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Entrevista al escritor comunista tunecino Gilbert Naccache. I parte.

«¿Hacia la democracia?»

Fuentes: nawaat.org

Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos y Caty R.

Esta entrevista consta de ocho capítulos y corresponde a la transcripción de una única entrevista a Gilbert Naccache que se realizó en septiembre de 2012. Acudimos a él para recoger su visión de la Revolución de 2011 y de la actualidad tunecina a la luz de los análisis desplegados en su obra Vers la démocratie? De l’idéologie du développement à l’idéologie des droits de l’Homme. Buena lectura.

Gilbert Naccache es un joven revolucionario tunecino de 73 años del que probablemente no oyeron hablar durante la Revolución de 2011. Su nombre no se citó entre los de los blogueros y las webs activistas que rápidamente se encontraron bajo los focos. Pero Gilbert Naccache ya había participado en todas las luchas. Militante comunista incluso antes de la independencia, miembro dirigente (a mediados de los 60) del movimiento de izquierda radical tunecina «Perspectives», encarcelado en varias ocasiones en la época de Bourguiba, siempre fue uno de los promotores de esta Revolución que finalmente surgió llevándose los restos del Estado unipartidista que Gilbert Naccache denunció siempre.

Al Estado unipartidista, la estructura política a la que debe sus años de prisión, Gilbert Naccache ha intentado comprenderlo sumergiéndose tanto en las fuentes de su experiencia militante como en el pensamiento político marxista. En su obra Vers la démocratie? De l’idéologie du développement à l’idéologie des droits de l’Homme, es donde encontramos ese análisis. Publicado después de la Revolución tunecina de enero de 2011, el libro restituye un trabajo de análisis y reflexión iniciado en la corriente de los años 80 y acabado en 1994. En esa época se derrumbaron por todo el mundo, al menos en apariencia, los regímenes unipartidistas: en la Europa del Este con el final de la URSS, en el oeste de África todos los regímenes se orientaron oficialmente hacia el pluripartidismo y en el Magreb, donde surgen las revueltas de 1984 en Túnez y después en Argelia en 1988, y desembocan unas en un golpe de Estado y otras en la guerra civil. Más de 20 años después del giro de finales de los años 80, la simultaneidad de las revueltas políticas de aquella época, en Europa del Este y en el Magreb, todavía no se ha analizado.

Sin embargo ese trabajo nos ayudaría a comprender, desde la antigua URSS al Magreb, las dinámicas del hundimiento de los Estados unipartidistas como característica a menudo «formal» de los cambios aportados por la caída de esos regímenes. La oleada de comparaciones, a veces precipitadas y a veces justificadas, entre las revoluciones árabes de 2011 y la democratización de la Europa del Este en 1989, ha permitido reabrir esta reflexión, pero una reflexión que a veces pasa por encima del punto esencial: También los países del Magreb vivieron movimientos de protesta muy fuertes a finales de los años 80. Sin embargo esos movimientos no desembocaron en cambios revolucionarios y Gilbert Naccache concluía su reflexión en 1994, en el momento en que Argelia se hundía en el decenio negro y el poder de Ben Alí apretaba la tenaza en Túnez.

En 2012 podemos retomar el hilo de la reflexión de Gilbert Naccache. Podemos recuperar dos de las notas que dedicó al final de su obra a las situaciones de Argelia y Túnez, dos ejemplos que según el autor «ilustran mis opiniones». Naccache aborda una de las grandes cuestiones afrontadas desde el principio de la Revolución tunecina: «¿Cómo gestionar la sociedad y el Estado después del final del unipartidismo?» Un reto que se basa en primer lugar en una refundación total del campo político: «Intenté descifrar los signos que, después de 50 años en el poder, mostraban la integración del RDC en el Estado y constataban la imposibilidad de Túnez de cambiar de orientación, incluso únicamente en el plano de la democracia, sin excluir por completo a ese partido del poder e incluso de la sociedad». Un trabajo de larga duración que implica pensar a largo plazo, fuera de los campos y las representaciones que nos resultan familiares.

Así, el autor recuerda que en la guerra civil de Argelia: «el conflicto se presentó como el enfrentamiento de dos proyectos de civilización opuestos. Además la tendencia general no era la de analizar las cosas serenamente sino tomar partido, apoyar al bando más afín». Esa trampa de la división solo es uno de los riesgos menores a los que en este momento pueden tener que enfrentarse los países revolucionarios, como lo demuestra regularmente la actualidad en Egipto o en Túnez.

