Los sectores progresistas de EEUU terminan siempre apoyando al partido Demócrata para evitar el mal peor de los republicanos. En las elecciones en que la derechizada Corte Suprema le obsequió la ‘victoria’ a Bush para convertirlo en Presidente el 20 de enero de 2001, dos meses y dos semanas después de las elecciones del 4 […]
Los sectores progresistas de EEUU terminan siempre apoyando al partido Demócrata para evitar el mal peor de los republicanos. En las elecciones en que la derechizada Corte Suprema le obsequió la ‘victoria’ a Bush para convertirlo en Presidente el 20 de enero de 2001, dos meses y dos semanas después de las elecciones del 4 de noviembre 2000, muchos le echaron ‘la culpa’ a Nader, que obtuvo 2,9 millones de votos, con el 2,7% del electorado. Pero esta vez los sondeos le acreditan sólo el 1% de la simpatía de voto.
La clave para ganar, sin embargo, no está en la cantidad total de votos populares, a causa de un sistema electoral nada democrático, calificado de perverso y anacrónico, muy poco conocido por los propios electores. Al Gore obtuvo más votos populares y nacionales que Bush, pero eso no basta. Los votos no eligen directamente al presidente sino a unos intermediarios que son los ‘grandes electores’ del Colegio Electoral, quienes designan al jefe del Estado. Bush recibió 271 de los 538 votos del Colegio Electoral, es decir, uno más de la mitad, contra 266 de Gore, pese a que el demócrata recibió casi medio millón de votos más.
Los grandes electores tampoco valen nacionalmente, sino estado por estado. Esto significa que se gana o se pierde en bloque a todos los electores de cada estado por simple mayoría. Muchos estados acostumbran a inclinarse por el ganador -debido a sus propios mecanismos constitucionales locales-, igual que en los juegos de palitroque o dominó. Las trampas contra Gore en el estado Florida inclinaron en 2002 a todo el bloque de sus 25 grandes electores estadales (hoy son 27) en favor de Bush. Ni Gore ni el partido Demócrata quisieron seguir peleando por temor a que se derrumbara ‘el sistema democrático’ estadounidense.
Estados ‘columpio’
Los ‘padres fundadores’ que crearon la Constitución y el sistema electoral hace más de 200 años se parecían a los protagonistas de la democracia griega de hace unos 25 siglos porque construyeron un sistema bueno -exclusivamente- para los grandes propietarios y dueños de esclavos y, al mismo tiempo, capaz de sobrevivir en el tiempo. Así nació el Colegio Electoral -hoy de 538 miembros- que elige al Presidente de EEUU, una copia ‘made in USA’ del Areópago griego.
Bush no fue el primero en ser ungido Presidente después de perder las elecciones. Tuvo tres antecesores. El primero fue John Quincy Adams, en 1824; después vino el republicano Rutherford Hayes, ‘elegido’ en 1876 pero 4 meses después de las verdaderas elecciones; y en 1888, el republicano Benjamin Harrison ‘derrotó’ en el Colegio Electoral al demócrata Grover Cleveland, quien logró más votos en todo el país. Los demócratas saben perder -ganando- más de una vez.
‘La Constitución la redactaron 55 hombres reunidos en la Convención Constitucional en Filadelfia en 1787. El grupo no tenía agricultores pobres, sirvientes por contrato ni trabajadores urbanos, ni muchos menos esclavos ni indígenas. Tampoco mujeres. Los 55 eran representantes de los esclavistas del sur, y de los ricos mercaderes y nuevos capitalistas manufactureros del norte’, explicó el ácido Bob Avakian, autor de ‘La Constitución de Estados Unidos: una visión de libertad según los explotadores’. Según Avakian, la Constitución sólo permitía votar a los hombres blancos, cristianos y dueños de tierras. Los candidatos a puestos del gobierno debían tener más propiedades que los votantes. ‘Mejor dicho, los hombres adinerados escogían a los hombres más ricos para desempeñar cargos como legislador estatal’, señaló.
De esta manera, los candidatos se esfuerzan en conquistar a los estados indecisos más que a las conciencias de los electores individuales porque éstos no cuentan para nada. La mayor incógnita la presentan los estados indecisos, llamados ‘estados columpio’ (swing states). No hay acuerdo sobre cuáles estados son ‘columpios’ o ‘resbalines’. Para el New York Times (que apoya a Kerry) existen 6 columpios con 86 votos volando. Bush tendría asegurados 227 votos y Kerry 225, otro empate como el de 2000. Si cualquiera de ambos ganara Florida (27) u Ohio (20) amarraría la elección. En cambio, el Washington Post (que también está con Kerry) identifica 14 estados columpio, con 151 votos electorales indecisos, 208 para Bush y 179 de Kerry. Entre los columpios están Pennsylvania (21), Oregon (7), New Hampshire (4) y Maine (4), que el Times le da a Kerry.
Rebelión en Colorado
Colorado podría ser el primer estado que divida proporcionalmente las preferencias del bloque de ‘grandes electorales’ para uno y otro candidato, si se aprueba una enmienda a consultarse hoy al electorado local junto con la elección presidencial. Si se aprobara la enmienda, Colorado y no Florida decidirá quién será el Presidente. La enmienda 36 propone terminar con la atribución de todos los grandes electores del estado al partido ganador. De aprobarse, los nueve grandes electores que le corresponden a Colorado se distribuirían de forma proporcional al voto popular. Hasta ahora Colorado (oeste) otorgaba -al igual que todos los estados de la Federación, con excepción de Maine (norte) y Nebraska (centro)- todos los grandes electores al candidato más votado.
