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Ingeniería neoliberal (para principiantes)

Fuentes: Rebelión

En estos días de julio, se está celebrando en Madrid el llamado Campus FAES, que acoge a una serie de intelectuales liberales que imparten habitualmente doctrina. La FAES, ya saben ustedes, es la fundación del Partido Popular que impulsa en España el pensamiento más conservador, y que se relaciona con la Fundación Konrad Adenauer alemana, […]

En estos días de julio, se está celebrando en Madrid el llamado Campus FAES, que acoge a una serie de intelectuales liberales que imparten habitualmente doctrina. La FAES, ya saben ustedes, es la fundación del Partido Popular que impulsa en España el pensamiento más conservador, y que se relaciona con la Fundación Konrad Adenauer alemana, de la CSU-CDU; con la Escuela de Estudios Políticos de Moscú, una organización financiada por la Unión Europea para impulsar en la antigua Unión Soviética la ideología de la democracia capitalista; y con otras organizaciones similares. De esa forma, la FAES, que está muy preocupada con la situación en América Latina (sobre todo con Cuba, claro, no se iba a preocupar por Colombia, Perú o Bolivia), o que insiste en la importancia trascendental del vínculo transatlántico -que es como denominan ahora la subordinación de la mayoría de los países europeos a Washington-, ha traído, para divulgar el catecismo neoliberal, a algunos relevantes intelectuales orgánicos del capitalismo.

En el Campus FAES, el otro día, estaban entre ellos Simón Serfaty, director de Programa Europa CSIS, de Estados Unidos; James Elles, presidente de European Ideas Network, y William Kristol, editor de The Weekly Standard (e hijo de un célebre agente de la CIA que estuvo en primera línea de la manipulación y compra de intelectuales durante la guerra fría) y, él mismo, ideólogo de los sectores neoconservadores que están detrás de las guerras y aventuras exteriores del gobierno Bush. Por traer, los funcionarios de la FAES trajeron hasta a Ana Palacio, presidenta de una «Comisión Mixta para la Unión Europea».

Ana Palacio, la impagable ministra de Asuntos Exteriores en el último gobierno de José María Aznar, reflexionó, al parecer, sobre la Convención y la Conferencia Intergubernamental y sobre la Constitución Europea, llegando a la conclusión de que los ciudadanos relacionan el concepto de Europa con la nueva Constitución y no con el mercado capitalista. Como era lógico, Palacio se declaró satisfecha con esa Constitución, a la que definió, en general, como fruto de los desvelos de José María Aznar; lo que, sin duda, debería hacer reflexionar a los dirigentes del PSOE, que se muestran tan entusiastas con ese texto (que no Constitución), tan lesivo para la mayoría de los trabajadores y de la población.

En su intervención, como era de esperar, Kristol mantuvo que el 11 de septiembre se abrió una nueva etapa histórica y proclamó, con soberbia digna de mejores auditorios, por si a los oyentes les asaltaba alguna duda, que, en los inicios del siglo XXI, no existe ningún modelo alternativo al que representan los Estados Unidos en el mundo. Según mis noticias, el evidente dislate fue aceptado con naturalidad por los asistentes. Poco avisado, poco hábil, Kristol, en flagrante contradicción con sus propias palabras, defendió la tesis de que la Unión Europea debe comprometerse activamente en la acción contra el terrorismo, abandonando lo que llamó el «modelo multilateralista» que, según él, defienden Francia y Alemania.

Otro de los intelectuales que impartió doctrina neoliberal fue Adam Michnik, que participó, el 9 de julio, en una charla del campus. Adam Michnik, editor de Gazeta Wyborcza, el principal diario polaco, sentenció que, para los países que, como Polonia, se vieron «marcados por la dictadura comunista», Occidente es el «símbolo de la tolerancia y del antitotalitarismo». Hábil y tramposo muñidor de argumentos falaces, Michnik pasó sobre ascuas ante las evidentes atrocidades y guerras que Washington (que para él es sinónimo de «occidente», aunque tenga buen cuidado en no parecer excesivamente pronorteamericano) ha cometido en las últimas décadas, desde Vietnam hasta Panamá, desde Afganistán hasta Nicaragua, desde Yugoslavia hasta Granada, desde Guatemala hasta Iraq, por poner unos pocos ejemplos.

Tampoco hizo referencia Michnik a la especial circunstancia que hace que Estados Unidos tenga la primacía absoluta en el palmarés mundial de invasiones militares de otros países. Criticó Michnik, sí, lo que denominó la «fobia antiamericana», que, según él, ha hecho que la izquierda europea esté más cerca de Stalin, de Fidel Castro, o de Sadam Hussein (¡!), que de presidentes elegidos en las urnas como Clinton o Bush. En su marrullera y selectiva memoria histórica, además de cometer el evidente despropósito de comparar a Castro con Sadam Hussein, Michnik pasaba por alto que la mayoría de presidentes norteamericanos han cometido crímenes de guerra en el último medio siglo, igual que silenciaba los nombres de los más sangrientos dictadores -desde Mobutu hasta Videla, desde Suharto hasta Papá Doc, desde Marcos hasta Franco, desde Pinochet hasta Trujillo, pasando por el propio Sadam Hussein- que, como es sabido, fueron apoyados por Washington para llegar al poder y ayudados después a mantener sangrientas dictaduras en sus países.

De manera que, tratando a los asistentes al campus de la FAES como a escolares sin criterio, Michnik trazó así un angelical cuadro de la democracia capitalista, llena de presidentes elegidos -como Clinton (aunque eludiese hacer referencia a su responsabilidad en el bloqueo a Iraq en la década de los noventa, que causó más de un millón de muertos), o como Bush (que ya ha invadido dos países, al margen de toda legalidad internacional, y que es responsable directo de la muerte de decenas de miles de personas)-, que contrasta, para él, con una izquierda europea que sigue sin comprometerse con la causa de la libertad. Democracia capitalista que, según el criterio del periodista polaco, no tiene nada que ver con la falta de libertad y la pobreza de buena parte de los países del planeta.

No hubo reproches de Michnik a la infame guerra e invasión de Iraq, ni referencia a las miles de víctimas, ni reparó en que los organismos humanitarios -desde algunos dependientes de la propia ONU hasta Amnistía Internacional- han condenado las matanzas de ciudadanos, las torturas, el bombardeo de poblaciones civiles iraquíes o afganas. La desfachatez y deshonestidad intelectual de Adam Michnik son ya legendarias, pero los propios oyentes del Partido Popular que asistían a su conferencia deberían ser concientes de que insultaba a su inteligencia que el periodista polaco hiciera ese extravagante y falso análisis histórico, más propio de limitados propagandistas del capitalismo que de intelectuales que se pretenden rigurosos. Seguramente no era su intención, pero, así, trataba a los asistentes a su conferencia como si fueran lerdos.

De manera que los esforzados intelectuales que se reúnen estos días en Madrid en los salones del Partido Popular (bien pagados, aunque ellos creen que sus desvelos merecen más), siguen empeñados en la cruzada propagandística que, a despecho de las evidencias acumuladas sobre el capitalismo realmente existente, sostiene indefendibles tesis sobre la bondad del mercado y sobre las supuestas ventajas de la globalización liberal, aunque sean desmentidas cada día por la realidad del mundo. Mirando hacia otro lado cuando surgen estallidos de desesperación social, ocupados en embellecer el sistema capitalista -cobrando importantes minutas, como es lógico- los intelectuales congregados en el campus de la FAES daban un completo repertorio de esa ingeniería neoliberal, para principiantes, que está asolando el mundo.