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La cuarta valla

Fuentes: Apuntes del Natural

Los constantes y sangrientos incidentes provocados por quienes pretenden entrar en Ceuta y Melilla saltando o derribando las vallas que separan Marruecos de los dos enclaves españoles en tierra africana han suscitado muchas opiniones divergentes, pero también algunas reflexiones que casi nadie discute, ni en Marruecos ni en España. La idea que parece congregar más […]

Los constantes y sangrientos incidentes provocados por quienes pretenden entrar en Ceuta y Melilla saltando o derribando las vallas que separan Marruecos de los dos enclaves españoles en tierra africana han suscitado muchas opiniones divergentes, pero también algunas reflexiones que casi nadie discute, ni en Marruecos ni en España.

La idea que parece congregar más conformidades es la que sostiene que la causa profunda del drama que se está produciendo en Ceuta y Melilla -y en Canarias y en Andalucía, aunque en su caso por otras vías- es la miseria en la que se ha hundido el África subsahariana, y que la única vía de poner término eficaz a tan terrible situación pasa por favorecer el desarrollo económico y social de los países de los que proceden los inmigrantes sin papeles. El razonamiento es bien sencillo: puesto que huyen de la miseria, erradiquemos la miseria. Y ya está.

Pero no está. Decir eso es como no decir nada. Porque cualquiera que se tome el trabajo de situar las piezas de ese razonamiento en la realidad del mundo de hoy se da cuenta inmediatamente de que está formulando algo muy parecido a un imposible.

Para acabar con la miseria en el África subsahariana se necesitaría, ya para empezar, que los países comparativamente ricos destinaran a ese objetivo enormes cantidades de dinero a fondo perdido. Primer punto. Y segundo, que cambiaran las estructuras de poder de los países receptores, para que ese dinero no acabara en un puñado de cuentas corrientes en Suiza y se utilizara realmente para realizar inversiones productivas.

Ninguna de las dos condiciones es cumplible. Si casi ningún Estado de los que sellaron hace ya muchos años el compromiso de destinar el 0,7% de sus riquezas nacionales a la ayuda al desarrollo del Tercer Mundo ha honrado su palabra, ¿cómo esperar que vayan a dedicar ahora a esa causa fondos aún mayores? En cuanto a la moralización y adecentamiento de las oligarquías que controlan el poder en buena parte de África, no sé ni si vale siquiera la pena hablar de ello. Cuesta hasta imaginar quién podría hacer tal cosa, y cómo, y con qué fuerzas, y con qué personal.

He dicho antes que este par de condiciones serían necesarias «para empezar», y así es, porque habrían de reunirse más requisitos. Se precisaría también acabar con las guerras que desangran buena parte del continente, para lo cual sería necesario, de manera previa, acabar con el suculento comercio de venta de armas a los contendientes. Otro objetivo de aquí te espero.

«¡Pero es que, o se hace eso, o nos espera un futuro imposible!», señalan algunos. Ya. En Kyoto se dijo algo semejante con relación a nuestro porvenir medioambiental, y ya vemos los resultados.

Habría que hacerlo, pero no lo harán.

¿Entonces? No sé. Imagino que idearán una cuarta valla aún más alta. Y así sucesivamente.

www.javierortiz.net