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Sobre la desconformidad de varios sectores del espectro político libanés por la participación de Hizbula en el gobierno de coalición en el Líbano

Hizbula me representa

Fuentes: Al Akhbar

Traducido del árabe para Rebelión por Antonio Martínez Castro.

La gente de Saad al Hariri no está conforme con compartir el Gobierno con Hizbula. Los cristianos del 14 de marzo tampoco están conformes con las concesiones innecesarias de Saad al Hariri para que Hizbula pueda participar. Y es que las Fuerzas Libanesas temen un posible golpe orquestado por al Hariri contra ellos en lugar de la batalla que ambos querían iniciar contra Hizbula.

Al Presidente de la República no le agrada el acuerdo sorpresa entre Hariri y Hizbula, con su socio Michel Aoun, para formar un Gobierno de coalición. Su única esperanza era que que no pudiese haber elecciones para que prolongasen su mandato en el cargo de la Presidencia.

Nabih Berri y Walid Jumblat pensaban que este Gobierno dejaría a Michel Aoun un poco más de lado. De hecho sus candidatos a las presidenciales hubieran preferido que el Gobierno hubiese dicho con claridad que iba a convocar elecciones.

La gente de Hizbula, y de la coalición del 8 de marzo en general, está disgustada porque los ministros de su partido van a sentarse en el mismo Gobierno con Ashraf Rifi y Nihad al Mashnuq que anuncian abiertamente su enemistad a Siria y la Resistencia.

La gente de Michel Aoun no sabe qué decir. Por un lado tampoco está contenta porque no se prevé que este Gobierno haga reformas y cambios, pero por otra parte abriga la esperanza de que el acuerdo conduzca a Michel Aoun al palacio presidencial de Baabda. El resto de la gente, dispersa al borde del camino, protesta con enfado porque está en el paro, ha perdido toda oportunidad real de volver a trabajar, no puede pagar los plazos de la escuela o la universidad de sus hijos, y ha perdido la protección y la seguridad. Siente rencor hacia aquellos que les han robado los derechos y expoliado sus riquezas desde hace décadas. Todos muestran su frustración hacia el Gobierno, como si en el trágico instante que vive el Líbano se pudieran realizar cambios profundos.

Necesitaremos mucho tiempo y pasar momentos difíciles hasta que se vean los resultados de este acuerdo cuyo fruto es el Gobierno de Tamam Salam. ¿Habrá algún momento de descanso para preguntar qué quiere la gente de la resistencia y del resto de fuerzas que están en desacuerdo con la clase política gobernante?

La gente de la resistencia quiere que Hizbula impida a Israel siquiera pensar en amenazar al Líbano y que esté presto para repeler sus agresiones y también para liberar Palestina.

El público de la resistencia quiere que Hizbula siga luchando en Siria, que impida que caiga Bashar al Asad, que corte la expansión de los grupos takfiríes y acabe con al Qaeda y todas las organizaciones de nuevo cuño bajo su mando en Siria y Líbano. Quiere que Hizbula intervenga en Iraq para evitar que vuelvan los EE.UU. y los saudíes. Quiere ayudar al pueblo de Bahréin como sea posible hasta destronar al tirano. Quiere que Hizbula esté prevenido ante la eventualidad de que Irán sea agredido por los EE.UU. e israelíes. Quiere que Hizbula rompa el muro de un solo golpe y obtenga setenta «7 de mayos de 2008» a la vez [N. T.: episodio en el que el Gobierno libanés decidió desmontar la red de comunicación de Hizbula y destituir al jefe del cuerpo de seguridad del Aeropuerto de Beirut. Tras algunos enfrentamientos, el Gobierno tuvo que desistir.] Quiere que Hizbula entre en guerra con los radicales de Trípoli y que borre el rastro de Ahmad al Asir en Sidón, que saque a la corriente Mustaqbal de Beirut y que someta y haga obedecer a la gente de las dos «Beqas», la del centro y la del occidente, que sitie Arsal y expulse a los combatientes sirios que están allí. La gente de la resistencia quiere que Hizbula dé golpes preventivos en los países del Golfo, que corte la relación con Hamas y con todos los Hermanos Musulmanes del mundo árabe y que haga vencer a unos yemeníes sobre otros yemeníes, que abra canales de comunicación con los seguidores de Gaddafi para frustrar el gobierno de la OTAN en Libia, que ayude a Sisi en Egipto y que aísle al Rey de Jordania. Quiere que Hizbula amenace a todo el mundo para impedir que sus hombres de negocios, trabajadores o empleados se vean amenazados en África y hacer que Occidente no pueda encarcelar a ningún miembro de la resistencia ya sea libanés, árabe o musulmán.

En el Líbano el público de la resistencia quiere que Hizbula dirija un cambio interno y que se instale en el centro de Beirut. Que impulse un cambio de poder entre los líderes drusos y que quite de enmedio a Samir Geagea y a su coro de personalidades del 14 de marzo. Que presione a Nabih Berri para que salga del Gobierno y que Michel Aoun se comporte como le diga el partido tanto en el gobierno como el parlamento y la política. Quiere que el partido teja una estructura económica que cree empleo en todas las regiones en las que tiene influencia y que forme cuerpos de lucha antidroga, que proporcione electricidad y agua, que apoye la revuelta a favor de la Universidad Libanesa y la educación pública, y que forme una fuerza secreta para asesinar a ladrones, contrabandistas y malhechores.