«Rearmar», según sus palabras, ideológica e intelectualmente a los revolucionarios para que puedan enfrentarse a los desafíos y las trampas que amenazan a la Revolución, es concretamente la contribución que desearía aportar Gilbert Naccache con su obra. Volviendo al carácter «superficial» de los análisis que siguieron a la «caída del comunismo» (y también a la caída de los regímenes de Ben Alí y Mubarak en 2011) «cuyos desarrollos eran simplemente políticos, e incluso éticos, y trataban exclusivamente de las manifestaciones de la oposición entre la dictadura y la protesta». «He intentado», señala, «ver si otros tuvieron en cuenta los problemas que abordo aquí […] pero los autores que encontré no han intentado profundizar en la naturaleza real de esas dictaduras ni en las causas del mantenimiento de esos regímenes durante mucho tiempo, y todavía menos en la influencia que han tenido fuera de sus fronteras. Y tampoco aportaron ninguna explicación de su caída repentina y relativamente indolora».

Inspirado por los Cuadernos de la cárcel del pensador italiano Antonio Gramsci, Gilbert Naccache se pregunta por las relaciones Estado-sociedad civil y explica la permanencia del unipartidismo por la debilidad de la sociedad civil. Sin embargo avisa a sus lectores de que la sociedad civil, vector de disidencia en un Estado unipartidista, también funciona, a largo plazo, como garante del orden social instituido, como podemos comprobar en las democracias occidentales. Por lo tanto la voluntad de cambio social también debe inscribirse en una profunda reflexión respecto a las clases sociales y apoyarse en reivindicaciones concretas nacidas de la base que permitirán liberar a las fuerzas productivas con el fin de posibilitar un auténtico desarrollo.

Partiendo de su experiencia en la protesta política y de sus convicciones políticas marxistas heterodoxas, Gilbert Naccache traza en sus reflexiones un camino que podría inspirar a los jóvenes de Túnez y más allá, puesto que en el fondo nos habla de democracia real. Por esta razón le entrevistamos.

Primera parte. Los orígenes del golpe de Estado del 7 de noviembre de 1987

-Usted publicó por primera vez su obra, Vers la démocratie? De l’idéologie du developpement a l’idéologie des droits de l’Homme, en 1991. La URSS y el bloque del Este acababan de hundirse, los regímenes monopartidistas del oeste de África empezaban a organizar elecciones pluralistas. Al mismo tiempo Túnez (y Argelia) salían de un período de grandes revueltas sociales: 1988 en Argelia; 1978 y después 1984 en Túnez…

-Yo diría que incluso antes que los países del Este Túnez fue el primer país que vivió la crisis del sistema unipartidista: fue el 7 de noviembre de 1987. Por supuesto la resolución de aquella crisis pasó finalmente por un golpe del Estado, pero el fondo del problema era que el sistema político del Estado unipartidista había llegado al límite de sus posibilidades de supervivencia sin cuestionar el capital del país. Hasta entonces, mal que bien, se llegó un pequeño aumento de las riquezas, del comercio, pero el peso del exterior cada vez era más fuerte: el Plan de Ajuste Estructural (PAS) de 1986 fue la manifestación más evidente…

El PAS era una forma de obligar a todos los Estados a continuar dando a la «comunidad internacional» -entendiendo como tal a las fuerzas económicas que dominaban el mundo- una parte de los recursos. Y para dar esa parte de los recursos a lo que podríamos denominar «el imperialismo» o mejor todavía -imperialismo es un término muy general- al mercado mundial, había que recortar el mercado nacional, es decir, dar menos en casa y más al exterior ¡Insoportable! En esas condiciones el sistema no tenía justificación histórica, tenía que cambiar y cambió.

-¿Entonces mantiene un análisis global de ese período como una crisis generalizad de las dictaduras que se basaban en el modelo del Estado unipartidista?

-De 1987 a 1992, en todos los países concernidos realmente ya no se podía producir más riqueza, innovación tecnológica, aumento de los recursos. Así pues, por todas partes el sistema sufrió una grave crisis que provocó protestas por doquier. No solo se protestaba porque había avanzado la idea de la democracia, sino simplemente porque ya no respondía a las necesidades sociales.

-¿Y cuáles son los cambios que conoció el sistema?

-El sistema cambió formalmente por todas partes. Es decir, que se introdujeron adaptaciones, reformas aparentes y una especie de «pseudopluripartidismo» aquí y allá. ¡Pero esencialmente no cambió nada! Como no se aportó ninguna solución real, que era necesaria para poder participar en el baile mundial, se vieron obligados a girar hacia un régimen cada vez más basado en la seguridad, y todavía más, pasar de un régimen semimafioso a uno de mafia total. La centralización de la mafia, que comenzó bajo Ben Alí, es una señal muy importante de esa transformación. Antes de Ben Alí, la mafia tunecina no estaba centralizada, aunque ya existía el hampa, generalmente en manos de la policía.

