Traducido por Nelly Ruiz, del Equipo de Traductores de Cubadebate y Rebelión
George Bush quiere presentar la «guerra contra el terrorismo» como una cruzada moral bien definida donde los malhechores que asesinan a civiles inocentes tienen que ser llevados ante la justicia con todo el rigor conjuntamente con los líderes de aquellos países que protegen a los terroristas. No hay términos medios, sólo blanco y negro.
Pero la justicia imparcial no es el verdadero principio de la Doctrina Bush. La consistencia real es la hipocresía: la violencia que Bush favorece -sin dar importancia a la cruel masacre de inocentes- es justificable, mientras que la violencia contra los intereses de Bush -incluso la insurgencia contra una ocupación militar extranjera- deberá ser castigada como «terrorismo» y sin ningún arrepentimiento.
En otras palabras, si Bush odia a los perpetradores, éstos son encerrados por tiempo indefinido sin que medie una acusación y, a su discreción, pueden ser sometidos a «técnicas alternativas de interrogatorios», lo que la mayor parte del mundo considera tortura. El imperio del derecho no está presente. La justicia de la horca que imperaba en el salvaje oeste está de vuelta. Incluso se ha descartado el antiguo derecho de habeas corpus para un juicio imparcial. Sin embargo, cuando los asesinos de civiles pertenecen al bando de Bush, cuentan con toda una serie de protecciones legales -y todo beneficio de la duda. Por lo tanto, bajo esta doble moral de Bush, los terroristas cubanos de derecha Luis Posada Carriles y Orlando Bosch, aunque implicados en toda una cadena de asesinatos de civiles, reciben el tratamiento de «obviar el mal». El 19 de abril, Posada Carriles, con 79 años de edad, fue liberado bajo fianza de la custodia federal por violaciones migratorias y se le permitió trasladarse hasta Miami donde vivirá en su casa mientras su caso se abre camino por los tribunales de los Estados Unidos. Asimismo, a Bosch también le han permitido vivir sus años dorados en el sur de la Florida con la ayuda y protección de la familia Bush.
Pero, la evidencia en los archivos oficiales de los Estados Unidos es abrumadora respecto del hecho de que Posada y Bosch fueron los arquitectos de la voladura en pleno vuelo de un avión civil de Cubana en 1976 que causó la muerte a 73 personas, incluidos los jóvenes miembros del equipo nacional de esgrima de Cuba.
Como la conspiración se fraguó en Caracas, Venezuela, donde Posada trabajaba como oficial de la inteligencia venezolana, el gobierno venezolano ha solicitado la extradición de Posada. Sin embargo, cuando un amigo de Posada prestó declaración en la vista por asuntos migratorios de Posada y declaró que Venezuela practicaba la tortura, los abogados del gobierno de Bush permitieron que tal afirmación no verificada pasara sin ninguna impugnación, lo que motivó que el juez prohibiera la deportación de Posada hacia ese país.
Por lo tanto, el gobierno de Bush, que ha sometido a sus propios sospechosos de terrorismo a prácticas tan penosas como la de asumir posiciones estresantes o simular que los están ahogando por inmersión, no estaba dispuesto a correr el riesgo de que Posada pudiera sufrir abusos en Venezuela, aún cuando no existían evidencias reales de que pudiera suceder.
Justificando el terrorismo
Además, el gobierno de Bush hizo caso omiso el año pasado cuando Bosch justificó públicamente la voladura del avión en 1976. La sorprendente entrevista realizada por el periodista Juan Manuel Cao a Bosch por el canal 41 de la televisión en Miami fue citada en artículos publicados en Internet por José Pertierra, abogado del gobierno venezolano. Pero los comentarios de Bosch no le causaron ninguna dificultad. [Para conocer historia de Pertierra, véase Counterpunch, 11 de abril de 2006].
«¿Derribó usted el avión en 1976?», preguntó Cao a Bosch.
«Si yo le dijera que estuve implicado me estaría inculpando yo mismo», respondió Bosch, «y si le digo que no participé en dicha acción, usted dirá que estoy mintiendo. Por lo tanto, no voy a responder ni una cosa ni la otra».
