“Injusticia” es el título escogido por la organización Save the Children [1] para hablar de la reciente investigación que han publicado sobre la experiencia de la infancia palestina detenida por las fuerzas de ocupación militar israelí. Aunque leyendo el informe, este también podría titularse “Crueldad Infinita”, por los hechos que en él se relatan. O también podría llamarse “Rabia extrema”, por el sentimiento que genera leer tantas impunes atrocidades.
En los últimos 20 años han sido arrestados más de 10.000 menores palestinos, de los cuales un 3% son niñas[2]. La principal causa del arresto es el “presunto” lanzamiento de piedras que se considera una amenaza a la seguridad y puede estar castigado hasta con 20 años de prisión. Si, presunto, porque, pueden ser detenidos por las fuerzas militares de ocupación sólo por la mera sospecha, sin pruebas, sin una orden judicial que lo determine, ni supervisión independiente del proceso. Vamos, sin ningún cumplir ningún estándar internacional sobre justicia, por lo que en la práctica, los militares hacen lo que quieren y como quieren sin nadie que les pueda cuestionar. Y todo ello en medio de una “presunta” ficción jurídica, donde se da una apariencia de fingido proceso penal-teatral.
Por el contrario, ningún niño o niña israelí, ni aquellos que residen ilegalmente en los asentamientos, ha estado nunca en contacto con un tribunal militar. En su caso se les aplicaría el marco legal para civiles, nunca el militar. Al firmar la Convención de las Naciones Unidas sobre los derechos del niños, Israel se ha comprometido a garantizar los derechos a todos los niños y niñas sometidos a su jurisdicción, cosa que incumple sistemáticamente en el caso de la infancia palestina. Este doble rasero forma parte del complejo sistema de segregación que configura el apartheid al que es sometida la población palestina.
Ahmad relata que cuando fue detenido, a los 15 años, le dispararon en la pierna y en la espalda. Le llevaron al hospital y le esposaron de pies y manos a la cama donde le interrogaron. Pese a declarar que no sabía nada lo mandaron a prisión. Hisham cuenta que a él le detuvieron e interrogaron cuando tenía 14 años. Le ataron a una silla de hierro con las manos a la espalda y los ojos vendados. Mientras le hacían preguntas le golpeaban insistentemente con un objeto que parecía un palo pero no logró distinguirlo. Le dieron una paliza.
Otros testimonios refieren privación de comida, de agua, de sueño, abusos físicos y psíquicos, abuso y acoso sexual, cacheos desnudos, amenazas con agredirlos o con dañar a su familiares, aislamiento, coacción para firmar documentos escritos en hebreo que no entienden, entre otras. Así Yusef describe que cuando lo detuvieron, tenía 13 años, lo golpearon con las manos y los fusiles, sobretodo en sus partes íntimas. Describe también que a veces entraban en las celdas de noche y les obligaban a salir y quedarse de pie, al aire libre, sin poder dormir, bajo la lluvia. Khalil, también detenido cuando tenía 13 años, no olvidará nunca que durante el interrogatorio un soldado le dijo que les iba a matar a él y a sus amigos.
Al igual que ocurre con las personas detenidas adultas, muchos de estos niños y niñas son trasladados a prisiones dentro de Israel. Lo que además de impedir y dificultar que sean visitadas por sus familiares supone una violación de la Cuarta Convención de Ginebra, que prohíbe el traslado de la población ocupada al territorio de la potencia ocupante (art. 49). De igual manera, al igual que ocurre también con las personas adultas detenidas, se les deniega de forma sistemática las curas y la atención médica. Khalil, fue detenido cuando tenía 13 años y tenía una pierna escayolada, pese a pedir ayuda, no le dieron muletas y se tenía que arrastrar por el sueño para moverse. Todavía recuerda la experiencia con mucho dolor físico y gran humillación.
Todas estas experiencias de torturas, malos tratos, tratos inhumanos y degradantes tienen un impacto negativo en la salud física, en la salud mental, en el rendimiento educativo, en la vida familiar y social y lo que es peor, en las aspiraciones de futuro de todas aquellas crianzas que han pasado y siguen pasando por estas prácticas cotidianas.
Pese a las constantes denuncias de violaciones de los derechos humanos la situación de la población palestina bajo la ocupación militar israelí y de las y los ciudadanos palestinos en Israel, empeora día a día (con el silencio cómplice de nuestro gobernantes). Frente a las injusticias vividas diariamente, el movimiento por el Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS)[3] propone una respuesta de la ciudadanía global solidaria para que Israel cumpla con el derecho internacional y reconozca los derechos al pueblo palestino. El BDS puede ser también una de las respuestas a nuestra “rabia extrema” por la “crueldad infinita” de la “injusticia” que vive la infancia palestina.
Notas:
[1] https://www.savethechildren.it/cosa-facciamo/pubblicazioni/injustice
[2] https://www.militarycourtwatch.org/page.php?id=J5V0bQevz8a19020AWwFbv7lxv2
[3] https://bdsmovement.net/es
Alicia Alonso Merino. Feminista y abogada de derechos humanos. Realiza acompañamiento socio-jurídico en cárceles de distintos países.