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Juegos Olímpicos de la política exterior: el eje del mal derrota a los neoconservadores

Fuentes: Progreso Semanal

El espectáculo olímpico dicta una metáfora deportiva. En 2002, los neoconservadores de alto nivel dominaban gran parte del Consejo de Seguridad Nacional de Bush y sus Departamentos de Defensa y Estado, y retaron a los enemigos de EE.UU. a una trifulca a golpes. Ahora, años más tarde, la cuenta está clara. Los malvados enemigos han […]

El espectáculo olímpico dicta una metáfora deportiva. En 2002, los neoconservadores de alto nivel dominaban gran parte del Consejo de Seguridad Nacional de Bush y sus Departamentos de Defensa y Estado, y retaron a los enemigos de EE.UU. a una trifulca a golpes. Ahora, años más tarde, la cuenta está clara. Los malvados enemigos han ganado el Oro. Los neoconservadores -los que permanecen en el gobierno y no han renunciado, han sido expulsados y han ido a la cárcel- han demostrado ser los grandes perdedores.

A diferencia de los atletas, desafortunadamente los neoconservadores representaban al público norteamericano, los verdaderos perdedores. La estrategia neoconservadora -el uso del poderío militar, o la amenaza de usarlo, para crear un orden mundial dominado por EE.UU., ha dejado su legado: guerras en Iraq y Afganistán y una economía norteamericana tambaleante y llena de deudas. Han dejado al país más débil y más pesimista.

El Vice Presidente Cheney confió en Scooter «El Delincuente» Libby y en Douglas Feith. Susurrando al oído de Bush, los intelectuales de Defensa Paul Wolfowitz y Richard Perle trazaron un rumbo desastroso. Supuestos expertos en historia, aparentemente ellos no entendieron que todo poder -incluso el de EE.UU.- tiene límites.

Al revés de la máxima de Theodore Roosevelt, ellos han gritado desaforadamente y llevado una ramita. Rugieron amenazadoramente contra Corea del Norte e Irán, miembros del Eje del Mal. En junio de 2007, funcionarios norteamericanos se sentaron a discutir directamente con Corea del Norte acerca de sus armas nucleares, como los coreanos habían exigido de inicio. En julio de 2008, el Sub Secretario de Estado William Burns se reunió en Ginebra con el negociador iraní Said Jalili y los enviados de la Unión Europea para discutir el programa nuclear de Irán. Una vez más Bush se vio obligado a abandonar la posición neoconservadora de «ninguna negociación con los malvados». Los iranios sentados a la mesa sonrieron con suficiencia a los funcionarios norteamericanos.

En 2002, los neoconservadores, decididos a invadir a Iraq sin importarles las consecuencias, presionaron a Saddam Hussein para que permitiera el regreso de los inspectores de armamentos de la ONU para que verificaran la presencia o ausencia de armas de destrucción masiva (ADM). Aparentemente convencieron a Bush y a los medios norteamericanos de que los hechos no tenían importancia. Así que Bush pasó cinco años haciendo el ridículo de las ADM -acerca de lo cual bromeó en cenas de la prensa nacional- mientras que la reportera neoconservadora Judith Miller abandonaba The New York Times y se esconderá para siempre en el purgatorio periodístico.

La ya legendaria oleada ha funcionado o no. Piensen en la promesa después de cinco y medio años. Los neoconservadores aseguraron a las tropas norteamericanas que serían recibidas con flores. Por el contrario, todavía les disparan y les ponen bombas. Más de 2,4 millones de refugiados han huido, principalmente hacia las vecinas Siria y Jordania, con 2,7 millones más desplazados internamente. El General Petraeus dijo al Congreso que la guerra debía terminar entre los grupos étnicos. No ha terminado. Kurdos y árabes siguen luchando en el norte, en los alrededores de Kirkurk, y Turquía incursiona con regularidad en territorio iraquí para combatir a los rebeldes kurdos. Es también improbable que el parlamento iraquí pueda organizarse a tiempo para realizar elecciones regionales, las cuales prometieron que celebrarían este año.

