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Una primera mirada a las elecciones estadounidenses 2004

La «Democracia» enseña su feo rostro

Fuentes: El Militante

«Me gustaría votar por algo que quiero, y lo consigo, pero no consigo más que votar por algo que no quiero» Eugene Debs Las elecciones presidenciales de 2004 marcan otro momento decisivo en el rápido cambio de conciencia de la clase obrera estadounidense. El resultado, que seguramente no es una ninguna sorpresa para los lectores […]

«Me gustaría votar por algo que quiero, y lo consigo,
pero no consigo más que votar por algo que no quiero»
Eugene Debs


Las elecciones presidenciales de 2004 marcan otro momento decisivo en el rápido cambio de conciencia de la clase obrera estadounidense. El resultado, que seguramente no es una ninguna sorpresa para los lectores de nuestra web y de In Defence of Marxism, defrauda las esperanzas de millones que sinceramente pensaban que podrían echar a Bush votando por el «mal menor».

Los demócratas consiguieron un apoyo arrollador en los grandes centros de población con concentraciones importantes de sindicalistas, minorías y pobres en general. Estos votantes claramente están buscando una solución a la crisis económica y social a la que se enfrentan. Para millones apoyar a los demócratas era una reacción sana a la política de Bush y un giro a la «izquierda» (al menos para los niveles norteamericanos). Debido a la ausencia de una alternativa, muchos votantes se taparon la nariz y votaron por Kerry. Pero al situar sus esperanzas en los demócratas no estaban recurriendo al «mal menor» sino al «mal más grande». John Kerry hizo una declaración de intenciones cuando en su discurso declaró: «No podemos ganar estas elecciones». La principal lección a sacar de las elecciones de 2004 es que la clase obrera no puede basarse en los representantes de otra clase para luchar sus propias batallas. Debemos basarnos en nuestras propias fuerzas y organizaciones, debemos construir un partido obrero de masas que pueda defender verdaderamente nuestros intereses.

Incluso antes de que se terminasen de contar todos los votos, Kerry llamó a Bush para reconocer la derrota y felicitarle por su victoria. El principal tema de sus conversaciones fue la necesidad de «cicatrizar» y la «unidad nacional». En las propias palabras de Kerry hay una «necesidad desesperada de unidad». Bush también ha destacado este punto en su discurso de victoria. Los dos son candidatos burgueses y son conscientes de la acalorada batalla electoral, han levantado las esperanzas y las iras de millones de personas, especialmente entre los seguidores demócratas, cuyas aspiraciones genuinas de conseguir una vida mejor han sido una vez más traicionadas. EEUU está polarizado como nunca antes lo ha estado, la frustración y la rabia que se están acumulando debajo de la superficie no han encontrado su expresión en las urnas, eso necesariamente explotará de otra forma en el próximo período. Por lo tanto, su principal prioridad es apelar a la unidad, olvidar, respeto, comprensión mutua, etc., En otras palabras, ahora que han pasado las elecciones todos aquellos que realmente pensaban que votando podrían marcar la diferencia ahora deben regresar a casa durante otros cuatro años y permitir que los políticos millonarios profesionales se ocupen de los asuntos. Eso es precisamente lo que no debe hacer la clase obrera.

En un resultado pavoroso pero no sorprendente y es una reminiscencia de las elecciones de 2000, las elecciones presidenciales de EEUU también se han salvado por los pelos. No debe sorprendernos, Bush ha mantenido los feudos rurales, tradicionalmente republicanos, del sur y la mayor parte del oeste, mientras que Kerry triunfó en el nordeste densamente poblado, la mayor parte del medio oeste y la costa occidental. Florida estuvo cerca, pero al final se la llevó Bush. En esta ocasión la controversia ha estado en el «estado oscilante» de Ohio.

