Alguien dijo que dada la injerencia de los dirigentes de EEUU en la vida del resto de la humanidad, los no estadounidenses también deberíamos poder votar en sus elecciones. ¿A quién votaría usted? ¿A un Donald Trump mediocre, reaccionario e ignorante o a una Hillary Clinton siniestra, tramposa y con antecedentes de haber cometido crímenes […]
Alguien dijo que dada la injerencia de los dirigentes de EEUU en la vida del resto de la humanidad, los no estadounidenses también deberíamos poder votar en sus elecciones. ¿A quién votaría usted? ¿A un Donald Trump mediocre, reaccionario e ignorante o a una Hillary Clinton siniestra, tramposa y con antecedentes de haber cometido crímenes de guerra en Libia, Afganistán e Irak? Esa es la verdadera libertad que ofrece un sistema político esquizofrénico que a la vez que engendra esta clase de dirigentes, presume de ser la culminación de la civilización humana y de sus valores.
Hoy, el electorado estadounidense, además de la dificultad de elegir entre uno y la otra, sufre una crisis de identidad: que ninguno de los dos candidatos cumple con el perfil tradicional de sus partidos. No hay pulso Halcón-Paloma; ella es el halcón y él, imprevisible, no se deja catalogar en la lista de las aves. Casi la mitad de los votantes demócratas se niegan a respaldar a Clinton (entre ellos, la actriz y activista de izquierdas Susan Sarandon, que hasta prefiere a Trump), ya que en los asuntos primordiales de la política interior y exterior, la demócrata se sitúa a la derecha del republicano. Lo mismo sucede en el ‘Partido Elefante’: en una carta abierta, las figuras Neocon más ultras del equipo de G. Bush, muestran su repulsa hacia Trump y votan a Clinton. Entre sus motivos reales: el rechazo de Trump a lanzar guerras en el extranjero, proponer a Rusia a una cooperación estrecha, y negarse a dar la prioridad a los intereses de Israel en Oriente Próximo.
En este escenario surrealista, el indigesto republicano que cuenta con el apoyo de las fuerzas racistas, fundamentalistas cristianos, los negacionistas del cambio climático, las empresas de armas, un amplio sector de desempleados y una posible ‘mayoría silenciosa’ de la población, se dispone a romper los marcos dibujados por su partido; carece de un programa electoral y presume de ser «imprevisible». En frente está Hillary Clinton, una política previsible, respetuosa con el enfoque de establishment sobre el mundo, cuenta con el respaldo de la banca inversora Goldman Sachs, Wall Street, las grandes compañías petroleras, de seguros y farmacéuticas, y los lobbies israelí y árabe.
Lo cierto es que nunca ha habido una línea roja entre los programas de ambos partidos. Barak Obama, por ejemplo, entregó al republicano Chuck Hagel el sillón de Defensa en su gabinete, y aunque la denominación demócrata puede confundir, en cuanto al belicismo ganan a los republicanos:
Fue Harry Truman quien atacó Hiroshima y Nagasaki para probar la bomba atómica y agredió a Corea en 1950; fue John F. Kennedy quien masacró a los vietnamitas en 1961; bajo el mandato de Lyndon Johnson EEUU asaltó República Dominicana en 1965. El esposo de Hillary, William Clinton mandó atacar Haití y destruir Yugoslavia, como ensayo de la guerra humanitaria, sin dejar de bombardear a los civiles en los estratégicos países de Sudán, Afganistán e Iraq. La propia senadora Hillary estuvo a favor de aplastar a Irak, desde su puesto en el gobierno de Obama, organizó la carnicería de Libia, y continuó lanzando bombas y misiles sobre los desesperados afganos y pakistaníes.
Lo que comparten ambos candidatos
Los representantes de la oligarquía empresarial de EEUU, Clinton y Trump, coinciden en:
.Preservar la hegemonía mundial de EEUU, a pesar de los costes humanos para sus ciudadanos y para las naciones víctimas.
