Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
En nuestros días cuesta no pensar en teorías conspirativas. Y no estoy hablando de cosas como «¿Quién derribó realmente las Torres Gemelas? o ¿Son los sionistas los que planearon la guerra de Iraq? Ambos campos están bastante fijos en sus búnkeres petrificados sobre estos temas. Pero lo que perturba mi pobre mente estos días los deja a ambos en la sombra por su simple dimensión. Y es lo siguiente:
¿Es realmente la totalización consumista de este país y el mundo una conspiración consciente por parte de un puñado de poderosos amos corporativos y financieros? Si respondemos «sí» nos vemos propulsados hacia las filas incoherentes de los paranoicos. Pero a pesar de todo, es bastante fácil nombrar a los que se mearían de alegría ante la perspectiva del Estado corporativo Un Solo Mundo, con miles de millones de personas mendigando trabajo por sus 1.500 calorías al día y un chip de xBox colgado a sus cuellos. Es una lástima que hace décadas nuestros medios noticiosos hayan dejado de cazar con munición viva, dejándonos sin nadie que rastree las actividades y el progreso de lo que evidentemente parecen ser elites globales, a juzgar por el rastro financiero que vemos en todos los caminos de la vida moderna.
En nuestros momentos de mayor sanidad vemos también que no se precisa una oscura conspiración súper-centralizada para lograr lo que parecen haber consumado. Incluso sin trabajar en coordinación palpable, unos pocos miles de intereses dedicados, individuales corporativos y financieros, pueden constituir un todo unificado, patogénico, tal como células individuales crean una colonia viable dominante de organismos malignos – malignos simplemente por su naturaleza anti-humana, contraria a la sociedad. No vemos a General Motors, Halliburton, Burger King y CitiBank cabildeando al Estado por la salud universal o ríos limpios, ¿no es así? Pero menciona a los sindicatos o a salarios que permitan vivir, y la colonia financiera dentro de la forma de nuestro plato Petri nacional se convierte en un monstruo de Gila y escupe veneno sobre la idea y caga dinero sobre todo el Congreso. Durante años consideré todo esto como una coincidencia hasta que la proposición terminó por estirar la credulidad hasta tal punto que tiré la toalla y me dije: «¡A la mierda! ¡Tanta coincidencia no es posible!»
Dicho de otra manera: los que toman decisiones globales, planificadores internacionales, instituciones financieras, partidos políticos, conglomerados mediáticos, corporaciones, bancos: un bloque acumulativo hegemónico que trabaja en combinación para coordinar la extracción de riqueza de los mundos primero y tercero por igual. Es probable que una serie de instituciones internacionales en manos privadas a las que y desde las cuales se puede mover dinero para apalancar a naciones y poblaciones según sus necesidades haga precisamente eso, porque pueden hacerlo. El territorio nacional no les importa ni una pizca, y los que gobiernan ese territorio significan aún menos, excepto en la medida en que puedan obstruir o incitar a la resistencia. Gente como Castro y Chávez. Pero incluso ellos no son más que la espina en la garra del león.
Considera lo siguiente: a guerra en Iraq ha sido inmensamente beneficiosa para los que producen armas y para los contratistas que supuestamente reconstruyen lo que las armas destruyen. Se benefician en ambos casos. Y mientras más dura la guerra, más ganan.
Mientras tanto, el dinero para ambos es extraído de los bolsillos de los trabajadores pobres del mundo. Pero el gran dinero, el «jugo» como solía decir la gente en la calle, proviene de exprimir la naranja de la sociedad USamericana para más trabajo, más producción y dinero de los impuestos. Algunos de nosotros, naranjas viejas, sentimos bastante estrujados estos días y nos estamos volviendo difíciles de manejar. Sin embargo, el apretón parece no importarle para nada a la mayoría de los USamericanos. La presión ha sido tan grande y tan constante que ya nadie la siente. Se ha hecho tan omnipresente que ya es incomprensible para la gente de a pie. Por ejemplo, setenta centavos de cada dólar de los impuestos es utilizado para pagar por guerras pasadas, presentes y futuras. La educación recibe dos centavos. Como señaló Michael Parenti, el costo de las piezas de aviones y munición militares almacenadas por el Pentágono es mayor que los gastos federales combinados para el control de la contaminación, la conservación medioambiental, el desarrollo comunitario. la vivienda, la seguridad en el puesto de trabajo, y el transporte de masas en conjunto. Y la Armada de USA gasta más dinero en el interminable desarrollo de un vehículo de rescate de submarinos que el que se gasta en bibliotecas públicas, seguridad laboral, y centros de guardería infantil, en su conjunto.
Colectivamente, esas súper-elites financieras, existan o no, deben tener por lo menos una cierta conciencia de que dirigen el mundo. De otra manera, ¿por qué tenemos conferencias en Davos y cosas así? ¿Conferencias financieras globales en las que gente como Bill Clinton y Al Gore y John Kerry representan sólo el espectáculo, simples pruebas del prestigio de los participantes? ¿Será verdad que los que verdaderamente importan en el mundo bostezaron durante los crípticos discursitos de Alan Greenspan mientras esperaban la acción entre bastidores de los que tienen verdadero poder e influencia, de Goldman, Citibank y otros, de ninguno de los cuales jamás hemos oído hablar pero que a pesar de ello se dice que son responsables de la baja de los precios de la gasolina en USA justo antes de las elecciones a mitad de período en USA? Se dice que cambiaron el índice en julio pasado para que los que poseen futuros del petróleo se vieran obligados a vender en octubre y noviembre, creando un ligero exceso durante las elecciones. Si es verdad, tal vez también podemos agradecerles por esos 12.000 puntos del Dow del mes pasado.