Pero cuando Cao le pidió a Bosch que comentara sobre los civiles que murieron cuando el avión se estrelló en las costas de Barbados, Bosch respondió, «En una guerra como la que nosotros, cubanos amantes de la libertad, estamos llevando a cabo contra el tirano [Fidel Castro], hay que derribar aviones, hay que hundir barcos, hay que estar preparado para atacar cualquier cosa que esté a nuestro alcance».
«¿Pero no tiene al menos algún sentimiento hacia aquellos que murieron allí, hacia sus familiares?», preguntó Cao.
«¿Quiénes estaban a bordo de ese avión?», respondió Bosch. «Cuatro miembros del Partido Comunista, cinco norcoreanos, cinco guyaneses» [Recuentos oficiales indican que murieron 11 guyaneses].
Bosch añadió, «¡Cuatro miembros del Partido Comunista, chico! ¿Quiénes estaban allí? Nuestros enemigos…»
«¿Y los esgrimistas?», preguntó Cao refiriéndose al equipo de jóvenes esgrimistas que justamente acababan de ganar medallas de oro, plata y bronce en una competencia juvenil de esgrima celebrada en Caracas. «¿Esos jóvenes que se encontraban a bordo?»
Y Bosch respondió, «Yo me encontraba en Caracas. Vi a las jóvenes por la televisión. Había seis. Al concluir la competencia, el líder de las seis dedicó su triunfo al tirano… Pronunció un discurso lleno de orgullo hacia el tirano.
«Ya nosotros habíamos acordado en Santo Domingo que todos los que venían de Cuba a ensalzar al tirano tenían que correr el mismo riesgo que los hombres y mujeres que luchaban junto al tirano». [El comentario sobre Santo Domingo fue una referencia evidente a una reunión estratégica celebrada por la organización terrorista de derecha, CORU, que se celebró en República Dominicana en 1976].
«¿Si se encuentra con familiares de los que murieron en ese avión, no le sería difícil?», preguntó Cao.
«No, porque al final los que estaban allí tenían que saber que estaban cooperando con el tirano en Cuba», respondió Bosch.
En un artículo publicado sobre las observaciones de Bosch, el abogado Pertierra declaró que las respuestas «nos da una visión de la mente del tipo de terrorista que el gobierno de los Estados Unidos protege y alberga en Miami; terroristas que en los últimos 47 años han lanzado una guerra sangrienta y despiadada contra el pueblo cubano».
Los archivos de la CIA.
Más allá de las declaraciones incriminatorias de Bosch, la evidencia de su culpabilidad y de la culpabilidad de Posada en los numerosos documentos desclasificados de los Estados Unidos muestran que poco después de la voladura del avión de Cubana en pleno vuelo el 6 de octubre de 1976, la CIA, en aquel momento bajo la dirección de George H.W. Bush, identificó a Posada y a Bosch como los autores intelectuales del derribo del avión.
Pero en el otoño de 1976, el jefe de Bush, el Presidente Gerald Ford, se encontraba en una cerrada batalla electoral con el demócrata Jimmy Carter y el gobierno de Ford quería mantener los escándalos de la inteligencia lejos de la prensa. De manera que Bush y otros funcionarios mantuvieron silencio en cuanto a las investigaciones. [Para detalles, véase Secrecy and Privilege de Robert Parry].
Sin embargo, dentro del gobierno de los Estados Unidos se conocían los hechos. Según un cable secreto de la CIA de fecha 14 de octubre de 1976, fuentes de inteligencia en Venezuela transmitieron información sobre la voladura del avión de Cubana que vinculaba a los extremistas anticomunistas cubanos Bosch, que había estado visitando Venezuela, y Posada, quien en aquel entonces prestaba servicios como oficial de alto rango de la agencia de inteligencia venezolana, DISIP.