El bandido a pequeña escala que pretendía hacer juego personal estaba reprimido, el pequeño cabecilla que gozaba de la protección policial y se mantenía en los límites marcados no arriesgaba nada… hasta la llegada de Ben Alí. Con éste se centralizó todo ¡Incluso el hampa! Uno de los agentes motores de esta centralización fue su hermano, el cual empezó su carrera como cabecilla de barrio (tenía una pequeña banda en Hammam Lif) y un buen día «se embarcó»: Una vez que su hermano se convirtió en director de la seguridad nacional, empezó a extorsionar a los dueños de las cafeterías de la Goulette; les decía, «Mirad, corréis el riesgo de que os ataquen los bandidos, podéis tener problemas; si me pagáis una cuota semanal os protegeré». Naturalmente los dueños de las cafeterías se rieron, pero al día siguiente la policía cerró todos los establecimientos. Tres días después pagaron todos.

Ese fue el principio de la utilización casi oficial del aparato de Estado al servicio de la mafia, y desde entonces todo se centralizó muy deprisa en manos del padrino Ben Alí. Pienso que la organización también triunfó gracias a la complicidad de la oposición, la cual siempre se niega a hablar de estos asuntos: «No estamos hablando de robos, violaciones o asesinatos, esas no son cuestiones políticas». El resultado es que nadie hablaba y nunca mezclaron a Ben Alí en esos asuntos. Incluso es inaudito que hasta el 14 de enero de 2001 nadie en Túnez había atacado públicamente a Ben Alí como ladrón, criminal, traficante de drogas o mafioso, ¡nadie!

Sin embargo, el 28 de diciembre de 2010, delante del Palacio de Justicia, en el corazón de la capital tunecina, los abogados salieron y se manifestaron por primera vez con las palabras «Ben Alí ladrón, Ben Alí asesino…»

¡Entonces esa fue la primera vez! ¡Y fíjese en que no fue una iniciativa de los partidos políticos! En todo caso, hasta que empezó la Revolución nadie habló de ello. Esperaron a que cayera el régimen.

-¿El régimen cayó más rápido de lo que se podía imaginar?

-No sé que pensaría usted en ese momento, pero prácticamente el 20 o el 22 de diciembre de 2010, yo estaba seguro de que la suerte de Ben Alí estaba echada. Para mí la única cuestión que se planteaba y continuó abierta, prácticamente hasta el 14 de enero, era la siguiente: ¿Acabará todo esto «a la portuguesa»? (Véase la Revolución de los Claveles en Portugal), ¿o desembocará en algo totalmente nuevo?

Recuerdo que en una emisora de radio francesa me plantearon las cuestiones siguientes: ¿Es una revolución? ¿El Estado lo superará? Entonces respondí que el único problema que se planteaba era saber si las futuras autoridades, las de después de Ben Alí, podrían frenar el movimiento popular. Puse el ejemplo de la respuesta de Einstein a los curiosos que le pedían que explicase la teoría de la relatividad: «Pongamos que hoy, a las 14 h., los rusos lanzan un misil nuclear a Estados Unidos. Y Estados Unidos no tiene ninguna posibilidad de detener ese misil, que explotará a las 18 h. Entre las 14 h. y las 18 h. en Nueva York las personas creen que siguen vivas, que hacen el amor, que van al cine, que estudian, pero nada de eso es verdad. Ya están muertas». Y eso es lo que yo repetía entonces: todo el mundo cree que Ben Alí todavía está en el poder, pero no es verdad, ¡ya no está en el poder! Y todo lo que pueda hacer quedará como acciones de ultratumba.

Segunda parte: ¿Cómo se debilitó el sistema del RCD?

Tras la caída del destituido presidente Zine El Abidine Ben Alí, se vio bastante rápido que el sistema político de la dictadura no iba a desaparecer de la noche a l a mañana. Dos años después del ya famoso 14 de enero, el RCD, el que fuera partido único tunecino oficialmente disuelto el miércoles 9 de marzo de 2011, sigue estando de forma indirecta en el centro de los debates políticos mientras que muchas reformas tardan en corporeizarse con relación a retos como el de la justicia transicional, la lu cha contra la corrupción, la economía y el desarrollo. La ventaja que ofrece Gilbert Naccache en su libro Vers la Démocratie? De l’idéologie du développement à l’idéologie des droits de l’Homme es la de haber reflexionado de forma global ya desde principios la década de 1990 sobre el final de los regímenes unipartidistas y sus consecuencias. En esta segunda parte de nuestra entrevista examinamos el desmoronamiento del partido único en los últimos años del régimen de Ben Alí.

