación contra la película se dijeron que en realidad se oponían a las mismas personas: unas personas que vivían tranquilamente antes de la revolución y que finalmente desean los mismos derechos para ellas mismas, al tiempo que pasaban por revolucionarios a costa de la religión. Así fue como arraigó el movimiento: más allá del aspecto antirreligioso, es el aspecto profundamente «burgués y agresivo» de las reivindicaciones o, más bien, de la manera de ser de la gente en esta película. Una cosas es que exista esta manera de ser, pero venir a presentarla como un modelo que hay que oponer al de las personas religiosas es, efectivamente, una provocación. Y podemos preguntarnos si la disidencia así entendida no es simplemente una demanda de cambio de personal: quitar a todas aquellas personas que gozan de todas las libertades y que abiertamente privan a las demás de ellas, y sustituirlas por otras que gozan de todas las libertades y que consigue por otros medios que los demás no se beneficien. 

Nawaat: Pero, entonces, ¿hay unas libertades que hay que defender más que otras?

Gilbert Naccache: Creo que hay que defender todas las libertades, que hay que ser muy firme. Pero también creo que hay que estar muy atento para que esta defensa de las libertades no dé pie a que se agrave la ruptura entre la revolución y la contrarrevolución. La disidencia que solo considera unos problemas de forma política en realidad va a llevar al mismo régimen que está criticando. A partir de 1992 [5] quienes dirigieron las luchas contra le gobierno tunecino fueron las organizaciones de la sociedad civil y los partidos fueron detrás.

Ahora bien, el análisis de los disidente de la época es incompleto: «Ben Ali es un dictador que utiliza métodos represivos», constatan, «por consiguiente, a partir del momento en que sea sustituido por alguien que no sea un dictador en sí mismo -por ejemplo hoy un Béji Caïd Essebsi [6] -, y en que se cure a la policía de sus males, de su inclinación un tanto espectacular a torturar, la cosa funcionará». Pero, ¿qué quiere decir esto? Esto deja sobreentender que los males contra los que se lucha no son unas manifestaciones de una realidad, de una necesidad vinculada a la sociedad y al Estado, sino que son contingentes. ¡Hay entonces una sociedad con un Estado y simplemente unas personas malas que están a la cabeza de este último! Así pues, basta con sustituir a los malos por buenos y la solución sería así de simple. Pero ¿realmente deciden algo las personas que están a la cabeza del Estado? ¿Realmente los hombres hace su historia, libremente, o son instrumentos de su historia? 

Nawaat: Es usted ligeramente fatalista… ¿cree en el determinismo histórico?

Gilbert Naccache: Cuando uno interviene políticamente, ¿cambia el curso de la historia o su ritmo ? En mi opinión, solo se puede intervenir sobre el ritmo, quizá hacer que la Historia tome algún desvío pequeño, pero esta volverá sobre su curso como un río en su lecho. No soy fatalista: creo en la ciencia y creo que los acontecimientos históricos y las sociedades obedecen a leyes científicas. No se trata exactamente de leyes a semejanza de la de la caída de los cuerpos, pero se aproxima a ello: una sociedad debe pasar necesariamente de un estadio a otro y ello en función de unas contradicciones que existen en su seno entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las formas políticas y sociales que tiene esta sociedad.
Por supuesto, como los cambios sociales se hacen por medio de los seres humanos, estos deben ser conscientes de estas contradicciones y encontrar los medios de superarlas. Es posible que no los encuentren durante mucho tiempo, pero necesariamente vendrán unas generaciones que los encontrarán. 

Nawaat: Entonces, ¿el papel de los revolucionarios es ayudar a que se tome conciencia?

Gilbert Naccache: Las personas como yo tenemos un papel de puente, es decir, hacer que la gente sea capaz de tomar sus decisiones con pleno conocimiento y, por consiguiente, ayudar a la gente a ser libre, no a decidir. Me encantaría que un día se dijera que he actuado sobre la capacidad de elegir de la gente, pero que no he influido en la elección. Conciencia implica que hay unas verdades que se podrían conocer y que la gente no las conoce todavía. Las verdades que conozco son muy relativas y si se las comunico a otras personas deben pasar por la criba de su propia experiencia. 

Nawaat: Entonces, ¿cuál es para usted la prioridad inmediata?

Gilbert Naccache: ¡La prioridad fundamental es estar al lado de la revolución! Defender las libertades frente a quienes las ponen en tela de juicio… 

N.B: Esta entrevista consta de ocho capítulos y corresponde a la transcripción de una única entrevista a Gilbert Naccache que se realizó en septiembre de 2012. Acudimos a él para recoger su visión de la Revolución de 2011 y de la actualidad tunecina a la luz de los análisis desplegados en su obra Vers la démocratie? De l’idéologie du développement à l’idéologie des droits de l’Homme .

Notas:

[1] La sentada de la Kasbah II, del nombre de la plaza del Gobierno donde está la sede del Primer Ministro, comenzó el 27 de febrero de 2011 y acabó el 4 de marzo por decisión de los manifestantes. La víspera las autoridades habían satisfecho plenamente sus reivindicaciones, sobre todo, la dimisión del gobierno de transición dirigido por Mohamed Ghannouchi, ex Primer Ministro en tiempos de Ben Ali, y la referente al principio de la elección de una Asamblea Constituyente.

[2] Abogado, miembro fundador y portavoz de la red ciudadana «Doustourna» («Nuestra constitución») que destacó en otoño de 2011 proponiendo un anteproyecto de constitución y presentando candidatos a la Asamblea Constituyente.

[3] La campaña «Sayeb Salah» (literalmente «Déjame«) fue una movilización inédita contra la censura impuesta por el régimen de Ben Ali. Se lanzó en la primavera de 2010 a iniciativa de varios jóvenes blogueros tunecinos y se difundió esencialmente por internet y durante un día de mayo por las calles de Túnez capital (intento de «Flash Mob»).

[4] Polémico documental realizado en Túnez entre el verano de 2010 y la primavera de 2011 por la directora tunecina Nadia El Fani y cuyo punto de partida era mostrar el reverso del mes de Ramadán siguiendo a jóvenes que rompían el ayuno a escondidas. Rápidamente la película y su inspiración anarquista y atea suscitaron unos debates muy vivos que llevaron a la directora a rebautizarlo «Laicismo Inch’Allah». Recordemos que el Islam dispone de un estatuto privilegiado en Túnez donde la antigua constitución de 1959 precisaba en su artículo primero que «Túnez es un Estado libre, independiente y soberano: su religión es el Islam, su lengua el árabe y su régimen la república».

[5] Inicio del «cierre autoritario» operado por el régimen de Ben Ali tras un periodo de relativa apertura iniciado a partir de 1987. Este giro acabará en 1993 y 1994 tras una importante campaña de represión contra la oposición y, sobre todo, el movimiento islamista.

[6] Primer Ministro del tercer gobierno de transición de marzo de 2011 a octubre de 2011. Figura de la tendencia política destouriana que reivindica la herencia de Habib Bourguiba y fundador del partido político Nidaa Tounès (literalmente, «La llamada de Túnez»), actualmente en la oposición.

Fuente: http://nawaat.org/portail/2013/03/05/vers-la-democratie-entretien-avec-gilbert-n-chapitre-6-quel-avenir-pour-la-revolution/ 

I parte: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=163332

II parte: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=164273