Recomiendo:
0

Un caso que ilumina la trágica situación de los refugiados palestinos

Israel le impide visitar la tumba de su padre

Fuentes: Counterpunch

Traducido para Rebelión por LB


Salwa Salam sostiene en su mano la descolorida fotografía sepia de un joven palestino tocado con el tradicional pañuelo blanco. Es el único recuerdo que sobrevive de su padre, muerto por una milicia judía durante la guerra de 1948 que alumbró al Estado de Israel.

«Lo asesinaron hace 60 años cuando se dirigía a su trabajo«, dijo Salwa, luchando para contener las lágrimas. «En aquel momento yo estaba en el vientre de mi madre, embarazada de cuatro meses. Esta fotografía es lo más cerca que he podido estar de él«.

Seis décadas después de la muerte de su padre, los israelíes jamás han permitido a Salwa visitar su tumba en Galilea y depositar una ofrenda floral en memoria del padre que nunca conoció.

Este mes, tras más de 10 años de peticiones a las autoridades israelíes, Salwa ha comprendido que es muy poco probable que los funcionarios israelíes la autoricen jamás a realizar la visita deseada, por mucho que la señora Qupty sea ciudadana israelí y viva a unos pocos kilómetros del cementerio [donde reposan los restos de su padre].

Fuentes gubernamentales israelíes manifestaron que autorizar esa visita equivaldría a incitar a miles de refugiados palestinos a reclamar el derecho a regresar a las aldeas de donde fueron expulsados en 1948.

Este verano, mientras Israel celebraba su sexagésimo Día de la Independencia con celebraciones callejeras, la señora Qupty marcaba dos aniversarios relacionados entre sí: la Nakba o catástrofe, y la muerte de su padre en la primera fase de la guerra.

«Soy hermana gemela de la Nakba«, dijo desde su casa en Kafr Kana, cerca de Nazaret. «Nací en el mismo instante en el que la mayoría de mi pueblo lo perdía todo: sus hogares, sus tierras, sus pertenencias, sus medios de subsistencia. En mi caso, perdí además a mi padre«.

A Faris Salam lo asesinaron a finales de marzo de 1948, poco antes de la proclamación del Estado de Israel. El día en que murió, Salam dejó su aldea de Malul, al oeste de Nazaret, para coger el autobús y dirigirse a su puesto de trabajo en los ferrocarriles de Haifa.

«Eran tiempos peligrosos «, dijo la señora Qupty. «Mi familia incluso tenía miedo de salir a la calle para coger agua en el pozo de la aldea porque los judíos les disparaban desde sus posiciones en las colinas«.

Cuando el autobús cayó en una emboscada, Salam y el conductor fueron muertos a tiros y varios otros pasajeros resultaron heridos. A Salam lo enterraron en Malul, pero cuatro meses más tarde los 800 habitantes de la aldea se vieron obligados a huir cuando el ejército israelí lanzó un ataque en regla contra la aldea. La madre de la señora Qupty buscó refugio en Nazaret, donde días más tarde dio a luz a Salwa.

Pronto el ejército israelí declaró la aldea de Malul zona militar y dinamitó todas las casas, exceptuando las dos iglesias y la mezquita. El cementerio cristiano, donde está enterrado Salam, quedo aprisionado dentro de una base militar llamada Nahlal.

Durante los últimos 12 años la señora Qupty ha tratado de hallar la manera de visitar la tumba y decir unas palabras al padre que nunca conoció. «A medida que pasan los años, el hecho de que no haberlo conocido nunca y de no haber visto el lugar donde yace enterrado se me hace más insoportable«, dijo. «Quiero que sepa que existo y que lo extraño. ¿Es eso pedir demasiado?«.

A lo largo de los años la señora Qupty ha apelado a los miembros del parlamento israelí, se ha dirigido por escrito al Ministerio de Defensa y ha enviado innumerables cartas a los medios de comunicación locales. Todo ha sido en vano.

«Lo más cerca que puedo llegar a él es mirando a través de la valla que circunda la base en dirección a un bosque que me tapa la vista del cementerio«, dijo. A veces arroja un ramo de flores por encima de la valla, provocando el desconcierto de los soldados israelíes de guardia

Según cuenta, en una ocasión reunió el coraje necesario para acercarse hasta el portón de la base y pedir que le dejaran entrar. Un oficial le dijo que cursara una petición formal al Ministerio de Defensa. «Pero si yo no voy con una pistola en la mano, sólo llevo un ramo de flores«, dijo.

