Traducido para Rebelión por Germán Leyens
Nota del autor: Pasé el martes por la noche mirando el debate, y luego escribiendo al respecto. Cuando terminé, abrí el sitio en la red que Dick Cheney recomendó a los estadounidenses que visitaran para ver la verdad sobre el historial de Kerry. Cheney dijo que abriéramos ‘FactCheck.com,’ pero como usuario experimentado de Internet, supe de inmediato que quería decir ‘FactCheck.org’. No hay tanta diferencia entre un .com y una .org, ¿verdad?
Error. FactCheck.com es un sitio en la red de propiedad de George Soros. La publicidad colocada al principio de la página dice «POR QUÉ NO DEBEMOS REELEGIR AL PRESIDENTE BUSH». Puedes imaginar lo que dice el contenido, o puedes ir a ver la página tú mismo. Me encantaría saber cuánta gente abre a Soros el miércoles por la mañana. Es una alegoría bastante contundente para la noche de Dick Cheney ante la mesa. WRP
«El vicepresidente… me sorprende oírlo hablar de antecedentes. Si él fue uno de los 435 miembros de la Cámara de Estados Unidos, fue uno de los 10 que votaron contra Head Start [programa de educación preescolar], uno de los cuatro que votaron contra la prohibición de armas de plástico que pueden engañar a los detectores de metal. Votó contra el Departamento de Educación. Votó contra el financiamiento de Meals on Wheels [Comidas sobre Ruedas] para mayores. Votó contra el día festivo de Martin Luther King. Votó contra una resolución pidiendo la liberación de Nelson Mandela en Sudáfrica. Es sorprendente escucharlo criticando mis antecedentes o los de John Kerry.»
Senador John Edwards, 5 de octubre de 2004
Claro, Dick Cheney no es George W. Bush.
El jueves por la noche en Florida, Bush se puso en evidencia como mal preparado, fácilmente alterado, excitable y confundido. Como dijo un bromista, llegó a un debate de 90 minutos con 10 minutos de material. El martes por la noche en Ohio, Cheney mostró al pueblo de EE.UU. quién es el que realmente maneja las cosas en el 1600 de Pennsylvania Avenue. Se le vio controlado, calmo, evidentemente el verdadero director general de la empresa.
Cheney también fue evidentemente el golem gruñón, de espaldas encorvadas, que lo han convertido en uno de los políticos menos populares en memoria reciente. Pocas veces levantó la vista para mirar a la moderadora Gwen Ifill, o a las cámaras que lo confrontaban, prefiriendo hablar hacia su propio pecho durante toda la noche. Cheney se presentó exactamente, en general, como personaje aterrador, la noche oscura ante el día optimista de Edwards.
El otro problema con Cheney, desde luego, fue cómo mintió con casi cada palabra que surgió de sus labios torcidos. Fue una actuación virtuosa de evasivas, ofuscación y rotundos disparates. El jueves por la noche, George W. Bush hizo el papel de un hombre incapaz de defender de alguna manera su historial. El martes por la noche, Cheney actuó como si ese historial no existiese.
Cheney estuvo en una posición difícil desde antes de que entrara a la sala, encargado de defender la justificación de su administración para la invasión y la ocupación de Irak. Para su desgracia, los periodistas registran las declaraciones hechas por gente importante. En 1992, el Secretario de Defensa de aquel entonces, Cheney, habló ante el Discovery Institute en Seattle, WA. Recordemos que Estados Unidos estaba excitado por la paliza dada a Irak en la primera Guerra del Golfo. A Cheney le preguntaron por qué las fuerzas de la coalición no llevaron sus tanques hasta Bagdad para derrocar a Sadam Husein. La respuesta de Cheney, hace 14 años, podría explicar perfectamente el lío en el que nos encontramos actualmente.
«Me imagino que si hubiésemos entrado», dijo Cheney en 1992, «Todavía tendríamos fuerzas en Bagdad hoy en día. Estaríamos dirigiendo el país. No hubiéramos podido sacar a todos y traerlos a casa. Y el punto final que creo hay que dejar en claro es ese asunto de las víctimas. No creo que podríamos haber hecho todo eso sin considerables víctimas estadounidenses adicionales. Y aunque todos quedaron tremendamente impresionados con el bajo costo del conflicto, para los 146 estadounidenses que fueron matados en acción y sus familias, no fue una guerra barata.»
