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La cubanidad… ¿es amor?

Fuentes: Progreso Semanal

Pertenece al Dr. Ramón Grau San Martín, ex Presidente republicano, animador del Autenticismo y acuñador de frases inolvidables, una de las más certeras y a la vez inexactas maneras de definirnos, como pueblo. ¿Quién no recuerda aquello de que «La cubanidad es amor»? ¿Y quién no ha renegado de ella alguna vez, ante las molestias […]

Pertenece al Dr. Ramón Grau San Martín, ex Presidente republicano, animador del Autenticismo y acuñador de frases inolvidables, una de las más certeras y a la vez inexactas maneras de definirnos, como pueblo. ¿Quién no recuerda aquello de que «La cubanidad es amor»? ¿Y quién no ha renegado de ella alguna vez, ante las molestias de un vecino desconsiderado, los agravios de un insolente o las maldades de un conciudadano?

Imagino que todos y cada uno de los catorce cubanos secuestrados y torturados durante una interminable semana de octubre en Cancún, México, por otros cubanos que los habían llevado de contrabando a aquel país en tránsito hacia los Estados Unidos, hayan invocado, y no precisamente con gratitud, a toda la parentela del Dr. Grau. No era para menos: en ese caso aquella cubanidad expansiva, ecuménica y amorosa se tradujo en palizas, choques eléctricos y cortes de orejas con espátulas y cuchillos, todo porque aquellas personas, ni sus familiares, habían abonado los diez mil dólares por cabeza estipulados para el traslado.

«Lo que más me indigna de todo esto -declararía luego la prima de una de las víctimas, regresadas a Cuba tras ser rescatadas por militares mexicanos alertados por los vecinos- es que quienes llamaban (a los familiares radicados en los Estados Unidos) y los que torturaban eran cubanos, nuestra propia gente».

Se podría tomar este caso para realizar un ejercicio filosófico, partiendo de respondernos si son sólidos o débiles los lazos que la pertenencia a un grupo humano, a una misma nacionalidad, se establecen entre las personas, o si, por el contrario, lo que decide es la pertenecía a los grupos o clases sociales en que se subdividen; si lo que decide el amor fraternal es haber nacido sobre un mismo suelo o bajo un mismo cielo, o por el contrario, los intereses económicos, personales y grupales, que se van creando a lo largo de la vida, y que bajo condiciones extremas, como el caso de los cubanos indocumentados de Cancún, puede llegar a las más inhumanas expresiones de crueldad criminal cuando se ven afectados.

Como suele ocurrir en la realidad, la respuesta correcta a la pregunta anterior, deberá hallarse en ese terreno que se ubicaría en algún punto equidistante tanto del Dr. Grau como del Dr. Marx, entre el carácter emocional y el carácter sociológico de eso que denominamos cubanidad, de lo que nos hace capaces, por ejemplo, de acoger y abrigar a desconocidos, por el solo hecho de haber nacido en nuestro mismo barrio o pueblo en la isla, y también, de cerrar la puerta en las narices a quien nos afecte el bolsillo o los intereses creados, aunque haya nacido bajo nuestro mismo techo.

La cubanidad por sí misma, como demuestran el caso de Cancún, y también la existencia de barrios insalubres, como Las Yaguas, en La Habana, o San Pedrito, en Santiago de Cuba, en tiempos en que era Presidente el seráfico Dr. Grau, y los criollos corruptos henchían sus bolsillos con dinero público mal habido, no es antídoto alguno contra la miseria, el sufrimiento, el egoísmo o la barbarie. Es ante estas situaciones, y ante estos dilemas, que resuenan con fuerza renovada aquellas palabras de Martí con las que llamaba a atacar los males desde la raíz. Y ante una emigración ilegal e incontrolable, que se ha convertido en granjería y búsqueda de dinero fácil para un puñado de desalmado; ante una economía nacional precaria y bloqueada, que no ha logrado, ni le han dejado lograr, que se vean cumplidos en el interior una parte de las aspiraciones de bienestar de sus ciudadanos, y ante una Ley de Ajuste Cubano que actúa como inmenso cebo para emigrantes y traficantes, con tal de acercar la sardina a la brasa de sus intereses políticos, irreconciliables con la existencia misma de la Revolución, hay y habrá más de sociología que de sentimientos, más de intereses que de nacionalidad, más de egoísmo que de solidaridad. Y las espátulas de Cancún, en manos de cubanos, seguirán cayendo despiadadamente sobre otros cubanos, o incluso, que desaparezcan personas o se les obligue a prostituirse como pago por haber emigrado, como se supone que haya ocurrido con mujeres de las que se desconoce hoy el paradero tras haber arribado a México por los vericuetos del contrabando de personas.

