Traducción libre del inglés de Fatirah Aziz
La guerra fue una de las más grandes preocupaciones para el inmortal historiador, Howard Zinn, especialmente las guerras imperiales.
Es por eso que fue muy natural que su último libro tratara sobre la guerrra, sobre la guerra por el imperio y el capital. La Bomba, que ataca la razón principal que se da para justificar el uso de las bombas atómicas contra Japón -en realidad contra la población civil de Japón- fue su última obra, publicada después de su muerte.
Para probar la pofunda hipocresía norteamericana, Howard Zinn, el eterno crítico social, examinó los bombardeos de Japón de agosto de 1945, desde la perspectiva de las presentes discusiones sobre el terrorismo.
Cuando pandillas de fanáticos cometen atrocidades, les llamamos, «terroristas,» que lo son, y no tenemos problemas al rechazar sus razones. Pero cuando los gobiernos son los que lo hacen, y en escala más grande, no se usa la palabra «terrorismo,» y consideramos como señal de nuestra democracia que esos actos se convierten en objeto de debate. Si la palabra «terrorismo» tiene un significado útil, (y yo creo que lo tiene, porque marca como intolerable un acto que envuelve el uso indiscrimado de violencia contra seres humanos, por propósitos políticos,) entonces esa palabra describe exáctamente los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki. (Página 27)
Para Zinn, toda guerra es una violación de los más fundamentales de los derechos humanos -el derecho a la vida, a la dignidad; y el derecho a los progresos sociales.
Si Howard Zinn estuviera vivo hoy, él sería igualmente crítico de la carnicería humana en Irak y Afganistán, que son parcialmente posibles, hoy como ayer, por el consentimiento de los que él burlonamente llamó, «los liberales totalitarios.»
Como historiador, él sabía muy bién que las guerras comienzan con mentiras, y terminan en desastre, destrucción y pérdida.
Fuente: Howard Zinn, La Bomba, (The Bomb, City Lights Books, San Francisco, 2010)
rCR