Según las encuestas y si la enmienda se aprueba, Bush obtendría cinco grandes electores y Kerry, cuatro. ‘Esos (eventuales) cuatro votos para Kerry podrían cambiar el resultado de las elecciones’, declaró Robert Hardaway, de la Universidad de Denver, autor de ‘El colegio electoral y la Constitución’. Pero las encuestas aseguran que esta enmienda perdería por el rechazo del 55%, contra 38% que la aprueba.
Observadores internacionales (como en Venezuela)
Por todo esto, los comicios serán supervisados por observadores internacionales, al igual que en cualquier ‘democracia dudosa’. Hasta el ex presidente norteamericano Jimmy Carter advirtió en el Washington Post (27 de octubre) que en Florida ocurrirían de nuevo irregularidades como las del 2000, cuando recomendó cambios en el sistema electoral estadounidense junto con el ex presidente Gerald Ford.
Carter señaló dos requisitos para evitar problemas: la existencia de una comisión o un funcionario electoral independiente (no partidista) encargado de organizar los comicios y la uniformidad en el procedimiento de votación, de modo que todos los sufragios se depositen y recuenten del mismo modo. ‘En el año 2000 fue evidente que estas pautas básicas no se cumplieron en Florida y hay señales alarmantes de que nuevamente, cuando nos preparamos para otras elecciones presidenciales, varios de los principales funcionarios estatales mantienen una enorme parcialidad política que impide las reformas necesarias’, dijo. ‘Lo alarmante es que parece probable una repetición de los problemas de 2000’ en estas elecciones, afirmó.
Hace cuatro años la principal funcionaria electoral, Katherine Harris, se demostró parcial hacia los republicanos. Su sucesora, Glenda Hood, ‘ha hecho evidente la misma fuerte inclinación’, aseguró Carter. Dijo también que el gobernador Jeb Bush, hermano del Presidente, ‘no ha tomado medidas para corregir estas desviaciones’. Varios miles de votos la población negra fueron descartados por motivos técnicos y recientemente se hizo un ‘intento fallido’ de descalificar a 22.000 negros -posibles votantes del partido Demócrata- sindicándolos de delincuentes. El Centro Carter ha supervisado más de 50 elecciones en el mundo.
¿Quién es quien?
Bush basa su esperanza de ganar con un populismo guerrero -fortalecido por la siempre oportuna aparición del terrorista Osama Bin Laden- que sabe pulsar las cuerdas precisas del miedo de un pueblo ignorante y desmemoriado, en una sociedad que padece una profunda crisis política y económica que amenaza a las libertades de ese país en una magnitud real muy poco conocida. Se trata de un escenario en que los derechos humanos están en bancarrota, ya existen detenidos desaparecidos como en cualquier dictadura latinoamericana e imperan estados de ánimo comparables a los de la Alemania en crisis que optó por Hitler a comienzo de los años 30, con el beneplácito inicial de las democracias occidentales que terminaron por ir a combatirlo. El totalitarismo de extrema derecha creó su propio Archipiélago Gulag dentro y fuera de EEUU donde una segunda presidencia de Bush podría derivar en un posible ‘golpe en cámara lenta’, según la óptica de la revista The Nation.
Los atributos personales y las ideas que exhibe cada candidato quizás no sean debidamente conocidas, valoradas y sopesadas por los electores porque, además, los grandes medios de comunicación vienen sirviendo de caja de resonancia a cuatro años de bushismo. Los grandes diarios The New York Times y The Washington Post se plegaron a Kerry hace escasos días. La revista liberal izquierdista The Nation hizo lo propio el 21 de octubre.
En líneas gruesas, Kerry hoy critica la invasión a Irak pero al comienzo la apoyó, anunció que seguirá la guerra -‘de otra manera’- para ‘ganarla’ y apoya el muro que construye Sharon en Palestina, en tanto los demócratas -en cuanto partido- sólo desean controlar la ‘proliferación’ de armas nucleares que otros construyen –no las propias– y nada han dicho sobre las detonaciones nucleares experimentales de pequeñas bombas atómicas en Afganistán, un hecho absolutamente ocultado a la opinión pública mundial.
Kerry se opone a los matrimonios gay pero con menos fervor que Bush y Cheney (quien tiene una hija lesbiana), desea ampliar el seguro médico social (que excluye a 40 millones) pero no con una cobertura total al alcance de todos, mientras los demócratas también son adictos a tirar bombas imperiales en terceros países. Clinton también utilizó munición con revestimiento de uranio en la guerra de la ex Yugoslavia, bombardeó Sudán en vísperas de una navidad, atacó a Irak y sólo detuvo los bombardeos después que el Congreso aprobó el juicio político (impeachment) en 1998. También permitió que la Marina bombardeara en Vieques, Puerto Rico, para experimentar nuevas municiones y bombas, etcétera.
La revista The Nation afirma que los demócratas son ‘imperialistas renuentes’, no de frente y por vocación como los republicanos, defienden las libertades civiles pero lo hacen sólo cuando se atreven, prefieren la justicia social pero luchan débilmente por ella, les gustaría limitar el poder de las corporaciones pero terminan manejados por las transnacionales. En fin…
Pero el discurso de Bush y sus atributos personales son mucho peores, pero esto sólo lo sabe la gente más ilustrada de EEUU, como aquella que lee The Nation. Por eso la gran disyuntiva que tiene hoy esa masa decente que puede influir el resultado de las elecciones es un dilema ético y político: Nader o Kerry.
* Ernesto Carmona es escritor y periodista chileno.