¿Hambre en el sur de la Florida? La respuesta está en las largas filas de los bancos de comida y los comedores populares, que han visto el número de clientes duplicarse y hasta triplicarse este año. Pero la conyuntura no podría ser peor. Los bancos de comida encaran varios problemas: el alto precio de los […]
¿Hambre en el sur de la Florida? La respuesta está en las largas filas de los bancos de comida y los comedores populares, que han visto el número de clientes duplicarse y hasta triplicarse este año. Pero la conyuntura no podría ser peor.
Los bancos de comida encaran varios problemas: el alto precio de los alimentos ha fomentado un mercado secundario, donde se venden productos defectuosos o con fecha cercana a la expiración que antes se solían donar; el aporte privado se ha contraído; el costo de la gasolina dificulta la recogida y distribución; las provisiones federales del excedente de productos agrícolas se han evaporado.
«En 17 años, jamás había visto una escasez de comida como esta», señaló Patricia Robbins, la fundadora de Farm Share, en Homestead. «Aunque no estamos rechazando a nadie, cada persona recibe menos».
Farm Share, que sirve a más de 200 agencias en el sur de la Florida, principalmente con frutas y vegetales, repartió 14.8 millones de libras en el año 2007-08 que culminó en junio, un 33 por ciento menos que en el 2005-06. En ese período, los fondos que le asignó Tallahassee cayeron en 50 por ciento, a $200,000 anuales.
Todos los sábados, durante los dos últimos años, Amparo Valencia, madre soltera de dos, va a la iglesia Amor y Fe en West Miami, donde hay un almacén de autoservicio de alimentos básicos. Antes acostumbraba a salir con varias bolsas, la semana pasada sólo con una.
«Ahora uno va y si hay una cosa no hay la otra», expresó Valencia, de 43 años, quien emigró de Colombia hace 12 años pensando que en Miami no pasaría hambre.
Es absurdo que en el sur de la Florida –donde se gastan millones de dólares para promover la imagen cosmopolita ante el mundo, radica el código postal con la mayor concentración de riqueza del país, hay fondos para centros de arte y obras capitales– haya tanta miseria.
No hay cifras exactas, pero Daily Bread, el banco de comida más grande de la región, distribuye a 800 agencias con más de 200,000 clientes de West Palm Beach a los Cayos. En base a datos de la Oficina del Censo, el banco estima que hay unas 800,000 personas con necesidades de alimentos en los cuatro condados, según Robert Peters, el director asociado.
Cuando hay hambre baja la productividad, porque las personas dejan de ir al trabajo y se enferman más. Los menores faltan a la escuela y adquieren conductas más riesgosas.
A diferencia de lugares como Africa, donde vemos niños con barrigas infladas por parásitos y adultos raquíticos, aquí las personas más hambrientas no se muestran públicamente por orgullo, ya que el individualismo estadounidense ha exaltado la idea de la autosuficiencia económica.
El Congreso recientemente aprobó la Ley Agrícola, que adjudicará $140 millones al programa de cupones de alimentos y a los estados según sus índices de pobreza y desempleo. Como la Florida posee una significante población de indocumentados, su proporción será menor de la que debería recibir.
Gloria Van Treese, la jefa del Buró de Distribución de Alimentos del Departamento de Agricultura de la Florida, destacó que «a menos que la comunidad local se involucre, los bancos de comida no van a poder ayudar al creciente número de familias».
Hay formas simples de colaborar: trabajar como voluntario en las agencias para ahorrar gastos de nómina; hacer donaciones monetarias para costear los gastos de combustible; organizar mensualmente food drives en las iglesias, centros comunitarios y escuelas; motivar a los gobiernos locales a ser más proactivos. . .
«Ojala que la gente que tiene se acuerde de las personas que necesitamos», exhortó Valencia. «Estamos carentes de todo».