Este mes un portavoz del Gobierno israelí finalmente respondió calificando la solicitud de la señora Qupty para visitar la tumba de su padre como asunto «complejo» que se había remitido al Ministro de Defensa, Ehud Barak, para una decisión final.

Según ha trascendido, los funcionarios del Ministerio han decidido finalmente que debe impedirse a la señora Qupty visitar la tumba de su padre, argumentando para ello que otros palestinos que intentan regresar a las aldeas de las que ellos o sus antepasados fueron expulsados en 1948 podrían utilizar esa visita como precedente jurídico.

Durante la guerra, 750.000 palestinos huyeron de más de 400 aldeas que posteriormente fueron arrasadas por los israelíes. La mayoría de los refugiados acabaron en los campamentos de los Estados árabes vecinos.

A diferencia de ellos, la madre de la señora Qupty consiguió mantenerse dentro de las fronteras del nuevo Estado judío, junto con cerca de otros 100.000 palestinos más, hasta que finalmente recibió la ciudadanía [israelí].

Actualmente hay 1,2 millones de ciudadanos palestinos en Israel, una quinta parte de la población del país. De ellos, una cuarta parte son refugiados internos, clasificados oficialmente como «ausentes presentes»: presentes en Israel por lo que respecta a su ciudadanía, pero no por lo que respecta a la reparación jurídica debida por haber sido expulsados a la fuerza de sus hogares.

Isabelle Humphries, una académica británica que ha entrevistado a muchas familias expulsadas de Malul, señaló que la ciudadanía israelí que detentan los refugiados palestinos no les confiere más derechos a acceder a sus aldeas originales que a los refugiados que viven en el extranjero. «La mayoría no pueden hacer ni siquiera una corta visita a las ruinas de las aldeas, a sus lugares de culto o a sus tumbas. A menudo los israelíes han declarado zona militar las tierras de las aldeas que destruyeron, o éstas se hallan ahora en manos privadas de comunidades judías «.

La señora Humphries dijo que Israel ha utilizado repetidamente la excusa de que hacer concesiones a los refugiados significaría abrir las puertas al retorno masivo de todos los refugiados.

«Si Israel admitiera que los refugiados internos tienen derecho a la tierra y a los bienes confiscados en 1948, los políticos saben que ello atraería la atención del mundo sobre la persistente negativa de Israel a reconocer los derechos de los refugiados residentes fuera del Estado«.

La señora Qupty, trabajadora social encargada de supervisar a niños en custodia protectiva, dice que su trabajo le ha permitido comprender mejor los traumas que los acontecimientos de 1948 han provocado a los palestinos.

«Tras la guerra mi madre se quedó con lo puesto. Nací en una pequeña habitación en Nazaret y vivimos allí durante muchos años. Mi hermano mayor y dos hermanas tuvieron que ser internados en instituciones religiosas porque mamá carecía de recursos para cuidarlos. Crecimos sin apenas conocernos.«

Durante varios años después de la guerra su abuelo regresaba en secreto a Malul en burro para cultivar sus tierras, pero los israelíes le multaban cada vez que lo pillaban.

En algunas pocas ocasiones la señora Qupty lo acompañó, pero nunca vió el cementerio donde su padre está enterrado. «Para cuando crecí lo suficiente para comprender lo que le había sucedido a mi padre los israelíes ya habían construido la base militar sobre el cementerio«.

Al cabo, persuadida de que es muy poco probable que Israel la autorice jamás a visitar la tumba de su padre, la señora Qupty anunció que recurriría a los tribunales.

Sin embargo, los abogados de derechos humanos opinan que sus posibilidades de éxito son escasas. El Tribunal Supremo muy raramente revoca decisiones adoptadas por el Gobierno por motivos de seguridad.

Jonathan Cook es un escritor y periodista basado en Nazaret. Sus libros más recientes son «Israel y el choque de civilizaciones: Iraq, Irán y el Plan para rehacer el Oriente Medio» (Pluto Press) y «Desapareciendo a Palestina: Experimentos israelíes en desesperación humana » (Zed Books). Su sitio web es www.jkcook.net.

Fuente: http://www.counterpunch.org/cook10292008.html