.La creencia en la ‘excepcionalidad de EEUU’, cuyo significado es la legitimidad del uso de la guerra y tortura, con impunidad, por la única razón de «ser EEUU». Desde 1991, fecha de la desaparición de la Unión Soviética, las guerras promovidas por Washington, sólo en Irak, Afganistán, Libia, Siria, y Yemen, han destruído la vida de cerca de 100 millones de seres humanos.
.Prolongar las guerras actuales y lanzar nuevos ataques militares contra otros pueblos, salvando los intereses de sus patrocinadores.
.Seguir utilizando la tramposa «guerra eterna contra el terrorismo islámico» como cortina de humo para extender el ‘Arco de Crisis’ a las regiones de interés estratégico.
.Ignorar las dinámicas y las lógicas de Oriente Próximo, y seguir interpretándolas en claves metafísicas huntingtonianas.
.Insistir en «contener» a Irán, aumentando la presión sobre este país, sin tener en cuenta la posible respuesta de su gobierno.
.Compartir la ignorancia sobre el mito de la guerra limitada.
Aun así, hoy estamos ante una situación de indefinición caótica en los detalles de sus propuestas, reflejo de una nueva realidad difícil de asimilar por los estadounidenses: que su país ya no es la potencia hegemónica indiscutible, y tendrán que diseñarse un nuevo lugar en el mundo.
¿A quién votarían Irán e Israel?
A pesar de su parecido a Donald Trump, Benjamín Netanyahu optaría por Clinton, por los siguientes motivos:
.Por su apoyo incondicional a la ultraderecha israelí, y para presentarle a éste como víctima y a los palestinos como opresores.
.Empezar a deshacer los tímidos aunque valientes intentos de Obama para independizar la política de EEUU en Oriente Próximo de la agenda de Tel Aviv y poner orden en la extraña relación tradicional asimétrica entre ambos países, un caso singular en las relaciones internacionales.
.Silenciará la negativa de Israel al plan de Dos Estados, respaldado por los demócratas, republicanos y la mayoría de los judíos de EEUU. Ella, que nunca reprochó a los 600.000 colonos israelíes por ocupar tierras palestinas.
.Seguirá con la política de Obama de borrar el conflicto palestino-israelí de su agenda. Le ingresará a Israel 3.000 millones de dólares al año en ayuda militar, que obviamente no son para destruir los palos y piedras de los palestinos, sino para convertirle en el gendarme de la región.
.Le dará el honor a Israel de ser uno de los primeros países en visitar como presidenta de EEUU.
.Luchará contra el movimiento pacífico y Anti-Apartheid de boicot-desinversión-sanciones (BDS).
.Seguirá defendiendo el muro construido por Israel que prohíbe la entrada de los musulmanes, mientras critica a Trump por querer expulsar a los musulmanes del país y levantar un muro igual en la frontera de EEUU con México.
.Ocultar la amenaza de las bombas nucleares de Israel para la región y el mundo.
.Hacer de portavoz de Netanyahu para señalar a Irán como un «estado terrorista», y prometer ante AIPAC aplicar amplias medidas para combatir «la agresión de Irán en la región». ¡Dice que Irán representa un «peligro existencial» para un Israel con al menos 200 cabezas nucleares!
.Someterá a Irán a una contundente política de ‘desconfianza y verificación’, sin apartar la espada de Damocles del cello de los persas: si no cumplen con el acuerdo nuclear, ¡les caerán bombas de los siete cielos! Decía algo parecido, casi disculpándose ante AIPAC por no haber destruido Irán durante su mandato, y haber dirigido las negociaciones sobre el programa nuclear con el equipo iraní, con el único objetivo de ahorrar otra guerra a las tropas de EEUU, afirmaba.
