Traducido del inglés por Beatriz Morales Bastos
Centros comerciales. Escuelas. Centros médicos. Organizaciones benéficas, orfanatos. Comedores populares. Estos son los últimos objetivos de la campaña que el ejército israelí está lanzando contra Hamas en Cisjordania.
Los oficiales militares israelíes han identificado la infraestructura civil de Hamas en Cisjordania como fuente fundamental de la popularidad del grupo islamista y han empezado a asaltar y a cerrar estas instituciones en ciudades como Hebrón, Nablus y Qalquilia.
La semana pasada los soldados centraron sus esfuerzos en Nablus, asaltaron la ciudad y confiscaron ordenadores. También irrumpieron en el centro comercial y pusieron letreros imponiendo el cierre en los escaparates de las tiendas. Cerraron una escuela para niñas y un centro médico de la cuidad, e incautaron los ordenadores y la documentación de una asociación de caridad.
Según afirman los oficiales militares, el objetivo de esta política es negar al grupo islámico, comprometido en destruir Israel, la capacidad de utilizar estas instituciones como una vía de canalización del dinero para financiar los ataques al Estado judío. Pero su objetivo principal es poner freno a la creciente popularidad de Hamas en Cisjordania y asegurarse de que no se hace con el control de la zona, como hizo en Gaza hace un año cuando sus fuerzas derrotaron al más moderado movimiento Fatah liderado por el presidente palestino Mahmoud Abbas.
Hamas pudo conquistar en Gaza los corazones y mentes de sus residentes no sólo porque ofrecía una alternativa a los dirigentes de Fatah teñidos de corrupción, sino también porque su red de escuelas, clínicas, campamentos de verano, actividades extra-escolares y asociaciones de caridad proporcionaban a los empobrecidos habitantes de Gaza el tipo de instituciones y de asistencia social que la AP era incapaz de proporcionarles.
Como parte de esta campaña, el ministro de Defensa israelí, Ehud Barak, ordenó recientemente ilegalizar 36 ONGs que trabajan con el exterior porque, según él, estaban recaudando dinero para Hamas. Según cálculos de los oficiales de defensa, el año pasado se entregaron a instituciones asociadas con Hamas en Gaza y Cisjordania entre 120 y 200 millones de dolares. El dinero procedía de instituciones de Arabia Saudí, Jordania, los Estados del Golfo, Europa, América del sur y Estados Unidos.
El ejercito israelí también ha cerrado en los últimos meses un orfanato, una panadería y otras instituciones en Hebrón, que Israel cree que están asociadas con Hamas. Mientras tanto, Israel y el grupo islámico mantienen una tregua en Gaza, pero ésta no atañe a Cisjordania donde el ejército israelí opera con total libertad.
En un artículo publicado en esta semana en el diario Haaretz Gideon Levy califica de «ridículos» los ataques contra las instituciones relacionadas con Hamas. «No se puede», concluye, «al mismo encarcelar a los residentes en Cisjordania, prohibirles ganarse la vida y no ofrecerles asistencia social mientras nosotros atacamos a quienes están tratando de hacerlo, sean cuales sean los motivos. Si Israel quiere luchar contra las asociaciones de caridad, debe al menos ofrecer otros servicios alternativos. ¿A costa de quién estamos luchando contra el terrorismos? ¿De viudas? ¿De huérfanos? Es una vergüenza».
Atacando a las instituciones de Hamas, Israel corre el riesgo de aumentar la popularidad del movimiento islámico y, al mismo tiempo, de minar la de Abbas y su partido Fatah que, correctamente o no, se considera que es a quien Israel busca beneficiar con esta política, aunque Fatah no lo busque o desee.
Es más, la popularidad de Hamas no procede sólo de su red de escuelas y de asociaciones de caridad, sino que también está en gran parte en función directa de la desilusión que siente el pueblo palestino por la AP dirigida por Fatah y su incapacidad de cumplir sus promesas fundamentales, la principal de las cuales es un Estado independiente en Cisjordania y Gaza. Algunos en Israel argumentan que la mejor manera de lograr que Israel le cierre el paso a Hamas y refuerce a Abbas sería detener la construcción de asentamientos judíos en Cisjordania, mejorar las restricciones a los movimientos ahí y, lo que es más importante, asegurar que progresan las negociaciones con el dirigente palestino, Abbas.
Muchos ministros israelíes dudan mucho de la capacidad de Abbas para llegar a ningún acuerdo de paz, así que dan muy poco valor a las negociaciones que se reiniciaron el pasado mes de diciembre. Algunos ministros han perdido incluso que se libere al dirigente de Fatah, Marwan Barghouti, que está cumpliendo varias cadenas perpetuas en una cárcel israelí tras haber sido condenado por estar implicado en ataques en los que murieron israelíes durante la segunda Intifada.
Barghouti, afirman estos ministros, goza entre los palestinos del prestigio político que se necesita para lograr un acuerdo con Israel y podría obtener suficiente apoyo para arrebatarle la agenda a Hamas. Pero, por ahora, Barghouti continúa en prisión, las conversaciones entre un Abbas débil y un Ehud Olmert acuciado por los problemas avanzan a duras penas, a Hamas le fluye el dinero y su popularidad continúa intacta.
Enlace con el original: www.ipsnews.net/news.asp?idnews=431