Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
La víspera de Navidad, el New York Times se puso a batir tambores de guerra. «Sólo hay una forma de parar a Irán», declaraba Alan J. Kuperman, y «es mediante ataques aéreos del ejército contra sus instalaciones nucleares».
Suele designarse a Kuperman como «director del Programa para la Prevención de la Proliferación Nuclear», pero su llamamiento a la guerra en la víspera de Navidad se basaba en la desinformación y en las contradicciones, no en un análisis académicamente objetivo.
Por ejemplo, afirmando que Irán tiene un programa de armas nucleares, Kuperman contradice el unánime informe elaborado por dieciséis agencias de inteligencia de EEUU, los informes de la Agencia Internacional para la Energía Atómica y los de la inteligencia rusa. Sorprende mucho que a Kuperman no se le ocurra que los lectores pueden preguntarse como un burócrata académico de Austin, Texas, tiene mejor información que todas esas autoridades juntas.
Kuperman está tan empeñado en condenar el plan del Presidente Obama de hacer que otros países enriquezcan el uranio de Irán para su programa de energía nuclear e isótopos médicos, que comete increíbles errores garrafales. Después de afirmar que Irán tiene un «programa para la bomba», Kuperman proclama que «el uranio de Irán contiene impurezas» y que la amenaza de Ahmadineyad «de enriquecer uranio a nivel doméstico hasta el nivel del 20%… es un farol, porque aunque Irán pudiera enriquecer más aún su impuro uranio, carece de capacidad para fabricar el uranio para los elementos del fuel».
¿En qué estaba pensando el editor de de opinión del New York Times cuando aprobó el texto de Kuperman? Irán, escribe Kuperman, necesita «un 90% de uranio enriquecido» para tener el material necesario para el armamento, pero no puede llegar al 20%, ni siquiera fabricar elementos de fuel para su energía nuclear. Entonces, ¿cómo es que Irán va a poder fabricar una bomba? Sin embargo, Kuperman escribe que «hemos llegado a un punto donde los ataques aéreos son la única opción plausible con alguna posibilidad de impedir que Irán adquiera armas nucleares. ¡Cuanto antes actúe EEUU, mejor!».
No podía dejarse más claro que, al igual que en la invasión estadounidense de Iraq, un ataque militar contra Irán no tiene nada que ver con armas de destrucción masiva. Las «armas nucleares iraníes» son tan solo otro bulo más detrás del que se esconde una agenda que se pretende ocultar.
A uno le surgen muchos interrogantes acerca de las credenciales del interés de Kuperman por impedir la proliferación nuclear. ¿Cómo es que un ataque sin sentido contra un país va a impedir la proliferación? ¿Acaso las amenazas intimidatorias y actos belicistas de EEUU no están animando a los países a buscar armas nucleares?
Estados Unidos, al finalizar la primera década del siglo XXI, tiene varias guerras en marcha: en Iraq, donde la antigua comunidad cristiano-caldea ha sido destruida -no por Saddam Hussein sino por la ilegal invasión de Iraq de los neocon estadounidenses-, en Afganistán, en Pakistán, en Yemen y en Sudán. EEUU inició también una guerra, que perdió, entre su gobernante-títere en la ex provincia soviética de Georgia y Rusia.
EEUU, el mayor promotor del mundo del terrorismo, es el principal financiero de los grupos terroristas que organizan ataques desde el interior de Irán. Fueron el dinero, las armas y la cobertura diplomática estadounidenses los que posibilitaron los crímenes de guerra israelíes contra el pueblo libanés durante 2006 y contra los civiles palestinos en Gaza durante 2008-2009, crímenes documentados por el Informe Goldstone.
Irán no ha interferido nunca en los asuntos internos estadounidenses, pero EEUU sí tiene una larga experiencia de intromisión en los asuntos iraníes. En 1953, EEUU derrocó al popular primer ministro de Irán, Mohammed Mossadeq, instalando allí un títere que se dedicó a torturar a los iraníes que deseaban una independencia política.
A pesar de esta y de otras ofensas estadounidenses contra Irán, Ahmadineyad ha expresado en numerosas ocasiones el interés de Irán por llegar a buenos términos con EEUU, para ser repetidamente rechazado. EEUU quiere la guerra con Irán para extender la hegemonía mundial estadounidense.