El cable del 14 de octubre decía que Bosch llegó a Venezuela a finales del mes de septiembre de 1976 bajo la protección del Presidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez, un estrecho aliado de Washington que designó a su asesor de inteligencia, Orlando García, para «proteger y ayudar a Bosch durante su estancia en Venezuela».
A su llegada, Bosch fue recibido por García y Posada, según el informe. Posteriormente, se celebró una cena para la recaudación de fondos en honor a Bosch durante la cual Bosch solicitó efectivo al gobierno venezolano a cambio de garantías de que los exiliados cubanos no realizarían ninguna manifestación durante el viaje planificado de Andrés Pérez a las Naciones Unidas.
«Unos días después de la cena para recaudar fondos, se escuchó a Posada decir que, «vamos a golpear un avión cubano», y que «Orlando tiene los detalles», decía el informe de la CIA.
«Después de la voladura del avión cubano el 6 de octubre frente a las costas de Barbados, Bosch, García y Posada acordaron que lo mejor sería que Bosch saliera de Venezuela. Por lo tanto, el 9 de octubre, Posada y García escoltaron a Bosch hasta la frontera con Colombia, donde cruzó a territorio colombiano».
El informe de la CIA fue enviado a la sede de la CIA en Langley, Virginia, así como al FBI y otras agencias de inteligencia de los Estados Unidos, según las marcas que aparecen en el cable.
En América del Sur la policía comenzó a detener sospechosos. Dos exiliados cubanos, Hernán Ricardo y Freddy Lugo, que se bajaron del avión cubano en Barbados, confesaron que habían plantado la bomba. Nombraron a Bosch y a Posada como los arquitectos del ataque.
Durante un registro realizado en el apartamento de Posada en Venezuela se encontraron los calendarios de Cubana de Aviación y otros documentos incriminatorios.
Posada y Bosch fueron acusados en Venezuela por la voladura del avión de Cubana, pero los hombres negaron todas las acusaciones. Pronto, el caso se convirtió en un juego de tira y encoge político, ya que los sospechosos poseían secretos sensibles sobre el gobierno venezolano que podrían comprometer al Presidente Andrés Pérez.
Pérdida del interés.
Una vez que el gobierno de Reagan-Bush asumió el poder en Washington en 1981, el impulso por revelar completamente los misterios de los atentados terroristas anticomunistas se disipó.
La Guerra Fría superó cualquier preocupación relacionada con el terrorismo de la derecha.
En 1985, Posada escapó de una prisión venezolana, según se ha informado con la ayuda de los exiliados cubanos. En su autobiografía, Posada agradece al activista cubano radicado en Miami, Jorge Mas Canosa, por haberle suministrado $25,000 que fueron utilizados para sobornar a los guardias que permitieron a Posada salir caminando de la prisión.
Otro exiliado cubano que ayudó a Posada fue el antiguo oficial de la CIA Félix Rodríguez, quien era amigo cercano del entonces vicepresidente George H.W. Bush y que estaba encargado de supervisar los embarques de suministros secretos a los rebeldes de la contra nicaragüense, el proyecto predilecto del Presidente Ronald Reagan.
Tras escapar de Venezuela, Posada se reunió con Rodríguez en Centroamérica y se le encomendó la misión de pagar a los pilotos que participaban en la operación de la Casa Blanca para el envío de suministros a la contra. Cuando uno de los aviones que suministraba a los contras fue derribado dentro de territorio nicaragüense en octubre de 1986, Posada fue el responsable de alertar a los oficiales de los Estados Unidos sobre la crisis y de clausurar las casas seguras de la operación ubicadas en El Salvador.
Incluso después de la revelación del papel desempeñado por Posada en la operación de suministros para los contras, el gobierno de los Estados Unidos no movió un dedo para llevar al terrorista acusado ante los tribunales.
A finales del decenio de 1980, Orlando Bosch también se encontraba fuera de las cárceles venezolanas y de vuelta en Miami. Pero Bosch, que había estado implicado en aproximadamente 20 ataques violentos, se enfrentaba a una posible deportación por parte de oficiales estadounidenses que habían advertido que Washington no podría promover de forma convincente en otros países la lucha contra el terrorismo si protegía a un terrorista como Bosch.
