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Helena Cortesina, la pionera olvidada del cine español a la que el franquismo borró su nombre

Fuentes: El Salto

Helena Cortesina acabó doblemente invisibilizada: por la historia oficial del cine y por el franquismo. El libro ‘Cortesina, reivindicando su papel de pionera’ recupera su legado coincidiendo con el centenario de su película ‘Flor de España’, uno de los primeros filmes españoles producidos por una mujer.

Exhibir y ocultar a un tiempo. Esta contradicción ha marcado la relación del cine con las mujeres. Exhibirlas, convertirlas en pieza clave del star system sobre el que el cine se construye como espectáculo de masas. Ocultarlas, invisibilizar su presencia al otro lado de la cámara, su protagonismo como productoras, directoras o guionistas, en suma, como constructoras de películas. La paradoja, sin embargo, es solo aparente. Ambos extremos responden a la lógica patriarcal que marca el papel que desempeñan las mujeres dentro de la pantalla y fuera.

A principios del siglo XX, Helena Cortesina trató de aprovechar aquel exhibicionismo para promocionar su carrera, pero acabó invisibilizada, en su caso doblemente: por la historia oficial del cine y por el franquismo. Ahora, cuando se cumplen cien años de su película Flor de España, uno de los primeros filmes españoles producidos por una mujer, la Mostra de València Cinema del Mediterrani recupera su memoria con la publicación, junto al Institut de Cultura de València, del libro Cortesina, reivindicando su papel de pionera, de la investigadora cinematográfica Irene de Lucas, comisaria también de la exposición sobre la artista que puede verse en la Galería del Tossal de València.

Helena Cortesina, nombre artístico de Elena Cortés Altabas, nació el 17 de julio de 1903 en el popular barrio marinero de El Cabanyal de València. Su padre, secretario municipal, gustaba de escribir sainetes; su madre era cantante. Ambos transmitieron a sus hijas la atracción por el escenario y —especialmente su madre— tutelarán sus carreras. La vocación arraigó con fuerza en Elena, que pronto será el referente artístico de la familia. José María Granada, un autor que será clave años más tarde en su aventura cinematográfica, asegura que con solo ocho años ya participó, junto con su hermana Ofelia, en su sainete Manolito Pamplinas. Sin embargo, su debut oficial fue en 1916 en el Teatro Novedades de Barcelona, ciudad donde la familia la había ingresado en un internado.

Aunque su gran objetivo es el teatro, la adolescente entra en el mundo del espectáculo de la mano del baile. El temor familiar era que la mala reputación que rodeaba a la vedette de vodevil y music hall, limitara la carrera profesional de la adolescente. Para evitarlo, integró en su repertorio obras de compositores reconocidos como Granados, Albéniz, Falla o Schumann. Pero, sobre todo, creó un producto propio, diferenciado y pretendidamente culto. Si Tórtola Valencia asentó su éxito con danzas exóticas y orientalizantes, Elena helenizó su nombre con h y se presentará como la gran intérprete de danzas griegas. Nacía así Helena Cortesina.

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Mostra de Valencia

Este afán por consolidar una proyección pública la llevó además a posar para distintos pintores. Gerardo de Alvear la representará como Electra en los techos del Teatro Pereda de Santander. Pero sobre todo será Joaquín Sorolla quien afiance su imagen al tomarla en 1917 como modelo de su cuadro Danzarinas griegas. La bailarina incluso convencerá al pintor para que le reconvierta uno de sus bocetos como cartel promocional.

Esta preocupación por proyectar una imagen culta no evitó que, en su estrategia por hacerse un hueco en el panorama artístico, Helena Cortesina cultivara al mismo tiempo en sus espectáculos una ambigua relación con el erotismo. Pese a ser casi un niña de 14 años, las crónicas de la época no dejan de subrayar la voluptuosidad de sus movimientos en escena o el carácter escultural de su cuerpo. Quien más lejos llegó fue Federico García Sanchiz. En una crónica de mayo 1917 en Nuevo Mundo, el periodista y escritor valenciano se deleita en detalles erotizantes como el maquillaje con carmín de sus rodillas e incluso afirmará que la muchacha baila desnuda.

