La lucha por los derechos gay en Estados Unidos se ha trasladado a un campo de batalla inesperado: el pollo.
La historia empieza hace dos semanas cuando Dan Cathy, dueño de la cadena de comida rápida Chick-fil-A se pronuncia abiertamente en contra del matrimonio gay en las páginas de una modesta publicación religiosa estadounidense, The Baptist Press. En ellas se declara «culpable» de respaldar la «definición bíblica de la unidad familiar». La polémica toma dimensiones inesperadas cuando, poco después, Cathy reafirma su posición en la tertulia de una radio conservadora y dice que «dios juzgará» a Estados Unidos por haber tenido la «osadía y arrogancia» de violar los preceptos sagrados del matrimonio.
Desde entonces casi no se habla de otra cosa en el país. Defensores del matrimonio homosexual han pedido que se boicotee el pollo de Chick-fil-A, mientras que los fans de Cathy hacen cola en sus establecimientos para solidarizarse con el empresario. Otros lamentan que, tres meses antes de las elecciones presidenciales ya empiece a politizarse hasta la comida. El debate es otro episodio, el de las llamadas «guerra culturales» que tanto dividen este país. Wendy’s, la cadena rival de hamburguesas, se sumó durante un momento a la crítica de las bodas homosexuales, legales en tan sólo seis estados. Pero al ver la magnitud de las reacciones, emitió rápidamente un comunicado en el que aseguraba «servir con gran orgullo a clientes de razas, culturas y orientaciones sexuales variadas, con distintas creencias y valores».
Una de las primeras empresas en desmarcarse de Chick-fil-A fue la productora de Jim Henson (el creador de Barrio Sésamo) que tenía previsto hacer comidas infantiles con la cadena de restauración. Varias municipalidades también se han movilizado. «Los valores de Chick-fil-A no son los valores de Chicago» decía su alcalde y ex jefe de gabinete de Obama, Rahm Emanuel (unas declaraciones que provocaron cierta sorna visto que Chicago nunca se ha lucido precisamente por sus valores). Mientras, el alcalde de Boston, Thomas Merino, afirmaba que la marca no podría abrir más franquicias en su ciudad «hasta cambiar de política».
Sarah Palin se ha fotografiado con bolsas de la marca
No es la primera vez que Dan Cathy ha creado polémica en torno a este tema. En enero de 2011 ya hubo cierto estruendo cuando Chick-fil-A copatrocinó una conferencia del Pennsylvania Family Institute, una de las organizaciones que contribuyó a ilegalizar el matrimonio gay en California.
Los dos bandos han movilizado a sus seguidores en Twitter (#ChickFilA), muy especialmente los ultra-conservadores: el ex candidato presidencial y ex gobernador republicano de Arkansas, Micke Huckabee, declaraba el pasado 1 de agosto, «día oficial Chick-fil-A» como posicionamiento moral. Rick Santorum ha hecho un llamamiento a los «amantes de la libertad» desde una de las 1.600 sucursales de la cadena, la mayoría en el Sur y el Oeste de Estados Unidos. Sarah Palin se ha fotografiado con su marido con sendas bolsa de la marca. El reverendo Bill Graham ha santificado la ingestión masiva de pollo en defensa de «la definición bíblica del matrimonio».
«Vete a cacarear»
Del lado demócrata, la ex presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, ha declarado por su parte preferir Kentucky Fried Chicken (cuyos pollos de momento permanecen neutrales). En algunas ciudades de California, contaba Los Angeles Times, defensores de la causa gay se han manifestado delante de muchos restaurantes de la cadena con vuvuzelas para desanimar a los clientes. En las pancartas se podía leer «Cluck Off» (en traducción libre: «Vete a Cacarear»). La consigna es intentar hacerse una foto besándose en la puerta de uno de los establecimientos. En West Hollywood, uno de sus bares más populares, the Abbey, ha lanzado el «Chick-for-Gay» que espera servir hasta noviembre a su clientela ídem.
«Chick-fil-A» es una empresa privada basada en los suburbios de Atlanta que nunca ha ocultado su sensibilidad religiosa. Cierra los domingos, paga a sus empleados mejor que muchas cadenas de restauración rápida, e incluso les ayuda a financiar sus estudios. No ha hecho ningún comunicado oficial sobre toda la polémica excepto el de reiterar su compromiso «con una genuina hospitalidad» al tratar de ejercer una «influencia positiva» sobre sus consumidores.