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La construcción Real de lo real

Fuentes: Rebelión

Lo recordaba recientemente Tom Engelhardt («¿Por qué Estados Unidos no va a atacar a Irán?») [1] . Un funcionario no identificado de la administración Bush II -se cree generalmente que fue Karl Rove- expuso al periodista Ron Suskind, magníficamente hay que admitirlo, lo esencial de la nueva ontología política imperial neoconservadora. Era octubre de 2004, […]

Lo recordaba recientemente Tom Engelhardt («¿Por qué Estados Unidos no va a atacar a Irán?») [1] . Un funcionario no identificado de la administración Bush II -se cree generalmente que fue Karl Rove- expuso al periodista Ron Suskind, magníficamente hay que admitirlo, lo esencial de la nueva ontología política imperial neoconservadora. Era octubre de 2004, tres años después del 11 de septiembre, poco después del inicio de la invasión y destrucción de Iraq:

[Él] dijo que los tipos como yo estábamos ‘dentro de lo que llamamos comunidad que se atiene a la realidad’, que definió como gente que ‘cree que las soluciones brotan de un estudio juicioso de la realidad discernible’. Asentí y murmuré algo sobre principios ilustrados y empirismo. Me cortó. ‘Esa ya no es realmente la forma por la que el mundo funciona’, continuó. ‘Ahora somos un imperio, y cuando actuamos, creamos nuestra propia realidad. Y mientras tú estás estudiando esa realidad -juiciosamente, como tú quieres hacerlo- actuaremos de nuevo creando otras realidades nuevas, que también puedes estudiar, y así es como las cosas se moverán. Somos los actores de la historia… y vosotros, todos vosotros, sólo quedaréis para estudiar lo que nosotros hacemos’

Principios ilustrados, empirismo, estudio prudente de una realidad discernible… No es la forma por la que el mundo funciona. Cuando actuamos, señala el funcionario imperial, cuando el Poder actúa, crea continuamente su propia realidad. Mientras se intenta estudiar juiciosamente esa realidad, nuevas actuaciones crean otras realidades nuevas. Heracliteanos -panta rei, todo fluye- y parmenídeos a un tiempo, sin contradecirse [2] -el ser es Uno e inmóvil: el núcleo duro imperial, sin cambios sustantivos.

Esas realidades nuevas, sin duda, también pueden estudiarse pero la secuencia sigue la cronología apuntada : acción1, análisis (sin apenas efecto político alguno), acción2, nuevo análisis despreciado… Es así, señalaba el clarividente funcionario del Imperio, como se mueven las cosas. Son ellos, asume sin temblor ni horror, los únicos verdaderos sujetos, los actores -que actúan, desde luego, sin interpretar papeles de otros- de la Historia. Los demás quedamos sólo para estudiar «juiciosa» e ineficazmente o sufrir lo que ellos hacen. En el principio fue el Verbo alocado para una Acción y luego vino otro Verbo juicioso para estudiar una acción ya superada por nuevas acciones incontroladas. Era la esencia de su ontología política.

Será así, aunque los propósitos y análisis no juiciosos pueden extraviarse, debilitarse, o generar rebeliones insospechadas. Las piedras en sus enormes zapatones pueden generar llagas.

Sea como fuera, el demiurgo generador de nuevas realidades no es una peculiaridad imperial en exclusiva. Salvando todas las distancias también aquí tenemos muestras explícitas de ello. Lo recordaba recientemente el incansable y admirable ciudadano republicano, miembro activísimo de Espai Marx, Alexandre Carrodeguas. Hace de ello unos quince años, en 1993, dos décadas después del fallecimiento del general golpista, en José Luis de Villalonga, El Rey: Conversaciones con D. Juan Carlos I de España [3] , declaraba el Jefe de Estado del reino borbónico de España:

«Lo que voy a decirte, José Luis, no lo comprenderá todo el mundo… Pero si uno lo piensa bien… A menudo me he preguntado si la democratización de España hubiera sido posible al finalizar la guerra civil».

De Villalonga respondía servilmente: «Probablemente no, Señor», aceptando los compases iniciales de un razonamiento que parece presuponer ni más ni menos la inexistencia de democracia previa al alzamiento franquista, a lo que el actual Jefe de Estado, ya entonces primera autoridad del reino de España, después de los gobiernos de Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo Sotelo y durante el último o penúltimo gobierno felipista, añadía:

«Eso creo yo. Todo lo que hice en cuando me vi con las manos libres pude hacerlo porque antes habíamos tenido cuarenta años de paz… Una paz, estoy de acuerdo, que no era del gusto de todo el mundo… pero que, de todos modos, fue una paz que me transmitió unas estructuras en las que me pude apoyar» [las cursivas son mías]

Manos libres tras cuarenta años de paz (sic), aunque, matiza el nieto del Rey expulsado, esa paz -detenciones, torturas, asesinatos, presos políticos, represión política ciudadana, explotación salvaje, opresiones lingüísticas y nacionales, bases usamericanas, marginación de la mujer, persecuciones por orientación sexual, oscurantismo cultural, migraciones masivas…- no era del gusto de todo el mundo. Pero, concluye finalmente Juan Carlos I por si hubiera alguna duda, fue «una paz» que le transmitió unas estructuras (franquistas) en las que se apoyó para conducirnos a la senda a la restauración borbónica.

¿Cuarenta años de paz? ¿Paz que no era del gusto de todos? ¿Una democratización no posible inmediatamente tras la guerra civil que parece justificar uno de los fascismos más salvajes en la Europa de los años cuarenta? ¿Apoyo en las estructuras del franquismo para conducirnos nuevamente a una Monarquía indeseada? ¿Es esta la realidad construida por el Jefe del Estado español y sus asesores? ¿Es este su marco político-histórico para explicar el franquismo y la transición? ¿Representa entonces una barbaridad política -trasnochada se añade, con hiriente y aristocrática postmodernidad- afirmar continuismo entre el franquismo y su sucesión (o prolongación) monárquica?

Ni que decir tiene que la primera autoridad del Estado jamás ha rectificado sus afirmaciones ni ha pedido disculpas por el atropello ciudadano que representan a la memoria de tantos y tantos luchadores y represaliados y a sus innumerables víctimas.

Como los dirigentes del Imperio, nuestros creadores Reales de la realidad no templan gaitas. Sus intelectuales orgánicos lavarán su cara cuando ésta muestre a las claras, por descuido o rebelión ciudadana, la barbarie que defienden, sus ignominiosas relaciones internacionales y las abyectas fortunas que acumulan. ¿Un individuo así pudo soltar un «por qué no te callas», con apoyo gubernamental anexo, a un dirigente revolucionario que criticaba el apoyo explícito del gobierno de José MªAznar a un golpe de Estado contra la revolución democrática bolivariana?


[1] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=70268. Traducción de Sinso Fernández

[2] O contradiciéndose. Es obvio que cada vez importan menos esas menudencias gnoseológicas de la lógica formal y la racionalidad para el discurso dominante. Generan realidad que o bien puede ser formulada contradictoriamente o acompañada de cambios instantáneos e injustificados cuando su nueva construcción real así lo exige.

[3] Plaza & Janés, Barcelona, 1993, página 228.