Ohio fue el campo de batalla final para conseguir acceder a la posición más poderosa del mundo. En muchos sentidos es un microcosmos de EEUU: una profundo contraste entre las zonas rurales conservadoras y las masivas ciudades industriales golpeadas por la crisis económica. Uno de cada 23 empleos perdidos en el año 2000 lo fueron en este estado. Aquí también se han perdido más empleos manufactureros per cápita con Bush que en cualquier otro estado. A pesar del enorme declive de las últimas dos décadas Ohio sigue teniendo una alta afiliación sindical, el 16,8 por ciento, frente a la media nacional del 13,1 por ciento. Pero lo que es una verdadera contradicción norteamericana es que muchos de los trabajadores de Ohio que tienen su carné sindical también lo tienen de la conservadora Asociación Nacional del Rifle. Aún así, parecería que es un terreno abonado para alguien que está en contra de Bush y su devastadora política económica. Al final, como explicamos en su momento, había una posibilidad real de que los demócratas no consiguieran inspirar a la población para que fuera a votarles permitiendo que los conservadores puedan seguir dirigiendo la sociedad como ellos quieran.

Marx explicó que la democracia burguesa es sólo democracia para la burguesía. Cada pocos años conseguimos elegir qué representante de los empresarios nos mal representará en el gobierno, aplicando una política que sólo beneficia a la clase dominante. Este año no es una excepción. Los trabajadores, las minorías, las mujeres y los pobres en general son los verdaderos perdedores. Independientemente del resultado final, estaba claro desde el principio que la clase capitalista mantendría el poder mientras que los intereses de la clase obrera seguirían siendo pisoteados. Otros cuatro años de Bush significarán una continuación de la flagrante guerra de la clase dominante contra los trabajadores en casa y en el exterior. Si Kerry hubiera conseguido la victoria habría continuado en lo fundamental con la política aplicada por Bush, aunque con una cara «más amable».

Seguiríamos igual con la ocupación de Iraq, la «guerra contra el terrorismo», la Taft-Harley, un déficit presupuestario disparado, crisis económica, militarización, el Acta Patriótica y la desintegración de la infraestructura social. Todas estas son funciones del sistema capitalista, no de este o ese individuo. Las promesas electorales en su mayoría son palabras vacías. Debemos recordar que Bush en la primera campaña electoral defendía «EEUU primero» y la «construcción de la nación» rechazando cualquier intervención en el extranjero. Al final, la realidad llamó a la puerta y actuó de acuerdo con los intereses de las empresas estadounidenses a las que defendía. Aunque las características individuales obviamente afectan a los detalles, los intereses fundamentales defendidos por ambos candidatos eran los mismos. Los dos son ultradefensores de los intereses de la clase dominante, ese es el trabajo por el que competían.

¿Democracia?

Bush, Kerry y otros políticos capitalistas rápidamente dan lecciones a otros países sobre la necesidad de la democracia y unas elecciones justas y libres. Estos discursos rayan el mayor de los cinismos. Es de conocimiento común que EEUU es presentado como un «modelo de democracia» para el resto del mundo cuando en realidad está lejos de serlo. No existen unas elecciones «justas y libres», el barniz de la democracia es utilizado para ocultar que un puñado de ricos controlan y deciden todas las cuestiones decisivas.

Después de pasar la campaña presidencial, el vencedor consigue el control total de la rama ejecutiva del gobierno norteamericano. Son elegidos incontables miembros del gabinete y jueces federales, y casi siempre son elegidos arrolladoramente por el Congreso (los demócratas aprobaron todos los nombramientos reaccionarios de Bush, personas como Rumsfeld, Rice, Powell, Rove y Wolfowitz). Estas personas que dirigen día a día la maquinaria del gobierno no son elegidos por los votantes.

Y por supuesto tenemos el Colegio Electoral, un organismo en el que no hay elección directa ni popular, sino que se vota a «electores» elegidos por los propios partidos políticos. Con sólo un puñado de excepciones, el ganador del voto popular consigue todos sus votos electorales. Estos votos electorales se basan en el tamaño de la población, pero cada estado tiene un mínimo de 3 electores sin importar lo pequeña que sea de la población (2 para los senadores y 1 para el congreso), esto favorece a las zonas rurales más conservadoras del país. Tomemos el ejemplo de Dakota del Norte que tiene 3 electores con sólo 650.000 habitantes (un elector por cada 217.000 residentes). En el caso de Nueva York tiene 31 votos electorales y tiene una población de 20.000.000 (un elector por cada 645.000 habitantes). En esta ocasión Bush también ha ganado el apoyo popular y por esa razón no ha habido una gran controversia sobre el Colegio Electoral, pero no es poco raro para el ganador del voto popular que pierde la presidencia entender que este organismo no es un ejemplo brillante de democracia.