-¿Qué le hacía estar tan seguro, tan convencido, de que se estaba produciendo el final del régimen?

-Lo que me convenció fue un acontecimiento que sucedió a principios de 2010. En aquel momento se lanzó en Túnez la campaña para la reelección de Ben Alí en 2014. Sin embargo, Ben Alí acababa de ser elegido presidente tras las elecciones del otoño de 2009. En aquel momento no lo comprendí directamente, ¡esta campaña no podía ser un mensaje que se tomase al pie de la letra! No tenía sentido que inmediatamente después de una elección, o más concretamente apenas tres meses después de la elección de alguien para un mandato de cinco años, se hiciera campaña para la reelección de ese mismo individuo.

Así que esta campaña solo podía querer decir una cosa: » ¡Ben Alí, no olvides que nosotros somos quienes te elegimos! Además, ya estamos en campaña y te volveremos a elegir con una condición: que no presentes a tu mujer, ni a tu yerno ni a nadie porque hemos acordado que tú tienes la presidencia y haces en ella lo que quieres y nosotros cuidamos a la sociedad y hacemos lo que podemos».

-En resumen, ¿era una campaña contra Leïla? [la mujer de Ben Alí]

-No era específicamente una campaña contra Leïla Trabelsi, sino más ampliamente contra de las derivas del poder. Los apoyos del régimen del RCD se sintieron amenazados por la desmesura del carácter mafioso, incluso espectacularmente mafioso, de los sustitutos que parecía preparar Ben Alí.

El mensaje que especificaba esta campaña era que a no ser que se llevaran a cabo unas negociaciones claras, el partido no apoyaría a ninguno de los potenciales sustitutos en liza en aquel momento y por lo tanto no aceptaría votar a Ben Alí.

A todas luces, la mayoría de la gente no comprendió entonces el alcance de esta campaña, que incluso se percibió como una campaña que sentaba las premisas de un Ben Alí de por vida. En realidad, se puede decir que todas las personas que firmaron este llamamiento lo firmaron… ¡contra Ben Alí y no a favor! Era un llamamiento contra Ben Alí en el sentido de que sonaba como una señal de desaprobación hacia los potenciales sucesores que Ben Alí parecía consagrar en aquel momento.

Sin embargo, en este discreto enfrentamiento entre el partido único y el dictador destituido hubo una especie de repetición. El 20 de marzo de 2007, tras los acontecimientos de enero en Soliman, Ben Alí pronunció un discurso al que nadie prestó atención (porque ya nadie escuchaba los discursos de Ben Alí). No obstante, fue un acontecimiento significativo ya que Ben Alí dijo entonces: «Necesitamos una oposición fuerte». Ahora bien, en el pasado de Túnez ya se había conocido un presidente que había dicho » necesitamos una oposición fuerte «, lo dijo Bourguiba, en 1981, que fue liquidado políticamente en 1987.

Así pues, en aquel momento empecé a prestar más atención. Tras años de carestía, el antiguo partido comunista Ettajdid obtenía lo que no había obtenido en mucho tiempo (aunque, por otra parte según la Constitución, que especifica que el Estado debe conceder subvenciones a los partidos políticos, tenía derecho a ello), es decir, una subvención pública antes de la organización de su congreso.

Por consiguiente, Ettajdid organizó su congreso en el verano de 2007. Desgraciadamente, el congreso se centró esencialmente en el futuro político del secretario general de aquel momento. El movimiento se contentó con un congreso absolutamente banal y los militantes no fueron capaces de mantener una discusión política: ¿resulta sorprendente? Dos días después de la clausura del congreso, la ciudad de Túnez estaba cubierta de carteles » Ben Alí 2009 «. El mensaje era claro: dirigido a Ben Alí, quería decir que «la apertura» al multipartidismo era más que suficiente, que la democracia no valía la pena, que el RCD era quien ponía al rey. Las únicas intervenciones del RCD tenían la función de especificar a Ben Alí algo bien simple: » Nosotros te elegimos, por lo tanto no puedes trabajar solo, no puedes decidir solo y menos contra nosotros «. ¡Es evidente que lo que quería decir una oposición fuerte era un partido único más débil!

-¿Y por qué deseaba Ben Alí una oposición «fuerte»?