Los neoconservadores de mirada soñadora prometieron un «nuevo» y «democrático» Medio Oriente, con Iraq como primera fase. Pero el derrocamiento del régimen de Saddam Hussein no ha traído la democracia y los derechos humanos a Iraq -ni ha inspirado un «efecto dominó» de democracia en la región. Antes de la invasión, Wolfowitz aseguró que Iraq, como primera democracia árabe, «proyectaría una gran sombra, comenzando por Siria e Irán, a todo lo ancho del mundo árabe». (BBC News, 10 de abril de 2003.)

Por el contrario, a consecuencia de un Iraq destruido, la misión «democratizante» de la administración Bush para esta turbulenta área de no democracias se ha convertido en una combinación de estados aliados de EE.UU. en la región que se retuercen las manos, mendigan y engatusan. En vez de incrementar la participación política, los gobernantes de los estados no democráticos, como Hosni Mubarak en Egipto, han aplastado la oposición democrática. Debido a que Bush no cumplió sus promesas ni sus amenazas, Washington ha perdido amigos e influencia y obtenido hostilidad. El camino cuesta abajo no ha terminado.

Los israelíes, envalentonados por la exuberancia demostrada por Bush ante sus agresivos impulsos, desempeñaron su papel neoconservador en julio de 2006, cuando atacaron a Líbano en respuesta a una incursión de Hezbollah. Las Fuerzas de Defensa israelíes y el Primer Ministro Ehud Olmert aún se lamen las heridas debido a la derrota en esa guerra. Es más, involuntariamente ayudaron a aumentar la popularidad en toda la región árabe de Hassan Nasrallah, líder de Hezbollah. Según una Encuesta Árabe de Opinión Pública realizada en 2008 en Egipto, Arabia Saudí, Jordania, Marruecos, Líbano y Emiratos Árabes Unidos, Nasrallah, seguido por Bashar al-Asad de Siria y Mahmoud Ahmadinejad de Irán, encabezaba la lista de líderes populares. La misma encuesta llegó a la conclusión de que 83% de los árabes tienen una «opinión desfavorable» de EE.UU.. (Shibley Telhami), Otro serio fracaso neoconservador ocurrió en Israel. En vez de alcanzar un acuerdo con una débil dirección de la OLP que no insistiría en que Israel regresara a las fronteras de 1967, como dictó la ONU, los intentos neoconservadores por destruir Hamas contribuyeron a su victoria electoral en Gaza en enero de 2006. La selección de EE.UU. para representar a todos los palestinos es un gobierno de Abbas ampliamente rechazado que no puede movilizar el apoyo a ninguna iniciativa. Adicionalmente, los israelíes siguieron la desfachatez neoconservadora y prosiguieron la expansión de los asentamientos en tierras palestinas, un serio obstáculo para cualquier acuerdo de paz.

Los militares norteamericanos han demostrado que tienen poder -para matar a miles de personas en Iraq y Afganistán. Pero este hecho de poseer un poder sin paralelo en el aire, el mar y la tierra no ha traído la victoria en ninguna parte -como no lo hizo en Viet Nam ni en Corea. Al sustituir la diplomacia por la guerra, Washington eliminó su papel diplomático en la región. En su lugar, regímenes nada prestigiosos han tomado la iniciativa que lógicamente pertenecía a la gran potencia para ayudar a negociar acuerdos con Irán y Siria, en Líbano con Hezbollah y en Palestina con Hamas.

La crisis política de 18 meses en Líbano, que enfrentó al gobierno apoyado por Occidente contra la oposición liderada por Hamas, terminó a fines de abril pasado gracias al Acuerdo de Doha. Qatar -conjuntamente con la Liga Árabe y Siria -y no EE.UU.- ayudaron a concertar una solución diplomática que llevó a la formación de un gobierno de unidad nacional. Bajo el acuerdo, la oposición mantiene su poder de veto sobre decisiones del gabinete, una exigencia clave de Hezbollah. Esto puso a Bush en una situación embarazosa (gracias a la estrategia neoconservadora), quien trató de socavar el poder de Hezbollah.