Pero Bosch tuvo suerte. Jeb Bush, que en aquel entonces era un aspirante político en la Florida, dirigió una campaña de presión para evitar que el Servicio de Inmigración y Naturalización de los Estados Unidos expulsara a Bosch. En 1990, los grupos de presión pagaron los dividendos cuando el padre de Jeb, el Presidente George H.W. Bush, bloqueó los procedimientos contra Bosch, permitiendo que el implacable terrorista permaneciera en los Estados Unidos.
En 1992, también durante la presidencia de George H.W. Bush, el FBI entrevistó a Posada sobre el escándalo Irán-Contras durante seis horas y media en la embajada de los Estados Unidos en Honduras.
Posada llenó algunos blancos sobre el papel que desempeñara la oficina del vicepresidente de Bush en la operación secreta de los contras. Según un resumen de 31 páginas de la entrevista realizada por el FBI, Posada dijo que el asesor de seguridad nacional, Donald Gregg, establecía contactos frecuentes con Félix Rodríguez.
«Posada… recuerda que Rodríguez siempre estaba llamando a Gregg», plantea el resumen del FBI. «Posada sabe esto porque él era el que pagaba las cuentas telefónicas de Rodríguez». Después de la entrevista, los agentes del FBI dejaron que Posada saliera libre de la embajada. [Para más detalles, véase Lost History: Contras, Cocaine, the Press & Project Truth de Parry].
Más ataques
Pronto Posada regresó a sus andanzas anticastristas.
En 1994, Posada planeó el asesinato de Castro durante un viaje a Cartagena, Colombia. Posada y cinco cohortes llegaron a Cartagena, pero el plan se derrumbó ya que los cordones de la seguridad evitaron que los futuros asesinos pudieran lograr un tiro limpio contra Castro, según declaró un artículo del Miami Herald. [Miami Herald, 7 de junio de 1998].
Asimismo, el Herald describía el papel desempeñado por Posada en una letal campaña con bombas en 1997 contra hoteles y restaurantes populares dentro de Cuba que culminaron con la muerte de un turista italiano. La historia citaba una evidencia documental sobre los arreglos hechos por Posada para pagar a los conspiradores con cuentas en los Estados Unidos.
«Esta tarde usted recibirá por conducto de la Western Union cuatro transferencia de $800 cada una… desde New Jersey», decía uno de los faxes firmados por SOLO, uno de los alias utilizados por Posada.
Posada volvió a carenar en prisión en el año 2000 cuando la inteligencia cubana reveló un complot para asesinar a Castro plantando una bomba en una reunión que sostendría el líder cubano con estudiantes universitarios en Panamá.
Las autoridades panameñas detuvieron a Posada y a otros supuestos conspiradores en noviembre del 2000. En abril del 2004, fueron sentenciados a cadenas de ocho a nueve años de privación de libertad por poner en peligro la seguridad pública.
Sin embargo, cuatro meses después de dictada la sentencia, la Presidenta panameña Mireya Moscoso que no fuera reelegida -y que vive en Cayo Biscayne, Florida y mantiene estrechos vínculos con la comunidad cubano-americana y con el gobierno de George W. Bush- concedió el perdón a los convictos. A pesar de los artículos de prensa que planteaban que Moscoso había estado en contacto con oficiales de los Estados Unidos en cuanto al perdón, el Departamento de Estado negó haber presionado a Moscoso para que liberara a los exiliados cubanos. Después de concederles el perdón y sólo dos meses antes de las elecciones del 2004, tres de los co-conspiradores de Posada -Guillermo Novo Sampol, Pedro Remón y Gaspar Jiménez- llegaron a Miami donde se les ofreció la bienvenida de héroes, enviando así señales lumínicas de victoria a sus seguidores.