«Irregularidades» en el proceso de votación

Las dos grandes partidos rápidamente decidieron la cuestión de Ohio para salvar el sistema electoral de otra crisis de confianza como la que vimos en 2000. Pero hay que decir que no todo fue fácil. En 2000 toda la atención se centró en Florida cuando en realidad el fraude se extendió a través del país. Durante estas elecciones hay habido innumerables incidentes fraudulentos, voto amañado, engaños e intimidación. Y eso es sólo la punta del iceberg.

Hay casos bien documentados de decenas si no cientos de miles de papeletas desaparecidas, ejemplos de registros y listas de votantes fraudulentas, además de errores graves cometidos por las máquinas ATM para votar y que han utilizado unas 45 millones de personas. Como aparecía en Yahoo! News, los votantes informaron de problemas serios. ¿Cómo es posible que las máquinas ATM sean tan infalibles a la hora de distribuir dinero pero que no puedan ser programadas para registrar de forma certera los votos cuando han tenido cuatro años para corregir los problemas creados en 2000?

En Daytona Beach (Florida), 13.244 votos se perdieron cuando los trabajadores del colegio electoral cortaron la luz de las máquinas contadoras de votos. Dicen que los votos se volvieron a introducir manualmente, pero ante el tumulto que crea un día electoral en todo un continente es poco probable que estos errores sean corregidos. Los responsables de las urnas en Filadelfia informaron de numerosos problemas, especialmente en los barrios negros que incluían máquinas rotas e intentos de intimidación a los votantes. En Maryland dijeron que no se habían sustituido los papeletas, mientras que en Florida los voluntarios dijeron que las urnas ya estaban llenas cuando comenzaron las votaciones. Otros encontraron que los colegios electorales estaban cerrados o recibieron cartas días antes diciéndoles que debido a una reestructuración de las votaciones los republicanos deberían votar el martes y los demócratas el miércoles. El periodista Greg Palas calcula que aproximadamente un millón de votantes, la mayoría de las minorías pobres, fueron borrados de las listas de registro antes del inicio de las votaciones.

En otro intento de intimidar a los votantes, el Tribunal Supremo decretó que los interventores electorales de los partidos podían poner en duda la legitimidad de los registros de votantes. El proceso de registro electoral a menudo es muy voluminoso y requiere mucho trabajo que desanima a muchos de los posibles votantes. Después de pasar todas las trabas corres el riesgo de que tu derecho a voto sea «desafiado» en el colegio electoral por un miembro del partido político que intenta descalificarte. En una universidad importante 6.000 estudiantes dijeron que no pudieron votar porque sus nombres se «perdieron» en las listas de registro. Para resolver estos problemas en muchos lugares se publicaron «listas provisionales», teóricamente estos votos contarán después si se confirman que es válido el registro. Pero en la práctica pocos son los votos que se contarán cuando acabe el proceso. Lo mismo se aplica a las miles de papeletas desaparecidas antes de las elecciones.

¿Y cual ha sido la respuesta de los demócratas ante esto? Enviar a equipos de abogados para vigilar las elecciones. Un partido verdaderamente preocupado por evitar el fraude habría movilizado a las masas para que ellas vigilaran las elecciones en lugar de basarse en los «piquetes volantes» de abogados bien pagados a sueldo del partido. Su temor a las masas que pretenden representar es más que evidente. No es sorprendente que la desconfianza de los votantes en el proceso electoral sea muy alta incluso entre aquellos que votan. Las encuestas previas a las elecciones mostraban que sólo el 51 por ciento creían que sus votos se contarían correctamente, mientras que en Florida y Ohio este porcentaje era sólo del 40 por ciento.

