Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
El sol está ocultándose apresuradamente por detrás de los árboles de un huerto de olivos en los alrededores del pueblo de Nilin, en Cisjordania. Tras un día de enfrentamientos entre el ejército israelí y los campesinos palestinos por la construcción del muro de separación en sus tierras, parece que por fin los soldados se han retirado.
Observados por las casas del vecino asentamiento judío de Hashmonaim, un puñado de los chicos más valientes de Nilin ha salido a trabajar.
Yamal y Abed sudan por el esfuerzo de ganarle la partida a la noche y al regreso del ejército israelí. Caminan con orgullo, con la parte delantera de sus camisetas vuelta hacia arriba para sujetar un alijo repleto de botes vacíos de gas lacrimógeno y granadas de aturdimiento. Como chatarra, cada uno vale un shekel (25 céntimos), y entre los dos llevan al menos 50 botes.
Nilin, a medio camino entre Jerusalén y Tel Aviv, alberga a casi 5.000 palestinos. Conocido como el «pueblo de los empresarios», tiene un porcentaje de millonarios superior al porcentaje normal. Pero eso parece a punto de cambiar.
Tradicionalmente, Nilin ha disfrutado de los beneficios no sólo de una próspera industria agrícola situada en las abundantes tierras de su periferia, también de cuatro fábricas que suministran artículos que van desde cola a fuel para los palestinos de toda la región de Ramallah
Pero Yamal y Abed, que se reían nerviosamente y rehusaban contestar cuando les pregunté por su nombre completo, parecían representar la imagen de las futuras perspectivas empresariales para Nilin.
Rodeado por media docena de asentamientos judíos, como Hashmonaim -todos ellos ilegales bajo el derecho internacional-, el pueblo está siendo lentamente acorralado de forma tal que pronto podría estar tan aislado como Gaza.
En mayo de este año, Israel empezó a construir su muro de separación a una cierta distancia del pueblo, arrancándole 250 Ha, es decir, el 40% de su tierra agrícola. La tierra será finalmente anexionada a los asentamientos vecinos.
Copiando la estrategia de los pueblos palestinos cercanos y a fin de retrasar cuanto puedan esos trabajos, la gente de Nilin ha empezado una campaña de protestas fundamentalmente pacíficas con la esperanza de que la opinión mundial, o los tribunales israelíes, logren salvarles.
Mientras tanto, una serie de incidentes violentos protagonizados por el ejército han arramblado ya con varias de las vidas del pueblo. El ejército ha venido experimentando también con técnicas nuevas para reventar manifestaciones, incluyendo un apestoso líquido denominado «Skunk» con el que se roció a los manifestantes.
Después de esos choques, Yamal y Abed canjeaban lo que encontraban: el equivalente palestino de niños pobres revolviendo en un basurero para buscar latas vacías de bebidas. Ambos se perdían cada tarde entre los árboles el amparo de las sombras para recoger los botes vacíos dejados atrás por el ejército.
Si los campesinos de Nilin se enfrentan a la inminente desaparición de sus medios de vida tras la confiscación de sus tierras, los comerciantes de Nilin no les van a la zaga.
B’Tselem, un grupo israelí por los derechos humanos, ha visto los planes que el ejército israelí está preparando para cerrar los accesos existentes a la entrada del pueblo, la única vía para entrar y salir de Nilin. El lugar está actualmente vigilado por un puesto de control del ejército, en el mismo sitio donde un soldado israelí le disparó un tiro en el pie a un palestino que se encontraba allí atado, un momento que Salam Amira, una colegiala palestina, pudo capturar con su cámara de video.
» Israel dice que quiere impedir que los habitantes de Nilin utilicen la carretera para poder ‘hacerla segura'», dice Sarit Michaeli de B’Tselem. «En la práctica, eso significa que la carretera se reservará para que los colonos lleguen a los asentamientos, incluso hasta los que se encuentran en lo más profundo de Cisjordania, en la parte más alejada de Nilin. La carretera será sólo para judíos».
En lugar del puesto de control, Israel propone que Nilin se convierta en un enclave conectado, a través de un túnel, con otra carretera que lleve hacia los pueblos palestinos de la zona. Sus vecinos se temen que, si llega ese momento, sus posibilidades de ir y venir habrán quedado enteramente en manos de la voluntad del ejército israelí.
Otras comunidades de Cisjordania han sufrido en el pasado destinos similares. Qalqilya, hogar de 50.000 palestinos, fue concienzudamente rodeada hace pocos años por el muro.
Sus muchos campesinos, que han pasado a depender del ejército para que les deje pasar hasta sus tierras por la puerta habilitada para eso, se quejan amargamente de las restricciones que hacen que sea imposible vivir con normalidad. Dicen que a menudo los soldados ni aparecen o si lo hacen es para abrir la puerta solamente unos cuantos minutos al día.
Los informes apuntan a que Qalqilya, una vez completado el muro, ha sufrido ya el éxodo de alrededor de la décima parte de su población.
Como Qalqilya, Nilin se encuentra próximo a la Línea Verde, la frontera de Cisjordania con Israel anterior a 1967. Es en esas zonas donde el muro de Israel ha invadido más la tierra palestina.
La Sra. Michaeli señalaba que los planes para Nilin y desarrollos similares en otros lugares de Cisjordania significan que Israel está destruyendo cualquier esperanza de un estado palestino que pueda tener contigüidad territorial, el objetivo de la hoja de ruta patrocinada por EEUU.
» El ejército puede abrir y cerrar el túnel cuando quiera», dice. «Y hemos visto innumerables veces en otros lugares de Cisjordania cómo el ejército ha utilizado ese tipo de poder. Si quieren castigar al pueblo o coaccionar a sus habitantes, no tienen más que bloquear el túnel».
Es probable que el túnel represente el golpe final para acabar de asfixiar la agobiada economía de Nilin.
Según un informe del Banco Mundial publicado el mes pasado, las cada vez más severas restricciones de movimiento por toda Cisjordania están ahogando las perspectivas empresariales.
Durante la Intifada, el PIB palestino ha descendido en un 40% y la inversión se ha hundido hasta «niveles de precariedad muy graves».
El informe señala también que la tierra que se le está dejando a las comunidades palestinas ha sido «fragmentada en multitud de enclaves, con un régimen de restricción de movimientos entre ellas».
Salah Hawaja, que lidera la campaña pacífica de protestas contra el muro, dijo que los habitantes de Nilin deseaban evitar ese destino.
» El muro es el primer paso para convertirnos en un ghetto», dijo. «El túnel y su control por el ejército harán inviables las fábricas de las que tanta gente depende en Nilin para sobrevivir. Nadie puede dirigir un negocio sin saber un día y otro día si va a poder enviar los camiones o traer los suministros».
» No nos queda otra opción que resistir o tendremos que contemplar cómo nuestra economía va siendo lentamente estrangulada hasta morir. Israel quiere que nos vayamos de esta tierra y que se la dejemos a los colonos, pero no vamos a ir a ninguna parte. Continuaremos luchando por nuestro derecho a permanecer aquí».
Jonathan Cook es escritor y periodista. Vive en Nazaret (Israel). Sus libros más recientes son: «Israel and the Clash of Civilizations: Iraq, Iran and the Plan to Remake the Middle East» (Pluto Press) y «Disappearing Palestina: Israel’s Experiments in Human Despair» (Zed Books). Su página en Internet es: www.jkcook.net. La versión original de este artículo apareció publicada en The National, en Abu Dhabi (www.thenational.ae).
Enlace con texto original en inglés:
http://www.counterpunch.org/cook11132008.html