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Indignidad

Fuentes: Rebelión

Mundo raro el de hoy. Como diría mi abuela, anda patas arriba. Yo sé, sin embargo, que no es el propio mundo el culpable de sus desaciertos y confusos malabares, sino gente habitándolo o, mejor dicho, deshabitándolo con sus canalladas e indignidades. Así he pensado más de una vez y vuelvo a pensarlo al conocer […]

Mundo raro el de hoy. Como diría mi abuela, anda patas arriba. Yo sé, sin embargo, que no es el propio mundo el culpable de sus desaciertos y confusos malabares, sino gente habitándolo o, mejor dicho, deshabitándolo con sus canalladas e indignidades. Así he pensado más de una vez y vuelvo a pensarlo al conocer la noticia que ha conmocionado a todos en estos días: la presidenta panameña indultó a cuatro terroristas por obra y gracia de su arbitraria voluntad.

Como reza un viejo refrán: «La capa del diablo, lo que por un lado tapa, por otro destapa.» Y así las cosas, a pesar de sus incomprensibles argumentos, Mireya Moscoso ha caído en la trampa de sus oscuros compromisos con Estados Unidos y con su futuro vecindario de Miami. Cargada de acusaciones sobre corrupción y prevaricación, la Moscoso acusó primero a Cuba de inmiscuirse dentro de la política interna de su país, pero siempre pensó en la necesidad de protegerse del escándalo si se destapa la cloaca de sus malos manejos del erario público y, obviamente, Colin Powell y Bush le han prometido protección e impunidad llegado el caso. También los mafiosos de Miami, a los que incondicionalmente ha ayudado en el controvertido proceso judicial seguido contra Posada Carriles y sus cómplices, se han comprometido por igual a hacerle feliz el goce de sus pingües y sospechosas «ganancias» dentro del gobierno en su futura villa floridana.

Por último, cuando la circunstancia política de su controvertida decisión se volvió contra ella, capaz de pisotear a la ley y desoír la voluntad mayoritaria de justos panameños, la Moscoso argumentó que indultaba a los terroristas por un caso de simple humanitarismo, es decir, por un caso de conciencia. Al usar este insostenible argumento, la señora Moscoso parece haber olvidado que «la conciencia es a la vez, testigo, fiscal y juez». Podrá, desde luego, hacer uso abusivo de sus prerrogativas pero ¿podrá su conciencia, si la tiene, justificar realmente tal indignidad?

Los mentirosos argumentos usados por la presidenta panameña podrán justificarla sólo ante sus acólitos y sus amos, pero nunca ante su pueblo y ante las víctimas de los asesinos liberados. Tampoco la justificarán ante las madres, esposas, hijos y otros familiares de los asesinados por estos criminales y que esperaban de ella sólo un poco de racional justicia. La mentira anda con muletas, y la verdad sin ellas, señora Moscoso, y no habrá mentira capaz de sostenerse como argumento para reivindicarla por sus indignas acciones de hoy.

Mundo raro el de hoy, vuelvo a repetir, porque me duele que se excarcele a criminales y terroristas con la venia y la santificación de los mismos que mantienen encarcelados a luchadores capaces de dedicar su vida entera y lo mejor de sí para combatir este inhumano flagelo. Mientras los Cinco Héroes ven pisoteados sus más elementales derechos en sus celdas norteamericanas, alejados de los suyos y estigmatizados por una justicia comprada y burdamente politizada, los cuatro terroristas indultados son aplaudidos por la mafia terrorista miamense y vindicados como héroes. No me extrañó, lo aseguro, que Pepe Hernández, Ninoska, Ramón Saúl Sánchez, Basulto y toda la ralea de asesinos que pulula impunemente en las calles de Miami se regocije hoy por la absurda decisión de la Moscoso. Festejan a sus «héroes», es cierto, archicriminales como ellos y comprometidos en su misma política basada en el terror y el crimen.

No me desespero, sin embargo, por la victoria pírrica obtenida por la injusticia y la iniquidad. La ley podrá ser comprada, pisoteada incluso como se ha hecho en Panamá, pero la justicia primará alguna vez. Los criminales indultados planearán nuevos crímenes y la culpa de estas futuras acciones recaerá indudablemente sobre todos aquellos que procuraron su liberación. Posada y sus cómplices no dormirán tranquilos pues siempre sabrán que si un gobierno corrupto los exoneró de culpas, la voluntad de los pueblos no lo hará. La sentencia para ellos está dictada ya. Yo se los aseguro.