Mientras tanto, de vuelta en Camp Davos, el lascivo brillante osito de peluche estudiantil de Hope, Arkansas, buscador patológico de reconocimiento, expone y entretiene a las nuevas elites globales. Y después todos comen caviar Beluga y huevos de codorniz picados, mientras más de mil millones de personas viven con menos de un dólar al día. «¿Y han probado la ternera nonata escalfada en leche de ovejas peruanas en la suite de Swiss Bank? ¡Es de morirse!» Nadie está ni remotamente preocupado por la reacción de esos mil millones de personas que comen yuca mohosa, o arroz contaminado con orina de rata, porque la pobreza, bueno, la pobreza no es una amenaza, ¿no es cierto? Sólo una fuente de mano de obra barata. «Ahora, hablando de la exploración de petróleo crudo y de NYMEX…»
Personalmente, he decidido que son reales y que constituyen una clase invisible, y que están a medio camino de convertirse en la clase más poderosa que el mundo ha visto en su historia. Una clase que los políticos USamericanos no sólo se niegan a reconocer públicamente, pero que, cuando se les urge, juran directamente que no existe. Muéstrenme el dirigente republicano o demócrata que diga: «La política es la economía por otros medios, y nuestro propio Banco de la Reserva Federal es una institución en manos privadas, no gubernamental, y forma parte integral de la red financiera global que no responde a ningún país o ciudadano de a pie, no importa la nacionalidad.» O: «Mis contribuciones corporativas a la campaña provienen de gente cuyas acciones se orientan a extraerte dos cosas, querido elector: Tu dinero y la mano de obra más barata que pueda forzarte a darle. Lo menos que te puedan pagar por las horas de tu vida que gastas trabajando, que, dependiendo del grado de tu falsa ilusión, son llamadas un puesto de trabajo o una carrera excitante.»
Ningún político USamericano lo admitirá. Hay que ir a Venezuela o a los basurales ardientes de Manila o los campos de Chiapas para escuchar ese tipo de verdad.
Hay que admitirlo, hay por lo menos un cierto motivo para que esas elites sientan temor. La economía de USA, la verdadera economía material, es terriblemente débil, después de haber sido tan destripada por la especulación parasítica. La única fuente de fuerza que queda aquí son los militares, que actualmente se esfuerzan por ganar el control del suministro de energía del mundo, y se aseguran de que nadie tenga ideas raras sobre la utilización de otra cosa que dólares en el comercio del petróleo. Pero los que verdaderamente cuentan dicen: «¡Bueno, que los USamericanos se lo guarden si pueden! Si USA pierde, otro ganará. No importa. Podemos apalancar nuestra posición en cualquier punto de mercado emergente en el globo. ¡Y no te parece que China es un verdadero éxito, muchacho! La historia es larga. Los chinos lo comprenden.» Por lo tanto vemos a los chinos creando empresas conjuntas con USamericanos para comprar bienes raíces comerciales de USA a un dólar bajísimo después de la quiebra. En algún momento futuro podría fácilmente compensar sus actuales préstamos a USA a cambio de un mayor consumo de bienes chinos. Y si los USamericanos se encabronan demasiado, los chinos siempre pueden cerrar el grifo monetario.
Por otra parte, esta monstruosa clase de parásitos todavía no ha conquistado todo el mundo. USA parece ser su única victoria total, y ésa resistirá sólo mientras se pueda sustentar el consumo súpercalentado. Sólo lo han estado haciendo durante unos cuarenta años, y siguen colocando los fundamentos para el gulag global, fijando las reglas mientras avanzan. Y por lo menos tienen algunos topes rompevelocidades: «¿Por qué diablos nos sigue arruinando el negocio Castro, Dios mío? ¡Y ahora tenemos a ese maldito enano mexi-negro Evo Morales en su maldito suéter hediondo de bazar barato pavoneándose por ahí como si fuera presidente o algo así! ¿Y por qué diablos nadie ha liquidado a esos hijos de puta? ¿Ya no hace nada los de la CIA para justificar sus sueldos?»
Probablemente no. Lo último que oímos de la CIA, fue que la marginaron, la enviaron a hacer sus tareas, hasta que salieron con esas malditas armas de destrucción masiva.
Mientras tanto, un economista chino calcula el déficit comercial de USA. Un ejecutivo del Swiss Bank pide otra botella de vino y un joven chií recibe entrenamiento sobre cómo hacer volar un oleoducto.
Los únicos que sonríen son el chino y el ejecutivo bancario.
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Joe Bageant es autor de un libro: «Deer Hunting With Jesus: Dispatches from America’s Class War», de Random House Crown sobre USA de clase trabajadora, que será publicado en la primavera de 2007. Un archivo completo de su trabajo en línea, junto con los pensamientos de muchos USamericanos trabajadores sobre el tema de clase, se encuentran en: http://www.joebageant.com. Para contactos escriba a: [email protected].
Copyright © 2006 by Joe Bageant.
http://www.counterpunch.org/bageant12052006.html