Aunque Cortesina danzara vistiendo los velos y transparencias que popularizara Isadora Duncan, es improbable que actuara desnuda sin haber levantado más revuelo en la época. Pese a ello, García Sanchiz insistió en relacionar a la joven con esos “monstruos que mercadean la belleza y el candor” y ese mismo año publicó Paloma, un cuento sobre una bailarina adolescente prostituida por su madre que mantenía sus encuentros sexuales en el estudio de un pintor. La alusión a Cortesina, su familia y Sorolla era evidente y desató todo tipo de habladurías, hasta el punto de que su madre llegó a escribir al pintor para que, con su influencia, pusiera fin a los rumores.

En cualquier caso, su trabajada promoción, e incluso escándalos como este, lograron que en pocos meses Helena Cortesina ocupara un puesto destacado en la cartelera española. Su éxito le llevará a finales de 1918 a realizar su primera gira internacional por Europa y Norteamérica. Si la búsqueda de una imagen mediática estuvo presente desde el inicio de su carrera, posiblemente este último destino, en un momento en que actrices como Mary Pickford ponían los cimientos del star system, la reafirmó en esta estrategia. Y también pudo ser clave para despertar su interés por la industria cinematográfica, un medio todavía considerado frívolo y menor pero que, por eso mismo, resultaba más accesible a la mujer que el cerrado mundo teatral. De hecho, otra artista española como Elena Jordi, con una biografía similar a Cortesina, ya demostraba que era posible aprovechar esa oportunidad, al estrenar ese mismo año una película dirigida e interpretada por ella misma, Thaïs.

Lo cierto es que al regresar de la gira, Helena Cortesina impulsará una ambiciosa campaña publicitaria que dejaba atrás su clasicismo griego para proyectar una imagen de modernidad. Así, la veremos fotografiada conduciendo motos con sidecar o paseando en automóvil. Pero su apuesta más rompedora llegará en 1920 cuando, enfundada en un traje de buceo, protagoniza una sesión fotográfica en la playa de San Sebastián. Aquellas imágenes, que remiten a la iconografía popularizada por la actriz francesa Musidora en la serie Les Vampires (1915), serán ampliamente reproducidas por la prensa. En esas mismas fechas, Cortesina da su salto al cine con un pequeño papel en La venganza del marino, de José Busch. Con este mismo director protagonizará, junto al futuro realizador Florián Rey, La inaccesible, su gran éxito cinematográfico.

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Mostra de Valencia

Tras el estreno, La Esfera afirmará en abril de 1921 que la Venus Valenciana, como también se la conoce, “ha encontrado en el ‘teatro mudo’ el camino verdadero del éxito”. Y hace un augurio: “Una de nuestras más famosas artistas incorpora su nombre a la élite de triunfadores que en la pantalla rivalizan en fama y en arte ante los públicos del mundo entero”. Animada por este apoyo mediático, cultivado sin duda por la propia artista, Cortesina crea unos meses más tarde su propia productora para controlar todo el proceso creativo de un filme. En una entrevista publicada en mayo en la revista Cine Popular, la joven, que todavía no ha cumplido los 18 años, afirma: “Contrato una compañía a mi gusto, y de la casa de películas que ya funciona yo soy la directora y primera actriz y me escribo los argumentos”. Además, asegura que cuenta con un “operador americano” y que la futura película tendrá “todos los adelantos de la cinematografía”. La prensa no dudará en comparar su proyecto al de estrellas como Mary Pickford o Francesca Bertini.

Esa película será Flor de España, cuyo primer pase privado para la prensa se realizará en noviembre de 1921. La proyección provocará el entusiasmo de una parte de la crítica, pero también significativos silencios, como el del prestigioso periódico El Sol que justificará por “galantería” su decisión de no escribir sobre el filme. Flor de España parte de un argumento de José María Granada, el mismo autor que aseguraba haber contratado a Cortesina cuando era una niña de ocho años. La trama son los amoríos entre una bailarina y un torero, una “españolada” con la que confiaba triunfar en las salas nacionales e internacionales, pese a que cierta crítica veía con suspicacia la temática.