Como siempre en la política norteamericana el dinero es el que decide. Las elecciones de 2004 ha sido la campaña política más larga y costosa de la historia norteamericana. Se han gastado 600 millones de dólares sólo en anuncios de radio y televisión, dos veces más que en 2000. No hace falta tener demasiada imaginación para pensar lo que se podría hacer con ese dinero. Una joven votante expresaba lo que sentía ante la larga serie de anuncios patriotas y ataques contra el oponente, resumió de la siguiente forma su actitud ante las elecciones: «Es la única forma de conseguir que paren los anuncios».

Los anunciantes no gastan miles de millones cada año para nada. Saben muy bien que un buen anuncio puede hacer que las personas compren productos inútiles que no necesitan. Lo mismo se aplica a los políticos. Los comentaristas dicen abiertamente que este o ese candidato tiene una «ventaja monetaria» arrolladora y que por lo tanto es más probable que gane, y casi en cada caso gana. Sólo los ricos pueden hacer campaña, bien con su riqueza personal o con grandes donativos de los ricos y las empresas. Estos donativos son los que realmente mueven los hilos. Como se suele decir en EEUU: no existe la comida gratis.

Hemos descrito ya muchas veces la acelerada polarización de la sociedad norteamericana. El abismo entre ricos y pobres es mayor que nunca y aumenta según pasan los días. Esto ha llevado a unas profundas contradicciones de clase dentro de la sociedad que se están expresando de una forma distorsionada debido a la ausencia de una alternativa viable de la clase obrera. Los votantes ricos y generalmente conservadores apoyaron a Bush mientras los pobres, unos votantes más «liberales» en general apoyaron a Kerry. Por lo tanto no es una sorpresa que Bush ganara entre los votantes con ingresos familiares superiores a los 100.000 dólares que van a misa todas las semanas. Tres cuartas pares de los votantes blancos que se describen como cristianos o evangélicos apoyaron a Bush. En contraste, el 90 por ciento de los votantes negros depositaron la papeleta de Kerry, tampoco es una sorpresa. Lo sorprendente fue la pérdida de apoyo de los demócratas entre los latinos ya que sólo el 56 por ciento votó a Kerry.

La sabiduría convencional dice que cuanto mayor es la participación más favorece a los demócratas y que a los republicanos les favorecen las cifras más bajas. Las zonas rurales, especialmente, han ido a parar a Bush, han movilizado a los votantes superando la media estatal, además Bush ha conseguido los importantes votos electorales de Florida y Ohio. Es interesante que mientras en algunas zonas la participación ha sido récord, especialmente en los estados oscilantes, ningún partido ha sido capaz de movilizar su «corazón» electoral más de lo que hicieron en 2000. Bush no ha aumentado su apoyo entre la derecha religiosa y Kerry ha sido incapaz de aumentar su apoyo entre los sindicalistas y los negros. Incluso a pesar de la política reaccionaria y arrogante de Bush, millones se han quedado en casa por que la «oposición blanda» de Kerry no les ha impresionado. Al menos con Bush sabía lo que les esperaba.

A Bush le gustaría presentar su victoria «histórica» como un mandato del pueblo norteamericano, pero esto es verdad. Cuando tenemos en cuenta los millones de estadounidenses que no han podido votar por estar encarcelados, indocumentados o eliminados de las listas por distintas razones, podríamos decir que Bush probablemente ha salido elegido con sólo el 20 por ciento de los votos de los estadounidenses con edad de votar. Sólo hace falta comparar este dato con las elecciones en Venezuela.

