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Acerca del libro de Shlomo Sand "Cómo dejé de ser judío"

La cuestión de la identidad judía

Fuentes: CounterPunch

Traducido del inglés para Rebelión por J. M.

How I Stopped Being a Jew (en español Cómo dejé de ser judío de próxima aparición en Buenos Aires, editorial Canaan [N. de T.]), el «símpatico» libro de Shlomo Sand en su versión en inglés, trata acerca de una pregunta que muchos se han hecho, pero han tenido miedo de hacerla: ¿qué hace que alguien sea judío? Si bien ha sido un enigma desde tiempo inmemorial, es más relevante en cuanto que Israel da la bienvenida a todos los que considera judíos independientemente de su nacionalidad o creencias religiosas (o la falta de ellas). Por otro lado los no judíos (25% de los israelíes), aunque nacidos y residentes en Israel no son ciudadanos plenos del Estado judío.

«Si Estados Unidos decidiera mañana que no es el Estado de todos los ciudadanos estadounidenses, sino que es el Estado de las personas de todo el mundo que se identifican como anglosajones protestantes, tendría un sorprendente parecido con el Estado judío de Israel», (pág. 82).

Sand es israelí y judío laico, definido por su ascendencia judía como tal por el Estado de Israel. Es profesor de la Universidad de Tel Aviv, especializado en Historia de Francia. Es más conocido como autor de dos libros controvertidos, La invención del pueblo judío (2009) y La invención de la Tierra de Israel (2012).

Su argumento principal es que la afirmación de que los judíos de hoy son descendientes de los antiguos israelitas es simplemente un mito de gran utilidad para la causa sionista. Las teorías de Sand están hábilmente expuestas en un artículo de Paul Atwood publicado en CounterPunch en la edición del 14 a 16 febrero de 2014.

En pocas palabras Sand sostiene que los judíos europeos, e incluso muchos de los de Oriente Medio, son descendientes de conversos al judaísmo, sin conexión biológica con los antiguos israelitas. Sin embargo los fundadores del sionismo, en su mayoría judíos seculares y ateos, al tiempo que rechazaban los aspectos sobrenaturales y milagrosos del Antiguo Testamento tomaron sus leyendas como la historia verdadera.

«Para justificar la colonización de Palestina el sionismo apeló sobre todo a la Biblia, señalándola como el título de propiedad legal de la tierra. Se procedió entonces a representar el pasado de diversas comunidades judías no como un fresco denso y variado de los grupos abigarrados que se convirtieron al judaísmo en Asia, Europa y África, sino más bien como una historia lineal de personas de una raza, supuestamente exiliadas por la fuerza de su tierra natal y que aspiraron durante 2.000 años a volver a ella». (p. 48)

Esto proporcionó una dudosa justificación para el «retorno» a la «tierra prometida», la ya habitada Palestina, pero fue suficiente para convencer a las grandes potencias, que se sentían culpables del destino de los judíos en la Segunda Guerra Mundial y también estaban ansiosas por encontrar un lugar alejado de sus costas al que los sobrevivientes pudieran emigrar.

Además proporcionó una identidad y razón de ser a los judíos seculares y ateos de EE.UU. y otros lugares que los instaba al «retorno» a Israel para ayudar a desarrollar y defender la tierra, uniéndose a las granjas colectivas y al ejército.

Sand, que se autoidentifica israelí y desearía que esta fuera la única forma de identidad nacional para todos los habitantes de ese Estado, rechaza las bases históricas, culturales, raciales, étnicas y biológicas del hecho de ser judío. Se cuestiona la definición ortodoxa de un judío: una persona nacida de madre judía, ella misma nacida en ese origen desde tiempos inmemoriales. «Tengo la creciente impresión de que, en ciertos aspectos, Hitler fue el vencedor de la Segunda Guerra Mundial… su ideología perversa infiltrada y resurgida». (p. 5)

Sand explota la idea de una cultura judía común separada de la creencia religiosa, pero no encuentra ninguna evidencia convincente. Los judíos de Europa occidental, África y Oriente Medio pueden haber practicado su religión, pero en la vida cotidiana compartían la cultura y el vecindario con sus compatriotas. (Pág. 35) Por el contrario los de habla yiddish de Europa del Este tenían una cultura propia en el vestir, la comida, el idioma y el fundamentalismo religioso. (Pág. 36) Cierto número de hijos de estos judíos que a menudo se convertían en socialistas ateos en rechazo a la cultura de sus ancestros fundaron el movimiento sionista.