Esa división de opiniones y las dificultadas del rodaje, con exteriores en Madrid y Aranjuez, hicieron que el estreno oficial se retrasara hasta 1923, aunque antes la cinta se exhibió en algunas salas de Cuba. La película volvió a dividir a la crítica. En cualquier caso, pese a no ser un éxito indiscutible, tampoco puede considerarse un fracaso y el filme se estuvo proyectando hasta 1929. Hoy la película está desaparecida y de ella solo se conservan unos pocos fotogramas.

Sin embargo, Helena Cortesina no volvería a producir ninguna película. Años más tarde, sus hermanas, que también participaron en el filme, confirmando así el carácter familiar del proyecto de Cortesina, justificaron esa renuncia por lo “agotador” que había resultado la experiencia de Flor de España. Pero otras cuestiones, personales y profesionales, jugaron un papel determinante en aquella decisión. Y es que cuando se estrenó el filme, Helena Cortesina ya está posiblemente embarazada de la hija que tendrá con el escenógrafo teatral Manuel Fontanals. Con él mantendrá una larga relación sentimental. Pero nunca llegarán a casarse, demostrando así que la artista aplicaba a su vida personal la misma modernidad que ejercía en su carrera profesional y empresarial.

Fontanals le permitirá hacer realidad su anhelo de entrar en el teatro. Cortesina olvida el cine y comienza a trabajar en diversas compañías teatrales, tejiendo además lazos con el mundo cultural y los principales representantes de la generación del 27, especialmente con Federico García Lorca. Su relación con el poeta se hará especialmente estrecha a partir de 1931 cuando Helena Cortesina se incorpore a la prestigiosa compañía de Lola Membrives. En ella, participará en diversos montajes lorquianos, como La zapatera prodigiosa o Bodas de sangre, con los que realizará una larga gira por Argentina en 1933.

Sin embargo, aquella plenitud personal, profesional y cultural que vive en los primeros años de la Segunda República se verá muy pronto truncada. Tras la prematura muerte de su hija, su relación con Manuel Fontanals comienza a deteriorarse, especialmente con el nuevo embarazo de Cortesina. El escenógrafo se negará a reconocer la paternidad del niño y la relación terminará rompiéndose. Esta crisis sentimental coincidirá con el golpe militar del 18 de julio de 1936 y el estallido de la guerra civil.

Todo de repente salta por los aires. Desde el primer momento, el compromiso de Helena Cortesina con la causa republicana es total. La actriz se une a la Alianza de Intelectuales Antifascistas y muy pronto, el 28 de septiembre, la vemos en un acto de solidaridad junto con María Teresa Leon, Rafael Alberti, Manuel Altolaguirre o André Malraux. Cortesina recita para la ocasión el poema que Emilio Prado ha dedicado a su amigo Federico García Lorca, asesinado por los fascistas en Granada.

Sin embargo, la situación personal de Helena Cortesina, madre soltera en mitad de una guerra, es complicada. En la primavera de 1937 decide abandonar España y el 3 de junio llega a bordo del buque Lipari al puerto de Buenos Aires. Allí mantendrá lazos con los exiliados republicanos y proseguirá su carrera con montajes de autores como Valle Inclán. También colaborará con Margarita Xirgu en diferentes piezas de Lorca, al tiempo que regresará al mundo del cine participando como actriz en varias películas. Entre ellas está la adaptación que el realizador argentino Edmundo Guibourg hace en 1938 de Bodas de sangre. O la versión cinematográfica de La dama duende rodada en 1945 a partir de un guion de Rafael Alberti y María Teresa Leon. Esa película incluso llegó a ser comprada por Cifesa para su proyección en España. Pero la censura franquista será implacable y obliga a borrar de los créditos los nombres de Alberti, Leon y Cortesina.

En 1950 Helena Cortesina regresará a España, posiblemente con una gira de Lola Membrives, con quien actuaría en Madrid con Paca Almuzara, una pieza de José María Pemán. Incluso llegará a interpretar un pequeño papel en el filme Intriga en el escenario (1953), una comedia que cuenta entre su reparto con Manolo Morán, Pepe Isbert o Florinda Chico. Sin embargo, sus dificultades para rehacer su carrera en aquella España franquista la empujarán a regresar a Argentina. Allí, olvidada por las historia oficial del cine español, acabará sus días en Buenos Aires un 7 de marzo de 1984.

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/cine/helena-cortesina-pionera-olvidada-del-cine-espanol-franquismo-borro-nombre

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