En diciembre pasado se conoció públicamente el informe del Comité de Inteligencia del Senado de EEUU sobre las técnicas de interrogatorio que la CIA aplicaba contra los prisioneros en Guantánamo como en otras instalaciones secretas que mantenía en Europa y Asia. Palizas, amenazas de violaciones a esposas, madres e hijas de los prisioneros; colgarlos en […]
En diciembre pasado se conoció públicamente el informe del Comité de Inteligencia del Senado de EEUU sobre las técnicas de interrogatorio que la CIA aplicaba contra los prisioneros en Guantánamo como en otras instalaciones secretas que mantenía en Europa y Asia.
Palizas, amenazas de violaciones a esposas, madres e hijas de los prisioneros; colgarlos en barras por horas o días; prohibirles dormir; someterlos a ahogamiento (el llamado «submarino»), a baños de hielo y alimentación y hidratación vía rectal hacen parte de la lista de abusos cometidos. En una palabra: tortura.
Es importante que las personas sepan que, de acuerdo a la legislación internacional, la aplicación de la tortura está prohibida en todos los países del mundo, incluyendo a sus agentes de Estado y sus fuerzas armadas nacionales, porque viola el derecho básico de respeto de la dignidad humana. Incluso en una situación efectiva de guerra los prisioneros deben ser tratados con dignidad y los heridos en combate, socorridos.
El sociólogo argentino, Atilio Boron, señala con precisión que «la tortura no sólo degrada y destruye la humanidad de quien la sufre; también degrada y destruye al régimen político que ordena ejecutarla, la justifica o la consiente».
Es importante decir que el uso y el entrenamiento en tortura por los agentes de EEUU no es noticia nueva. Ya en el Manual Kubark, de interrogación de contrainteligencia, elaborado por la CIA en 1963, enseñaba formas de privar a las víctimas de estímulos sensoriales y lograr que sufrieran alucinaciones para que colaboraran.
También en los Manuales de Entrenamiento utilizados en la Escuela de las Américas, mantenida por EEUU en Fort Benning, Estado de Georgia, donde se han entrenado más de 77 mil soldados latinoamericanos a la fecha, se aconsejaba «aplicar torturas, chantaje, extorsión y pago de recompensa por enemigos muertos».
Con razón, Amnistía Internacional ha señalado que «los torturadores no nacen: alguien los educa, los entrena y los apoya».
Los diversos Informes de las Comisiones de la Verdad de América Latina documentan el uso reiterado de la tortura en todo el continente, incluso el reciente Informe de la Comisión Nacional de la Verdad (CNV) de Brasil el que además señala que «la colaboración de los EEUU fue intensa en la formación y especialización de los agentes».
El Informe de la CNV, Ecuador 2010, titulado «Sin verdad no hay justicia», indica además que las violaciones a los derechos humanos fueron posibles porque se forjó el imaginario de «enemigo interno» en las FFAA y policiales dentro del marco de la Doctrina de Seguridad Nacional impulsada por EEUU.
Es importante resaltar que, protegidos por el Estado, ningún agente de la CIA ira a prisión por el uso de la tortura. En América Latina, eso tampoco es novedad, pues la mayoría de los torturadores viven en la total impunidad que le brindan los que defienden hipócritamente el llamado «Estado de derecho» solo y cuando no sean sus verdugos y agentes quienes lo violen.
Poner fin a las leyes de amnistía, castigar la tortura, crear mecanismos de prevención y terminar con el entrenamiento de soldados latinoamericanos en la Escuela de las Américas, son pasos fundamentales para que imperen los derechos humanos y desaparezca la brutalidad de las «comunidades de inteligencia».
Este artículo fue escrito para el Observatorio de Nacionalidades y publicado en portugues para el Diario Opovo de la ciudad de Fortaleza, Brasil.
Pablo Ruiz: Equipo Latinoamericano de SOAW, Observatorio por el Cierre de la Escuela de las Américas. Traducción al Portugues: Olga Benário de Sousa Pinheiro.