A propósito, 1.064 soldados estadounidenses han muerto en esta segunda vuelta de la guerra en Irak. 138 soldados más de la ‘coalición’ que Bush y Cheney montaron también han muerto, llevando el total a 1.202. Edwards subrayó varias veces que «un 90% de las víctimas de la coalición» en Irak son de EE.UU. y que el pueblo de EE.UU. soporta «un 90% de los costos del esfuerzo en Irak». Cheney trató de decir que esto no era verdad, pero las cifras del recuento de cadáveres no mienten, y no importa cuál es el peso soportado por el pueblo iraquí: más de 20.000 de los suyos han perecido desde que comenzó la invasión.
«Y la pregunta que me ocupa», continuó Cheney en 1992, «es: ¿cuántas víctimas estadounidenses más vale Sadam? Y la respuesta es que no son muchas. Así, que pienso que hicimos bien, en primer lugar cuando decidimos expulsarlo de Kuwait, y también cuando el presidente decidió que habíamos cumplido nuestros objetivos y que no íbamos a empantanarnos en el problema de hacernos cargo y gobernar Irak.»
La respuesta a esta contradicción que salta a la vista, desde luego, es «11 de septiembre», es decir que los ataques terroristas lo cambiaron todo. No cambian los hechos de una ocupación desastrosa, o del peso financiero abrumador que se impone a los contribuyentes estadounidenses por los fracasos de la administración Bush, y ciertamente no explica las 1.064 banderas plegadas de EE.UU., entregadas a las familias estadounidenses que pensaron que sus hijos, hijas, esposos, mujeres, madres y padres iban a Irak a destruir armas de destrucción masiva y a proteger a Estados Unidos.
La página 01 del Washington Post del miércoles 6 de octubre presenta un artículo intitulado «Informe descarta la amenaza de las armas de Irak», que dice en su primer párrafo: «El informe más definitivo del gobierno sobre los programas de armas de Irak, será publicado hoy, y mostrará que Sadam Husein presentaba una amenaza decreciente cuando Estados Unidos invadió y no poseía, o tenía planes concretos para desarrollar, armas nucleares, químicas o biológicas, dijeron ayer funcionarios de EE.UU.»
Sí, las mentiras eran demasiado gordas antes de que Cheney se sentara a la mesa. Y engordaron aún más. Edwards, en un tema repetido durante toda la noche, señaló que Sadam Husein no tuvo nada que ver con los ataques del 11 de septiembre, y que la administración Bush había cometido un grave error al distraer la atención de Osama bin Laden y de al Qaeda hacia Irak. Varias veces, Edwards acusó a Cheney de combinar retóricamente Irak y el 11-S.
«No», replicó, «he sugerido que haya una conexión entre Irak y el 11-S.»
¡Um!
– «Su régimen ha tenido contactos a alto nivel con al Qaeda desde hace una década y ha entrenado a terroristas de al Qaeda» – Cheney, 2 de diciembre de 2002.
– «Su régimen ayuda y protege terroristas, incluyendo a miembros de al Qaeda. Podría decidir en secreto suministrar armas de destrucción masiva a terroristas para que las utilicen contra nosotros.» – Cheney, 30 de enero de 2003.
– «Pienso que existe abrumadora evidencia de que hubo una conexión entre al Qaeda y el gobierno iraquí.» – Cheney, 22 de enero de 2004.
– «Ha habido una enorme confusión sobre Irak y la conexión con al Qaeda, Gloria. Ante todo, sobre el tema de – si o no hubo algún tipo de relación, hubo una relación. Ha sido atestiguada. La evidencia es abrumadora. Data de principios de los años 90… Es evidente que ha habido una relación.» – Cheney, 17 de junio de 2004.
Se podría argüir, tal vez, sobre la definición de «ha» en este asunto. Cheney no declaró específicamente en ninguna de las citas mencionadas que Irak estuvo involucrado en el 11-S. Pero la afirmación repetida de que Irak estuvo conectado con al Qaeda, una afirmación que ha sido destruida docenas de veces, establece una conexión Irak-11-S suficiente para satisfacer a un hombre que parece creer que un populacho atemorizado es un populacho feliz.
Incluso George W. Bush no le cree a Cheney en este punto. Un artículo de Reuters del 18 de septiembre de 2003, menciona que Bush declaró a los periodistas: «No hemos tenido evidencia de que Sadam Husein haya estado involucrado en el 11 de septiembre». Bush fue metido en este lío porque su vicepresidente había, una vez más, presentado esta desacreditada conexión entre Irak y el 11-S en «‘Meet the Press’ el domingo anterior al afirmar que se estaba encontrando «más y más» evidencia que justifica la conexión. No era verdad entonces, y no es verdad ahora.
