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Katrina es sólo una muestra del cambio climático

Fuentes: IPS

El calentamiento del planeta favorece tormentas tropicales cada vez más intensas y frecuentes, coincidieron científicos tras el paso del huracán Katrina por Estados Unidos, en una de las peores catástrofes naturales de la historia de ese país. De acuerdo con ese diagnóstico, la Administración Oceanográfica y Atmosférica Nacional (NOAA) de Estados Unidos pronosticó 21 tormentas […]

El calentamiento del planeta favorece tormentas tropicales cada vez más intensas y frecuentes, coincidieron científicos tras el paso del huracán Katrina por Estados Unidos, en una de las peores catástrofes naturales de la historia de ese país.

De acuerdo con ese diagnóstico, la Administración Oceanográfica y Atmosférica Nacional (NOAA) de Estados Unidos pronosticó 21 tormentas tropicales en el Atlántico, el doble de lo normal, antes del fin de la actual temporada de huracanes, el 30 de noviembre.

De ese total de tormentas, entre 10 y 12 pasarían por Estados Unidos, México y el Caribe, incluido un huracán de la escala de Katrina, aunque por fortuna no todos tocarán tierra.

Katrina aterrizó en la costa estadounidense sobre el golfo de México el 29 de agosto y dejó atrás una devastación que llevará años revertir, según el propio presidente George W. Bush.

De acuerdo con estimaciones hasta el 1 de septiembre, el huracán dejó al menos 166 muertos a su paso en los últimos días por los estados sudoccidentales de Luisiana, Mississippi, Alabama y Florida.

Sin embargo, el alcalde de Nueva Orleans, Ray Nagin, dijo que sólo en su ciudad las víctimas fatales podían calcularse «por cientos o miles». Ochenta por ciento de esa ciudad está inundada, y los cadáveres flotan en las calles.

Pasarán una o dos semanas antes de que se pueda evaluar por completo el grado de la devastación, pero según estimaciones preliminares, los daños materiales superarían 25.000 millones de dólares. Según expertos, serán necesarios campamentos de refugiados para dar albergue temporario a cientos de miles de personas durante semanas o meses, por lo menos.

Lo peor es que hay más. «Esta podría ser una de las temporadas de huracanes del Atlántico más activas de que se tenga registro, y será la novena con actividad superior a lo normal en los últimos 11 años», declaró el brigadier general David Johnson, director del Servicio Meteorológico Nacional de la NOAA.

La causa de tanta actividad sería la calidez de las aguas en el océano Atlántico, según científicos. El agua oceánica a 27 grados centígrados o más crea suficiente humedad en el aire para favorecer la formación de un ciclón o huracán. Una vez iniciado, un huracán sólo precisa agua cálida y las condiciones de viento adecuadas para mantener o intensificar su fuerza.

Cuando el huracán Katrina golpeó el suroccidental estado de Florida la semana pasada, estaba en la categoría uno en la escala de Saffir-Simpson, que clasifica a los huracanes según la velocidad de sus vientos y su potencial destructivo.

Menos de 24 horas después de entrar en las aguas cálidas del golfo de México, ganó fuerza y se transformó en un huracán de categoría cinco, con vientos continuos superiores a 250 kilómetros por hora.

Aunque bajó a la categoría cuatro cuando llegó a la costa estadounidense del golfo, para entonces sus dimensiones eran enormes. Nueva Orleans, que se encuentra bajo el nivel del mar, llevó la peor parte cuando unos diques se rompieron y provocaron la inundación de cerca de 80 por ciento de la ciudad.

«No hay duda de que las aguas cálidas del golfo proveyeron el calor necesario para transformar a Katrina en un gran huracán», afirmó Ross Gelbspan, periodista galardonado con el premio Pulitzer y autor de dos libros sobre el calentamiento del planeta. Este calentamiento es, en definitiva, la causa del fenómeno, dijo a IPS.

Expertos coinciden en que el calentamiento de la atmósfera terrestre es provocado por gases de invernadero derivados de la quema de combustibles fósiles, como el carbón y el petróleo, que atrapan el calor en la atmósfera. Este efecto invernadero es causa a su vez de graves trastornos del clima que se han dado en llamar «cambio climático».

La afirmación de Gelbspan es polémica en un país en que muchas autoridades llegan a negar la existencia del calentamiento del planeta y del cambio climático. Pero crecientes pruebas científicas sumadas al aumento de desastres como huracanes, sequías, inundaciones e incendios forestales demuestran que el clima terrestre está cambiando en realidad.

El climatólogo David Easterling, del Centro Nacional de Datos Climáticos de la NOAA, concordó en que Katrina obtuvo su poder destructivo de las aguas cálidas del Golfo.

«Las temperaturas oceánicas más altas tienen más probabilidades de producir tormentas más fuertes e intensas», dijo en una entrevista.

Sin embargo, es difícil determinar si el aumento de las temperaturas en medio del Atlántico es resultado del calentamiento terrestre o de un ciclo natural, aclaró Easterling.

A escala mundial, existen claras pruebas de las causas humanas del calentamiento de los océanos, observó Tim Barnett, un físico marino del Instituto Scripps de Oceanografía, de la Universidad de California en San Diego.

En los últimos 40 años, los 300 metros más superficiales de los océanos del mundo se han calentado 0,5 grados en promedio.

Esto no es novedad, pero Barnett probó que el fenómeno es causado por las emisiones de gases invernadero, combinando modelos de computadora y observaciones reales.

Otro estudio, publicado en julio en la revista científica Nature, demostró que el calentamiento de los océanos está intensificando el poder destructivo de los huracanes y tifones.

El incremento de 0,5 grados de la temperatura oceánica duplicó el poder destructivo de los huracanes en el Atlántico norte, escribió Kerry Emanuel, del Instituto de Tecnología de Massachusetts, en ese informe.

«No debemos esperar otros 10 años de estudios para reducir las emisiones, como sugiere el gobierno de (George W.) Bush», urgió Michael Mastrandrea, investigador ambiental de la Universidad de Stanford.

Estados Unidos es responsable de un cuarto de todas las emisiones de gases invernadero del planeta.

Sin embargo, Bush retiró en 2001 la firma que había estampado su predecesor Bill Clinton en el Protocolo de Kyoto, firmado en 1997 para reducir las emisiones de gases invernadero, alegando que el tratado era injusto al exigir reducciones sólo a países industrializados, y que su aplicación en Estados Unidos causaría la pérdida de más de cinco millones de puestos de trabajo.