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Invitados a marchar

Fuentes: Rebelión

La transparencia enfocada a ayudar a las personas que quieren informar es un símbolo que demuestra un total respeto hacia las verdades y la realidad. Promocionar, pues, esta voluntad de acercar a todos lo que está pasando supone un ejercicio de libertad que da, a la vez, credibilidad a las personas u organismos que facilitan […]

La transparencia enfocada a ayudar a las personas que quieren informar es un símbolo que demuestra un total respeto hacia las verdades y la realidad. Promocionar, pues, esta voluntad de acercar a todos lo que está pasando supone un ejercicio de libertad que da, a la vez, credibilidad a las personas u organismos que facilitan el trabajo a estos informadores, mayoritariamente periodistas. Si se ponen trabas, se buscan escusas para esquivar las preguntas o se delimitan puntos que no se pueden traspasar a la hora de contar lo que está pasando, la confianza hacia aquel que retiene la información disminuye. La opacidad representa un grado de desconfianza absoluto.

En el nuevo campo de refugiados a las afueras de Kilis, dónde unos 300 sirios viven desde hace unos días, es una zona inaccesible para los medios de comunicación. Rodeados de vallas, miembros de una empresa de seguridad, policías y militares, los inquilinos del campo en concreto ahora viven aislados del mundo. Ni fotografías, ni preguntas, ni, evidentemente, entrar. Está todo prohibido, y cuando decimos prohibido, queremos decir prohibido de verdad. Hoy era el primer día que estos refugiados sirios pasaban la noche bajo el control del gobierno turco y la Media Luna, la cual no escatima en propaganda a la entrada del asentamiento. Pero una vez llegas en lo que escatiman es en transparencia y voluntad de ayudar y dar a conocer la situación del colectivo. Si ven una cámara le dicen claramente al que la lleva que la guarde. Los curiosos, básicamente los periodistas, son rodeados rápidamente por cotillas y militares. El diálogo es corto y claro:

 – ¿Es posible entrar en el campo?

– No.

– ¿Por qué?

– Son órdenes.

Y si un militar dice que son órdenes, no hay más que hacer. No es culpa suya, él sirve a un cuerpo dónde las órdenes son la esencia de todo. Allí enseñar el carnet de periodista tiene el mismo valor que una piruleta, les hace más gracia, pero nada más,  ni ser del Barça te abre las puertas allí. En el campo no hemos podido tener ni un contacto con aquellos sirios de Idleb que conocimos a las afueras de Kilis, malviviendo en un parque. Allí, abandonados a su suerte, nadie les controlaba y nadie quería saber nada de ellos. A nadie les importaban y ahora, bajo control del gobierno turco, todo es hermético, opaco. Si allí pudimos charlar con ellos es poco comprensible que ahora no lo podamos hacer. No es normal que los órganos oficiales y oficiosos se hagan cargo de una situación y de golpe impidan a aquellos que han estado informando de la situación la entrada al nuevo emplazamiento. Y no sólo a los periodistas, sino también a los observadores de las Naciones Unidas. Ni ellos, con toda la carga institucional que supone, han podido acceder a las instalaciones dónde ahora duermen aquellos que antes lo hacían entre parques y mezquitas.

De esta forma escogen la información que quieren dar, mostrando que no les interesa mostrar la vida de estos, o al menos éste, campos «provisionales». El por qué no lo sabemos, pero cuesta entender que sea por un motivo de seguridad o precaución. El gobierno turco, con más gestos de cara a la galería que verdades, dejó las puertas abiertas a aquellos que quisieran refugiarse en Turquía, pero sin un plan para ubicarlos ni ayudarlos a todos. Un gesto bonito, sí, pero con un doble filo, y es que internacionalmente dan la imagen de un país solidario y generoso, pero a la vez, en algún caso concreto cómo el de este campo, encierran a los sirios en un lugar sin ningún contacto con el exterior, entre rejas casi. Y para más inri el gobierno turco no tiene problemas en permitir la entrada a Angelina Jolie a lugares parecidos para hacerse la foto. Un lavado de cara constante. 

Una suma de sucesos que llevan a la confusión y al malpensar hacia el gobierno turco, opaco de por sí. Esta actitud hermética y censuradora solo hace que perjudicarlos. Y con amabilidad y respeto, eso sí, Ahmet, el jefe del escuadrón destinado al campo, ha obligado a parar un coche en medio de la carretera para que nos lleve hacia el hotel. Con buenas maneras, pero con el mismo mensaje: «Adiós». Cómo más lejos aquellos que quieren saber, mejor.

Blog de los autores: http://sinretorno2013.wordpress.com/2013/10/10/invitados-a-marchar/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.