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La dama gris

Fuentes: La Jornada

No es frecuente que un medio de noticias se vuelva noticia, y siempre es algo que todo medio prefiere evitar. Pero la semana pasada las decisiones internas de un diario se volvieron noticia nacional e internacional y han desatado un gran debate aquí. Y es que no se trata de cualquier periódico, sino de uno […]

No es frecuente que un medio de noticias se vuelva noticia, y siempre es algo que todo medio prefiere evitar. Pero la semana pasada las decisiones internas de un diario se volvieron noticia nacional e internacional y han desatado un gran debate aquí. Y es que no se trata de cualquier periódico, sino de uno que se considera el medio premier de este país: The New York Times.

La sorpresiva expulsión de su directora ejecutiva Jill Abramson, la primera mujer en el puesto en los 162 años de existencia del Times, y su sustitución por el director administrativo Dean Baquet, que también hace historia como el primer afroestadunidense en ocupar ese puesto, ha generado debates, controversias, chismes y especulación sobre qué pasa y por qué dentro del periódico apodado La dama gris (The grey lady).

Algo que inmediatamente llamó la atención fue la forma inusual y poco elegante -algunos la califican de brutal- en que se despidió a Abramson. El director general del periódico, Arthur Sulzberger Jr -parte de la familia Sulzberger-Ochs, que ha controlado el periódico durante décadas- convocó a una reunión no programada en la sala de redacción la tarde del pasado miércoles para anunciar, ante cientos de sorprendidos periodistas (de una redacción de mil 250), que Abramson sería sustituida de inmediato, después de menos de tres años en el puesto. Minutos después desapareció su nombre del directorio del periódico en su sitio de Internet y ella se esfumó sin poder despedirse de sus colegas. Ahí Sulzberger se limitó a explicar que la razón fue el manejo de asuntos de administración en la redacción.

Pero la manera abrupta y contundente del anuncio de inmediato nutrió la especulación de que había algo más detrás. Eso llegó a tal nivel que, por lo menos en dos ocasiones en estos últimos días, Sulzberger tuvo que hacer aclaraciones públicas sobre el episodio.

La controversia fue nutrida primero por versiones en los medios -sobre todo del experto que cubre medios en The New Yorker, Ken Auletta- de que Abramson fue despedida por quejarse de que recibía una remuneración menor a la de su antecesor, Bill Keller. Al circular esa versión se desató un debate público, en los medios y hasta en Washington, sobre la inequidad de género, específicamente en los medios. Empleando el caso de Abramson, esto ya se discute entre legisladores, mientras foros en distintos medios abordaron el tema este domingo.

Sulzberger se vio obligado a emitir un comunicado en el que rechazó tajante que el asunto de género hubiera sido un factor en su decisión. Indicó que lo peor que ha pasado es el uso de su decisión de echar a Abramson como ejemplo del trato desigual a las mujeres en el trabajo; afirmó que el paquete de remuneración de Abramson era parecido al de sus antecesores en el puesto, que de hecho el de ella fue 10 por ciento más alto en 2013 que el de Keller en su último año, y reiteró que la decisión giró sobre una persona en particular y su forma de operar.

El jefe del Times fue obligado a ampliar su explicación sobre las razones del despido: que ella «había perdido el apoyo de sus… colegas» y una pauta de comportamiento que incluye la toma de decisiones de manera arbitraria, omisión en consultar y obtener el apoyo de sus colegas, comunicación inadecuada y el maltrato de colegas en público.

Sin embargo, otros comentaron que las persistentes quejas de que ella tenía un modo brusco, polarizante y poco diplomático en su manejo de la redacción tenían un tinte machista, ya que en la historia del Times hubo muchos hombres en los puestos máximos que se comportaban peor y no era motivo para castigarlos ni mucho menos despedirlos. Por lo tanto, critican que los comentarios de los directivos del Times son más bien sexistas.

Algunos señalaron que Abramson no sólo logró, durante su mando, obtener ocho premios Pulitzer, o ayudó a la redacción a navegar a través de una seria crisis financiera con cambios dramáticos para enfrentar el futuro digital, sino que lo que la enorgullecía fue elevar a mujeres a que ocuparan 50 por ciento de las jefaturas del periódico. Por lo pronto, el tema de género en esta decisión de la dirección de la empresa sigue provocando controversia.

De hecho, por ahora, el despido de lo que fue la primera mujer a cargo de la redacción opaca el otro hecho histórico del rotativo: el ascenso de un afroestadunidense al máximo puesto editorial por primera vez en su historia.

Por otro lado, vale subrayar que el Times ha enfrentado, como todo periódico, el dramático cambio inevitable de todo medio en la era digital. Algunas versiones del conflicto señalan que parte de la bronca fue en torno al ritmo y manejo del cambio dentro del rotativo en la aplicación de su estrategia de digital primero, donde avanza en la dirección de privilegiar la plataforma digital ante un futuro en que el periódico impreso será relegado al pasado. Sin embargo, Abramson había sido elogiada por manejar las primeras fases de esta estrategia, aunque ello implicó cambios en el manejo de la redacción.

A la vez, el periódico apenas está saliendo de una crisis financiera justo por los cambios en el modelo empresarial de los rotativos ante la llamada nueva era digital, lo cual incluyó el despido de personal y reajustes de todo tipo. De hecho, durante todo este episodio del traslado del mando se filtró un reporte interno sobre la estrategia para innovar al periódico.

Por ahora Abramson ha guardado silencio, pero se sospecha que eso no durará mucho, y todo indica que la dama gris seguirá siendo noticia. Lo único que se ha sabido de Jill desde su despido es una foto que su hija subió a Instagram, donde parece entrenar con guantes de boxeo. Seguro no ayuda a su estado de ánimo el hecho de que hace unos meses decidió tatuarse con la T del logotipo del Times.

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2014/05/19/opinion/021o1mun