Debemos decirlo una vez más: los demócratas no ofrecen una solución

Muchos se preguntarán cómo es posible que el presidente más incompetente, arrogante, ignorante y odiado de los últimos tiempos siga en el puesto cuando no debería ser así. Muchos presentarán a los estadounidenses como «ganado ignorante» dispuesto a «ir al matadero». Esto sería dar una impresión profundamente equivocada de la clase obrera estadounidense. La razón de esta contradicción no es difícil de entender cuando lo abordamos desde una perspectiva de clase. El origen de este resultado se encuentra en el sistema bipartidista dominado por las grandes empresas y que actualmente es la fortaleza de la vida política norteamericana. No fue el estado de Ohio el que decidió las elecciones, sino el hecho de que muchos norteamericanos no ven una alternativa en ninguno de los dos partidos. Con su «cualquiera menos Bush» muchos «progresistas» honrados han cerrado los ojos ante John Kerry ignorando el hecho de que es un representante de la clase capitalista incapaz de representar a la clase obrera. Millones de trabajadores estadounidenses entienden esto instintivamente y le han abandonado a su suerte en las urnas.

Iraq y la economía han sido los dos temas principales en las mentes de los votantes demócratas. Para los neoyorkinos la guerra de Iraq era una mayor preocupación que el terrorismo, a pesar de los horribles ataques del 11 de septiembre. La elección de Kerry como candidato demuestra la total ausencia de conexión con la base honesta de los demócratas que les ven como una alternativa. No es sorprendente que aunque muchos fueron a votar por los demócratas como el «mal menor», otros muchos millones se quedaran perplejos ante un candidato que daba un cheque en blanco a Bush con relación a la guerra de Iraq, que apoya el envío de más tropas y dinero, que no tiene un plan real para acabar con la ocupación excepto invitar a otros al pantano. Después de esta amarga derrota los seguidores de Kerry tendrán que replantearse su apoyo a un partido que presenta a un candidato probélico.

En un sistema bipartidista millones no votan por lo que quieren, sino contra lo que no quieren. Su única opción real es votar por el «otro tipo». Esto lleva a millones a votar contra Bush a pesar de su disgusto con Kerry. También ha llevado al rechazo de varios demócratas, incluido el líder de la minoría demócrata en el senado, Tom Daschle, porque su «oposición» a los republicanos en el período pasado ha sido una farsa.

La realidad es que la gran mayoría de los norteamericanos votaron contra Bush y su política o no votaron. Aunque ganó el «voto popular», Bush y su política no es popular. La mayoría no está favor de lo que está haciendo. Pero por otro lado millones de personas no se han visto motivadas para ir a votar por alguien que en las cuestiones fundamentales es una copia al carbón de Bush. La culpa reside en los hombros de los demócratas que son orgánicamente incapaces de defender los intereses de la clase obrera. ¿Cómo pueden hacer esto cuando están en los bolsillos de las grandes empresas igual que los republicanos?

Bush puede que sea un «estúpido» pero muchas personas le ven como un «tipo decente» o «alguien corriente», alguien con quien te puedes tomar una cerveza una noche de fútbol. No se puede subestimar la fuerza de este tipo de impresiones básicas. Si se compara con el estirado y aburrido de Kerry, que habría sido el presidente más rico de la historia de EEUU, no es sorprendente que muchos norteamericanos «medios» prefieran también al presidente «medio».

La participación electoral ha alcanzado niveles récord en algunas zonas, más que en 2000. Sin embargo, la participación no ha superado la conseguida durante los años de Reagan y es inferior también a la de 1992, cuando Bill Clinton derrotó a George Bush padre. Si Kerry hubiera conseguido convencer sólo a un uno o dos por ciento de los millones que se han quedado en casa podría haber ganado varios estados, el voto electoral y la presidencia. Pero no ha conseguido hacerlo porque para eso haría falta una política seria, con una perspectiva de clase, en las cuestiones que preocupan a la clase obrera, y sencillamente es incapaz de hacerlo.