Es un hecho palpable que una parte de quienes emigraban ilegalmente por las costas de la Florida, lo están haciendo ahora a través de terceros países, especialmente México. Y no es problema mayor para las mafias cubano-americanas trasladar su accionar hacia tales sitios. Y con ellas viajan los émulos criollos de los Soprano, las picanas y las pistolas, y así será mientras el poderosos sol de la Ley de Ajuste Cubano, creada en 1966, siga ordenando y haciendo girar a su alrededor tantos intereses bastardos, tantos mundo sórdidos, tantos satélites donde pulula la fuerza bruta y despiadada, el hacer dinero a cualquier precio, aún a costa de la salud y la vida de otros cubanos.

Y eso que estamos hablando solamente de la emigración ilegal, pues en las estadísticas de la emigración legal y de las naturalizaciones, según las estadísticas oficiales del gobierno de los Estados Unidos, correspondiente al año pasado, hay tanta o más tela por donde cortar[i]. Antes de 1959 Cuba era el segundo emisor de inmigrantes a ese país, solo superado por México, muy por encima de países inmensamente mayores como China, India o Indonesia. En el 2006 ocupaba el sexto lugar. En el 2008 se concedió la ciudadanía estadounidense a 49 500 cubanos de los cuales por razones de reunificación familiar fueron 2 562, por tener familiares cercanos que ya fueran ciudadanos, 3 183, por razones laborales, 12, mientras que bajo el nebuloso estatus de «Refugiados y Asilados», la lograban… ¡43 455 personas, el 87,78% del total!

Cabría preguntarse si no estamos ante una sinrazón absurda, una reliquia anquilosada de la Guerra Fría, un espectáculo tragicómico como aquel de Laurel y Hardy haciendo guardia en las trincheras adonde los habían olvidados sus jefes durante la Primera Guerra Mundial, semanas después de haber concluido la guerra misma. Porque es inexplicable esa cifra de 43 455 refugiados de un país que no está en guerra y al cual, al menos legalmente, los Estados Unidos tampoco han declarado las hostilidades. Los «refugiados y asilados» en ese mismo año de países que si están en guerra, y en algunos de los cuales mueren soldados norteamericanos a diario, como es el caso de Irak, Liberia, Afganistán y Rwanda juntos, apenas llegó a la cifra de 2 960 personas, o sea, el 5,9% con respecto al de cubanos.

¿Cómo explicar entonces, el mal de fondo que genera el tráfico de personas y sus secuelas criminales y dolorosas, y la existencia misma Ley de Ajuste Cubano con sus absurdos?

Pues reconociendo que ese antiquísimo y natural movimiento humano que históricamente se ha llamado «emigración», y que ha enlazado en ambos sentidos durante siglos a los pueblos cercanos, como es el caso del de Cuba y Estados Unidos, ha devenido en rehén político en manos de quienes no han aceptado jamás la realidad de la isla después de enero de 1959. Y ante ese altar se siguen inmolando cada día las vidas, la lógica y hasta el sentido común. Sobre ese vicio de origen se alza la aberración criminal de Cancún. Es allí, y por eso, que estas noticias escalofriantes han dejado tan mal parado al ocurrente y escurridizo Dr. Grau San Martín y a aquella tan simpática como inexacta definición suya de la cubanidad.

¿Hasta cuándo?

Fuente: http://progreso-semanal.com/4/index.php?option=com_content&view=article&id=1602:la-cubanidad-ies-amor&catid=2:ultima-edicion&Itemid=7

Elíades Acosta Matos, filósofo, doctor en ciencias políticas, escritor, es miembro del equipo de Progreso Semanal/Weekly.[i] 2008 Yearbook of Inmigration Statistics. Office of Inmigration Statistics, Homeland Security. En: http: www.ntis.gov