Entre los que protestan hoy por el nuevo Gobierno, dirigiendo las críticas especialmente a Hizbula, hay un grupo que viene de la izquierda, de partidos de base naserista y laicos, como también hay grupos de fanáticos religiosos. Hay exportadores y traficantes de mercancías ilegales que no quieren pasar por las aduanas. Quien quiere imitar las prácticas anteriores para poder hacer lo que no permite la ley: anular autos de prisión, borrar el registro penal, dejar actuar a los traficantes de droga, conceder permisos de construcción ilegales, ocultar operaciones de fraude fiscal y además quieren escoltas, armamento, soporte logístico y cobertura política.

Todos ellos quieren que Hizbula no se meta en su vida privada. Quieren que Hizbula cierre las escuelas religiosas y que con ese dinero les financie sus actividades políticas, culturales, sociales y familiares y que pague los sueldos de quienes les llevan los negocios, que les facilite hacer contratos con el Estado, que retire las querellas contra los programas televisivos, que presida coros de dabke y baile donde sea preciso, pero que les deje a ellos administrar los municipios y consejos territoriales. Quieren alejar a Hizbula de los puestos de responsabilidad y quedárselos ellos porque saben tratar mejor con el resto de malhechores del país.

Hizbula no es Dios. No es una leyenda capaz de todo. No es un ejército que pueda emprender las batallas de los árabes y los musulmanes por el mundo entero y tampoco es un partido que controle todos los espacios por los que respira el país.

La resistencia es una fuerza efectiva desde el punto de vista del número y la calidad con una amplia proyección local y regional que representa la libertad anhelada por la gente libre del mundo. Es un título atractivo para quien ama las cosas bonitas que ya no encuentra en su partido ni en su gente ni en su confesión ni siquiera en su tierra. Por eso, porque la resistencia es así, la mayoría de los gobiernos y países del mundo, y los fanáticos religiosos, se comportan con hostilidad absoluta, le hacen la guerra sin cesar y persiguen su sombra en la política, la seguridad, la economía, el trabajo y la ciencia. Siempre activos para calumniar y asesinar a sus cuadros y militantes. No es algo transitorio que en Líbano, este pequeño país, se trabaje sin descanso para provocar a Hizbula, demonizarlo y pintarlo constantemente como el origen de todos los males.

¿Alguien se ha dado cuenta de que Hizbula cuenta sólo con un cuarto de siglo de vida? Es un destello fugaz en la historia de los pueblos, insuficiente para atender todas las necesidades de la gente. No puede asumir todas las responsabilidades, ni estar al tanto de todo, como tampoco pasa por un momento que le permita acometer misiones que no le corresponden directamente.

Hoy Hizbula pasa un examen muy duro con tres frentes abiertos: la conspiración interna constante, Israel listo para lanzar una guerra de exterminio y el acoso de los servicios secretos del mundo que han tomado Siria como punto de partida para sitiarlo y asfixiarlo. Hizbula sabe que la contienda es ardua y no huye el campo de batalla.

Que Hizbula haya aceptado formar parte de este gobierno no supone nada nuevo. Hizbula no rechazó participar con sus más acérrimos enemigos en el gobierno de coalición durante la guerra israelí de julio de 2006 al igual que participa hoy con la amenaza takfirí ante él. Hizbula es un partido responsable que mira por el bien de todos los libaneses y no por el interés de un grupo a costa de los demás. Además, al aceptar no ha renunciado a ninguno de sus lemas centrales: no ha entregado las armas de la resistencia, no va a abandonar el campo de batalla en Siria, no aceptará que se censure a su aliado Michel Aoun y no dejará que el país caiga en manos de EEUU, Arabia Saudí y sus aliados.

La fuerza de Hizbula, desde el punto de vista de sus rivales, no reside en su doctrina divina, sino en su realidad, en su práctica y en su modestia donde hace falta, pero sobre todo en su capacidad para comprender la naturaleza de la lucha. Su poderío reside en la claridad de su enfoque.

Quien no pueda entender esto, tiene todo el derecho a oponerse. Pero en caso de que tenga respeto a la trayectoria de la resistencia, debería evitar que se produzca un estallido violento y por lo tanto no aprovechar el cuento de la formación del Gobierno para expresar su indignación y odio sobre otros asuntos.

Este Gobierno de Tamam Salam es una realidad patente que refleja la situación del país y su estado de división, retrata de forma clara los equilibrios entre fuerzas locales, regionales e internacionales y no es posible concebir otro mejor que él a día de hoy en el Líbano. Quien repita la estrategia de la Coalición del 14 de marzo y pretenda excluir a Hizbula, de forma que la mayoría sunní imponga ministros y parlamentarios a una parte considerable de los cristianos, dirigirá a sí mismo y a los demás, consciente o inconscientemente, hacia una terrible guerra civil.

Hizbula tiene razón ahora como la tuvo muchas otras veces, por algo tiene los dirigentes más sensatos.

Hizbula me representa de verdad.

 

Ibrahim al Amin es redactor jefe del periódico libanés al Akhbar.

Fuente original:

http://www.al-akhbar.com/node/200841