La Habana (PL) La bandera de la Confederación flameaba inocua en edificios gubernamentales hasta que una masacre en una iglesia de Charleston, Carolina del Sur, reavivó dolorosos recuerdos de racismo e intolerancia enquistados en la sociedad estadounidense. Numerosas voces exigen proscribir de espacios públicos el emblema del ejército del otrora sur esclavista y segregacionista, utilizado […]
La Habana (PL) La bandera de la Confederación flameaba inocua en edificios gubernamentales hasta que una masacre en una iglesia de Charleston, Carolina del Sur, reavivó dolorosos recuerdos de racismo e intolerancia enquistados en la sociedad estadounidense.
Numerosas voces exigen proscribir de espacios públicos el emblema del ejército del otrora sur esclavista y segregacionista, utilizado durante los días de la Guerra Civil (1861-1865).
Para unos representa historia e identidad; para otros, un emblema cargado de connotaciones racistas.
Los hechos se desencadenaron en la noche del 17 de junio, cuando Dylann Storm Roof se introdujo en una reunión de estudio de la biblia en la iglesia Emanuel African Methodist Episcopal de dicha urbe y abrió fuego contra los congregados, todos afroamericanos.
Durante el interrogatorio para incriminarlo de cargos, el supremacista blanco de 21 años aseguró a las autoridades que quería «emprender una guerra racial».
En una página web registrada a nombre de Roof, se aprecian fotografías del joven sosteniendo una pistola y una bandera confederada junto a varios símbolos racistas, elemento que destapó el debate.
La llegada a la Casa Blanca del primer presidente negro en 2009 apenas modificó el panorama de discriminación y pobreza que padecen los afroamericanos en una nación donde, advierten algunos, «existen demasiadas armas y racistas».
Un editorial del diario británico The Independent consideró que Estados Unidos retrocedió en sus relaciones raciales desde la elección de Barack Obama y que «la obscena proliferación de armas solo magnifica tragedias» como la de Charleston.
El diario mexicano La Jornada recalcó por su parte que la nación norteña se ha convertido en un «Estado estructuralmente violento», donde se utiliza la fuerza con demasiada frecuencia para resolver diferencias tanto a nivel local como internacional.
En los últimos años, numerosas masacres y denuncias de cuestionables prácticas policiales contra personas negras desarmadas evidenciaron las heridas nunca cicatrizadas de un flagelo entronizado desde los oscuros tiempos de la esclavitud y la segregación por el color de la piel.
SÍMBOLO DEL ODIO Y LA INTOLERANCIA
Como reacción a lo acaecido de Charlestom, activistas civiles, grupos proderechos humanos y hasta legisladores exigen proscribir de espacios públicos estatuas, símbolos y hasta celebraciones de personas o sucesos que guarden relación con acciones violentas de supremacistas blancos.
El senador de Kentucky, Mitch McConnell, líder de la mayoría republicana en el Senado federal, abogó por remover una estatua de Jefferson Davis en la capital de su estado, Frankfort, lo cual abrió la puerta a discusiones similares en Washington.
Por su parte, la representante Kathy Castor, demócrata de Florida, llamó a reemplazar la estatua de un general confederado, Kirby Smith, mantenida en el Capitolio desde 1922.
Creo que las estatuas que representan oficiales confederados no tienen que estar en la propiedad del gobierno, argumentó el representante demócrata de Carolina del Norte, G. K. Butterfield, presidente del Caucus Negro del Congreso.
Mayor atención mediática ha recibido el rechazo al empleo en instituciones gubernamentales de la bandera de la Confederación, también enarbolada por hordas de los grupos supremacistas blancos del Ku Klux Klan.
El estandarte de fondo rojo, cruzada por dos diagonales azules donde se alinean 13 estrellas blancas, y que durante décadas ondeó en el Capitolio estatal de Alabama, fue retirada por órdenes del gobernador Robert Bentley.
La Cámara de Representantes de Carolina del Sur votó a favor de abrir el debate para su eliminación del edificio del órgano legislativo estadual, medida que para ser efectiva requerirá el voto de dos tercios de la Cámara y el Senado de ese territorio.
Otros esfuerzos para eliminar los símbolos confederados también están en marcha en Mississippi, Virginia, Kentucky, Tennessee, Texas y otras partes de la antigua Confederación de Estados del Sur.
