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Kashogi: se acabó el mito de las magnánimas monarquía árabes

Fuentes: Middle East Eye

Traducción para Rebelión de Loles Oliván Hijós.

En el mundo árabe la supuesta diferencia entre el autoritarismo republicano y el monárquico posterior a las independencias se basa en un mito. A los regímenes republicanos se les considera sanguinarios, violentos y traicioneros, mientras que a las monarquías se las tiene por dictaduras magnánimas que usan más la zanahoria que el palo. Se da por supuesto que las monarquías gobiernan por consenso y cooptación, que son mejores gestionando la diversidad de las elites económicas, tribales y religiosas. 

El mito de la monarquía caritativa

El asesinato de Jamal Khashoggi en el consulado de Arabia Saudí en Estambul el 2 de octubre ha roto la imagen de la monarquía caritativa. Al régimen saudí se le acusa ahora de ejercer una violencia espectacular a escala global.

Históricamente las fuentes de legitimidad del Estado saudí se basaban en el islam, el petróleo, el desarrollo y la prosperidad. Se consideraba que magnificar la contribución del régimen a las causas musulmanas generaba legitimidad religiosa no solo a escala nacional sino también en todo el mundo musulmán.

Además, se daba por sentado que la distribución de la riqueza petrolera entre la población garantizaba lealtad y sumisión porque la ciudadanía que no paga impuestos no tiene derecho a exigir representación.

Mientras se propagaba la imagen de la monarquía piadosa en las prisiones y centros de detención se ocultaba tras una férrea cortina la represión. Ahora, un temerario acto de asesinato lo ha sacado todo a la luz.

El ascenso de Mohammed bin Salman, MBS, ha destruido muchos mitos. Entre ellos la creencia de que la monarquía usa un guante de terciopelo para asegurar la conformidad. Ha llegado el momento de hacer frente con seriedad a la capacidad del régimen para llevar a cabo asesinatos como el del consulado.

Tres estrategias

Desde que se convirtió en príncipe heredero, MBS ha desplegado tres estrategias para controlar a la población.

Primera, el populismo, que florece bajo el lema al saudiyya al uzma (la Gran Arabia Saudí) y, más recientemente, en la premisa que sostiene que los saudíes son como su propia geografía: firmes e imponentes, dice MBS, como la famosa montaña Yabal Tuwaiq.

Esta montaña ha reemplazado a los lugares santos de La Meca y Medina como símbolo del orgullo y del alcance nacional saudí. Lejos del viejo enfoque de la geografía sagrada, la reciente invocación de Yabal Tuwaiq está destinada a promover un patriotismo diferente, separado de la legitimidad religiosa y de sus sentimientos.

El populismo de MBS combina el «circo» del entretenimiento popular con la violencia real para formar la nueva ciudadanía saudí y establecer una política diferente de la que solo los ciudadanos leales forman parte; los críticos y disidentes quedan fuera del cuerpo de la nación.

Participar de la cultura popular de MBS es imprescindible para hacer valer la membresía en la nueva nación, que se describe como desprendida de su tradición arcaica y del atraso, y embarcada en una vía firme hacia la modernidad.

Quienes critican este nuevo carnaval saudí son tachados de traidores. Se les sitúa inmediatamente fuera de los límites de la nación, por lo tanto se normaliza su eliminación, su detención y su tortura, que se vuelven aceptables.

Populismo saudí

Segunda, el actual populismo saudí viene acompañado de la modernización del aparato de vigilancia del Estado. La gran inversión de MBS en tecnología de espionaje -con la asistencia de empresas israelíes de tecnología entre otras- es un secreto a voces. Gracias al poder adquisitivo del Estado y a que puede hacer negocios con proveedores internacionales le resulta fácil importar los últimos conocimientos, habilidades y tecnología con los que el Estado puede controlar al conjunto de la ciudadanía.

Tercera, preparar a los actores violentos del Estado es fundamental para el nuevo proyecto del supermoderno Estado. El asesinato de Khashoggi ha revelado que el régimen está invirtiendo fuertemente en el desarrollo de escuadrones de la muerte, torturadores y matones que puedan ser enviados en aviones privados y que dispongan de espacios saudíes seguros.

Aeropuertos, documentos de viaje, aviones privados, por no mencionar los instrumentos de tortura, amplían el ámbito de la violencia estatal. Según los informes, los quince individuos enviados a Estambul para esperar a Khashoggi en el consulado ilustra el alcance de los escuadrones de la muerte y su impunidad.

Según el fiscal saudí, el asesinato de Khashoggi fue planificado. Sin embargo, no ha dicho quiénes lo planearon ni quiénes lo ejecutaron. Y lo dijo varias semanas después de que el liderazgo negase que Khashoggi hubiera sido asesinado en el interior del consulado.

Aunque el asesinato de Khashoggi pueda ser excepcional, en el interior del país el Estado practica la violencia incontrolada de manera cotidiana. En Arabia Saudí, la detención indefinida, las largas listas de cargos contra los detenidos, el retraso de las comparecencias ante los tribunales, las penas de muerte y las decapitaciones son el pan de cada día aunque no causen el tipo de indignación internacional que ha causado el asesinato de Khashoggi.

Verdades duras

Los ataques de los medios saudíes contra los detenidos, incluyendo la publicación de sus fotos y de sus nombres y apellidos hacen que el espectáculo de la violencia sea real y eficaz como elemento disuasorio. Además, el castigo colectivo de los detenidos a cuyos familiares se les prohibe viajar o se les detiene, disuade a los críticos, que antes de asumir esa responsabilidad y culpabilidad, se ven forzados a someterse.

Otros ciudadanos siguen las noticias sin poder responder. Se trata de prácticas que garantizan que la mayoría de los ciudadanos estén castrados y silenciados. La intimidación vía redes, especialmente en Twitter, se ha convertido en otra plataforma para difundir el miedo. Los saudíes apodan a los bots [programas informáticos] y troles «moscas electrónicas» (o zubab) del régimen. Las moscas proceden de una granja a las afueras de Riad.

El Estado igualmente implanta espías en las corporaciones de medios sociales internacionales para acceder a información personal de los disidentes. Contrata también a empresas de consultoría de gestión global para hacer seguimiento de plataformas disidentes y señalar a los críticos que contradicen la narrativa sobre sus políticas. El terror local se sirve de cómplices globales.

Mientras el mundo espera con aprensión las duras verdades y los hechos sobre el asesinato de Khashoggi, este asunto no es sino la culminación del despliegue de la violencia brutal y normalizada en la nueva era de Arabia Saudí.

Sin embargo, el nuevo terror se les ha ido de las manos al llegar a otros países y no poder ocultarlo con propaganda. El mundo ha asistido con horror a la publicación de las noticias sobre el asesinato pero la esperanza de los saudíes ordinarios es no estar en la lista negra de MBS.

 

*Madawi al Rashid, antropóloga saudí, es profesora visitante en el Middle East Center de la London School of Economics. Ha escrito extensamente sobre la Península Arábiga, migraciones árabes, globalización, transnacionalismo religioso y género.

Fuente: https://www.middleeasteye.net/columns/shattering-myths-about-saudi-royal-family-1680951949