Bush es el primer presidente desde la Gran Depresión que ha terminado su mandato con una pérdida neta de empleos, un millón. Kerry fue incapaz de capitalizar esto y ha preferido centrar sus energías en presentarse como alguien más fuerte que Bush en cuestiones de seguridad nacional. A pesar de sus promesas Kerry, como Bush, no tenía un plan real para ofrecer un cuidado sanitario, educación y sanidad universales. Su principal plan es detener la hemorragia de empleos «cerrando las escapatorias» que permiten a las empresas trasladar sus fábricas a otros países. Nada de un programa de obras públicas para reconstruir la infraestructura y proporcionar empleos de calidad para todos. Kerry se ha centrado en las cuestiones del terrorismo y la guerra de Iraq, apoyando la aplicación de la antidemocrática Acta Patriótica «con unas cuantas alteraciones» y seguir la guerra en Iraq de una «forma más eficaz». ¿Cómo puede esta política inspirar a los millones de estadounidenses que no han ido a votar?

Incluso después de aceptar la derrota el candidato a la vicepresidencia, John Edwards, prometió luchar para contar cada voto. Su promesa demagógica llegaba un poco tarde. El momento de luchar por cuestiones que preocupan a la clase obrera se encontraba antes de las elecciones y no cuando se han conocido los resultados. Han tenido meses para derrotar al presidente más ignorante, odiado e incompetente de la historia reciente, pero los demócratas no han hecho nada excepto defraudar las ilusiones de millones de personas. Esto confirma lo que llevamos mucho tiempo explicando: los demócratas son incapaces de ofrecer una salida a la clase obrera. Simplemente no pueden servir a dos amos: a las grandes empresas y a la clase obrera.

Necesitamos un partido obrero de masas para derrotar a los republicanos

Los próximos años veremos muchos cambios profundos y repentinos, acompañados por giros dramáticos en la conciencia y una verdadera participación de masas en la vida política. Muchas personas momentáneamente pueden quedar conmocionadas y confundidas con este resultado. Lo que hace falta es una análisis serio y claro de la situación basado en las ideas del marxismo sin eso sólo caeríamos en el caos. La victoria de Bush no significa el fin del mundo. En realidad la situación política en EEUU sólo acaba de calentarse.

Todos aquellos que gritaban histéricamente «cualquier menos Bush», es decir, votar a Kerry para derrotar a este presidente, durante las próximas semanas y meses tienen mucho en lo que pensar. Para ellos apoyar a los demócratas era «práctico», mientras que construir una verdadera alternativa -un partido obrero de masas- era «irreal» o «demasiado trabajo». Sin embargo, aquellas personas sinceras que han seguido esta estrategia puede que les lleve al desencanto y la desilusión. Cientos de oponentes honrados a Bush han gastado mucho dinero, todo su tiempo y energías.

Los activistas sindicales necesitan examinar la política de apoyo a los demócratas de sus dirigentes. Millones de cuotas sindicales y horas de voluntarios han ido a parar a un pozo. Si todo ese esfuerzo hubiera ido dirigido a construir una alternativa de la clase obrera se habrían puesto las bases para las futuras batallas electorales. La lucha contra los ataques de los empresarios se debe llevar de una forma enérgica y militante en el centro de trabajo, pero sólo esto no es suficiente. La representación política de los trabajadores estadounidenses es un requisito previo para acabar con las leyes antisindicales apoyadas por ambos partidos. Sólo con un partido obrero de masas en el poder se podrían proporcionar los derechos básicos de igualdad en el empleo, sanidad universal, educación y vivienda para todos. Los sindicatos deben romper inmediatamente con los demócratas, Si la actual dirección se niega a hacerlo necesitamos entonces sustituirla por trabajadores honestos de la base dispuestos a luchar por los intereses de sus militantes.

Sí, queremos derrotar a los republicanos. Sí, rechazamos la política antiobrera de Bush. Sí, debemos luchar enérgicamente contra estos ataques. Pero no podemos poner nuestro destino político en manos de un partido que es orgánicamente incapaz de defender nuestros intereses. Nader, los Verdes y los distintos partidos pequeños que presentaron candidatos no han tenido prácticamente resultados en estas elecciones y no conseguirán tener un apoyo de masas. La tarea urgente del movimiento obrero norteamericano es la creación de un partido obrero de masas basado en los sindicatos.

