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La campaña presidencial en EE.UU.

Kerry pudiera perder

Fuentes: Rebelión

La última encuesta de las revistas Time y Newsweek es desalentadora para el partido demócrata. Bush se ha despegado del ajustado equilibrio en la intención de voto que mantenía con Kerry y ahora dispone de una ventaja de once puntos. Según los analistas electorales, usualmente el candidato que tiene ventaja alrededor del Día del Trabajo […]

La última encuesta de las revistas Time y Newsweek es desalentadora para el partido demócrata. Bush se ha despegado del ajustado equilibrio en la intención de voto que mantenía con Kerry y ahora dispone de una ventaja de once puntos. Según los analistas electorales, usualmente el candidato que tiene ventaja alrededor del Día del Trabajo –que en Estados Unidos es el 1ero de septiembre–, suele ganar las elecciones de noviembre.

Otros afirman que se trata del repunte post convención republicana que siempre suele ocurrir, solo que Kerry no dispuso de esa ventaja después de la convención demócrata. Finalmente hay quienes estiman que la decisión final de los electores será tomada después de las tres confrontaciones televisadas de ambos candidatos que comenzarán el 30 de septiembre.

En este instante el 52% de los norteamericanos apoyan a Bush y el 41% a Kerry. Nader solo tiene el 3% a su favor. A inicios de agosto Bush disponía del 48% de intención de voto contra 43% de Kerry. Esas cifras permiten evaluar la vertiginosa caída de Kerry en un brevísimo lapso.

Saint Just decía que el revolucionario que hace una revolución a medias solamente está cavando su propia tumba. En este caso no se trata de un revolucionario sino de un candidato que no ha ido a la raíz de los problemas por miedo a distanciarse de la opinión conservadora, que en Estados Unidos es mayoría. Kerry ha realizado su campaña a medias y es probable que por ello pierda las elecciones.

Sus proposiciones electorales se han basado en declaraciones a media tinta y en razonamientos poco enérgicos. Por ejemplo, al hablar de la guerra en Irak, Kerry llegó a expresar que de haber sido presidente la habría emprendido de todas maneras, igual que Bush, aún sabiendo que el embuste de las armas de destrucción masiva era un engaño. Un Kerry más radical habría denunciado esa guerra, como lo que es, una campaña de colonización motivada por el petróleo. Kerry no ha denunciado los vínculos de Cheney con Halliburton ni las estafas que la compañía del vicepresidente ha realizado al erario público, por citar solo un ejemplo de un posible ángulo de ataque.

En Estados Unidos existe ese substrato de opinión, la llamada América profunda, constituida por mascachicles que aman la música country y van a la iglesia metodista los domingos, creen que Reagan fue un gran patriota y estiman que la CIA es una organización honesta que protege a América de sus enemigos: los grises habitantes de la mediocre Main Stret que describiera Sinclair Lewis. Kerry no ha querido deshacerse de esa capa de ramplones y vulgares electores, de opiniones cavernícolas, que sustentaron la elección de Bush; los ha cultivado y halagado y con ello se ha distanciado de los liberales.

El programa de Kerry ha sido expuesto de manera confusa y abigarrada, en tanto que Bush ha lanzado un programa conciso y claro. Nadie sabe muy bien, a estas alturas, a favor de qué está Kerry. Bush ha difundido una nítida imagen: es el hombre fuerte, el presidente vigoroso que protegerá a Estados Unidos, con las armas si es necesario.

Kerry ha basado su campaña en sus medallas obtenidas en Vietnam, en su expediente como héroe de guerra. En ese terreno Bush, pese a que defraudó el servicio militar y se escabulló de sus obligaciones cívicas, tiene a su haber, ante esa opinión retrógrada, ser el líder que castigó a quienes destruyeron las Torres Gemelas. Sin embargo, Kerry ha hecho poco énfasis en el desastroso estado de economía.

Bush ha sido el presidente bajo cuyo mandato se han perdido más empleos en toda la historia de Estados Unidos. Sin embargo, Kerry no ha sabido aprovechar ese sesgo en sus ataques. Por eso los asesores demócratas urgen a su candidato a que se concentre más en la economía, en el balance deficitario en salud y educación del período de Bush.

Los liberales y moderados odian a Bush, pero Kerry no ha logrado capitalizar esa aversión a su favor. Quienes rechazan el neofascismo de la camarilla petrolera de la Casa Blanca no están persuadidos de que deben votar por Kerry, ni siquiera como voto de castigo. Ese sentimiento se percibió en el desfile neoyorquino en vísperas de la convención republicana. Miles de letreros expresaban el rechazo contra Bush, pero muy pocos manifestaban apoyo a Kerry.

De seguir las cosas como van en noviembre el neofascismo saldrá triunfante. Cada país tiene el dirigente que merece.

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