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La empresa textil Obrerol-Monza hace negocio de la crisis despidiendo a 48 trabajadoras

Fuentes: Rebelión

La empresa, establecida en el Polígono Industrial de Somonte de Gijón (Asturias) con Fondos Mineros y Ayudas del Gobierno asturiano, contaba en el 2003 con 137 trabajadoras. Obrerol-Monza se dedica a la confección de ropa de trabajo pero que, ahora, importará en mayor cantidad de China o bien será confeccionada por pequeños talleres, cooperativas o […]

La empresa, establecida en el Polígono Industrial de Somonte de Gijón (Asturias) con Fondos Mineros y Ayudas del Gobierno asturiano, contaba en el 2003 con 137 trabajadoras. Obrerol-Monza se dedica a la confección de ropa de trabajo pero que, ahora, importará en mayor cantidad de China o bien será confeccionada por pequeños talleres, cooperativas o el trabajo a domicilio en donde el mundillo de las «maquilas» y del trabajo irregular aflora.

El resultado es que los dos hermanos Amador y Alejandro Sierra que actúan, respectivamente, como Gerente y como ejecutivo de la empresa, decidieron despedir a 10 trabajadoras y prejubilar a otras 38, reduciendo de este modo la plantilla a 47 trabajadoras.

Esta operación, al margen de los compromisos derivados y debidos a las subvenciones oficiales recibidas, fue posible gracias a la actuación solapada de CCOO y UGT que, primero negociaron y firmaron con la empresa y, posteriormente, lo comunicaron a las trabajadoras.

Queda ahora negociar la cuantía de los despidos y de las prejubilaciones con la empresa y con el Gobierno asturiano. Pero todo ello después, y no antes, del pacto y de la firma de los sindicatos del Expediente de Regulación de Empleo. Ahora las posibilidades de negociación quedan limitadas a las movilizaciones que las trabajadoras puedan realizar.

La situación laboral en la que los despidos y las prejubilaciones forzosas, además de perjudicar seriamente el nivel de empleo, deterioran gravemente la calidad de los puestos de trabajo restantes. En este caso directamente con las 47 trabajadoras que aún quedan y, también, con el trabajo que se realizará, a partir de ahora, en condiciones de mayor precariedad por la vía de las pequeñas empresas, cooperativas o con el trabajo a domicilio en donde el control de las condiciones de trabajo y remuneración escapa a toda supervisión, incluyendo la economía laboral sumergida.

Crece el paro y la degradación de las condiciones laborales. Disminuyen las retribuciones y la protección sindical en manos de Sindicatos y de sindicalistas liberados, ajenos a los intereses de sus representados.

La crisis lo es más de determinados valores sociales, políticos, legales y sindicales que de lo estrictamente económico, aunque la ruina sea patrimonio de los trabajadores. A los cuatro millones de parados, y a más, se llega sumando miles de EREs como éste y con estos procedimientos.