-¿Cuál fue el debate entre Ben Alí, sus consejeros más cercanos y los consejeros estadounidenses? La cuestión era la siguiente: » en la situación de seguridad firme actual, no podemos saber de dónde viene el peligro «. Un grupo de treinta personas había logrado instalarse en un rincón de Túnez, hacer pasar unos camiones de armas a través del desierto y ello tanto más fácilmente en cuanto que había diferentes tráficos y que cualquiera podía hacer pasar mercancía pagando a la mafia lo que fuera necesario… Ben Alí convocó entonces a los dirigentes del RCD, que también era un temible servicio de inteligencia, para preguntarles por la situación: » ¿Unos hombres se han entrenado militarmente durante un mes, en presencia de vuestro millón quinientos mil miembros y ni uno de ellos se ha dado cuenta? ¿Para qué me sirve entonces el partido ?».

Se comprobó que la situación de seguridad firme no garantizaba nada. Así que fue a partir de ese momento cuando los consejeros estadounidenses defendieron la apertura democrática basándose en un argumento simple: si la gente puede hablar es más fácil saber de dónde viene el peligro, mientras que en una situación en la que la gente no habla, es imposible saber quién está disimulando su oposición al régimen. Así que la oposición debía hacer el trabajo que no podía garantizar el partido único ya que la simple existencia de aquélla permitía a la gente hablar, tomar postura y por lo tanto definirse cada persona. Es algo bastante evidente, pero que a la gente acostumbrada al partido único le resulta difícil admitir.

-Solo decir eso podía significar el final del partido único…

-¡Por supuesto, el partido único no lo aceptó! Y eso hizo que Ben Alí se detuviera y cesara la democratización. En 2007 llegó el mensaje del partido: «Ben Alí 2009». Este mensaje fue bien recibido y dio el resultado que esperaba el partido, es decir, que en Túnez no hubo una oposición fuerte. No hubo nuevas elecciones que habrían permitido expresarse a la oposición, no hubo periódicos subvencionados… no cambió nada.

En 2009 la situación empezó a volverse terrible [como buen padrino, Ben Alí siempre puso una serie de biombos para que la gente creyera que él no sabía, que estaba manipulado y, si fuera necesario, hacía saltar un fusible: al principio hizo saltar a Kamel Eltaief, después a Slim Chiboub y luego, en caso de necesidad, habría hecho saltar a los Trabelsi]: en la batalla que enfrentaba a un Ben Alí senil (incapaz de luchar) con su familia política, Ben Alí inventó la solución Sakher El Materi para preservar un equilibrio y poder zanjar la cuestión*.

Ahora bien, el RCD comprendió que ni Materi ni Leïla Trabelsi convenían al pueblo tunecino, que aquello iba a provocar un levantamiento. En junio de 2010 se puso a los medios dirigentes tunecinos al corriente de las intenciones de las autoridades estadounidenses: éstas abandonaron a Ben Alí. Se supo en octubre de 2010 gracias a las revelaciones de Wikileaks.

El partido espera que Ben Alí reaccione ante su familia política, los estadounidenses lo abandonan. Ben Alí se enfrenta entonces a un país en el que ya no tiene el apoyo del partido único ni un apoyo exterior que le dé una aparente legitimidad, la situación económica es catastrófica y el ejército nunca ha estado con él. Por consiguiente, ya solo la policía permanece con él.

Tercera parte: Guerra dentro del sistema. La policía, Facebook y el partido único

En esta tercera parte de la entrevista se analizan los pilares del sistema de Ben Alí. Según el exmilitante del Movimiento Perspective, si el RCD hubiera defendido el régimen se habría vencido provisionalmente a la Revolución, con Facebook o sin él.

Usted afirmaba que la víspera de la Revolución a Ben Alí solo le quedaba la policía para mantener su poder. Pero los propios policías habían estado muy enfadados durante los últimos años, estaban muy mal pagados…

-¡Sí, sobre todo en el caso de la base! Efectivamente, Ben Alí no estaba completamente seguro ni siquiera de la policía, que aunque sea corrupta sabe que quien la paga es el gobierno y no el presidente.

Su apoyo solo puede ser incondicional cuando el presidente tiene una posición muy fuerte. Pero la cúpula del aparato de seguridad y policial estaba completamente podrida e integrada en la mafia. Estas personas, cuya posición financiera seguía siendo estable pero eran perfectamente conscientes del hecho de que la posición de Ben Alí ya no era segura, renegociaban su apoyo.

Como Ben Alí se dio cuenta relativamente de la situación, desplazó su centro de gravedad, que antes estaba a medio camino entre el ministerio del Interior y el Partido, para situarlo solo en torno al ministerio del Interior. Y al hacerlo se privó de una fuente de información esencial. Y es que el Partido entra hasta en las casas. En Túnez había tres tipos de servicios de información: los de la policía, los del ejército y los del Partido. Por consiguiente, Ben Alí se vio privado de un apoyo político, de un apoyo policial y de un apoyo popular.