El comportamiento sereno, monótono, de Cheney sólo se agitó manifiestamente unas pocas veces el martes, pero esas ocasiones fueron reveladoras. Ocurrieron cuando John Edwards mencionó a Halliburton. Edwards acusó a Halliburton, esencialmente, de especulación con la guerra, y llegó a describir cómo la compañía, mientras era dirigida por Cheney, trabajó con naciones que son ahora consideradas como enemigas de EE.UU.
«Mientras era presidente de Halliburton», dijo Edwards, «pagaron millones de dólares en multas por suministrar información falsa sobre su compañía, igual que Enron y Ken Lay. Hicieron negocios con Libia e Irán, dos enemigos jurados de Estados Unidos. Ahora están siendo investigados por haber sobornado a funcionarios extranjeros durante ese período. No sólo eso, han recibido un contrato de 7.500 millones de dólares sin licitación, y en lugar de que se retenga parte de su dinero, que es cómo se opera normalmente, porque están siendo investigados, continúan recibiendo su dinero.»
Cheney tuvo 30 segundos para responder a esta explosiva acusación. Su respuesta: «La razón por la que mencionan a Halliburton es porque están tratando de lanzar una cortina de humo. Saben que las acusaciones son falsas».
La respuesta de Edwards a esta profunda réplica: «Son los hechos. Los hechos son que la compañía del vicepresidente cuando él era su presidente, realizó negocios con enemigos jurados de Estados Unidos, pagó millones de dólares en multas por suministrar información financiera falsa, que está siendo investigada por el soborno de funcionarios extranjeros. La misma compañía que recibió un contrato por 7.500 millones de dólares sin licitación, la regla es que se supone que parte de su dinero sea retenido mientras son investigados, como lo son actualmente, por haber cobrado de más al contribuyente estadounidense, pero reciben cada centavo de su dinero.»
Unos pocos hechos más: Según Washington Post, Los Angeles Times, Wall Street Journal, Houston Chronicle, New York Times, Petroleum Economist y numerosos otros periodistas y medios noticiosos, Halliburton, en tiempos de Dick Cheney, trató con Irak, Irán y Libia a través de una serie de subsidiarias y violó numerosas sanciones internacionales. A Cheney no le gustaron las sanciones contra esos países, e hizo todo lo posible por asegurar que Halliburton las evitara y obtuviera un hermoso beneficio.
El 3 de junio de 2000, un mes antes de unirse a la candidatura presidencial republicana, Los Angeles Times informó que Cheney afirmó: «Nos mantiene afuera [de Irán] sobre todo nuestro propio gobierno, que ha tomado la decisión de que no se debería permitir que firmas de EE.UU. inviertan significativamente en Irán, y pienso que eso es un error». Cuando habló en el Cato Institute el 23 de junio de 1998, Cheney declaró: «Por desgracia, Irán está ubicado justo al medio del área [del Mar Caspio] y Estados Unidos ha declarado sanciones económicas unilaterales contra ese país. Como resultado, se prohíbe a las firmas estadounidenses que comercien con Irán y se encuentran excluidas de la actividad».
¿Excluidas de la actividad?
Así siguió durante 90 minutos, y se puso bastante estúpido al llegar a un cierto punto. Cheney trató de presentar a Edwards como un senador absentista afirmando que no había encontrado a Edwards hasta esa noche. CNN y otras cadenas, un par de horas más tarde, comenzaron a mostrar vídeos de los dos sentados juntos durante varias horas en el Desayuno Nacional de Plegaria en febrero de 2001. Parece algo un poco estúpido para que valga la pena mentir al respecto, con todo el caos y todos los muertos con los que todos tenemos que ver, pero a los medios les gustó la ocasión. Así son las cosas.
A todos les pareció que Cheney le aburría todo el asunto. Es difícil tomarlo a mal. Cuando toda tu carrera profesional y política es un tejido de falsedades, debe ser bastante aburrido tener que repetirlas por la enésima vez.
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William Rivers Pitt es un autor del New York Times y de dos bestseller internacionales: ‘War on Iraq: What Team Bush Doesn’t Want You to Know’ y ‘The Greatest Sedition is Silence.’
http://www.fromthewilderness.com/free/ww3/100604_cheney_lies.shtml
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