Mientras los terroristas celebraban, las autoridades estadounidenses vigilaban a los hombres -implicados también en la colocación de bombas en Nueva York, New Jersey y Florida que se encontraban en suelo estadounidense. Como observara la escritora del Washington Post, Marcela Sánchez, en un artículo publicado en septiembre del 2004 sobre el perdón panameño, «hay algo totalmente equivocado cuando los Estados Unidos, después del 11 de septiembre (2001), no condena el perdón concedido a los terroristas y, por el contrario, les permite caminar libremente por las calles de los Estados Unidos». [Washington Post, 3 de septiembre de 2004].
Posada llega.
Según se ha informado, Posada penetró en los Estados Unidos a principios del 2005 y su presencia constituyó un secreto a voces en Miami durante semanas antes de que las autoridades estadounidenses hicieran algo. El New York Times resumió el dilema de Bush si Posada decidía pedir asilo en los Estados Unidos.
«Concederle el asilo promovería acusaciones de que el gobierno de Bush está comprometiendo su principio de que ninguna nación debería albergar a sospechosos de terrorismo», escribió el Times. «Pero, la expulsión del Sr. Posada podría provocar la ira de la comunidad conservadora cubano-americana en el sur de la Florida, la principal fuente de apoyo y dinero del Presidente Bush y de su hermano Jeb». [New York Times, 9 de mayo del 2005].
Sólo después que Posada citó una conferencia de prensa para anunciar su presencia fue que el gobierno de Bush se avergonzó y lo detuvo. Pero incluso entonces, el gobierno se negó a enviar a Posada a Venezuela donde el gobierno de Hugo Chávez -a diferencia de algunos de sus predecesores- estaba ansioso por enjuiciarlo.
En una vista sobre asuntos migratorios en los Estados Unidos en el 2005, el abogado defensor de Posada fue citado como testigo y amigo de Posada y declaró que el gobierno de Venezuela practicaba la tortura. Los abogados del gobierno de Bush no impugnaron tal declaración, por lo que el juez de inmigración prohibió la deportación de Posada a Venezuela.
El embajador de Venezuela, Bernardo Álvarez, acusó al gobierno de Bush de aplicar una «cínica doble moral» en la «guerra contra el terrorismo».
«Los Estados Unidos se presentan como líder contra el terrorismo, invade países, limita los derechos civiles de los estadounidenses para combatir el terrorismo, pero cuando se trata de sus propios terroristas, se niega a llevarlos ante la justicia», declaró Álvarez.
En cuanto a la afirmación de que Venezuela practica la tortura, dijo Álvarez, «No existe un ápice de evidencia de que Posada sería torturado en Venezuela». Álvarez añadió que la afirmación resultaba particularmente irónica dadas las muy difundidas historias de prensa de que el gobierno de Bush había cometido abusos contra los prisioneros detenidos en la base militar estadounidense ubicada en la Bahía de Guantánamo, en Cuba.
Los casos de Bosch y Posada señalan una conclusión inevitable y desagradable: que la familia Bush considera que el terrorismo -definido como el asesinato de civiles por una razón política- está justificado o, al menos, es tolerable en aquellos casos en que sus intereses concuerdan con los intereses de los terroristas.
El terrorismo es sólo un mal moral para la familia Bush cuando la violencia contra civiles choca con los intereses de la familia.
Con frecuencia, esta flagrante hipocresía ha sido respaldada y acunada por los medios de comunicación masiva de los Estados Unidos que, intuitivamente, comprende la doble moral y actúa en consecuencia. Los medios estadounidenses minimizan o pasan por alto aquellos casos en que el terrorismo tiene conexiones con los funcionarios del gobierno de los Estados Unidos -y especialmente con la familia Bush.
Robert Parry reveló muchas de las historias sobre el escándalo Irán-Contras en el decenio de 1980 para la Associated Press y Newsweek. Su libro más reciente, Secrecy and Privilege: Rise of the Bush Dinasty from Watergate to Iraq , puede ser solicitado en secrecyandprivilege.com. También se encuentra disponible en Amazon.com, al igual que su libro publicado en 1999 titulado Lost History: Contras, Cocaine, the Press & «Project Truth».