Todas las minorías y afroamericanos en particular, están desencantados con el sistema bipartidista. La rabia y la frustración se ha acumulado entre los votantes negros y los jóvenes, y se debe canalizar hacia un cambio verdadero. Un activista negro comentaba con relación a Kerry: «Queremos entusiasmarnos, pero no podemos». Sólo un partido obrero de masas puede ofrecer a esta capa decisiva de la clase obrera una verdadera alternativa. Este partido atraería a los mejores sindicalistas, jóvenes, mujeres, minorías y al resto de estadounidenses que no tienen voz en los grandes partidos tradicionales de las grandes empresas.

Las próximas elecciones son en el 2008. En términos históricos están sólo a la vuelta de la esquina. Pero hay tiempo para que los trabajadores norteamericanos inicien la tarea de construir una alternativa de la clase obrera capaz de derrotar decisivamente a los republicanos y a los demócratas. Si no es en 2008, será en 2012, no importa. Lo importante es que comencemos a construir ya esa alternativa. Hay que superar la inercia, pero cuando el mecanismo empiece a andar, este partido crecerá enormemente y representará un terremoto político.

Es vital que entendamos que el sistema bipartidista actual no siempre ha existido y no existirá siempre. En todos los países, incluso aquí en EEUU, han surgido nuevos partidos al mismo tiempo que se desintegraban los viejos. Una constante de la vida es que las cosas siempre están cambiando. No debemos olvidar que los demócratas era el partido de los esclavistas sureños y sus seguidores del norte, mientras que los republicanos comenzaron como un pequeño partido abolicionista cuyo primer presidente, Lincoln, presidió la transformación más revolucionaria de este país desde su fundación. Ambos partidos han cambiado hasta ser prácticamente irreconocibles.

Es totalmente predecible que a pesar de la derrota humillante, los demócratas harán un llamamiento a sus seguidores para que continúen confiando en ellos. Intentan desesperadamente mantener a sus seguidores bajo su influencia. Ahora se encuentra en un mal momento y pasarán semanas o meses culpándose entre sí de la debacle. Sin embargo, la clase dominante volverá a ellos en el futuro para descabezar la creación de un partido obrero de masas. Los trabajadores, las minorías, las mujeres, los jóvenes y los pobres no pueden confiar en estas personas. La polarización del país es real y las elecciones a la presidencia no cambian nada, en el horizonte se vislumbran explosiones tremendas. Debemos tener nuestra propia representación política para canalizar esa energía hacia un cambio real y duradero.

La vida enseña: los trabajadores norteamericanos están pasando por la brutal escuela de los «golpes duros». Lenta pero de forma segura, se están dando cuenta de que no todo va bien en este sistema que se les obliga a vivir. Están despertando a la realidad de que los demócratas no son herramientas útiles. Están comenzando a darse cuenta de que la única forma de tomar el destino en sus propias manos es forjando una nueva herramienta, un nuevo partido capaz de representar sus intereses. El resultado de las elecciones marcan otro punto de inflexión significativo de este proceso de despertar de la conciencia. A los capitalistas les gustaría que todo volviera a la «normalidad», pero las cosas han pasado un límite. Nada se ha solucionado y las divisiones siguen. Las elecciones sólo han conseguido intensificar las ya profundas contradicciones, creando un escenario para explosiones de la lucha de clases en el próximo período.

Atacar a la clase obrera es la única salida de los empresarios ante la crisis económica. Los ataques de Bush llevarán a los trabajadores norteamericanos a un punto de ruptura. Tendrán que luchar y por eso necesitamos nuestras propias herramientas y no las de otra clase. Los trabajadores no podemos dejar nuestra defensa en manos de los demócratas. Debemos basarnos en nuestras propias fuerzas y organizaciones para detener los ataques de los empresarios. Debemos decirlo una vez más: necesitamos un partido de masas con una política socialista para derrotar a los partidos de los empresarios. Ha comenzado el momento de construir este partido.


Traducción de A First Look at U.S. Election 2004: «Democracy» Rears Its Ugly Head


Vea también:

* Elecciones en EEUU: El fraude de la «democracia» más poderosa del planeta