Solo tenía con él a los agentes económicos, los cuales estaban todos descontentos de la mafia de los Trabelsi que venía a sacar su parte. ¡Por lo tanto, era imposible que permaneciera en el poder! Así que, en mi opinión, puede que Ben Alí pudiera reprimir esta revuelta pero, de todos modos, no podía salir de la crisis que esta había causado.

-¿Cree que era posible una represión a imagen de la de enero de 1978**?

-Yo creía que la represión podía ser mucho más brutal y que quizá podía dar algunos resultados, pero me parecía que la represión provocaría aún más rápidamente la ruptura dentro del régimen. Quizá Ben Alí pudiera ganar contra Sidi Bouzid, contra Menzel Bouzaïane, pero en ese caso las personas del aparato de represión deberían tomar entonces la delantera para evitar que el Partido se basara en las revueltas para cambiar en detrimento de él. De todos modos, Ben Alí no sobrevivió a la crisis.

-¿Cuáles son las razones del éxito de la Revolución?

-La fuerza inaudita de la Revolución tunecina fue que no reclamaba otra cosa que dignidad y reconocimiento, es decir, el rechazo de la situación tal como era. Así, no se podía luchar en absoluto contra ella. Recuerde mayo del 68 en Francia: mientras los estudiantes se mantuvieron en una postura de simple protesta, obtuvieron un amplio apoyo y cristalizaron el descontento de gran parte de la población. En cuanto el movimiento se introdujo, aunque fuera subrepticiamente, en la vía de una hipotética toma de poder, perdió su carácter casi consensual. Eso permitió a de Gaulle pararlo. Mientras el movimiento revolucionario es un movimiento de rechazo no se puede hacer nada: ninguna represión puede acabar con un movimiento de rechazo.

También Facebook aceleró enormemente la victoria de la Revolución. Si no hubiera existido Facebook, la Revolución habría ganado de todos modos, pero habría habido todavía más muertos en Thala, en Kasserine y en Menzel Bouzaïane. ¿Por qué? Porque desde el momento en que el movimiento llegó a la costa se volvió invencible y esta propagación fue posible rápidamente gracias a Facebook. Con todo, no creo que la preparación de la Revolución en Facebook fuera más importante que los movimientos de la cuenca minera en 2008, que las huelgas de estudiantes de vez en cuando, que muchas otras cosas que finalmente contribuyeron al mismo tiempo al movimiento. Es cierto que la existencia de Facebook creó una diferencia y que en un momento dado pareció que la información era el aspecto principal del movimiento, aunque no lo era. No es la información lo que hizo que la gente muriera o no, o que avanzara o reculara ante los policías. Es que había una voluntad, una determinación que solo estaba dictada por algo interno de los manifestantes, de su medio; era un rechazo del modo de vida, de una manera de vivir aplastado: ¡no querían seguir con ese modo de vida!

Gracias a Facebook se dieron cuenta de que su enemigo era implacable y de que, por lo tanto, era fundamental llegar hasta el final, y también de que no estaban solos. Así que hoy tenemos Facebook, pero en mi época había chicos y chicas que acarreaban paquetes de octavillas de un lado a otro. Hoy, con Internet, disponemos de unos medios de comunicación mucho más rápidos y completos. Los seguidores de Facebook no hicieron la Revolución, pero fueron sus recaderos. Afortunadamente, los recaderos fueron más rápidos y eficaces que nunca y hay que rendirles homenaje, pero no hay que confundirse.

-¿No hicieron la Revolución pero fueron uno de los factores determinantes que marcaron la diferencia?

-No, para mí el factor esencial fue la ausencia del Partido: el RCD no defendió el régimen. El RCD solo habría defendido el régimen si la Revolución hubiera sido derrotada provisionalmente, con o sin Facebook.

-Kamel Morjane, exministro de Exteriores bajo Ben Alí, dijo incluso que el RCD había ayudado a la Revolución, lo que es irrisorio…

-Es probable que incluso algunas personas de la base del RCD participaran en las manifestaciones. Lo más importante para comprender el éxito de la Revolución fue la deserción del Partido, que hizo que el final de Ben Alí fuera inevitable, pero que también debilitó tanto al propio Partido que no pudo desempeñar el papel que hubiera podido ser el suyo; la solución normal, la más plausible para el Partido era la solución a la Ceausescu o un nuevo 7 de noviembre***, más serio, con unas concesiones más importantes, pero no pudo hacerlo.

-Decía usted que las personas del aparato de represión deberían haber tomado la delantera para evitar que el Partido se apoyara en las revueltas para realizar el cambio… ¿No es lo que pasó al final?