En junio Egipto sirvió de mediador para una tregua entre Israel y Hamas, por la cual Israel accedió a permitir un flujo limitado de artículos desde y hacia Gaza, a cambio de que Hamas suspendiera sus ataques de cohetes contra objetivos israelíes. La tregua es frágil, pero lo significativo es que Israel reconoció el fracaso del enfoque de la administración Bush y neoconservadora para aislar a Hamas. Como declaró Menachem Klein, un ex negociador israelí no gubernamental, «Israel está reconociendo, en efecto, que su bloqueo no ha funcionado y que Hamas ha llegado para quedarse.» (Los Angeles Times, 8 de junio de 2008.)

Los israelíes también ignoraron la advertencia de Washington de no responder a los tanteos sirios de paz. Por lo tanto, Israel acudió a Turquía, lo que llevó al comienzo de conversaciones indirectas entre Siria e Israel. Incluso ahora que muchos neoconservadores ya no se encuentran en los niveles más altos, la Secretaria de Estado Condoleezza Rice no podía definir un espacio norteamericano de control en la volátil región. Los miembros de su camarilla hambrienta de poder hicieron su daño.

Hasta en su propio «patio trasero» Washington ha pedido poder y prestigio. El gobierno norteamericano paga cada año cientos de millones de dólares -utilizando la interminable «guerra a las drogas» como pretexto- para garantizar la obediencia mínima de Bogotá. Alain García en Perú quisiera rendir pleitesía a EE.UU., sin embargo, el sentimiento anti norteamericano evita que él se incline totalmente. En el resto del continente, los discípulos de Fidel Castro gobiernan en Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua. A principios de agosto el Presidente Evo Morales ganó un importante referendo en contra de los elitistas apoyados por EE.UU., los cuales quieren dividir -y luego conquistar-a Bolivia. Más de 82 por ciento de los electores en esta nación andina ratificaron el mandato de Morales y de su vicepresidente Álvaro García.

Los primos políticos de Castro encabezan gobiernos en Brasil, Paraguay, Argentina, Chile y Uruguay. Hasta Honduras y Guatemala se han separado del control de EE.UU. en Centroamérica. Solo El Salvador permanece obediente, pero las encuestas muestran que eso cambiará en las elecciones del próximo año.

El uso de la fuerza y la amenaza demostró ser un fracaso extremo. Las políticas de Bush han hecho al mundo un lugar más peligroso. Mientras fotos espeluznantes del conflicto ruso-georgiano ponen nuevas manchas en las pantallas de TV, un neoconservador que asesoró al gobierno georgiano en su rumbo desastroso emerge como el principal asesor de política exterior de John McCain. Randy Scheunemann, a quien Georgia pagó durante cuatro años para que cabildeara -hasta marzo de 2008- ayudó a diseñar la estrategia de la Guerra de Iraq cuando dirigió el Proyecto para el Nuevo Siglo Norteamericano. También les aseguró del apoyo norteamericano contra Rusia. Al igual que los otros neoconservadores, asumió la fachada de duro. Cuando los aviones y tanques rusos atacaron, Bush envió ayuda humanitaria a Tbilisi e hizo más amenazas vacías a Moscú..

Debido al demostrado historial de meteduras de pata de Scheunemann -y de sus colegas neoconservadores-, una victoria de McCain presagia una continuación del rumbo que ha llevado al país cuesta abajo. ¡Imaginen al Presidente McCain rodeado de neoconservadores! ¿No le corresponde a la campaña de Obama sacar públicamente algunas lecciones evidentes?

Saul Landau es un miembro del Instituto de Estudios para Política, autor de Un mundo de Bush y de Botox (A/K-Counterpunch) y productor de muchos filmes.

Farrah Hassen es becaria Carol Jean y Edward F. Newman en el Instituto para Estudios de Política.