Se sumaron al clamor mayoritario grandes empresas como Wal-Mart, eBay y Sears Holding Corp., las cuales decidieron no vender mercancías que muestren el polémico estandarte sureño.
Incluso Reince Priebus, presidente del Comité Nacional Republicano y otras figuras de esa fuerza política también exigen su retirada.
Ello contrasta con las vagas o equívocas declaraciones de aspirantes a la nominación republicana para las elecciones presidenciales de 2016, como Jeb Bush y el senador de Florida Marco Rubio, quizás recelosos de perder apoyo en las cruciales primarias de Carolina del Sur, donde el tema resulta controversial.
Medios de prensa fueron menos reactivos y apuntaron más al trasfondo de una matanza de tales dimensiones.
Es trágico que para remover de la vida oficial de Carolina del Sur la bandera Confederada, que representa la era esclavista en el sur, sea necesaria una matanza racista de afroamericanos en una iglesia histórica por su papel en la lucha por los derechos civiles, analizó el diario californiano La Opinión.
Apuntó el rotativo que Roof «es un racista admirador de la bandera y de los «valores sureños», esos que ven con nostalgia una era en donde los blancos tenían asegurado un estatus especial y los negros eran traficados como objetos, esclavizados para mover la economía y linchados ante la primera sospecha en un espectáculo público».
Es el estandarte de la hegemonía blanca, indicó el diario Los Ángeles Times, mientras The New York Times exhortó a «retirar el símbolo del odio y la brutalidad».
Otros actores políticos y civiles ven en la decisión de la gobernadora de Carolina del Sur, Nikki Haley, de remover la bandera del Capitolio estatal, en Columbia, como un reconocimiento de que la enseña, más que el romanticismo sureño anterior a la Guerra Civil, es portadora de una ideología perversa y excluyente.
Se trata de un símbolo profundamente escandaloso de un pasado ofensivamente brutal, sostuvo Haley como parte de su reclamo.
En 2011, la encuestadora Pew encontró que el estandarte despertaba sentimientos negativos en casi un tercio de los estadounidenses, frente a solo un nueve por ciento que lo veía con buenos ojos.
ARMAS AÚN POR SILENCIAR
El 26 de junio, durante la ceremonia de despedida del reverendo y senador estatal Clementa Pinckney, una de las nueve víctimas de la matanza, el presidente Barack Obama pronunció en Charleston un apasionado discurso en el cual llamó a reflexionar sobre la violencia armada, la desigualdad racial y el quebrado sistema de justicia penal.
El jefe de la Casa Blanca también se sumó al debate en torno a la bandera confederada, calificándola como un símbolo de «la opresión sistémica y subyugación racial».
Sería una traición al reverendo Pinckney si nos detenemos y olvidamos estas cuestiones, porque estaríamos cayendo de nuevo en un silencio cómodo, argumentó ante los cerca de cinco mil 500 asistentes al oficio funerario.
Pero al parecer, las iniciativas sobre control de armas carecen de perspectivas en el Congreso estadounidense.
Un artículo publicado el 19 de junio en el diario digital The Hill, especializado en temas del Capitolio, señaló que pese al crimen de Charleston, existe resignación entre quienes quieren límites más estrictos a la compraventa y posesión de armamentos.
De acuerdo con el texto, legisladores y especialistas estiman que si el Congreso no pudo actuar después del tiroteo en diciembre de 2012 en una escuela de Newtown, Connecticut, que provocó la muerte a 20 niños y seis adultos, los sucesos en la Emanuel African Methodist Church tampoco destrabará el asunto.
A pesar del impacto que tuvo la masacre de Newtown, el Senado rechazó en 2013 una propuesta para expandir las comprobaciones a los potenciales portadores de armamentos.
Ese mismo año, Obama intentó avanzar en la regulación de la compraventa y uso de armas de fuego, pero fracasó debido al rechazo de grupos de presión como la Asociación Nacional del Rifle que cabildean a favor de quienes elaboran y comercializan esos artefactos.
Luis Brizuela Brínguez: Periodista de la Redacción Norteamérica de Prensa Latina.
Fuente: http://prensa-latina.cu/index.php?option=com_content&task=view&idioma=1&id=3966431&Itemid=1