-¿Acaso el Partido estaba en posición de realizar él mismo el cambio a semejanza de lo que ocurrió en 1987? Sobre esta pregunta, yo desconocía todavía la magnitud de la ruptura entre el Partido y el ministerio del Interior. Pero retrospectivamente es evidente: a partir de la tarde del 14 de enero la policía (quizá el ejército desempeñó un papel en ello [1]), y no el Partido, dirigió los acontecimientos. Así, los sucesivos juramentos del primer ministro de Ben Alí, Mohamed Ghannouchi, y después del presidente de la Cámara de Diputados, Foued Mebazaa, fueron orquestados por la Guardia Presidencial. Los primeros días después del 14 de enero fueron los de un proceso esencialmente dirigido por la administración de seguridad o, más generalmente, por el aparato de seguridad, incluido el ejército. Los demás cuerpos del Estado dieron un giro acrobático en el último momento para aferrarse a la Guardia Presidencial, la cual hizo a continuación lo necesario para que evitar una depuración demasiado exhaustiva. Después, Béji Caïd Essebsi siguió por el mismo camino y así, cuando Farhat Rajhi creyó en la misión que parecía que se le otorgaba, fue rápidamente liquidado, etc.

-Por consiguiente, ¿la insurrección popular fue más rápida que el cambio de régimen?

-Sí, y se debió a que la Revolución tenía unas raíces mucho más profundas de lo que ellos se imaginaban. Hay que recordar que en 1987**** las condiciones estaban maduras para una revolución pero entonces no hubo nadie para expresarla y realizarla. Además, la situación vivida por la población, incluidas todas las clases, todavía no era tan desesperada. Y cuando el Partido dio su golpe de Estado haciendo unas declaraciones de intenciones que dieron esperanzas, todo el mundo se calmo por todo Túnez.

En 2011, el último discurso de Ben Alí, el del 13 de enero, fue lamentable. Se mostró incapaz de convencer a nadie. Y, afortunadamente, no hubo nadie que se presentara para echar a Ben Alí, para decirnos que había que acabar con el régimen. Lo que finalmente alteró todo con relación a las anticipaciones de los apoyos del régimen fue la magnitud y profundidad de la desesperación de la población y de todas las capas del pueblo tunecino. Ya no había esperanza, ya no quedaba la menor esperanza.

Sobre la base de un rechazo generalizado del régimen, las informaciones, las fotos que circularon sobre los excesos cometidos por las fuerzas de seguridad unieron completamente al pueblo. Durante tres o cuatro días tuvimos un pueblo totalmente unido. El terreno era favorable: había un rechazo completo del régimen y de sus métodos, y en aquel momento, ¡todos habían dado ejemplo de hasta dónde iban estos métodos! Desgraciadamente, ninguna clase, categoría, partido político u otro fue capaz de ofrecer perspectivas a esta Revolución. Nadie.

Cuarta parte: La clase política y la Revolución después del 14 de enero

-Dice que ninguna clase, categoría social, partido político u otro es capaz de ofrecer perspectivas a esta Revolución ¿Cuál es el papel de la clase política desde la Revolución?

-Por un lado nos encontramos en presencia de una revolución y por otro frente a una clase política que no sabía qué hacer para controlarla. ¿Cuál era la única solución para nuestros políticos y gobernantes en estas condiciones? ¡Saltar del tren y dejarle descarrillar! Así pues dejaron que la Revolución se estrellara contra un muro y tomaron el control político. Se lo repartieron como si no hubiera pasado nada y la Revolución continuó.

Como la Revolución seguía con la misma fuerza, se esforzaron por detenerla de diversos modos. En repetidas ocasiones continuaron tirando sobre la Revolución y al final intentaron deslegitimarla, es decir, conferir finalmente otra legitimidad al poder que no procede de la Revolución.

-¿Y las elecciones?

-¡Ah, sí, la Asamblea Constituyente! Pero fíjese en que de repente tuvieron mucho cuidado de eliminar totalmente cualquier posibilidad de participación de la Revolución en los resultados electorales.

-¿Habla de los candidatos independientes?

-Claro, por supuesto. Si se celebran elecciones sobre la base de un gobernorado de 300.000 habitantes, es necesario que las personas que hacen campaña sean capaces de cubrir esa gran superficie. En esos casos no se ve a los candidatos de los partidos que se presentan. En consecuencia podían resultar elegidos en Bizerte los «destouriens» a quienes se había castigado en Gabès.