Cabría esperar que un experto en proliferación nuclear hubiera tenido algo en cuenta la historia. A Kuperman tampoco se le ocurre nada que decir sobre las armas nucleares de Israel, la India y Pakistán. Al contrario que Irán, ninguno de esos países son signatarios del Tratado de No Proliferación Nuclear. Israel, la India y Pakistán han desarrollado todos ellos en secreto sus armas nucleares, y muchos expertos creen que Israel tuvo para ello ayuda estadounidense, lo que representa un acto de traición. Todos esos tres países han sido recompensados por Washington a pesar de su perfidia. ¿Por qué se preocupa Kuperman de Irán, que se somete a las inspecciones de la AIEA, y no de Israel, un país que no ha permitido jamás inspección alguna?
La respuesta es que el lobby de Israel, el complejo securitario-militar estadounidense y los sionistas «cristianos» han conseguido demonizar a Irán con éxito total. Cualquier experto auténtico sabe que un arma nuclear iraní no tendría otra función que disuadir de un ataque contra Irán. Desde que EEUU perdió su monopolio en las armas nucleares, tras utilizarlas ofensivamente e inútilmente contra un derrotado Japón, las armas nucleares no han servido para otro propósito que la disuasión.
EEUU no tiene intereses económicos en conflicto con Irán. Irán es sencillamente un suministrador de petróleo, uno importante. Un ataque de EEUU contra Irán, como el que defendía Kuperman, es muy probable que cerrara los flujos de petróleo hacia Occidente a través del Estrecho de Ormuz. Esto podría beneficiar a las refinerías que venden gasolina a Occidente y supondría un aumento enorme de los precios, pero nadie más saldría beneficiado.
A los tambores de guerra se han incorporado las congregaciones de falsos cristianos. Gran número de ellos, organizados por el dinero de alguien con el lema: «Dirigentes cristianos por un Irán libre de nuclear», han escrito al Congreso exigiendo sanciones tales contra Irán que de por sí representan un acto de guerra. En el llamamiento se incluye el sionista «cristiano» John Hagee, quien, según informaciones, denigra a Jesucristo y predica a su congregación que es la voluntad de Dios que los estadounidenses luchen y mueran por Israel, el opresor del pueblo palestino.
Entre los signatarios de los «cristianos» que exigen un acto de guerra contra Irán, están el Dr. Pat Robertson, presidente del Christian Broadcasting Network, el criminal de la era Nixon Chuck Colson, y Richard Land, presidente de la Comisión de Ética y Libertad Religiosa de la Convención Baptista del Sur. Obviamente, para los baptistas del Sur la ética significa asesinar a islamistas, y de la libertad religiosa están todos excluidos salvo los cristianos «sionistas».
Para una persona educada, formada, resulta fácil considerar locos a todos esos tarados que dicen ser cristianos. Sin embargo, esos tarados tienen audiencias inmensas que alcanzan cifras de decenas de millones de estadounidenses. Hay, de hecho, otras muchas personas que son inteligentes, que están informadas, que tienen moral y que son auténticos estadounidenses cristianos.
Sin embargo, prevalecerán los votos de los tarados.
En la segunda década del siglo XXI se extenderán las guerras sionistas de EEUU contra el Islam. Las guerras estadounidenses en nombre de la expansión territorial de Israel completarán la bancarrota de EEUU. Los bonos del Tesoro que se puedan emitir para financiar los inmensos déficits del gobierno de EEUU no van a encontrar compradores. Por tanto, la Reserva Federal monetizará los bonos. La consecuencia de todo serán tasas crecientes de inflación. La inflación destruirá el dólar como moneda reserva mundial, y EEUU no podrá ya pagar sus importaciones.
Habrá escasez, incluidas las de alimentos y gasolina, y la «Superpotencia de EEUU» se encontrará contra la pared como tercer país incapaz de pagar sus deudas.
EUU ha caído muy bajo, a nivel moral y económico, a causa de su obediencia y seguimiento respecto al lobby de Israel. Incluso Jimmy Carter, ex presidente de EEUU y gobernador de Georgia, tuvo recientemente que pedir disculpas ante el lobby de Israel por sus honestas críticas al trato inhumano de Israel hacia los ocupados palestinos, para que su nieto pudiera presentarse a un escaño al senado por el estado de Georgia.
Esto podría servir para enseñarles a esos machos tan gallitos de la superpotencia estadounidense quién gobierna realmente en «su» país.
Paul Craig Roberts fue Subsecretario del Tesoro durante la administración Reagan. Es coautor de The Tyranny of Good Intentions. Su Nuevo libro, How the Economy was Lost, saldrá publicado en enero por by AK Press / CounterPunch. Puede contactarse con él: [email protected]