«Los colonos de cultura yiddish [en Israel], de hecho, fueron muy rápidos en descartar su despreciada lengua materna. La primera cosa que necesitaban era un lenguaje que uniera a los judíos de todo el mundo y ni Theodor Herzl ni Edmond de Rothschild podían comunicarse en yiddish. Más tarde los primeros sionistas aspiraron a crear un judío nuevo que rompiera con la cultura popular de sus padres y antepasados, así como con los miserables pueblitos que habitaban». (P. 41)

Sand sostiene que las fiestas judías solo son nostalgia para los judíos seculares y no honran su cultura universalista. Por ejemplo la Hagadá tradicional del Séder de Pésaj incluye una «demanda explícita de exterminar a todos los pueblos que no crean en el Dios de los judíos y se atrevan a atacar a Israel… «(Pág. 67). En el Libro del Éxodo (23:23), Dios promete «exterminar a todos los habitantes de Canaán con el fin de hacer espacio en la tierra prometida para los hijos de Israel.»(P. 72) En el Libro del Exodo (23:23) el Antiguo Testamento ordena amar a tu prójimo como a ti mismo, que se aplica sólo a los correligionarios judíos. (Pág. 70) El Talmud dice: «Vosotros seréis llamados hombres, pero los idólatras no serán llamados hombres» (Pág. 71).

Sand ofrece una larga lista de judíos que adoptaron una moral universalista (desde Karl Marx a Naomi Klein) y también se distanciaron de la tradición religiosa judía. (P. 73).  

El autor refuta a los que dicen que lo que une a todos los judíos es su historia de víctimas exclusivas de las persecuciones: «la retórica sionista [insiste en que] hay ejércitos de asesinos como Hitler y en que nunca ha habido ni habrán víctimas como los judíos» (Pág. 63). Sin embargo, millones de no judíos fueron asesinados por los nazis; persecuciones, genocidios y limpieza étnica han sido y continuarán siendo infligidos a muchos pueblos.

Algunos críticos de Sand argumentan que un motivo para seguir siendo judío a pesar de no disfrutar nada de su cultura o de su religión es la legitimidad para criticar las políticas israelíes, pero esta es una base meramente pragmática para una decisión importante.

Sand concluye: «Deseo renunciar y dejar de verme a mí mismo judío» (Pág. 97). A pesar de que considera a Israel «una de las sociedades más racistas del mundo occidental» y perpetrador de una «colonización militar cruel [de] víctimas débiles e indefensas que no forman parte del ‘pueblo elegido'», Sand sigue siendo un israelí en su vida cotidiana y cultural (P 98-99).

Otros han renegado del judaísmo en protesta por la política israelí. Sand sostiene que el motivo principal de la identidad judía es la religión. Los conceptos contemporáneos de la libre elección de la religión y la ideología están consagrados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, calurosamente defendida por los judíos seculares. Entonces, ¿por qué una persona no puede ser capaz de renunciar a cualquiera o todas las religiones y sistemas de creencias? Por el contrario no se puede renunciar a los antecedentes étnicos. Sand reconoce que los suyos son austriacos.

Aunque no tengo la experiencia necesaria para evaluar las afirmaciones históricas de Sand, la postura de los judíos seculares tienen un significado personal y es una cuestión independiente de los exilios, la wmigración y las conversiones de sus antepasados. Uno de los problemas de la elección de Sand es que las autoridades israelíes, los líderes religiosos judíos, el público en general y los antisemitas no van a dejar que él o los demás se aparten de sus antecedentes tan fácilmente. Unirse a otra religión hace la renuncia más convincente, incluso se reconoce legalmente en Israel, pero Sand no quiere hacer esto.

Otra cuestión son las celebraciones, bodas, funerales, compartir cenas, grupos de juventud, comunidades de valores compartidos, etc., si se evitan las instituciones judías. La religión ha sido una fuente de activismo por la justicia social y de consuelo, a pesar de sus defectos. Muchos judíos seculares siguen en la fe sin fe por estas razones. Una solución es unirse a una de las religiones (que brinda lazos grupales) que acojan ateos, como el Unitarismo Universalista, o las florecientes iglesias ateas de Inglaterra.

El sutil y accesible libro de Sand es susceptible de provocar polémica. Y debería hacerlo.  

Joan Roelofs es profesora emérita de Ciencias Políticas, en Keene State College, New Hampshire. Ella es la traductora de   Principles of Socialism de Victor Considerant (Maisonneuve Press, 2006), y autora de Foundations and Public Policy: The Mask of Pluralism (SUNY Press, 2003) y Greening Cities (Rowman and Littlefield, 1996). www.joanroelofs.wordpress.com ; Contacto: [email protected] 

Fuente: http://www.counterpunch.org/2015/04/06/the-question-of-jewish-identity/

rCR