En cambio, en el marco de un escrutinio uninominal, con un solo candidato para 60.000 personas, los electores habrían estudiado más atentamente los perfiles de los candidatos. ¡Entonces habría una Asamblea Nacional completamente diferentes! Todas las dudas de las últimas elecciones sobre la participación de los antiguos «destouriens» se habrían regulado por sí mismas, ya que no habrían podido ganar en ninguna circunscripción porque en todas los habrían reconocido. Por lo tanto los «destouriens» habrían sido eliminados de forma natural por el voto de los ciudadanos.

Con el sistema de listas que hemos conocido, era necesaria la prohibición, de otra forma la Asamblea habría sido mayoritariamente de los «destouriens», ¡porque son quienes tienen más medios! La constatación es que la ruptura entre la sociedad política y la población que quería cambios auténticos era total. Y esa ruptura se agrava a lo largo de los distintos gobiernos.

-¿Y esa ruptura entre la sociedad política tunecina y el pueblo sigue agravándose?

-¡Sí! Por eso, según mi opinión, es inútil seguir tirando de Ennahda. Ese movimiento actualmente en el poder se basta para suicidarse Todas las actuaciones que emprenden los responsables del actual gobierno los alejan todavía más del pueblo. Un ejemplo: el problema de los heridos de la Revolución. Esos heridos tendrían que haber sido asumidos por el Estado y hubo en la «troika» (actual coalición en el poder) un proyecto de ley por iniciativa del ministro Ettakatol, de Asuntos Sociales. El citado proyecto por supuesto se ha rechazado: reconocer el derecho de los heridos a que los atienda el Estado es reconocer la legitimidad de la Revolución.

Pero nuestros elegidos pasan su tiempo repitiendo que son los únicos legítimos porque los han elegido, porque son el resultado de las primeras elecciones libres de la historia de Túnez. Por desgracia el país vive bajo la maldición de Catón, el cual exclamó «Cartago Delenda est» (Hay que destruir Cartago). Desde entonces, todos los pueblos que invadieron Túnez después de los romanos han considerado que no quedaba nada de las épocas anteriores y que solo ellos llevaban la ilustración al país. Este síndrome se perpetuó después de la independencia: en primer lugar con Bourguiba, quien dijo: «Había un puñado de personas y construí una nación». Después Ben Alí, por su parte, repetía constantemente que la situación antes de él se había vuelto catastrófica. Ahora Ennahda considera que ha traído la legitimidad del primer gobierno nacido de unas elecciones libres, etc. Pero no ha aportado nada: es el pueblo el que ha aportado todo eso, un pueblo al que cuidadosamente quieren desviar del camino revolucionario. Sin embargo, lo que veo interesante es precisamente que nos encontramos en una situación en la que nadie ha sabido representar a la Revolución. Esta Revolución no es de una clase o una categoría, ¡solo puede ser la de una ideología!

Notas:

* Kamel Ltaief es un empresario del régimen de Ben Alí, muy próximo a su familia, al que se ha acusado siempre, incluso después de la Revolución, de ser el «verdadero gobierno en la sombra». Actualmente tiene prohibido viajar, aunque sigue en libertad. Slim Chiboub, yerno de Ben Alí, otro empresario del régimen, expresidente del más famoso club de fútbol de la capital, actualmente huido. Por último, Sakher el-Materi, yerno también de Ben Alí, condenado en ausencia tras la Revolución por distintos delitos, actualmente huido en los Emiratos. (N. de la T.).

** En enero de 1978, una huelga general convocada por el sindicato UGTT llevó a una feroz represión con cientos de muertos en las calles de Túnez. (N. de la T.).

*** El 7 de noviembre es el día en el que Ben Alí dio el golpe de Estado contra Bourguiba y desde entonces y hasta la Revolución de 2011 era día festivo. Esta fecha daba nombre a todas las calles y plazas más importantes del país. (N. de la T.).

[1] El hecho de que el ejército no tratara de tomar el poder decidió la solución adoptada: seguir con el primer ministro…

**** 1987 es el año del golpe de Estado de Ben Alí, que llevó a algunos cambios cosméticos iniciales, entre otros el cambio de nombre del partido. (N. de la T.)

Alexandre Bisquerra es una joven francesa diplomada en Ciencias Políticas que vive entre Francia y Túnez. Le interesan la historia y los destinos cruzados de las ideas políticas en Europa y el mundo árabe y está convencida de que la historia nunca acaba de sorprendernos.

Lilia Weslaty es una joven periodista tunecina que trabaja para la web independiente Nawaat. Antes de la caída de Ben Alí fue una dinámica ciberactivista que publicaba cortometrajes anónimos en la red.

Fuente: Primer capítulo, segundo, tercero, cuarto.