Sus amenazas bíblicas a Irán revelan un importante detalle: que ella enviaría a las tropas de EEUU a la carnicería de otra guerra sólo para defender los intereses de Israel que pretende sabotear el «acuerdo del siglo» como sea. Ambos saben que la élite israelí (que no la del Occidente) es la principal beneficiaria de las guerras dirigidas por EEUU que azotan la región. ¡Cómo disfruta viendo las cenizas de los poderosos estados árabes que han caído uno tras otro! Ignora que cuando la casa de un pirómano está rodeada de hogares en llamas, ni un milagro le salvará de acabar chamuscado. Quizás la mejor manera de proteger a Israel fuese democratizarlo y exigirle que cumpla con la legalidad internacional, y así recuperar la ancestral convivencia pacífica de los hebreos con los demás pueblos de la zona.
.No denunciará al régimen de Netanyahu por respaldar a Al Qaeda. Pues, tanto el presidente demócrata Jimmy Carter como el republicano Ronald Reagan también patrocinaron el terrorismo religioso. Hillary Clinton aprovecha la amnesia que padece la sociedad estadounidense para proponer las mismas políticas de Bush para Oriente Próximo, amenazando a Irán y destruir el único logro de la política exterior de Obama, a pesar de sus luces y sombras.
Lo cierto es que a la candidata se le escapan dos detalles: que la capacidad de su país en realizar agresiones militares tiene un límite, y que incluso para enviar a matar y morir a miles de soldados, hay que tener la carisma de líder, y ella no la tiene.
En cuanto a Trump, es posible que ni sepa dónde está ubicado Irán:
.Anuncia que ya decidirá el destino de éste país y sus 80 millones de almas. Él considera un «desastre» el acuerdo nuclear, y asegura, sin ofrecer pruebas, que Teherán ya lo ha violado en breve conseguirá la maldita bomba.
.Promete que si los iraníes molesten a Arabia Saudí (¡no a Israel!) revocará el acuerdo nuclear y les atacará con una de las 5.113 bombas de su arsenal atómico, eso sí, a condición de que los jeques le paguen el trabajo y el material empleados. Otra de las joyas de sus propuestas es proporcionar armas nucleares a la Casa Saud para defenderse.
.Al contrario de otros republicanos, Trump quiere ser un árbitro en el conflicto israelí-palestino, poniendo en duda el compromiso de Likud con la paz.
.Israel, que hubiera querido ver amenazas a Irán a nivel industrial en los discursos de Trump, teme convertirse en un aliado irrelevante durante su posible mandato. No le convence este señor, aunque prometa trasladar la embajada de EEUU a Jerusalén.
Trump, ¿el favorito de Irán?
Algunos dirigentes de Italia, Alemania, Gran Bretaña o Japón ya han mostrado su horror ante un Trump en la Casa Blanca, quizás por su postura aislacionista e incluso por exigirles a los socios militares de EEUU que la fiesta ha terminado y deberían hacerse cargo de los gastos de su propio militarismo.
Para Teherán, la opción ideal era Bernie Sanders, crítico tanto con las agresiones militares de su país, como con el patrocinio del terrorismo wahabí por Arabia Saudí, el expansionismo israelí (es el único candidato que rechazó la invitación de AIPAC y se comprometió a buscar una solución justa por Israel y Palestina por igual), y su postura favorable hacia una mayor cooperación con Irán en el Oriente Próximo para gestionar y resolver las crisis de la región. Y con Sanders apartado, los iraníes meditan su voto entre «la mala conocida y el otro por conocer».
No hay que descartar que Trump fuese un simple elemento de ‘miedo’ para canalizar los votos hacia Clinton (parecido al escenario de las elecciones francesas del 2015). Un magnate exitoso ‘normal’, no hubiera dicho ni la mitad de las sandeces que ha dicho él durante la campaña.
Salvo que suceda una ‘sorpresa de octubre’, el próximo presidente de EEUU será…
Fuente: http://blogs.publico.es/puntoyseguido/3390/la-politica-exterior-de-clinton-y-trump-i-iran-e-israel/